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El chico de blanco por CairAndross

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Notas del capitulo:

Yu Gi Oh! no me pertence, sólo utilizo sus personajes como diversión y sin fines de lucro. Esto es una historia de un fan y para fans.

*****Advertencia*****

En calidad de Universo Alterno.

 

Vestía completamente de blanco.

Su figura se destacaba, recortada contra los oscuros vidrios del inmenso ventanal. No podía definir exactamente qué le llamaba la atención, pero lo cierto es que se veía atraído como si tuviera un poderoso imán y él fuera unas simples partículas de hierro incapaces de resistirse a la avasalladora fuerza del magnetismo.

Le bastó una mirada para evaluarlo.

Más de un metro ochenta de estatura. Piernas largas y esbeltas, que culminaban en un firme y redondeado trasero, al que los blancos pantalones destacaban sin el menor esfuerzo. Espaldas anchas que se iban ahusando hasta una cintura exquisitamente estrecha, envueltas en el brillo irisado de una camisa blanca de seda. Cabello castaño con reflejos rojizos que caía en punta sobre la elegante curvatura del cuello. Perfil delgado, rasgos finos, movimientos desenvueltos y seguros...

Definitivo.

Tenía que saber quién era.

Estudió el terreno, buscando competencia. Nadie le hablaba, nadie estaba cerca, nadie parecía notarlo. Perfecto. Estaba solo.

Sonrió.

Avanzó con rapidez, sin perderlo de vista ni un instante, sus sentidos alertas y afilados. No había presa que se le escapara cuando desplegaba al completo su instinto de cazador. Y no era cualquier perdiguero, sino el mejor sabueso del mundo...

- La noche es demasiado bonita para disfrutarla solo, ¿no crees?

Era una frase tan trillada y estereotipada que aún le sorprendía los buenos resultados que le daba a la hora de ligar. Estaba en la misma categoría de "¿Qué hace un chico como tú en un lugar como éste?"... y hasta producía efectos similares. Bueno, tampoco se iba a romper la sesera en inventar algo más imaginativo porque, ¿para qué cambiar lo que funcionaba tan bien?

El chico de blanco giró la cabeza hacia él, en el mismo instante en el que un relámpago cruzaba el cielo oscuro. La fría luz plateada se reflejó en los ojos más azules que Joey había visto en su vida: parecían zafiros. Dos intensas gemas cerúleas, que recorrieron la figura del rubio de arriba abajo, antes de desviarse hacia los ventanales. Un trueno retumbó furioso contra los vidrios.

- ¿Sabes algo? Te he estado mirando desde aquel lugar y...

- ¿Por qué no regresas al lugar donde estabas y continúas mirándome desde allí? - la voz era suave y agradable, pero con el tono cortante de una cuchilla más un poco de hielo de yapa.

¡Miau! Era una absoluta belleza, pero había resultado ser tan arisco como un gato. Joey esbozó una sonrisa torcida y se pasó la lengua por los labios. Le encantaban los desafíos.

- Porque eres más bonito de cerca - respondió.

Los ojos azules se volvieron hacia él y el rubio le dedico una brillante sonrisa, de ésas que competían con el calentamiento global a la hora de derretir los hielos polares.

- Ve a buscar a otro para menearle la cola, perrito. No estoy interesado.

Así que "perrito", ¿eh?

Quizás ese muchacho no lo supiera, pero estaba frente a frente con el mismísimo Labrador Dorado, un estúpido apodo que le había puesto un publicista, basado en alguna tontera que habían dicho sobre sus confiables ojos caramelos, su piel dorada, sus áureos cabellos. Era lo que lo definía, su nombre de batalla en un mundo donde lo importante era sobresalir a cualquier precio... y a Joey no le molestaba en absoluto. Después de todo, el labrador es un excelente cazador y esa esquiva presa no sería la excepción.

Optó por otro enfoque.

- Intento conversar, no ligar contigo - protestó Joey. De acuerdo, era la más descarada de las mentiras, pero... - ¿Qué sucede? ¿Eres homofóbico?

- Sólo selectivo.

¡¿Qué?!

¿Selectivo? ¿Acaso pretendía algo mejor que él? Cientos de mujeres suspiraban por él, la mitad de los hombres querían imitarlo y la otra mitad acostarse con él, magnates, actrices y hasta políticos poderosos en todo el mundo le habían hecho proposiciones a él... ¿y ese sujeto decía que "era selectivo"?

¿Pero quién demonios se creía?

- ¿Acaso no sabes quién soy? - preguntó, ofendido.

- ¿Debería? - el castaño levantó una ceja.

- Soy Joey Wheeler - aguardó la sorpresa y la inmediata adulación que conllevaba su nombre.

- Bien por ti.

El joven de blanco desvió la mirada a un punto indefinido por encima de la cabeza del atónito rubio. Por lo que parecía, encontraba más interesante el capitel de una columna que el hermoso ser que estaba frente a sus ojos.

Indiferente.

Esquivo.

En definitiva... muy estúpido.

Joey se planteó seriamente el mandarse a mudar. Le llevaría un máximo de cinco segundos (seis, si se tomaba el trabajo de escoger) conseguir alguien mucho menos odioso y más dispuesto, tanto como si se trataba de charlar un poco, intercambiar cortesías o terminar en la cama. Estaba a punto de largarse, enfurruñado, cuando un soplo de aire que se coló a través de las ventanas, agitó suavemente el flequillo castaño.

El rubio tragó saliva.

Su corazón se salteó dos latidos.

El mundo a su alrededor pareció esfumarse.

- ¿Qué estás haciendo aquí? - susurró.

- Vine a encontrarme con alguien, pero estoy decepcionado de no hallarlo - los ojos azules lo miraron seriamente.

- ¿Estás solo, entonces?

- Ya que insistes en no dejarme en paz, supongo que no.

- "Perseverante" es mi segundo nombre - sonrió Joey.

- Pensé que era "molesto", pero hasta yo suelo equivocarme.

Joey soltó una risita y se distendió un poquito. Aparentemente, había logrado introducir una pequeña cuña, no lo suficiente como para romper el hielo pero sí como para resquebrajarlo. Ya en el pasado había seducido a dos o tres témpanos y éste no sería la excepción.

La clave: expectativas.

Mantuvo el silencio flotando entre los dos, como el momento quieto donde se disfruta el sabor de un buen sorbo de vino, donde se degusta el perfume de una flor, donde se relajan los amantes... Finalmente, el joven volvió su rostro hacia él y Joey sonrió, guiñándole un ojo. Un bufido fue su respuesta y el rubio volvió a reír.

- ¿Acaso nunca sonríes, bonito? - preguntó, divertido ante la mirada fulminante del castaño.

- Sólo cuando algo me causa gracia.

- Uhhh... - Joey se puso en puntas de pie y acercó su rostro al del otro joven - Hagamos un trato, ¿sí? Si consigo que sonrías en un plazo de diez minutos, me dirás tu nombre - ronroneó, seductor.

- Seto Kaiba... y ahórrate la comedia barata - retrocedió dos pasos con impecable elegancia.

¡Corrección! Ese tipo no era un témpano, ¡era la Antártida completa! Era el sujeto más difícil al que se había enfrentado en... ya había olvidado cuándo.

¿Cuánto hacía que no se sentía de ese modo? ¿Cuánto hacía que el mundo giraba en torno a él? ¿Cuánto hacía que alguien no caía rendido a sus pies con sólo un destello de su famosa sonrisa, con un parpadeo de sus aclamados ojos? ¿Cuánto hacía que no se le presentaba un desafío? Esas cosquillas en los músculos, ese hormigueo en las puntas de los dedos, ese retumbar imaginario de tambores de guerra en sus oídos... ¿Cuánto hacía que no se sentía como el Joey de antaño, el retador, el combativo, el atrevido?

Se estaba entusiasmando.

- Seto Kaiba... - repitió bajito.

El nombre le gustó. Era rotundo, varonil, encajaba perfectamente con el chico frente a él... que otra vez estaba mirando por la ventana sin prestarle la menor atención. Un nuevo relámpago bañó de plata el hermoso perfil, el joven levantó una mano para acomodarse el flequillo desordenado y el despreocupado gesto lo hizo ver tan simple, tan natural... tan auténtico en contraposición con el fingimiento, la frivolidad y la falsedad que lo rodeaban.

- ¿Qué tanto miras? ¿Se te perdió uno igual a mí? - protestó el castaño fastidiado.

- No creo. Si tuviese a alguien como tú, no dejaría que se me perdiera nunca - afirmó Joey, asintiendo repetidamente para sí.

- ¿Tienes un libro de frases cursis o las inventas sobre la marcha?

- Tú me las inspiras, precioso.

- Genial. El objetivo de mi vida está completo - ironizó el joven de los ojos azules.

Los ojos de Joey echaron chispas doradas al ver el temblor en la comisura de los labios del castaño. Evidentemente, se estaba esforzando por no sonreír y echar a perder la impostura de frialdad e indiferencia.

¡Perfecto!

Hora de un segundo round.

El rubio se volvió ligeramente e hizo un gesto hacia uno de los bármanes, que se apresuró a acudir al llamado.

- Tráeme dos vodka-tónic - pidió con displicencia

- ¿Dos? - repitió el muchacho con una expresión que denotaba extrañeza.

- Sí, dos - un guiño y una sonrisa ensayada de yapa; el método patentado "made-in-Joey" para conseguir un servicio rápido.

El barman se sonrojó furiosamente y adquirió en segundos una destreza sorprende. Tomó dos vasos, hizo tintinear el hielo y mezcló las bebidas con maestría, para luego alcanzárselas al rubio con una inclinación cortés de la cabeza. Esperaba un elogio, una palabra o quizá algo más, pero para su evidente desencanto, éste le agradeció con una nueva sonrisa y volvió a su anterior posición. El muchacho se encogió de hombros, resignado.

¿Quién entiende a los famosos?

- Pido tregua, Seto Kaiba... ¿quieres tomar algo?  - Joey tendió uno de los vasos a su esquiva presa

Por un segundo estuvo seguro que el joven vestido de blanco lo mandaría a freír espárragos pero al final éste asintió con un suspiro, un extraño sonido en el que se mezclaban anhelos, resignación, ¿tristeza? Joey frunció el ceño confundido, pero optó por culpar a su hiperactiva imaginación de andarse fabulando cosas.

- Podrías tener futuro como sirviente, perrito - comentó el castaño, llevándose el vaso a los labios.

- Sólo si tú eres mi amo, minino.

Tanto para Joey.

El joven se ruborizó y carraspeó, incómodo. Era evidente que su anterior alocución no tenía ese significado, pero las palabras del rubio seguramente habían invocado cosas... este... de las que involucraban cuero negro, tachas, cadenas, látigos, etc.

El modelo sonrió divertido y bebió medio vaso de un golpe. Lo más cerca del sadomasoquismo que había estado era una sesión de fotos para un perfume llamado "Dolorosa Passione" y aunque nunca le había atraído el tema ni como fantasía, sí pudo comprender que era un juego en el que importaba más la sensualidad y el fetichismo que el dolor en sí...

Bueno, eso no importaba ahora.

Lo importante es que había encontrado un punto de dónde asirse.

Joey estaba a punto de tirar de esa hebra cuando un camarero pasó frente a él con una bandeja de canapés. El rubio se mordió los labios y su estómago rugió a la vista de comida.

Mierda. ¿Para qué buscar dolor en el sado cuando el hambre es más devoradora?

- ¡Dios! Lo que daría por comer uno de ésos - murmuró a nadie en particular.

- Pues llama al mozo y pídeselo - señaló el joven de los ojos azules, mirándolo como si dudara que tuviese cerebro.

- Sí, claro - Joey esbozó una sonrisa irónica - Esas cosas son kilos de más, mezclados con kilos de más y envueltos en... más kilos de más.

Las inquisitivas pupilas azules lo observaron de arriba abajo con atención, evaluando su figura con ojo crítico.

- ¿Temes engordar? Aún si pesaras diez kilos más seguirías siendo delgado.

- Sí, al natural - aclaró Joey. Una ceja castaña se elevó bajo el flequillo en una muda pregunta - ¿Has oído eso de que la cámara aumenta cinco kilos? Pues adivina: es verdad.

- ¿Y por qué tiene que importarte eso?

Joey lo miró de reojo, pero la expresión del rostro del castaño era de real, absoluta y total extrañeza.

- ¿De verdad no sabes quién soy?

El joven torció el gesto.

- Espero que a estas alturas la pregunta sea de carácter filosófico, pues tú mismo me dijiste tu nombre. Por si te falla la memoria, eres Joey Wheeler, ¿no?

- Quiero decir si no sabes qué es lo que hago.

- ¿Además de fastidiar?

- Lo que hago para ganarme la vida. Mi trabajo - ante el repetido gesto negativo tuvo que admitir que ignoraba su profesión - Soy modelo.

- Suena lógico.

- ¿Ah?

- Con tanta belleza, ¿qué otra cosa puedes ser? - lo dijo con la misma naturalidad con que hubiese comentado que las hojas se vuelven amarillas porque comienza el otoño.

Inexplicablemente, Joey se enfureció. Levantó la mirada y los vidrios oscurecidos, convertidos en un verídico espejo, reflejaron su imagen con nitidez.

Tanta belleza.

Todo el rollo que había estado dando vueltas en su cabecita, todo el matete depresivo y agobiante le cayó encima.

¿Acaso era lo único que veían en él?

Su hermosura y nada más.

- ¡Gran cosa! - escupió - ¡Belleza, la mayor maldición y la única salvación en toda mi vida!

El castaño parpadeó.

- ¿Eres ciclotímico o te falta un tornillo? Te me acercas con la sutileza de una aplanadora, buscas conversación con la insistencia de un predicador que quisiera atraerme a su rebaño, te falta tener escrito "seducción" en la frente, ¿y ahora te molestas porque te señalo algo positivo? No me sobra el tiempo para jueguitos estúpidos, Joey Wheeler.

- No hay nada positivo en mi supuesta belleza.

- ¿Por qué?

- ¿De verdad quieres saberlo? - Joey sonrió con ironía.

No, nadie querría saberlo. Nadie querría ver destrozados sus sueños sobre el supuesto glamour de esa vida, como tampoco nadie quería saber que sus ídolos son de carne y hueso, que se levantan despeinados, que van al baño y que no pueden estar veinticuatro horas al día, trescientos sesenta y cinco días al año, sonrientes y dispuestos para sus fanáticos.

- Sí.

- Mírame. ¿Ves esta ropa? - señaló su cuerpo, delgado y en forma, resaltado por los jeans y la camisa verde - Lleva la firma de uno de los más prestigiosos diseñadores del mundo, que me propuso una orgía con él, su esposa, el hermano de su esposa y sus tres hijos, de los cuales, el mayor tiene ¡quince años! - pasó una mano por su rubio cabello dispuesto en un desgarbado desorden -  ¿Te gusta? Hace furor entre los adolescentes, tan seguidores de la moda que impongo, que si un día se me ocurre raparme, en poco tiempo tres cuartos de la población juvenil menor a veinte años parecerá salida de una convención de monjes budistas - deslizó los dedos por su rostro de piel casi dorada - ¿Sabes cómo obtengo este bronceado? Con los acariciadores rayos de una cama solar, pues, en cinco años, lo más cerca de una playa que estuve fue en un set con arena artificial y palmeras de plástico para un comercial - hizo una mueca y parpadeó - En cuanto a mis famosos ojos color caramelo... bueno, éstos sí son míos de verdad y no tengo nada que criticarles - admitió.

- ¿Eso es todo? - preguntó el castaño con ironía, llevándose nuevamente el vaso a los labios.

- Claro... ¡Un brindis por mi fabulosa vida! - terminó su trago de golpe y le hizo señas al barman que le entregó uno nuevo.

- Si no te agrada, ¿por qué la escogiste?

El rubio apretó los dientes con rabia.

- Porque no tuve opción...

- Siempre se puede escoger.

Iluso. A veces, la única opción es la del ogro: o caes temprano, o caes tarde, pero siempre vas a caer.

- En mi caso, no.

- ¿Por qué?

Eso ya no le gustaba. Lo que había empezado como una conversación casual con toda la premeditación de llevarse ese magnífico ejemplar masculino a algún rincón oscurito y privado, se había convertido sin que él se diera cuenta del cómo en algo que lo estaba obligando a desnudar el alma, volverse del revés y revelarse en carne viva ante los ojos azules que lo observaban penetrantes.

- ¿De verdad quieres saberlo? - repitió Joey.

- Sí.

- ¡De acuerdo! ¡Si tanto te interesa, te lo diré! Mi madre se fue de casa cuando yo tenía seis años, harta de su esposo se interesara más en las cosas que vienen en botellas que en las que caminan en dos piernas, se chupan el dedo y de vez en cuando lo llaman "papá". Su matrimonio fue un fracaso desde el principio, pero en lugar de ser inteligentes y admitirlo, insistieron en esa mala idea hasta engendrarnos a mí y a mi hermana menor. Cuando todo se fue al carajo, ella se mandó a mudar, dejándonos a merced de la compasión de vecinos y parientes, pero ni los santos pueden hacer caridad por siempre ni los indigentes aceptarla, así que me tocó arremangarme y salir a ganarme el pan. Terminé la escuela a duras penas. Con mis calificaciones a lo único que podía aspirar era a partirme las espaldas en trabajuchos de quinta e ir bajando cada vez más en el espiral de la pobreza hasta que me tapara la mugre o me comieran los piojos - suspiró y continuó - Tuve suerte... o algo así. Trabajaba en un bar, sirviendo tragos hasta que me dolían los pies y esquivando las insinuaciones de viejos libidinosos que aprovechaban cualquier oportunidad para pellizcarme el trasero, cuando se me acercó un tipo, dijo que era fotógrafo y ofreció hacerme un portafolio - sonrió torcidamente - Creí que era una nueva excusa para llevarme a la cama directo y sin pasaporte, pero Jean resultó ser lo que decía. Doce horas de pose, más de cien fotos y a los cuatro días tenía mi primera entrevista. Una cosa llevó a otra y finalmente, conocí a May Valentine...

- ¿A quién?

- ¿Tampoco sabes quién es ella? - se extrañó el rubio

- Mi existencia está bastante alejada de los modelos publicitarios - explicó el castaño con suficiencia.

En pocas palabras: ustedes no son el ombligo del mundo, sobreentendió Joey.

- May era la modelo más famosa del mundo en ese entonces. No sé por qué se interesó en mí desde el primer momento, ella dice que porque parecía un cachorro asustado y le di ternura. Lo cierto es que se convirtió en mi mentora, mi confidente y mi mejor amiga, todo junto. Aquí trabajaba bien, pero era uno más del montón y fue May quien me sugirió que me mudara a América, donde mi "exotismo" sería más redituable. Así que hace cinco años dejé a mis amigos y a mi hermana, corté toda raíz que me ligara a mi país y aterricé al otro lado del mundo, completamente solo, apenas hablando el idioma y con sólo tres cosas a mi favor: este cuerpo, esta cara, y la recomendación de May Valentine - el rubio abrió los brazos e hizo una burlona reverencia como un actor que saluda al finalizar su acto - ¿Te gustó, gatito? Ésa es la grandiosa historia de mi vida.

- Al menos tienes una vida - señaló el castaño - Y no parece tan terrible.

- ¡Uy, no, no es terrible para nada! Apenas llegué a América me enrostraron una dieta que todavía continúa, así que llevo media década de hambre. Paso un mínimo de sesenta horas semanales en el gimnasio donde dos gorilas forjados a pura testosterona y esteroides se esfuerzan en modelar, ejercitar y fortalecer hasta los músculos de mis orejas. Tuve que hacerme mechas verdes, rojas y azules en el pelo en tres ocasiones diferentes, colocarme extensiones en diez y teñírmelo de plateado para una campaña que jamás llegó a realizarse. Paso más frío del que te puedas imaginar porque las campañas del verano se filman en pleno invierno, cuando las playas están congeladas y el lugar más cálido es dentro del refrigerador de las bebidas - tomó aire y continuó - Me pruebo sesenta trajes en una sola sesión y me hacen trescientas fotos sólo para que el cliente escoja la segunda que se tomó. Siempre hay una banda de estilistas alrededor mío con pequeños instrumentos de tortura con los que insisten en quitarme cada pelito de mi cuerpo, excepto, claro, el que tengo en la cabeza. Eso sin contar las fiestas, donde tengo que sonreír hasta que me duele la mandíbula, soportar que me manoseen una parva de viejos verdes y aguantar la mirada de condescendencia de pseudointelectuales que apenas se enteran que soy modelo, automáticamente rebajan mi coeficiente intelectual en cien puntos o más.

- Si te sirve de consuelo, yo nunca pensé que tuvieras coeficiente intelectual - pese al contenido irónico de sus palabras, los ojos azules del joven brillaban con simpatía.

Sí, era una broma, un real y asombroso intento de conforte. Y funcionó de maravillas al provocarle una sonrisa más, que tuvo el efecto de disiparle la rabia. ¿Acaso ese chico de blanco realmente veía algo más que su belleza?

- Si eso no te gusta, ¿por qué no lo cambias? - sugirió el castaño.

- Cariño, a nadie le importa un carajo la opinión de los modelos. Cuando intentas apuntar un detalle, te miran como diciendo  "cállate y luce bonito" - dijo, resignado.

- Eso es tu culpa - los ojos azules destellaron con dureza.

- ¿Eh?

- Lo que soportaste para convertirte en un modelo famoso, fue culpa de los demás. Lo que soportas ahora que eres un modelo famoso, es culpa tuya.

- ¿Mi culpa? - repitió incrédulo.

- Dices que eres famoso, que las empresas se disputan tu nombre y tu imagen, que eres el centro de tu propio universo. ¿Sabes qué significa eso? - el joven lo apuntó con su índice -. Que tú no los necesitas a ellos, sino ellos a ti. Que tú tienes el poder. Que tienes la posibilidad de tomar las riendas de tu vida y conducirla por el camino que tú elijas, no el que te determinen los demás.

- Es más fácil decirlo que hacerlo

Joey emitió un suspiro melodramático y giró levemente la cabeza para indicar que hasta ahí llegaba ese tema. Paseó la mirada por el salón abarrotado de personas, buscando distraído a sus amigos, una excusa para no prestar atención al retintín de melancolía que las palabras de su interlocutor habían provocado.

- Cobarde.

Joey se sobresaltó ante el bisbiseo iracundo que brotó de los labios del castaño. En lugar de compadecerse con la triste historia de su vida, de horrorizarse ante las humillaciones que escondía el mundo del modelaje, de compadecerlo y admirarlo por salir adelante pese a todas esa adversidades sin quejarse ni un poquito... ¡el creído tipejo se daba el lujo de llamarlo cobarde!

- Repite eso

- Por un momento creí que eras una persona interesante, pero me doy cuenta que... sólo eres un cobarde.

- ¡Nadie nunca me ha llamado cobarde! - exclamó, encrespado y furibundo como cachorro ante el peligro.

- Quizás nunca te lo han dicho, pero seguramente lo pensaron. Estás tan rodeado de gente que lo único que hace es aprovecharse de ti y hacer lo que les da la gana mientras te adulan y fingen humillarse ante el Famoso Joey Wheeler, que no te das cuenta de la hipocresía que flota como miasma en el ambiente - levantó una mano para interrumpir a Joey que estaba a punto de ladrar - O, si resulta que sí te das cuenta y no haces nada para evitarlo, eso únicamente significa que no sólo eres cobarde... También eres pusilánime.

El rubio se puso pálido y dos grandes manchas rojas aparecieron en sus mejillas.

- Yo no soy cobarde.

- Demuéstramelo.

Oh, sí. Más que nada en el mundo Joey deseaba demostrarle a ese sujeto que él no era ningún gallina, sin detenerse ni un segundo a pensar por qué demonios le preocupaba la opinión que pudiera tener de su persona alguien que acababa de conocer, ni por qué le parecía tan importante que no lo creyera un inútil perdedor.

- ¿Cómo? - preguntó.

-Enfréntate a mí. Desafíame. Muéstrame que tienes algo más que jugo de tomate frío en las venas.

Desafíame, provocó el castaño y ese vocablo agitó banderines de bravura en el corazón del rubio.

Desafíame, pidieron las pupilas azules y dos relámpagos dorados destellaron en los ojos acaramelados en respuesta.

Desafíame, aguijoneó ese desconocido vestido de blanco y el famoso modelo sintió renacer en su interior a aquel muchacho luchador, bravo y tenaz.

Desafíame, retó Seto Kaiba.

Y Joey Wheeler aceptó.

- ¿Qué quieres? ¿Que nos liemos a golpes en mitad del salón para demostrar quién es más macho?

- Yo propuse el duelo. A ti te corresponde elegir el momento y las armas, perrito - el joven se cruzó de brazos y lo miró, expectante.

Duelo.

Joey recorrió el salón con la mirada mientras pensaba, deteniéndose en la pequeña figura de su mejor amigo. Yugi sonrió al darse cuenta, agitó una mano y le hizo señas para que se aproximara a donde él y su novio estaban sentados.

Adolescencia compartida.

Juegos.

Duelos.

Y la respuesta llegó a él.

- ¿Conoces el Duelo de Monstruos?

El joven lanzó una breve carcajada.

- Por supuesto. Yo diseñé las plataformas holográficas.

Los ojos de Joey echaron chispas y una expresión retadora y poderosa cruzó por sus hermosas facciones.

- Perfecto. Duke tiene un campo de duelo en su sala de juegos. El momento es ahora, las armas serán nuestras cartas... y te advierto algo, minino: no vas a ganarme.

Notas finales:  

He decidido dejar de luchar contra molinos de viento. No puedo actualizar "Ni una sola palabra". Definitivamente, algo sucede con mi cuenta y no logro subir el capítulo 13. Queridas lectoras, lo siento mucho... Ya veré cómo puedo solucionar el problema y, por lo pronto, pido paciencia. Soy la primera persona en estar ofuscada por esta situación.

En cuanto a este fic...bueno, voy a ponerme las pilas, a superar la depre y tratar de terminar esta cosa/adefesio/intento de historia antes de las vacaciones así cuando vuelva (si es que vuelvo) enfocarme sí o sí en mi otra historia y terminarla, aunque sospecho que tendré que reservar un pasaje sin retorno a Timbuktu cuando vean lo que tengo planeados para Joey y Seto.

¡En fin! ¿Qué les parece el capítulo? ¿Les gusta un Joey seductor, intentando abordar a un Seto renuente? Ustedes saben que me gusta invertir los papeles y ¿por qué es siempre Seto quien seduce a Joey y no al revés, eh? ¿Por qué tiene que ser siempre Seto el pervertidor, ah? ¿Acaso el rubio no tiene derecho también a ser un poquito perverso? Jijiji...

¿Hay algo que no se entiende? Se supone que es un Universo Alterno, creo que eso quedó claro.

¿Alguna queja, comentario, tomatazos, virus informáticos, algo así? Todo es bienvenido.

Nos vemos en el próximo capítulo, en el que, por cierto, se viene la cochinada. ¡¡Hay lemon!!(Es lo único que puede salvar el fic, lo reconozco, pero ni siquiera esas escenas me salen bien, así que... ¡nai Vairë varyuva te!)

Como siempre, gracias por emplear aunque sea un ratito de su tiempo en leer mis locuras y agradezco aún más a quienes se tomaron el trabajo de dejar algún review. Muchísimas gracias.

PD: Agatha 1088, lo lamento pero no apareció mi respuesta, pero gracias igual por tu comentario. Y Knaxzerim, lo lamento, lo siento, lo... todo, pero tampoco apareció. De todos modos, gracias mil por su aguante, los comentarios que siempre me hacen reír y toda su buena onda. Nos vemos pronto.


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