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Mi hoguera de invierno por Xkanleox Ixquic

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Notas del capitulo:

Lágrimas y más lágrimas... i-i

hmm... aquí pongo el acontecimiento de la muerte de aizen y todo eso a pesar de que pasa cien años después en la serie

sólo porque no tuve imaginación suficiente para inventar otra cosa... además no se me ocurría nadie más que pudiera violar a MI shota Byakuya'!!

disfruten ^^

Su arrebato

Kyoraku me estaba besando, y yo no pude hacer nada. Siempre lo había deseado, siempre había estado enamorado de él, pero ahora mismo no. Sin embargo, me dejé llevar.

-          Es lo que siempre has querido, Jüshiro. Sé que sólo estabas esperando este momento, ¿no es así? – dijo, mientras pasaba sus dedos en mi ingle. Suspiré y cuando iba a volver a besarme, escuché su voz.

-          ¡Eres un imbécil, Ukitake Jüshiro! – era Byakuya, mi pequeño Byakuya… ¿Habría visto todo? ¡Qué estúpido fui!

-          ¿Y éste mocoso qué tiene? – preguntó Shunsui, con cara de asombro. Y con razón, los únicos que entenderíamos éramos Byakuya y yo. Aparté a mi “amigo” de un empujón.

-          ¡Byakuya! – salí para ver si estaba por ahí. Pero fue inútil, ya había utilizado el shunpo y sólo él sabía dónde estaba. Comencé a toser, ni siquiera estaba abrigado y salí así sin más al frío.

-          Tranquilízate, Jüshiro. – Shunsui me tomó cuando estaba a punto de desfallecer. – Sólo estás deteriorando tu salud. ¿Y por qué de repente se te hizo tan importante el insulto de ese niño arrogante?

-          Su nombre es Byakuya. – dije molesto. Él entonces comprendió mi situación.

-          Ya veo. ¿Desde cuándo ustedes…? – rió – Vamos adentro. Prometo no hacerte nada si me dices cómo pasó entre ustedes dos.

-          No tengo que darte explicaciones de mi relación con Byakuya. – por primera vez en mucho tiempo mi tono de voz era altivo. Realmente quería ir tras Byakuya, pero esta maldita enfermedad me lo impedía.

-          Te llevaré a que reposes y saldremos a buscarlo los dos. – nos metimos a la casa y Kiyone me trajo enseguida una cobija y un té caliente. Le dije que se retirara.

-          No puedo hacer eso. Saldré a buscarlo solo. – rechacé, dando un sorbo a mi té. Él sonrió.

-          ¿No es bastante pequeño? Vamos, Jüshiro, podría pasar por tu hijo.

-          ¡No me importa! ¡Yo lo amo! – le grité, en un arrebato de coraje. Yo mismo me sorprendí de mis palabras.

-          ¿Entonces por qué dejaste que te besara? – sé que él no quería confundirme. Shunsui suele respetar mis decisiones y no meterse cuando ya las he tomado, pero esa pregunta nubló mi cabeza.

-          Yo… no lo sé. – bajé la cabeza, avergonzado por mí mismo. Kiyone entró, algo alarmada.

-          Vienen de la mansión Kuchiki. Preguntan por el joven Byakuya, dicen que no ha regresado a casa. – eso me preocupó como nunca.

-          ¿Qué no ha regresado? – no podía creerlo. Pensaba que Byakuya había ido a su casa. – Kiyone, quédate aquí por si viene. Yo iré a buscarlo.

-          ¡Pero, capitán, está enfermo! Si sale se pondrá peor. – no hice caso.

-          No importa. Fue mi culpa que Byakuya no esté ahora en casa, yo debo encontrarlo. – y salí.

-          ¡Jüshiro, estás loco! – Shunsui me siguió – Al menos toma esto. – dijo, dándome una bufanda. Él ya traía puesta una. Sonreí.

-          Gracias, creo. – y seguí mi camino. No debía estar en el Seireitei, si había huido, no lo había hecho a un lugar donde pudieran encontrarlo por su reiatsu.

Comenzaba a nevar, y hacía mucho frío. Lo busqué durante horas, lo llamé por su nombre, volví a buscar y me quebré la cabeza intentando pensar a dónde diablos había ido. Llegué a una pradera, débil y cansado, apenas podía mantenerme en pie. Recargué mi espalda contra un árbol y me dejé caer, llevándome las manos a cara, desesperado.

-          Byakuya, ¿dónde? ¿En dónde te has metido? Todo esto es mi culpa, si tan sólo pudiera verte… - miré al suelo y había algo rojo. Estaba casi completamente cubierto por la nieve, así que lo saqué.

Era el listón de Byakuya, estaba seguro. Olía a su esencia fresca y adictiva. Él había estado ahí, era casi seguro. Eso me hizo poner más atención al suelo. En la nieve había una leve depresión, como la silueta de un cuerpo…

-          ¡No puede ser! ¡Byakuya! – miré, desesperado, intentando buscar más pistas. El amanecer me sorprendió, llevaba buscando toda la noche. Busqué posibles pisadas, pero nada. De milagro se había quedado la silueta de mi querido niño en la nieve, porque ya no se veía nada más.

No iba a regresar hasta que no lo encontrara. Saqué fuerzas para ponerme de pie y seguir caminando. Anduve sin rumbo durante dos horas, Byakuya debía estar cerca…

Me sentía mareado, la cabeza me dolía, y cada vez tosía con más frecuencia. A lo lejos divisé, ya borrosa, una choza pequeña de madera. Escuché sonidos a lo lejos, y me acerqué, arrastrando los pies. Los sonidos no eran eso, eran gritos. Jadeando, me acerqué más.

-          Byakuya… - al alcanzar la choza, me tiré en la pared para no caer en el suelo. Me sujeté y seguí como pude.

-          ¡Basta, ya déjame! ¡No quiero! – gritaba alguien entre sollozos. Esa voz me hizo despertar. Era Byakuya. Me levanté y pateé la puerta, para después recargarme en el marco.

-          ¡Capitán Aizen! ¿Qué diablos le haces a Byakuya? – grité. La furia me recorrió como nunca al ver a mi Byakuya siendo humillado de tal manera.

-          Jüshiro… - gimoteó, mirándome con tristeza, y después volteando la mirada a otro lado. Le daba vergüenza mirarme a la cara, y a quién no, pobre. Aizen lo tenía amarrado de las muñecas desde el techo, desnudo, con marcas de golpes en todo su cuerpo. Temblaba de frío, o de miedo, y su boca estaba sucia de semen ya seco. Ese maldito se la había pasado torturándolo toda la noche. Alcancé a ver sangre, seca también, que había escurrido por la parte trasera de sus muslos. Me sentí terrible porque todo eso había sido por mi culpa. Si lo hubiera rechazado…

-          Capitán Ukitake, qué sorpresa. – dijo, sonriente. Se suponía que él estaba muerto. Bueno, estaba muerto para quienes se lo hubieran creído. Saqué mi zampakutoh y me abalancé sobre él, blandiendo mi espada. Pero Aizen era demasiado poderoso y yo estaba demasiado débil. Era igual que si un gato casero intentara atacar un león salvaje. Apenas peleé unos segundos y sentía la muerte acechándome cerca. Justo cuando iba a matarme, llegó Shunsui con siete capitanes más. Aizen frunció el ceño, pero después sonrió.

-          ¡Aizen, deja de hacer todo lo que estés haciendo! ¿Qué demonios…? – exclamó Yoruichi, al ver al pequeño Byakuya en su estado. Aizen se desvaneció, pero aún se pudo oír su voz.

-          Algún día volveré por ti. Y te va a encantar, Kuchiki Byakuya,  muero de ganas por verte crecer. Serás el hombre más deseado de todo el universo. – dieron órdenes de que lo buscaran, pero no hubo señal alguna. Corrí hacia Byakuya, que ya había sido desatado y cubierto. No había expresión en su rostro, pero sus ojos gritaban miedo y tristeza. Él temblaba.

-          Byakuya, ¿estás bien? – pregunté, mirándolo y tomándolo de los hombros suavemente. Él no respondió. Casi lloro. Lo abracé con fuerza. – Daría mi vida para que nada de esto te hubiera pasado, Byakuya. Espero que algún día puedas perdonarme. – todo desapareció para mí en un instante y las lágrimas salían de mis ojos. – Nunca quise hacerte daño, de verdad, yo sólo quería protegerte.

-          Capitán Ukitake, disculpe, tenemos que atender al joven Byakuya. Lo llevaremos al hospital. – dijo Unohana Retsu, capitana del cuarto escuadrón.

-          Cuiden bien de él, se los ruego. – fue lo último que dije antes de caerme.

-          ¡Rápido, traigan una camilla! – un grito que se ensordeció rápidamente fue lo último que escuché, entonces me desmayé.

Notas finales:

lalala...

creo que me pasé con Byaku-chan ._.

gomeeen Byakuya-samaa'!!! TOT9 juro que no vuelvo a hacerte esto en algún otro fanfic'!!

ejem... bueno, todos o nadie tienen la culpa, no queda de otra u.u

los quiero gente bonita'! ^-^


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