Aún medio adormilado, Ryuichi podía sentir el aroma de Tohma invadiendo sus sentidos, haciéndole evocar las noches que habían compartido, las sensaciones que le provocaba, todas las promesas que le había hecho el rubio y a las que él se aferraba con todas sus fuerzas. Aunque supiera que todas fueran mentira. Un profundo suspiro escapó de sus labios al pensar en cómo anhelaba que al menos una -sólo una, con eso se conformaba- hubiera permanecido en la memoria del compositor a la mañana siguiente.
Con el sabor agridulce que le dejaron los recuerdos se sentó sobre la mullida cama, tratando de calmar el torbellino que agitaba su interior. Se le humedecieron los ojos y se maldijo mil veces por ello, ¿es que nunca dejaría de llorar por su culpa? Enfadado, se limpió las lágrimas y se levantó para recoger su ropa, todavía desperdigada por el suelo.
Cuando la tuvo toda consigo se metió en el baño para ducharse. Abrió el grifo del agua caliente y permaneció unos instantes bajo ella, permitiéndose, por un momento, no pensar en nada que no fuera la agradable sensación del agua humedeciendo su piel. Rápidamente se enjabonó el cuerpo y, mientras se enjuagaba, deseó que sus sentimientos hacia Tohma desaparecieran tan fácilmente.
Al salir de la ducha volvió a la habitación y se tumbó otra vez sobre la cama. Su estómago rugió, pero no se molestó en moverse. Cambió su almohada por la que estaba a su lado y se tumbó bocabajo, aspirando el aroma del rubio. En los pisos inferiores comenzaba a oírse el ajetreo de los empleados caminando arriba y abajo. Él también tenía que ir a trabajar, pero se sentía tremendamente deprimido; de un segundo a otro estaba llorando desconsoladamente, abrazando la almohada con fuerza.
- - Maldito seas Tohma. . .
Suspiró y, malhumorado, salió del despacho para dirigirse a la sala de reuniones.
Una vez allí se encontró con que K, Nakano y los miembros de Bad Luck -incluso Shuichi- ya se encontraban allí. Indudablemente también estaba Tohma.
- ¡Hey, Ryuu-chaan, te estábamos esperando! ¡Hoy hasta llegas más tarde que yo! - la amigable sonrisa de Shuichi fue respondida con una completamente desganada, que intentaba aparentar felicidad.
- Lo siento, me. . . Me quedé dormido.
La escudriñadora mirada de Seguchi lo siguió mientras atravesaba la sala para sentarse en el lugar que le habían dejado sus compañeros, entre Sakano y Suguru.
Ante la dolida expresión de Ryuichi, Tohma no pudo más que sentirse, por un instante, culpable. Cuando dio por terminada la reunión y todos tenían más o menos claros los detalles de la gira que darían en breve, decidió hablar con él sobre lo ocurrido, pero el chico sólo le dirigió una mirada herida, para luego seguir su camino.
Resignado, se fue directo a su despacho a empezar a organizar el papeleo necesario para los conciertos. Un rato después decidió ir hasta la máquina de refrescos del hall para comprar algo y, de paso, intentar hablar con Ryuichi, pero decidió ir a la que estaba cerca de la sala de grabaciones, ya que seguramente el chico andaría por ahí y además no había tanta gente. Cogió el ascensor y, al abrirse la puerta, lo pudo ver dirigiéndose también hacia la máquina. Mientras se dirigía hacia allí, se alegró de que no hubiera nadie alrededor.
Ryuichi dio media vuelta al sentir una mano sobre su hombro. Al ver de quién se trataba intentó zafarse, pero Tohma lo arrinconó contra la máquina de bebidas.
- ¡Suéltame!
- No. Quiero hablar contigo.
- Pues yo quiero que me dejes en paz. -desvió la mirada hacia un lado, sabiéndose incapaz de soportar durante mucho tiempo más la penetrante mirada de Tohma fija en sus ojos.
- Deja de hablarme en ese tono, no te he hecho nada para que -las palabras murieron en su garganta cuando, de un momento a otro, Ryuichi lo estaba mirando de nuevo, con una expresión entre odio y tristeza que hizo que se le encogiera el corazón.
- ¿Qué no me has hecho nada? ¡Nada! - A pesar de todos sus esfuerzos, las lágrimas resbalaban sin control por sus mejillas- ¡¿Cómo demonios puedes ser así?! ¡Te odio, Tohma! -De un empujón se libró del agarre del rubio, que aún estaba estupefacto por lo que acababa de decir el cantante, y salió corriendo, perdiéndose por entre los pasillos. -¡¡ Te odio, te odio, te odio!!
Tohma se quedó ahí plantado, su mente reproduciendo la misma imagen una y otra vez: Ryuichi llorando; Ryuichi con aquella mirada de reproche; Ryuichi sufriendo, por su culpa. De pronto se sentía indescriptiblemente miserable.