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Otra Estúpida Razón para Amarte... por chibiichigo

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Notas del capitulo:

Pues, heme aquí, actualizando historias, como lo había prometido. No quiero dejar este fic inconcluso porque, a pesar de todas sus falencias, me gusta mucho escribirlo. Es una historia que disfruto mucho.

Disfrútenla

Capítulo 4. La problemática necesidad de hacer lo correcto

 

Con dificultad metió al bulto de cabellos rojos en el auto. ¡Ese problemático enclenque pesaba mucho más de lo que aparentaba! Una vez dentro del carro, Shikamaru intentó pensar en algún plan maestro para librarse del problema, a la vez que mantenía su consciencia en perfecta calma. Pero no lo lograba, estaba demasiado cansado y harto como para figurarse alguna solución que no implicase intervención divina.

-¿Quieres que te lleve a tu casa?- zarandeó un poco el cuerpo que yacía inerte junto a él.

-No, no quiero ver a ese cretino nunca más…- la ira que desprendía el chico, ya demasiado ebrio como para tener consciencia de que lo hacía, asombró al Nara. Debía tener cuidado en no caldearle los ánimos si no quería que su cabeza rodara, en el sentido más literal y problemático de la palabra.

Imaginó que vivía con su jefe, pero por motivos evidentes no podía llevarlo ahí, además que no lo veía como algo muy plausible. Si Sasuke Uchiha se acostaba con cualquier cosa viva que se le atravesara, hombre, mujer, planta, animal o quimera, dudaba que accediera a tener un campo de acción tan reducido. No era lo más lógico.

Intentó frenar un momento el tren de sus pensamientos y enfocarse en el problema que le atañía. No era la mejor situación para desmenuzar los miles y miles de motivos por los cuales  el azabache era un cretino, tenía que resolver qué haría con Gaara. Lo podía dejar en su auto, pero, con lo borracho que estaba, podía morir ahogado en su propio vómito.

-Te llevaré a mi casa- informó, más para convencerse a sí mismo que para hacerlo con el otro, que hacía ademanes de llevarse la botella a la boca, sin atenderlo- Maldita sea mi suerte…

 

Si en algún momento consideró que meter un ebrio perdido a un auto era una ardua tarea, era porque no tenía idea de lo que significaba subirlo cuatro pisos, valiéndose sólo del pasamanos de una estrecha escalera.

Pero, lo consiguió.

Acostó a Gaara de lado, en su cama y acercó el cesto de la basura. No quería que, además de todas las molestias que le había ocasionado ese desconocido, hubiese que limpiar el suelo por el hedor a vómito. Ya por la mañana, con el alcohol saliendo de su flujo sanguíneo, podría marcharse a su casa, a algún hotel o ir a rascarle los cojones al diablo…Eso ya no era problema suyo.

Se echó un momento en el pequeño sofá de una pieza que tenía. Quería dormir, o vegetar hasta el siguiente año bisiesto, se lo había ganado a pulso. Hizo un recuento de su trágico día, preguntándose cómo había podido sobrevivir a toda esa asquerosa racha de mala suerte. Había tenido que ir de compras con el novio, ahora ex, de su jefe. Rescatarlo de un bar por culpa de uno de sus extraños impulsos de bondad, soportar su ira enferma… Y antes, ¿qué había hecho antes? ¡Por todos los cielos, el día había sido tan largo y abrumador que no lo recordaba! Poco a poco sus ojos se iban cerrando… Necesitaba…descansar…

Bien, señor Nara, su examen está prácticamente en blancoel profesor lucía extrañamente consternado por ese hecho. Se rascó la barbilla y miró a lo miró a los ojos.

Shikamaru se quedó quieto, juqueteando con las manos dentro de los bolsillos. Ya era suficientemente humillante saber que suspendería el examen como para, todavía, tener que aguantar la burlona charla de su catedrático.

Espero que tenga una buena excusa para esto. No toleraré que uno de mis mejores estudiantes, por no decir el más destacado, me entregue un examen mediocrelo reprochó, conteniendo a la vez un toque de complicidad que el castaño no terminó de descifrar.

Lo que ocurrió fue que ayer me sentía terriblemente enfermo y no logré estudiar bien, señorcontestó con toda la solemnidad que le fue posible. Esperaba que una mentira piadosa le ayudara a salir adelante, aunque no lo hacía particularmente feliz el hecho de tener que recurrir a esas problemáticas y tergiversables situaciones para excusarse.

Ya veo…

El hombre, que ya ostentaba una cabellera entre gris y blanca, se volvió a rascar la barbilla, contemplando el examen como quien mira una verdadera tragedia. Pero, en su defensa, acordó Shikamaru, sí había sido una catástrofe. Sólo pensarlo le hacía sentir terrible.

Hagamos algo. Sólo porque usted es un alumno excelente, le daré otra oportunidad. Tiene hasta el jueves para estudiar y yo le repetiré el examen sobre 80 de los 100.

Los ojos cafés se abrieron un poco más de lo normal. Estaba francamente sorprendido de ese inusual arrebato de generosidad por parte del docente. Además, incluso con esa nota podía sacar el promedio para conservar su beca.  

Sí, señor, gracias…se llevó las manos a la cabeza y se retiró del salón.

El jueves a las diez…

Repetir el examen…

Jueves a las diez…

Repetir el examen…

Jueves a las diez…

Repetir…

¡Mierda!

Despertó sobresaltado. No sabía cuánto tiempo había dormido, pero tomando en cuenta lo mucho que tenía que saber para dentro de dos días, no podía darse el lujo de dormir demasiado. Buscó a tientas el reloj despertador, antes de darse cuenta que no estaba en su cama.

Se incorporó con un poco de dolor en la espalda baja. El sillón no era el mejor lugar para dormir… Todavía se veía oscuro, pero empezaban a atisbarse los reflejos azulados, rosas y naranjas del amanecer. No pasarían de las seis de la mañana…

Giró un poco su cabeza, sólo para ver cómo su problemático huésped sostenía una de las posiciones más anatómicamente difíciles. Tenía un pie en el suelo, un brazo y su otra pierna, pegadas a la pared, y dormía de lado. Bien pudo ser Spiderman…

Temía prender la luz para buscar sus libros, ya que no conocía hasta qué punto el chico de ojos claros podía molestarse. No quería que en su casa pululara toda la mala vibra que había descargado en el auto. Pero, ¿qué coño? Era su casa.

Intentó buscar en la oscuridad, forzando sus ojos más de lo necesario. No recordaba dónde había puesto la mochila el día anterior. Después de la escena de su problemático jefe y su problemática pareja, ex-pareja, o lo que fuese, todo había sucedido excesivamente rápido. Tenía la mente nublada y no podía recordar… ¡Joder! Se habían quedado en la oficina.

Miró con odio profundo al dormido, como si con ello le propinase un par de puñetazos morales. ¡Maldito hombre-cerillo! ¡Desgraciado! ¡Causante de todas sus desdichas!

—Problemático…— inspiró profundamente antes de apoltronarse de mala gana en el sillón y prender, a un volumen vengativamente alto, la televisión. Sabía que tendría que ver el canal de compras, algún anuncio sobre pulseras para no caer o un infomercial de zapatos mágicos para perder peso; pero no tenía nada más que hacer, y su sueño no volvería hasta bien entrada la noche. Así que, contrario a su costumbre de mantenerse al margen de prácticamente todos los asuntos que no le concernían, le jodería la resaca al imbécil que dormía en su cama. Después de todo, ¿qué había hecho él más que imposibilitar su tranquila y pacífica existencia?

No pasaron más de cinco minutos antes de que molestos ruidos y quejidos se escuchasen. Shikamaru sonrió con suficiencia. ¡Éxito!

—¿Dónde estoy?— preguntó el de ojos claros, con la voz todavía ronca y cargada de una extraña vigilia.

—En mi apartamento. No te podía dejar en el bar, echado a tu suerte…—contestó el Nara, bajando un poco el volumen del aparato. No tenía caso seguir deshaciéndose los tímpanos si ya había conseguido su cometido.

—Eres un estúpido— comentó el otro con severidad, mientras se incorporaba de la cama y se llevaba las manos a la sien—, bien podría ser un asesino en serie y me trajiste a tu casa.

La respuesta, tan cargada de gratitud, de su indeseable invitado, lo sorprendió y lo molestó por partes iguales. Encima de que lo había ayudado después de que él se quedase tan alcoholizado que no podía recordar ni su nombre, lo hacía ver como un idiota. Un “estúpido”, si se atenía a lo literal.

—Dame una pastilla para la cabeza— pidió en tono seco Sabaku, cortando de tajo el hilo de sus pensamientos.

—Están en el botiquín, en el baño— contestó de mala gana Shikamaru, señalando la puerta adonde tenía que dirigirse.

No se hablaron más, en parte porque ninguno de los dos era de muchas palabras y en parte porque ambos se regodeaban en su propia y miserable existencia. El Nara agradeció silenciosamente a cualquier ente misericordioso que lo estuviese escuchando, ya que ese día era miércoles y no tenía que ir a la facultad. Sólo tenía que salir a recoger su maldita mochila y ponerse a estudiar en la renovada calma de su hogar… pero claro, para eso tenía que librarse primero de Gaara y de su mala suerte.

 

—Saldré, así que, cuando te vayas, jala la puerta…

—¿A dónde vas? — preguntó el pelirrojo, con total indiferencia.

—A la oficina. Ayer, con los problemas—creyó que era insensible decir cuáles—, dejé mi mochila con unos libros, y tengo que estudiar. Preferentemente antes de que empiece mi turno.

Una extraña mueca, similar al odio profundo, la nostalgia y el orgullo pisoteado, se asomó por la mirada de Gaara. Y una cínica sonrisa se pintó en sus labios.

—Si es así, te llevo— comentó con una pizca de ansiedad.

—No es necesario. No creo que…—el de coleta no comprendía nada de lo que estaba ocurriendo, ni tampoco sabía  si quería seguirse mezclando con ese hombre tan extraño.

—Dije que te llevaré— aclaró el carmesí con un sonsonete amenazante, que sólo logró que Shikamaru levantara los hombros. Tal vez, el joven tendría cosas qué hacer, como irle a partir la cara a su jefe… y él no sería en ningún sentido culpable. Además, el autobús era lento e iba lleno por las mañanas.

 

 

Cuando llegaron, el de cabellos castaños tuvo la extraña impresión de que acababa de salir de un féretro. Tal vez debido al dolor de cabeza, el pelirrojo no había dicho palabra, y él se debatía entre saltar por la ventana y aferrarse al asiento para aminorar la sensación de romper la barrera del sonido. Odiaba que las personas excedieran el límite de velocidad… y todavía más cuando él iba dentro del auto. Que ellos hicieran lo que les viniera en gana con su vida, pero que, al menos, la suya la cuidaran.

Se mareó un poco al bajar del auto, pero se recompuso rápidamente. Había invertido todo el viaje, además de aferrándose a la vida, pensando en un plan maestro que lo eximiera de alguna clase de culpa. Entraría, tomaría su mochila y se iría lo más pronto que pudiese. Era a prueba de idiotas.

—Buenos días, Amargadito— lo saludó Sai, con su misma sonrisa plástica de siempre. Tal vez era momento para empezar a considerar que fuese una muñeca robot.

—Buenos días— contestó, mientras se iba derecho a su lugar para tomar la mochila. Que no estaba—Sai, ayer se quedó aquí el bolso de la universidad, ¿lo has visto?

—Sí— se le acercó casi reptando.

—¿Dónde está?— al Nara se le erizaron los vellos de la nuca. Detestaba esa clase de acosos laborales.

—No te lo diré— se apartó de pronto el chico de piel cetrina.

—¡Qué problemático!— musitó.

—Mentí. Está en el almacén— una risilla macabra salió de su boca, causándole todavía más desconfianza a Shikamaru, pero si la mochila estaba ahí no podía perder tiempo. Tenía que estudiar, y de paso salvarse de la avasalladora ira del mujeriego de  Uchiha.

La cogió tan pronto como pudo y, tras revisar que estuviese el libro dentro, se encaminó de nuevo hacia la calle.

—Oh, ¿por qué te tardas tanto?— Gaara estaba recargado en el umbral de la puerta, con un aspecto de sensual hastío. Se veía extrañamente bien, muy bien, para ser preciso. Era una de esas atípicas y exóticas beldades… Sintió un discreto tirón debajo de su pantalón.

“Maldita sea, qué problemático…”— esperó que, con lo holgado de su ropa no se notase mucho, y que bajara pronto esa incomodidad de la entrepierna— Lo siento, no pensé que esperarías por mí.

—Pero, ¿qué dices? Si me encantó la manera en que me destrozaste el culo ayer. Eres un dios, idiota…— no comprendía nada en absoluto. A menos que le hubiese dado por meterse alguna clase de hongo alucinógeno…

Miró de reojo la cara de Sai, que era, detrás de esa sonrisa pintada, todo un poema. Se imaginó que la suya también lo sería.

—Pero, vamos— se acercó bruscamente hasta quedar suspendido a sólo un palmo de su boca—no irás a decirme que no te gustó cómo lo hice…

Pensó en qué contestarle. Nunca había resaltado por su don de gentes, y su nulidad social y amorosa lo convertía en un blanco perfecto para el desasosiego. Sin embargo, no hubo necesidad, ya que en ese momento, los labios se unieron.

“¿Qué diablos ocurre?”— se preguntó mientras sentía a lengua ajena metiéndose en su cavidad. No lo comprendía.

Siguió inconscientemente el ritmo del ósculo, sintiendo oleadas de culpabilidad y placer al mismo tiempo. Y, en algún lugar de su estómago, le comenzaba a agradar la sensación.

—¿Qué es esto?— escuchó la molesta y conocida voz de Sasuke detrás de ellos.

—Pues, así como tú se la metes a ese remedo de Barbie, yo puedo hacerlo con este chico— contestó Gaara, con un tono tan indiferente como pagado de sí mismo.

La cólera se  adueñó de Shikamaru mientras recapacitaba en todo lo que estaba ocurriendo: ¡Lo había estado utilizando todo el tiempo! ¡Maldito pelirrojo del demonio! Se quedó quieto, sintiendo cómo el imbécil de Sabaku le clavaba los dedos en el brazo.

—Pues, tienes razón… No veo por qué no pudieses— la voz de Sasuke sonaba serena, fría y amenazadoramente serena.

El dolor de su brazo, causado por las uñas del rubí incrustándosele en la piel, fue más potente antes de que, mediante un tirón, lo obligara a ir con él. Y entonces, su ira resurgió.

—¿Qué carajos está mal contigo?— le reclamó tan pronto se hubieron alejado un poco de la oficina. Sus principios le impedían hacer un escándalo frente a personas que le conocían— No puedes ir utilizando a las personas sólo para darle celos al tarado de mi jefe. ¡Y menos si eso implica que yo pierda mi empleo!

Una sonrisa de medio lado se dibujó en el pálido rostro del Sabaku. Fue en ese momento que notó que había ido elevando la voz hasta vociferar. Se avergonzó un poco.

—Eres un idiota demasiado problemático para mi gusto— acotó dándose la vuelta. No tenía ánimos de seguir hablando con él, y menos de seguir viendo cómo lo utilizaban. Tenía que estudiar, porque no podía darse el lujo de perder su beca.

—Espera— le llamó el pelirrojo. El de cóleta volteó, fingiendo desinterés—¿Cómo te llamas?

¡Maldito, maldito y mil veces maldito! ¡Ese problemático hombre era el resultado de todo el mal karma del mundo! Pero, a menos que él fuese Hitler en su vida anterior, no merecía nada así.

Qué problemática se estaba tornando su existencia.

 

Notas finales:

Como sabrán, en mi LiveJournal coloco muchas cosas sobre el "detrás de escena de mis fics". Es ahí donde doy explicaciones y esa clase de cosas. Apreciaría que se pasaran por ahí. http://cassis-regret.livejournal.com/ 


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