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El chico de blanco por CairAndross

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Notas del capitulo:

Yu Gi Oh! no me pertenece. Sólo utilizo sus personajes como diversión y sin fines de lucro. Esto es una historia de un fan y para fans.

*** Advertencia ***

En calidad de Universo Alterno.

   

Promesa de lluvia

Nubes cada vez más negras se amontonaban en el horizonte. El aire era denso y sofocante. El salón resplandecía con las luces brillantes que ponían chispas en los prismas de cristal de las arañas y en las copas. Ramilletes de flores despedían una suave fragancia que parecía magnificada con las suaves brisas levemente perfumadas con el sopor húmedo se colaba por las ventanas abiertas.

Se detuvo en mitad del salón y recorrió con la mirada el grupo de invitados. Una pequeña orquesta tocaba música suave cuyos acordes flotaban por encima del bajo rumor de las voces. Los hombres lucían imponentes en sus trajes, las mujeres estaban hermosas en sus vestidos elegantes.

Glamour, belleza, prestigio...

Aburrimiento.

…sa era la palabra que mejor podía describir la mezcla de fastidio y cansancio que sentía. No que no estuviera acostumbrado, pero vivir siempre dentro de un farol encendido pierde pronto su encanto y las luces demasiado brillantes muchas veces encandilan y no permiten que uno pueda relajarse en los tranquilos detalles que esconde la penumbra. Especialmente cuando se es el centro de toda atención y los reflectores parecen atraídos a tu persona como si fueras un imán.

La fama.

Ya había olvidado cuándo fue la última vez que pudo mezclarse en una multitud y desaparecer del radio público como un anónimo ser humano. ¡Bueno! Por algo es que  dinero, popularidad y poder no vienen en el mismo apartado que la paz del espíritu, ¿cierto? Máxime cuando uno trabaja con su cuerpo...

Suspiró, pasándose una mano por su cabello al que las potentes lámparas daban un brillo casi irisado que, por cierto, no se debía en absoluto al champú que se vendía en todas las tiendas con su nombre sino a decenas de horas bajo el cuidado de expertos estilistas.

Hipocresía. Banalidad. Consumismo.

Miles de jóvenes en todas partes del mundo gastaban su dinero en los productos que se promocionaban con su nombre, creyendo estúpidamente que así se embeberían de un poco de su aura. ¡Bah! ¿Realmente eran tan ingenuos? ¿Realmente creerían que una marca de ropa, un perfume, un champú, harían que se parecieran a él? ¡Oh, claro! ¡Como si ser él fuera gran cosa!

Genial. Ahora se estaba deprimiendo.

Los pensamientos pseudofilosóficos que últimamente lo estaban acosando no iban con él. Los odiaba. Lo hacían sentirse vacío, triste. No iban con su carácter. ¿Y entonces para qué carajos se metía en dramas existenciales justamente él? Arrugó la nariz, torció la cara e hizo una mueca de burla a la nada... y fue en ese momento cuando se dio cuenta que lo estaba mirando.

Desnudándolo con la mirada, para ser más exactos.

Los ojos color café de un cincuentón estaban fijos en su joven y bien cotizado trasero. Lo observaba como un beduino lo haría con un vaso de cerveza fresca después de cruzar un desierto ¡Oh! Cierto que los musulmanes tienen prohibido probar el alcohol. Como sea... al sujeto le faltaba poco para babear, literalmente hablando, el costoso traje oscuro. Casi podía ver cómo temblaba la nuez de Adán del vejete...

Y no pudo resistirlo.

Con lentitud, pasó su lengua sobre su labio inferior, parpadeó un par de veces con rapidez y giró ligeramente la cabeza para mirar, seductoramente, hacia donde se encontraba el hombre. …ste se sobresaltó cuando sus mundialmente aclamados ojos color caramelo le recorrieron el cuerpo, de abajo hacia arriba, con expresión especulativa.  Finalmente, lo miró directo al rostro, tan rojo y acalorado que parecía a punto de un ataque de apoplejía... y le bostezó en plena cara.

¡Ja! Sigue soñando, anciano.

Si ni siquiera cuando era un don nadie muerto de hambre hubiera podido conseguirlo, menos ahora que era él quien decidía con quién, cómo, y cuándo acostarse. Y los viejos verdes no figuraban entre sus gustos, por más podridos en dinero que estuvieran... Nunca nadie había podido comprarlo. Muchos lo habían intentado y todos se dieron de topetazos contra la pared de su orgullo. Sí, vendía su cuerpo pero eso no significa que cualquier idiota podía poseerlo.

Asco.

Su vida apestaba. Todos lo deseaban sin conocerlo. Todos creían conocerlo y nadie sabía una mierda sobre él. Últimamente, ni él se conocía a sí mismo. ¿Qué habría sido del aventurero, del soñador? ¿Dónde habría quedado el chico idealista, romántico, pasional?

Necesitaba urgente un cigarrillo... o, mejor aún, algo más fuerte.

Se abrió paso entre la gente que abarrotaba el salón de la mansión, repartiendo inclinaciones forzadas de cabeza y algún que otro guiño arreglado. Hacía tiempo que había desarrollado una expresión fingida de reconcentración, que daba a los demás la impresión que estaba pensando en cosas importantísimas cuando en realidad, o se estaba aburriendo como ostra o quería que lo dejaran fastidiarse en paz. Y en general, funcionaba a la perfección.

- Maldita sea, Joey. ¿Podrías cambiar esa cara? - le increpó su "anfitrión", interceptándolo a mitad de camino hacia la ansiada salida.

- Ni lo sueñes, Duke. Es esta cara lo que me da de comer - sonrió el rubio con ironía, señalando sus perfectos y bien pagados rasgos.

- Ja, ja. Mira cómo me río - bufó el joven de largos cabellos negros - ¿Se puede saber qué te pasa? Se supone que ésta es tu fiesta de bienvenida y tú actúas como si fuera un funeral.

- No estoy triste, sólo aburrido.

Lo único que él buscaba al regresar a su ciudad natal después de tanto tiempo era un poco de descanso antes de la próxima campaña, pero sus amigos de la infancia habían armado un soberano alboroto, con recibimiento en el aeropuerto, conferencia de prensa y fiesta de bienvenida... todo en el mismo paquete y sin posibilidad de negarse.

Porque sabía que realmente se alegraban de verlo.

Porque sabía que realmente eran sinceros.

Porque probablemente ese pequeño grupito de personas que habían sido sus compañeros de toda la vida eran los únicos que lo conocían de verdad. Los únicos que sabían quién era aquel ser humano que se ocultaba tras la rutilante marquesina que era el pretendido glamour de su existencia. Los únicos que conocían la real identidad de aquella novelesca leyenda que llevaba el nombre de Joey Wheeler.

- ¿Aburrido? Ya veo... Todos están en pareja y tú eres el único lobo solitario por aquí - Duke se llevó un dedo a los labios con gesto pensativo - Ya decía yo que tenía que haberte buscado alguien que te hiciera compañía, al menos por esta noche.

- ¡Puaj! Preferiría que no intentes jugar a Cupido - el rubio hizo una teatral mueca de disgusto y un par de mocositas que estaban cerca suspiraron audiblemente ante ese gesto - ¿Acaso olvidaste lo que pasó la última vez que quisiste arreglarme una cita a ciegas?

- ¡Madura de una condenada vez! ¡Eso fue hace un siglo!

- ¡Por si no lo recuerdas, me dejaron plantado!

Cinco años atrás. El momento en que, apenas terminada la preparatoria, decidió abandonar el nido y probar suerte en la meca dorada que se encontraba cruzando el océano.

Su fiesta de despedida. Aquella organizada por sus entrañables amigos del alma, ¿cuándo no? y en la que Duke insistió en presentarle un compañero de estudios, un año menor que él, pero que ya había adelantado tres cursos en la Facultad de Ingeniería. Un niño genio. Superdotado. Maravilloso. Fantástico.

Que nunca se había dignado a hacer acto de presencia.

- Ya, cariño. Deja en paz al pobre cachorrito... - intervino una hermosa y sensual voz femenina - Entiende que hacerle un desaire a esta belleza no es una descortesía. Es un pecado

- Gracias, May - el rubio le guiñó un ojo y rodeó con un brazo a la mujer.

- ¡Lo único que faltaba! Ya bastante se le han subido los vapores como para que, además, tú apoyes sus ataques de diva - protestó Duke, frunciendo el ceño ante esa muestra de confianza.

- No puedo evitarlo. Tengo debilidad por él - May hizo un puchero cuando Joey se inclinó y apoyó su rubia cabeza en un hombro femenino - Es que es mi bebé - acarició los brillantes mechones y el joven aprovechó para acurrucarse contra ella, con una sonrisa en los labios.

-  Sí, sí, sí. Ya entendí - el muchacho de cabellos negros enlazó la esbelta cintura de la mujer y la atrajo hacia él - No me meto más, pero deja de coquetear con mi esposa y ve a buscar algo acorde a tus gustos.

Joey se echó a reír.

- Te debo una, May.

- Y que lo digas, guapo - sonrió ella, jugando con las solapas de la chaqueta de su marido.

Era bien sabido lo celoso y posesivo que podía ser Duke, a quien aún no le entraba en la cabeza cómo la mundialmente famosa May Valentine podía haberse fijado en un mocosito como él, un simple muchachito de barrio que no sólo era seis años menor que ella sino que lo único que tenía a su favor, era un buen cerebro... además de un físico nada despreciable, es cierto, pero para la ex modelo y actual empresaria eso era lo de menos. Jóvenes guapos y sosos abundaban, un hombre inteligente, cariñoso y leal era casi una rareza.

Aunque Joey era amigo de ambos y, de hecho, quien los había presentado, el joven Deabling aún se sentía inseguro ante la belleza del rubio, lo único rescatable que le había legado el perdedor ebrio que había sido su padre y lo que le había permitido salir de la mugre en la que se había criado y conquistar el mundo.

Había sido May quien había ayudado a Joey cuando éste dio sus primeros pasos vacilantes  en el mundo de la moda, quien lo había apadrinado, catapultado su carrera y, finalmente, había sido ella misma quien le aconsejó viajar a América, donde su atractivo exótico había resultado un boom tal que, en pocos meses, su cara, su figura y su nombre adornaban las más exclusivas campañas publicitarias.

Con la fama, vino la fortuna.

Con la fortuna, los admiradores.

Con los admiradores, el éxito.

Y con el éxito... el vacío.

¡Y dale nomás! Otra vez con la misma cantinela de emo depresivo... Ya hasta se estaba aburriendo de sí mismo.

¿Dónde era que iba? ¡Ah sí!

¡Tabaco!

Desgraciadamente, no podía fumar allí, rodeado de personas. Sería de muy mal gusto que el modelo de virtud y vida saludable para miles de adolescentes fuera visto inhalando nicotina. "Joey, querido, debemos mostrar una imagen pura y sana en todo momento", le había dicho su manager mientras aspiraba una línea de cocaína.  De hecho, al sujeto le importaba un carajo qué se metiera en el cuerpo "siempre y cuando no lo hiciera en público". Su preocupación por él era tan conmovedora...

Pero para eso Dios había inventado los balcones, ¿no es cierto?

Se deslizó entre los invitados, rumbo a los amplios ventanales junto a la barra del bar, encontrando en el camino algunos rostros conocidos.

¡Oh, por Dios! ¿…se era Yami? ¿Qué demonios se le había pasado por la cabeza al novio egipcio de su mejor amigo para que se atreviera a copiar el mismo peinado de pelos pinchos con rayas de colores de Yugi? Una cosa es compartir todo, pero esos dos ya se pasaban y en ese momento, sentados melosamente en el mismo sofá e intercambiando mimos, más bien parecían unos gemelos idénticos dispuestos a satisfacer las fantasías incestuosas de cualquier imaginación pervertida.

Ese había sido siempre un amor de novela, en el que los protagonistas estiraban lo romántico hasta llegar a la franca cursilería: Yugi consideraba a Yami el ser más perfecto del mundo y éste literalmente besaba el suelo que el enano pisaba. Diez minutos con ellos era suficiente como para garantizar un coma diabético de tanta empalagosa dulzura con la que se trataban. Tristán solía decir que él jamás sería gay pues no le daba el estómago para tanta sensiblería.

Esto último era evidente, pues unos pasos más allá, estaba su alto y moreno amigo convertido desde hacía dos años en su cuñado, muy ocupado arrullando a su primer hijo. Tristán Taylor era un soltero empedernido y muy agradecido de serlo cuando, en una de las tantas borracheras que llevaran al padre de Joey a la cárcel, conoció a Serenity Wheeler y quedó completamente flechado por los inocentes ojos de la pelirroja. Le llevó cinco segundos enamorarse, media hora decidir que quería proteger a esa niña por el resto de su vida y cuatro días renunciar a la soltería para siempre y empezar a salir con ella...

Joey agitó una mano para saludar a su hermana, quien estaba charlando muy animada con Tea Gardner, su otra amiga de toda la vida. La joven había tenido muy mala suerte. Apenas terminada la preparatoria, se había enamorado de uno de sus compañeros, Ryou Bakura, pero éste arrastraba una serie de traumas psicológicos que derivaron en una doble personalidad que terminó enloqueciéndolo.

Había sido un golpe terrible para ella, que se refugió en sus clases de baile como único interés hasta que, por esas vueltas de la vida, conoció a un primo de Yami que había padecido el mismo mal que su antiguo novio. Malik Ishtar estaba completamente recuperado de su enfermedad, había vencido a sus demonios internos y, de un modo que absolutamente nadie podía encajar todavía, los dos congeniaron y llevaban saliendo unos meses. ¿Que parecía traído de los pelos? ¡Seguro!... pero funcionaba y aún no ha nacido un ser que haya podido comprender completamente a ese músculo caprichoso y sensible que es el corazón humano.

La pandilla completa. Yugi, Tristán, Tea, Joey...

Eran amigos desde la primaria.

A todos les había ido bien en la vida.

Algunos más, otros menos, pero todos habían podido encontrar la felicidad.

De repente, Joey ya no se sentía tan hastiado. Había un retintín de orgullo al pensar que, al final de cuentas, él era quien más lejos había llegado, quien más mundo había visto. Y si bien había sacrificado muchas cosas por eso, también las recompensas habían sido abundantes.

Lo que quería, lo tenía, pensó con una sonrisa.

Y en ese momento, lo vio...

Notas finales:  

Largas, ¡larguísimas! explicaciones que no tienen nada que ver con el fic.

Sé que muchas de ustedes se preguntan qué pasó y por qué no continué con "Ni una sola palabra". Bien, la respuesta es que ni me morí, ni se me terminó la inspiración ni nada de eso. De hecho, el fic ya está terminado.

El día dos de enero de este año intenté subir el capítulo 13. No sé qué pasó y si tuvo que ver con el cambio de año, pero cada vez que lo hacía, me surgía la leyenda "Acción correctamente realizada" ¡y el estúpido capítulo no aparecía en la página! Maldije, lloré, patalee y estuve en ese estado por bastante tiempo. Y nada. Les juro que perdí la cuenta de las veces que lo intenté.

Finalmente, pude ponerme en contacto con la administradora. No sé qué fue lo que hizo, pero me aconsejó que intente subir otro fic para ver si mi cuenta estaba activa. ¡Bien! Si están leyendo esto es porque, obviamente es así, por lo que mi problema, en principio, está solucionado. Ahora que sé que funciona, voy a intentar, en unos días, subir el segundo capítulo de este fic y si todo va bien, subiré los otros dos capítulos pues esta historia es muy cortita.

Pero...

JURO que voy a terminar "Ni una sola palabra" así tenga que publicar capítulo por capítulo en un fic separado. Le tengo mucho cariño a esa historia porque es mi primer bebé Yaoi y DE NINGÚN MODO voy a dejarla a medias. Tampoco voy a publicarla en otra página hasta que no esté terminada en ésta. Amor Yaoi es mi página de cabecera, fue aquí donde di mis primeros pasos como yaoista con el nombre de CairAndross y le soy fiel hasta la muerte.

Ahora, supongo que les interesará saber un poquito de "El chico de blanco". Está ambientada en un universo alterno (pese a que no soy muy amante de estas historias alternativas) y basada en un mito urbano. Es cortita (cuatro capítulos), ¡hay lemon! y el final es... un tanto inesperado, pero a mí me gustó. De hecho, me encanta el mito en sí, me parece muy romántico.

Espero que les haya gustado esa caracterización de un Joey reflexivo y un poco depre...Es probable que haya quedado un poco OCC, pero pienso que así se sentiría mi querido rubio si se ve obligado a fingir ser alguien que no es. ¡Ah! ¿Y a quién vio? Es obvio, ¿no? Al que falta en la historia...jejeje.

Por cierto: ¿Tea-Malik? Síiii, soy la primera en admitir que es completamente absurdo, por eso lo puse y por eso mismo lo aclaré dentro del mismo fic. Fue un pequeño desvarío de mi parte en medio del total desvarío que es mi existencia...

 


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