Disclaimer: Los personajes de PoT no me pertenecen, son de Konomi Takeshi-sensei. Aunque si me presta a Tezuka un rato no me pongo brava.
Pairing: Tezuka/Fuji
Warning: Es un fic yaoi (chicoxchico), así que si no te gusta este género, será mejor que huyas. Ligero OoC.
Palabras: 602
Palabra II: Calor
Húmedo y ardiente, siendo que lo peor –o tal vez lo mejor– iba en aumento. Era un calor de los mil demonios que provocaba que recorriera el sudor por su nívea piel; y cómo no, si el cuerpo que tenía frente a él no tenía un centímetro que no estuviera pegado al suyo.
El ritmo cardiaco comenzó a acelerarse cuando una de las piernas de Fuji se puso entre las suyas y se puso a rozar de manera muy casual una de sus partes sensibles, ya comprendía cuáles eran las intenciones del chico angelical que de ángel no tenía nada. Y esos ojos azules con ese brillito coquetón le decían que sus intenciones no eran para nada buenas.
Oh, oh, estaba en problemas y para su desgracia, lo único que deseaba era que continuara…
El apuro de ser descubierto mezclado con la sensualidad lo hacía aún más excitante, a su anatomía le faltaba poco para hacerlo evidente. Para colmo, la estatura del genio daba justo para su aliento diera derechito a su cuello como una leve brisa caliente, por lo que no pudo evitar emitir un gemido ahogado. Estaba tentado a besar a Syuusuke y los labios de éste se lo estaban suplicando, torturándose más de lo que ya estaba.
Pero no debía. Esto debía terminar pronto o haría algo que seguramente se arrepentiría.
–Syuu… –toda la autoridad que quiso imprimirle a su voz, se diluyó cuando sintió los gráciles dedos del chico jugueteando con los suyos.
–Shhhh… –calló con suavidad, fijó su mirada a su pareja y añadió –Dime que no te gusta lo que te hago.
Tezuka observó a su alrededor con la expresión más seria que tenía y en su interior sintió alivio de que nadie los observaba. Definitivamente Fuji Syuusuke tenía inclinaciones sádicas.
¿Quién le había dicho que era correcto hacer esto en un metro atochado de gente?
–Estimados pasajeros, hemos llegado a la estación de Shibuya.
Kami-sama existía. Le había salvado de una muy grande.
Tomó fuertemente de la mano al castaño y salió como pudo del vagón con la poca dignidad que le quedaba. Estaba enfadadísimo con su novio y su poco sentido de la decencia, quien tenía la misma sonrisota de siempre de que todo se le hacía divertido, dándole unas enormes ganas de hacerle correr mil vueltas por Tokyo. Lástima que tenían dieciocho años y los gloriosos tiempos en que era el capitán de Seigaku habían pasado.
–¿A qué no estuvo bueno? –indagó el más bajo como quien no quería la cosa.
–… –prefirió cerrar la boca y pasar de él, discutir con Fuji era imposible.
No quería reconocer que muy en el fondo le había gustado. Pero había lugares y lugares para hacer aquello.
–Por lo que veo, te gustó… ¿ne, Mitsu? –le soltó como quien no quería la cosa, a pesar de que notaba su molestia y se acercó más a su lado para susurrarle seductoramente –Me hubiera gustado ver qué cara hubieses puesto si te hubiera manoseado.
Kunimitsu arregló sus lentes para disimular su vergüenza y resignación, este chico no tenía remedio. De todas maneras, lo amaba tal cual era y lo conocía lo suficiente para saber que las barbaridades que decía era más porque le gustaba incomodar que por otra cosa.
Resolvió entonces responderle sin mirarle, caminando como si nada y resolvió que no se quedaría con las puras ganas.
–Vamos a ver si en la casa si eres solamente boca, Fuji Syuusuke…
El chico de cabellos castaños mostró una sonrisa amplia, respondiendo a la proposición silenciosamente. Ya vería que esta boquita no le dejaría dormir en toda la noche y lo que significaba tener calor…