Una mañana más. Otro día que pasó, en vano intentando olvidarme de tu presencia, de tu constante murmullo a mí alrededor, un día desperté y tú ya no estabas a mi lado. Tal vez pasen mil años, mas hasta ese entonces haré lo posible por dejar tu recuerdo en este lugar, por evitar que la calidez que dejaste atrás desaparezca. Guardaré tus sonrisas para cuando necesite fuerzas para seguir, las acumularé como lo hice con cada recuerdo que tengo contigo. No importa que el mundo sea demasiado grande y yo muy pequeño para soportarlo sin ti.
Si pusiera sobre una mesa todas las veces que intenté retenerte entre mis brazos, todas las oportunidades que tuve para decirte lo importante que eras y las deje ir, probablemente no alcanzaría el mundo entero, no bastaría con un "Lo lamento" que ya de nada me sirve, no serían suficientes los besos que se han quedado colgando de mis labios ni mucho menos el río de lágrimas que contengo en tu lugar.
Sé que no puedes hacer nada para remediarlo, de verdad me gustaría, pero es muy probable que una vez más me despierte llorando, es tan cotidiano que ya no recuerdo como era amanecer entre tus brazos. ¿Me perdonarás por ello?
Intenté no perder la esperanza pero debo decir que sin ti es muy complicado, de un barrido se esfumaron los sueños, las risas y las intensas emociones que llevo dentro, nada mas queda esta soledad abrumadora, estas ansias de llamarte al teléfono únicamente para que la grabadora me reconforte con el desaparecido sonido de tu voz en mi vida.
Debo admitir que mi vida comienza y termina contigo, que paso la mañana entera esperando a que entres por la puerta como lo hacías antes, haciendo que mi mundo se voltee de cabeza, dejándome sin aliento y sin energía mas que para asentir a todo lo que digas y soportar tus regaños cuando no he hecho mas que fumar por 3 días seguidos. No estoy intentando matarme, solamente pretendo encontrar el sentido de una vida sin ti, antes de que esta misma se me vaya de las manos sin que pueda hacer nada por evitarlo.
Ambos creíamos que yo sin ti muy probablemente no sería nada, tú en broma y yo en medio de risas que pretendían desmentir la seriedad de mi mirada. Ya no recuerdo el momento en que comencé a depender tanto de ti y de tu dulce sonrisa. Solamente estoy consciente de su importancia en mi corazón cuando ya no puedo volver a verla.
Todas las ventanas de mi casa están abiertas, el sol va saliendo apenas y el suave canto de los pájaros me recuerda todas las veces que luche por no comerte a besos nada mas despertabas. Me he preguntado por que razón tus ojos parecían hipnotizarme por horas enteras, por que cuando vestías aquellas ropas extravagantes sencillamente te veías hermoso y yo no podía evitar derretirme en amor por ti.
Supongo que siempre supiste el efecto que causabas en mí, por eso en el momento en que supe que no íbamos a volver a vernos me besaste de aquella forma, enfrente de todo mundo y sonreíste sin importarte que nada volviera a ser como antes. Que mi corazón se fue contigo en el momento en que cruzaste la puerta cantando para ti mismo. Regalándome el último recuerdo de la canción que hiciste para mí, de la suavidad de tus manos y la belleza de tu alma que muy probablemente no dejaría a la mía sin importar donde estuvieras.
Todavía recuerdo lo que luche en ese instante para no correr a tu encuentro, detenerte de salir por aquellas puertas aún cuando sabía que era el menos indicado para exigirte nada. Tu vida continuaba y yo no era nadie en ese segundo para hacer que fuera de otra manera. No tienes idea de cuanto me hubiera gustado retenerte conmigo solamente una hora más. Llenarme para siempre de los ojos tristes y de tu sonrisa exageradamente dulce, de tus manos expertas y la delgadez de tu cuerpo siempre en constante cuidado.
Mas no lo hice, te deje marchar sin quitar la mirada de la oscilante figura que a cada paso se alejaba una eternidad de mí. Mantuve apretados los puños hasta que sangraron y la boca firmemente cerrada para que no saliera tu nombre en un sollozo. Aún ahora puedo sentir mi corazón romperse en mil pedazos al sonido de la puerta al cerrarse. Ni aunque me quede ahí una hora entera pude volver a reparar los trozos. Con tu partida te has llevado una parte enorme contigo.
Y aunque debería, no me arrepiento de dejar que te llevaras lo mejor de mí, mis mejores años, mi felicidad, la capacidad para amar a alguien más, para compartir la casa y mi cama con cualquier desconocido. Ni una cara bonita ni un buen cuerpo lograrán lo que tú en unas solas ocasiones, desnudar mi corazón, dominarlo y encerrarlo dentro de tu cuerpo. Puede que sea por eso por lo que no puedo dejarte ir. Aún cuando tus besos y tus suspiros son por otra persona.
Cada noche es un suplicio, han pasado 8 años y todavía me falta tu cuerpo para poder conciliar el sueño, extraño tu presencia del otro lado de la cama, quitándome el espacio, arrebatándome las cobijas con la excusa para que me acerque a ti. Siento que he pasado una eternidad entera esperando por volver a sentir tu cabello en mi cuello mientras dormimos. Por volver a encontrarme aquella complicidad en tu mirada.
Mientras enciendo el tercer cigarrillo del día permanezco en la sala, no hay nada por el momento que me haga salir de aquí, podré permanecer unas cuantas horas esperando que llegues con el desayuno que no he tomado desde que no eres tú quien me lo trae. Manteniendo la suavidad de tu piel en mis recuerdos que no disminuyen de intensidad. Es como si te tuviera todavía entre mis brazos, como si hace nada hubieras salido a comprar. Recuerdo esa sensación todavía.
Más no volverás. Estoy tan consciente de ello como de que mis amigos están preocupados, ninguno quiere decirme nada por que conocen mi personalidad, mas hasta ellos reconocen que todavía no he logrado asimilar tu partida. No puedo evitar reír al pensar en que no he abandonado la idea de ir y tirar tu puerta abajo, sacarte de esa casa y obligarte a regresar a la mía aún si no lo deseas. Aún si gritas que te suelte con aquella voz de Diva que tanto te encantaba fingir.
Probablemente he enloquecido y lo que ahora mismo estoy sufriendo no es más que los efectos de una poderosa pastilla. Me río con suavidad al mismo tiempo en que termino de bañarme para salir a donde sea que tenga que ir, al estudio a grabar o algún otro lado que no me recuerde a ti de nueva cuenta. Solo se que ya no puedo permanecer en este lugar con tu presencia en cada habitación y en cada mueble.
-¿Qué hay hermano?-pregunta Ken desde el otro lado del teléfono-¿Estás en casa todavía?
-Si-respondo sin un tono en la voz
-Genial, quédate ahí-Su voz entusiasmada no pueden ser buenas noticias
-¿Por qué?
-Nada más, necesito... Oh simplemente quédate ahí. No te vayas Yatsunori
-De acuerdo, date prisa
Aviento las llaves a ningún lado, me quito la chamarra y me dejo caer en el sofá sin ninguna intención de moverme hasta que él toque a mi puerta. Casi puedo jurar que tu aroma ha inundado mi habitación, oigo pasos afuera de mi puerta a penas 10 minutos después de colgar mas no me muevo. La mente me ha jugado malas pasadas antes y ahora mismo mi corazón está demasiado atiborrado de ti. Hoy cumpliríamos años de estar juntos. El solo pensamiento duele.
Quiero gritar de desesperación, aventarle al aire que me traiciona cualquier cosa que esté a mi alcance para ver si así desapareces, mas tu aroma se intensifica y reconozco que de haber sido cualquier otra persona muy probablemente ni cuenta me hubiera dado de la sutil fragancia que se cierna sobre mi corazón.
Me levanto con pesadez preguntándome como demonios Ken ha llegado tan rápido, mis pasos lentos muy probablemente terminarán por desesperarlo, mas no veo la necesidad de hacer que me levante si él trae su propia llave. La puerta se abre lento junto con el latido de mi corazón que parece haberse detenido de golpe.
-Hola Yat-chan
Estás ahí parado frente a mi puerta, sonriendo como únicamente tú sabes hacerlo, hay maletas atrás de ti y tus ojos brillantes son los mismos que recuerdo cuando hacías alguna travesura. Supongo que tiene que ver con que me haya quedado en la puerta como un idiota, con la mano en la manija y la otra en mi cabello.
-¿Hyde?-pregunto con incredulidad
-¿No has desayunado verdad?
-...No
-Genial, te he traído donas
Es como si estuviera sufriendo alguna clase de dejavu, entras ondeando tu largo cabello mientras caminas hacia la cocina a buscar los vasos que sabes no he cambiado de lugar, la esperada pregunta del desayuno que trae oculta más allá de una comida, me hace meter las enormes maletas más deprisa de lo que creí capaz, me quedo un momento en el recibidor mientras intento que mi corazón regrese a su estado normal. Estoy sonriendo como un idiota después de darme cuenta de que ya no traes puesto el anillo de casado y en cambio el anillo que yo te regale ocupa todo el espacio que por años ocupó.
-Han pasado 8 años-murmuras cuando ves que he llegado hasta la puerta de la cocina-Tu... ¿Todavía....?
-¿Qué vamos a desayunar?-te pregunto mientras me acerco a ti para abrazarte por la espalda
La fragilidad de tu cuerpo que por tantos años tuve entre mis brazos vibra al compás de la risa que extrañé por tanto tiempo, solo queda entre nosotros aquella complicidad de antaño, el amor intacto que tuvimos que hacer a un lado y la irrompible promesa de muchas mañanas más.
-Te amo Yat-chan
-Yo también Hyde-murmuro mientras beso tus labios suaves una y otra vez-¿Esto se lo tengo que agradecer a Ken?
-Y a Tetsu que ya estaba harto de mi indecisión y mi "cara de perro sin dueño"
-¿"cara de perro sin dueño"?
-Estaba realmente enojado......
Tal vez no tengas idea de lo mucho que extrañé tu sonrisa, tus labios y la calidez del cuerpo que parece haber nacido para estar conmigo. Desayunamos en silencio mientras tu mirada me dice que esta vez es para siempre, que ni mis errores ni tus ansias de huir del sufrimiento nos separarán de ahora en adelante.
Fin