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Los Dictados del Corazon por anniiee

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El martes, a las dos y media, Shuichi se detuvo un momento frente al imponente edificio y miro el papel que llevaba en la mano para comprobar que no se equivocaba de dirección. Y vaya dirección. Nunca había puesto un pie en un sitio como aquel.

 

 La cliente con la que había hablado por teléfono le había parecido muy autoritaria, con una actitud mas bien antipática. Pero el estaba acostumbrado a tratar con todo tipo de cliente.

 

 Cruzando los dedos, llamo al timbre Unos segundos después se abría la puerta y, delante de el, apareció Yuki Eiri.

 

 Shuichi se quedo con la boca abierta, incapaz de decir algo. ¿Qué demonios estaba haciendo ese tipo allí?

 

 -          Ah, Shuichi – sonrió el, haciendo un gesto con la mano para que entrara

 

 - Pero… ¿Cómo…? – el miro de nuevo el papel que llevaba en la mano – pensaba que aquí vivía un tal John

 

 -          Y así es. Entra.

 

 -          Deja que te explique: John es un alias de mi secretaria, siempre lo usa con los extraños cuando organiza una cita.

 

 Shuichi intento mostrarse tranquilo, lo cual era difícil porque no se sentía así

 

 -          La verdad es que se me paso – dijo Yuki alegremente

 

 Pero era mentira. Estaba claro que le gustaba tomarle el pelo

 

 -          Y Mika tampoco me dijo nada

 

 -          Es que no me moleste en contárselo a mi hermana

 

 Porque, de haberlo hecho, Mika le habría dado una charla, prohibiéndole tratar a Shuichi como solía tratar a los otros hombres con los que había salido.

 

 -          En fin ¿Qué mas da? Estas aquí. Echa un vistazo para ver si puedes mejorar mis condiciones de trabajo

 

 Decidido a mostrarse profesional, Suichi miro alrededor, preguntándose como iba a mejorar aquel departamento. Era una suerte saber que no era su casa porque, de haberlo sabido, no habría ido nunca. No tenía tanta necesidad de trabajar.

 

 El departamento era absolutamente masculino, mas bien oscuro, con libros por todas partes, incluso en las esquinas. Totalmente diferente a la casa de su hermana y su calida atmósfera, que Yuki había dicho envidiar.

 

 Debería de ser su mujer quien prefería aquel departamento cerca de las tiendas y los teatros, aunque parecía necesitar un escape durante los fines de semana.

 

 Shuichi se dio cuenta de que Yuki estaba estudiándolo atentamente.

 

 -          ¿Puedo ofrecerte una taza de té? – pregunto – no tengo mucho en la nevera, pero eh ido a comprar pasteles y…

 

 -          Un té estaría bien, gracias – lo interrumpió, aunque lo que de verdad lo que quería hacer era tirárselo en la cara – sin azúcar

 

 -          Hoy llevas un perfume diferente. Es muy… tu.

 

 Shuichi no dijo nada, mientras Yuki iba a la cocina. Si, era cierto, aquel día llevaba un perfume diferente. Pero que no dejara de hacer comentarios tan personales, comenzaba a ser irritante. Era algo que Ryuichi solía hacer también

 

 -          Ponte cómodo, te enseñare el departamento enseguida

 

 -          Muy bien

 

 Cuando se acerco al ventanal tuvo que contener el aliento. Era una vista espectacular. De modo que allí era su lugar de trabajo… allí era donde encontraba inspiración. Shuichi sintió un escalofrió al imaginarlo delante del ordenador o con un cuaderno sobre las rodillas, concentrado en sus historias… ¿Seria aquella habitación quizás donde había tomado un bolígrafo y destrozado sus sueños?

 

 Sintió fascinación mientras paseaba por el enorme apartamento, sobre todo cuando llego a su estudio, con papeles, diccionarios, libros de referencia y una larga estantería que contenía, aparentemente, todas sus obras. Shuichi paso un dedo por los volúmenes encuadernados: Cierto dilema, El torrente, y muchos mas que no había leído. Sus novelas tenían siempre argumentos fuertes, filosóficos, la prosa endurecida por cierta crueldad… directa o indirecta.

 

 Aun no podía creer que estuviera tan cerca de aquel hombre. Era difícil asociar al autor con la persona con la que había pasado el fin de semana y en cuya compañía estaba a punto de tomar un té.

 

 Y esperaba que su ángel de la guarda estuviera atento porque tenía la impresión de que iba a necesitar toda la ayuda posible.

 

 Estaba tan perdido en sus pensamientos que la voz de Yuki lo sobresalto. Y se puso colorado, como si estuviera haciendo algo ilegal

 

 -          ¿Te gusta la lectura? – pregunto Yuki

 

 -          Si, mucho. No puedo vivir sino estoy leyendo almenos un libro – contesto el sin mirarlo

 

 - ¿Has leido alguno mio?

 

 -          Eh leído El torrente, Cierto dilema y alguno mas, cuyo titulo no recuerdo en este momento

 

 -          Tampoco yo me acuerdo de todos – sonrió Yuki - ¿Qué te parecen los que has leído? ¿Te gustaron?

 

 Shuichi se sorprendió. No parecía estar esperando un cumplido. Parecía una pregunta honesta, como si de verdad quisiera saber lo que pensaba. ¿Seria el momento para decir que sus libros no eran para el, que encontraba su prosa aburrida, aunque con momentos de sorprendente delicadeza y calidez? ¿O que el dialogo a menudo era forzado y a veces sin sentido y que quizá debería de pensar dos veces antes de volver a escribir? Casi exactamente lo que Yuki había dicho sobre el ocho años atrás. Leer esa crítica en un periódico le había causado angustia. Y seguía avergonzado cada vez que lo recordaba. Pero no podía decir eso sobre su trabajo porque Yuki Eiri era un maestro de la literatura y, aunque alguna de sus obras no recibiera aclamación nacional, seguían siendo trabajos con mucho talento. Y las ventas de sus libros lo demostraban.

 

 -          A veces lo que escribes… me perturba. Me pregunto porque haces que un personaje se comporte de una manera determinada. O se me ocurren almenos tres escenarios diferentes para las historias que cuentas y… 

 

 -          Ah, eso esta muy bien – interrumpió Yuki – mis libros no tienen una conclusión definitiva porque la vida no es así y…

 

 -          Si, pero en general la vida no es tan oscura y  tan difícil como tu la relatas – replico Shuichi – almenos para la mayoría de nosotros no es así

 

 -          Yo escribo obras de ficción – dijo el con cierta frialdad

 

 -          Lo se muy bien. Pero incluso la ficción necesita tener algo que ver con lo que probablemente le ocurre a la gente. Algunos de tus giros argumentales son increíbles… y yo tengo que creer en lo que hacen los protagonistas. La credulidad en la literatura tiene sus límites.

 

 -          Ah, veo que te interesa mucho…

 

 -          Además, puedes ser innecesariamente cruel, como si disfrutaras haciendo daño a tus personajes.

 

 Estaban mirándose como dos luchadores en un cuadrilátero y Yuki se fijo en el bonito rubor que había coloreado las facciones de Shu.

 

 A Yuki le gustaban los hombres y mas los que no tenían miedo de expresar sus opiniones y Shuichi, a pesar de su ingenuidad (que había sido tan transparente para el desde el principio) no lo tenia. La única persona que se atrevía a encontrar fallos en su trabajo era su editor, todos los demás, sus amigos, sus colegas y en especial Mika, pensaban que su trabajo estaba por encima de toda crítica. Y, sin embargo, allí estaba aquel chico, diciéndole que no le gustaban sus libros… clavando alfileres en su parte más sensible. Y, por alguna razón, estaba disfrutando de eso

 

 -          Y en El ultimo principio – siguió Shuichi – no se porque mataste a Theodore. La verdad es que no me gusto nada.

 

 -          ¿Por qué? ¿Qué otra cosa podría haber hecho con el? – pregunto Yuki

 

 -          No se… podrías haber segado a Theodore, y hacerlo dependiente de Alexandra por fin. De esa manera tendrían un tiempo el uno para el otro, para vivir juntos, para… quererse. Porque se querían, ¿no? Tu nos hiciste creer eso – Shuichi trago saliva y sacudió la cabeza – fue horrible que mataras así al personaje, separándolos para siempre. Algo inhumano.

 

 Yuki estaba mirándolo fijamente, con el pulso latiendo en su cuello. Shuichi contuvo el aliento. Había ido demasiado lejos, pensó. Lo había disgustado. Bueno, es peor para el.

 

 Pero Yuki de repente sonrió.

 

 -          Gracias por darme tu opinión. Creo que debería pedirte que leyeras mis manuscritos alguna vez… para que me digas donde me eh equivocado.

 

 Ahora si, Shuichi se había puesto colorado, pero estaba decidido a permanecer firme.

 

 -          Claro que si, es muy útil saber la opinión de los lectores.

 

 Shuichi tenía la impresión de haberle bajado los humos, quería decirle que había matado sus ilusiones de ser cantante para que se sintiera mal, pero no era el momento. Su expresión afirmaba lo que había dicho su hermana: que no aceptaba críticas.

 

 Yuki había dejado la bandeja del té sobre una mesa cerca de la ventana y se sentaron en un sofá de piel negro. Inclinándose hacia delante Yuki le ofreció un plato de pasteles.

 

 -          Ah, mis favoritos – dijo Shuichi, tomando uno y colocándolo sobre una servilleta blanca.

 

 -          Yo no suelo comer mucho durante el día. El problema de trabajar en casa es que seria demasiado fácil llenar la nevera y estar todo el día comiendo. Mi regla de oro es no tomar mas que café. Me mantiene alerta y razonablemente imaginativo… aunque mis libros no siempre estén a la altura de las perspectivas de algunos lectores – dijo Yuki irónico.

 

 Shuichi mordió el pastel pero se negó a morder el anzuelo. Al fin y al cabo, el le había pedido su opinión. Y el se la había dado.

 

 Yuki disimulo una sonrisa. Shuichi Shindou era un hombre excepcional. No solo hermoso, sino inteligente y con opiniones muy claras sobre las cosas. Le gustaba eso y se sentía extrañamente halagado por como le había hablado sobre sus libros. Se dio cuenta de que era muy imaginativo y un alma gemela en cierto sentido.

 

 A lo mejor podría pasarla bien con Shuichi Shindou, pensó entonces.

 

 Después de tomar el té le enseño el departamento y, como Shuichi ya había observado antes, no había mucho que hacer. Lo único que podría cambiar eran las cortinas y las alfombras aunque, en su opinión, las que tenía estaban perfectamente. Al final se quedaron frente a una ventana observando la hermosa vista, mas bonita ahora que el sol  empezaba a ponerse. Shuichi sintió un poco de envidia. Su apartamento no podía compararse con aquel. Seria maravilloso vivir en un sitio así…

 

 Entonces sonó el móvil de Yuki y se volvió para contestar mientras Shuichi entraba en el dormitorio principal, con su enorme cama de matrimonio cubierta por un edredón, como colocado a toda prisa.

 

 -          Ah, que fastidio. Me temo que debo de ir a buscar a Ella. Siento tener que acortar tu visita.

 

 -          No pasa nada – dijo pensando que por fin podría ir a casa.

 

 -          ¿Te parece venir conmigo? Ella esta con unos amigos en el campo… se tarda una hora en llegar y no me gusta viajar solo. Además, me gustaría escuchar tus opiniones.

 

 Shuichi estaba a punto de rechazarlo cuando el siguió:

 

 -          Mira, son las cinco, llegaremos a las seis. Y  a la vuelta podríamos cenar algo antes de llevarte a casa.

 

 -          No creo que…

 

 -          ¿Por qué no? No has traído tu coche y lo menos que puedo hacer es llevarte a casa. Me estarás haciendo un favor, Shuichi. Prefiero ir con alguien en el asiento de al lado. Considéralo parte de la comisión. Ponlo en la factura.

 

 El lo miro perplejo. Había hecho virtualmente imposible rechazar esa invitación. Además, no tenia nada que hacer y era una preciosa tarde de septiembre. Podría ser muy agradable…

 

 -          Hiro y Suguro, nuestros amigos, tienen que salir hoy de viaje, así que Ella tiene que volver hoy a casa.

 

 -          Ah, bueno, en fin… si insistes.

 

 -          Muy bien – sonrió Yuki. Y el corazón de Shuichi dio un giro. Era un hombre guapísimo, pensó de nuevo. Aunque no debería de pensar en esas cosas.

 

 Bajaron al garaje en el ascensor y, como era de esperar. Yuki tenía un Mercedes último modelo. Dejándose caer en el cómodo asiento de piel, Shuichi dejo escapar un suspiro, pensando en su viejo coche y en la factura que acababa de pagar por los dos neumáticos nuevos. Se preguntaba, cuanto costarían los neumáticos de aquel carrazo… 

 

 Mientras salían del edificio, con Yuki mirando a un lado y otro de la calle, se pregunto si estaba a punto de despertar de un sueño.

 

 Nunca había soñado conocer a aquel hombre, y mucho menos estar tan cerca de el. Tanto que se sentía extrañamente excitado. El ocasional roce de sus piernas le provocaba una especie de cosquilleo y, durante un momento increíble, Shuichi pensó que sus principios estaban a punto de abandonarlo. Y tuvo que hacer un esfuerzo para controlarse, atónito por esos segundos de intensidad erótica que lo habían atrapado desprevenido. Pero una vez en la autopista, se encontró disfrutando del viaje, de estar con alguien diferente. Alguien muy diferente.

 

 Yuki lo miro

 

 -          No te habrás dormido ¿verdad?

 

 Shuichi se dio cuenta de que no habían hablado en casi media hora. Pero viajar en aquel coche tan lujoso era como dejarse llevar por la brisa de verano y el silencio resultaba muy agradable.

 

 -          Imagino que Ella no conduce ¿no?

 

 -          Pues no, no conduce. Estoy convencido de que no seria capaz de aprobar el examen teórico. Probablemente, por los nervios. La verdad es que seria estupendo que pudiera conducir, pero así es la vida.

 

 Poco después de las seis salieron de la autopista y tomaron un camino de tierra rodeado de verdes prados.

 

 Yuki se detuvo frente a una granja y, casi inmediatamente, un joven pelirrojo salio a recibirlos.

 

 -          Shuichi, te presento a Hiro, que ha estado entreteniendo a Ella por mi, durante unos días. Shuichi es el diseñador de interiores que va a decorarme el apartamento

 

 -          Hola – lo saludo Hiro – siento no poder presentarte a mi pareja, pero ah tenido que salir un momento

 

 -          ¿Dónde esta Ella? – pregunto Yuki

 

 -          Donde esta siempre a esta hora del día… tumbada en la cama – contesto su amigo entrando en la casa - ¡Ella! ¡Despierta, Yuki esta aquí!

 

 De repente, corriendo escaleras abajo, apareció un labrador negro que salto a los brazos de Yuki y lo lleno de besos caninos. El acaricio la cabezota del animal y miro a Shuichi, cuya expresión lo decía todo…

 

 Aquel idiota… ¿Cómo podía…? Lo había hecho pensar que Ella era su mujer. Evidentemente, era una constante fuente de entretenimiento para Yuki Eiri.

 

 Al ver su expresión, Yuki soltó una carcajada.

 

 -          ¿De que te ríes? – pregunto Hiro

 

 -          Te lo contare en otro momento – dijo el, dejando a la perra en el suelo – gracias por cuidar de mi chica. Ella te lo agradece y yo también. Pero tenemos que irnos.

 

 -          ¿No quieren tomar una copa?

 

 -          No, Shuichi y yo tenemos una cita para cenar esta noche. Tenemos que hablar de negocios.

 

 Ella subió se un salto al asiento trasero del Mercedes y movió la cola como diciendo: vamos, llévame a casa.

 

 -          Te presento a mi esp… - empezó a decir Yuki

 

 - ¡Cállate! – lo interrumpió Shuichi – Cállate, por favor

 

 

Notas finales: a mii mee gustoo xDD esperoo kee a ustedes tambiien :D

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