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Realidad anhelada por ines_kaiba_wheeler

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Notas del capitulo:

Después de tanto tiempo, más de medio año, traigo aquí la continuación. Como ya advertí en las notas finales del capítulo anterior, la narración cambiará radicalmente y será mucho más tocho de lo que estoy acostumbrada a escribir. Aún así, será un captíulo por lo demás corto.

Siempre se había sentido como si cuatro paredes lo encerrasen del resto del mundo, como si no terminara de encajar en la sociedad en la que había sido obligado a nacer por un capricho del destino. Como un pez fuera del agua, vaya.

Sus recuerdos de infancia eran borrosos, como un puzle al que se le perdieron piezas y que ya no puede mostrar una imagen definida. Si se esforzaba, la figura de un hombre joven se le venía a la mente, tan real como si estuviese ante él. Compartía muchos rasgos con aquella persona: sus ojos afilados, su mismo tipo de cabello aunque ahora lo tuviese teñido, la facilidad que tenía para el insulto y la injuria, la pachorra de no levantarse de cama hasta la hora de la comida durante los fines de semana…Si prestaba todavía más atención a aquellos pequeños retazos de su vida pasada, podía recordar como ese hombre se iba convirtiendo en el paso de los años en un ser despreciable por todos, en especial, por él mismo. Su sonrisa suave, adornada con una curiosa y retocada perilla bajo ella, pasó a ser temblorosa y, lo que la acompañaba, era una barba descuidada y sucia. Su mirada dio el paso de vivaz y soñadora a enloquecida y despiadada. De su cuerpo recordaba los músculos que tanto le fascinaban a la hora del baño con tan sólo cinco años, cuando le preguntaba si algún día llegaría a ser tan fuerte como él. Sin embargo, aquella musculatura se perdió con el paso del tiempo, dando lugar a un vientre ligeramente encorvado y flácido. Si daba un último esfuerzo, podía recordar las risas que adornaban su hogar antes de pasar al llanto y los gritos.

Pero no quería recordar. Todo lo contrario. Quería olvidar la primera vez que llegó al piso en el que vivían, el primero del que tenía constancia, chocándose con los muebles y las paredes del pasillo, dejando un olor a alcohol allá por donde pasaba. Olvidar la primera vez que perdió la compostura y dejó inservible la televisión de una patada. Olvidar la primera gota de sangre que derramó su madre por protegerle de una paliza asegurada por haber llegado cinco minutos tarde a casa después del colegio. Olvidar lo que ocurrió tras esa gota. Olvidar que de no ser por aquellos malditos bastardos con los que su padre se relacionaba en el instituto, seguirían viviendo juntos, seguirían estando unidos como una familia, seguirían sonriendo ante un mañana prometedor y electrizante.

No podía cambiar su pasado. Por desgracia, le perseguiría el resto de su vida aún no queriendo recordarlo. Aún olvidándolo. Todo parecía recordarle lo que había sido, lo que podría haber sido y lo que pudiera llegar a ser.

Lo único que recordaba de los años posteriores a las que tanto él como su madre se veían sometidos con continuidad, fue el día que conoció a Takashi Kawamura. Un niño despierto, inocente, alegre, con un gran sentido de la justicia y que, a primera vista, parecía gozar de lo que él ya no podía. Cada vez que lo veía sonreír ponía una mueca de enfado o molestia, giraba su cara y cogía al primero que pillaba por banda para descargar su mal humor con él. En más de una ocasión llegó a llamarle niño de mamá, consentido e incluso lo comparó con una chica por su personalidad nerviosa e introvertida. Posteriormente se tragaría sus palabras al ver como ese niño, al que él consideraba un niño mimado, autosuficiente y al que no le faltaba de nada, curarse unas heridas que le habían hecho unos compañeros de kárate antes de entrar en el dojo. La primera vez en su vida que un llanto que no era el de su madre le sobrecogía. Minutos después eran ellos los que lloraban mientras él reía, llamando la atención de Takashi. Cuando estuvo lo suficientemente apartado de ellos, salió a su encuentro y le reprendió por sus actos con un mohín de enfado. Recordaba haberle mirado con incredulidad antes de que este añadiera, haciendo un puchero de desilusión, que para la próxima vez le avisara porque no quería perdérselo. Desde ese momento, nadie volvió a ponerle la mano encima a su compañero de aventuras a no ser que quisiera vérselas con él.

Fue una pena que las limitaciones financieras de su madre le impidiesen ir al Seishun Gakuen, colegio de enseñanza media al que acudiría este los tres años siguientes de su vida. También lo fue que no volvieran a verse sino hasta su último curso y debido a un incidente con uno de sus compañeros de equipo de tenis. Takashi había cambiado y eso pudo con sus nervios. ¿Dónde estaba aquel niño de mente abierta y que comprendía sus actos como si los hiciera el mismo? Actuó con pasotismo hasta que llegó a uno de los distritos más peligrosos de la ciudad. Calmó su rabia y frustración contra una pandilla de matones de barrio. Una semana más tarde, volvieron a encontrarse. Esta vez sí actuó como el muchacho que él conocía y eso lo arrulló como una nana. 

En fin. Ahora no debía concentrarse en su pasado, ni en nada. Quizá sólo en comer de la fuente que tenía justo delante de las narices. Takashi tenía razón: su madre se había pasado. Al principio se sirvió una ración bastante pequeña en comparación a lo que estaba acostumbrado a comer, actuando con falsa modestia. Sin embargo, el propio Takashi le incentivó para comer más y, como buen invitado, acató el consejo a rajatabla. Una cosa que sí le había sorprendido, ya que no se esperaba que en aquella casa hubiese cerveza y menos, que tuviesen el permiso del padre del moreno para servirse las que quisieran. Otro incentivo que no dudaron en aceptar.

—Akutsu—cuando estaba solo no le importaba ponerse a mirar las paredes, pero cuando estaba en compañía, tenía la extraña necesidad de entablar conversación. Además, llevaban mucho sin hablar de nada, había mucho, o eso creía, que contar. No se esperaba una contestación, pero sí un gruñido que no tardó en llegar. Jin lo único que esperó era que no comentara nada de lo que había ocurrido en el parque o no tendría más remedio que acabar con su vida—Tengo entendido que no vas mucho a la escuela. ¿Tienes alguna razón en especial?—tenía curiosidad por qué podía hacer fuera cuando los demás trataban de aprender algo. Nunca había faltado a clase, aunque no por falta de ganas.

—Es aburrido— ¿Cómo esperar otra respuesta por su parte? Sin embargo, parecía haber algo más tras aquello— ¿Para qué ir? Tengo que aguantar a una panda de tíos que se creen lo mejor del mundo y las tías no paran de hablar y gritar con esas voces tan molestas—de nuevo, volvió a gruñir, esta vez con molestia. Realmente le jodía tener que aguantar a ambos.

El hecho de que Sengoku le tocara en su clase era, por lo demás, lo peor que podía haberle pasado.

—En mi clase está la capitana del equipo de porristas del Seigaku y todas las del equipo se pasan cada descanso por allí—suspiró con resignación. A veces era un completo suplicio tener que aguantarlas—Te entiendo.

—Así que estás rodeado de animadoras calentorras, ¿eh?—conocía eso. En el Yamabuki pasaba otro cuarto de lo mismo en cuanto un tío se cambiaba al uniforme del equipo al que pertenecía. Era algo que odiaba. Eso y sus grititos incesantes.

—Más que animadoras, la gran mayoría son acosadoras—los de tercero del equipo de tenis, como ejemplo que conocía bastante bien, tenían que tener mucho cuidado al ir al aula de química del segundo piso sino querían que los persiguieran las chicas de segundo—No es desagradable, pero a veces llegan a molestar.

— ¿Y te has follado a muchas de esas acosadoras?—preguntó casualmente cuando tragó lo que tenía en la boca, dejando a continuación la lata en la mesa.

— ¿C-Cómo?—podía jurar que no existía tonalidad más roja en el mundo que la que cruzaba las mejillas de Takashi. Se permitió el lujo de esbozar una sonrisa burlona mientras acariciaba con sus dedos la lata de cerveza.

—He dicho que a cuántas tías te has tirado, Kawamura—si es que existía, realmente, respuesta a esa pregunta, quería saberla como mero dato informativo. Observó con detalle como encogía la cabeza entre los hombros, escondía sus mejillas bajo sus manos y apoyaba sus codos en la mesa.

—Eres demasiado vulgar—logró articular no sin cierta dificultad.

—Ahora me dirás que te he ofendido—no cabía de gozo. Avergonzarle era tan sumamente sencillo que disfrutaba como nadie haciéndolo—Responde, cobarde—todavía tenía ganas de picarle más, pero se controló para lograr su cometido. Finalmente, Takashi accedió a soltar prenda al respecto.

—Sólo a una—respondió con vehemencia. Habían tenido un par de citas, salieron un par de semanas y, cuando se quiso dar cuenta, estaba en la cama de ella, abrazándola tras la excitante actividad. Fue una experiencia agradable. Cuando escuchó la primera carcajada de Jin, suspiró conteniendo una blasfemia que estuvo a punto de salir por sus labios—Muy bien, semental, ¿y tú cuántas?—era el turno de la venganza o de la humillación. Pronto lo sabría.

—Paso de las tías—se encogió de hombros antes de darle otro sorbo a su cerveza. Se detuvo a mirar por la ventana de la cocina. ¿Aquella de la fachada beige no era su casa? Cuando devolvió la mirada a Takashi y ver una ceja enarcada, junto con una sonrisa ladina, el ansia de preguntar qué pasaba pudo con él— ¿Qué?

—Que pases de las tías me parece bien, pero que no me niegues lo otro me parece—hizo una pausa un tanto dramática antes de continuar, reposando sus antebrazos en la mesa—curioso.

— ¿Qué se supone que tengo que negar?—repasó sus palabras con atención. Pasaba de las tías. Un hecho bastante notable. Le jodía no tener la experiencia pero podía vivir con ello con total normalidad; dónde estuviese su mano…Ahora que lo pensaba por segunda vez, el hecho de pasar de las tías implicaba que no pasaba del opuesto— ¡Quieto ahí! Ni siquiera te lo plantees.

—No tienes porqué tomar una actitud agresiva. Si esos son tus sentimientos, lo entiendo y lo respeto—definitivamente, una venganza dulce. Casi tanto como él.

—A ver, Kawamura, so cabrón—le estaba costando frenar su agresividad, pero se había prometido nada de golpes ese día—He dicho que paso de las tías no que me gusten los tíos.

—Y yo te dije que no tienes porqué ponerte así—se levantó de la silla lentamente y dejó su propia lata de cerveza, ya vacía, en la papelera. En el camino de regreso a la mesa, pasó por junto Jin, posando su mano sobre su hombro con suavidad—Estaré aquí para lo que necesites, ¡hasta cierto punto, claro!—retiró su mano antes de recibir una mala contestación o un golpe, riendo levemente. Mientras regresaba a uno de los otros dos asientos frente a Jin, este le gruñó con molestia.

—Si me tocas otra vez…

Dejó la frase sin terminar pues Takashi ya le había tocado con un dedo la nariz. Lo miró con los ojos entrecerrados, cejas levemente fruncidas, prometiéndole una muerte dolorosa antes de incorporarse con rapidez, sobresaltándolo. Se movió ágilmente hacia el borde contrario de la mesa, interponiéndola entre ambos sin dejar de sonreír. Jin sabía que con volcar la mesa ya estaría solucionado el problema, pero no era su casa y tampoco le gustaba destrozar mobiliario por tonterías así que se aguantó las ganas, tomó aire profundamente y se dispuso a rodear la mesa para atraparle. Sin embargo, Takashi tropezó con una de las sillas, desestabilizándose. Jin iba a dejar que se cayese pero no pudo frenar su cuerpo en plena carrera por lo que, tanto el uno como el otro, terminaron por estamparse contra la pared.

Lo primero que hicieron ambos fue quejarse por el golpe, Takashi el que más pues no sólo se había dado contra la pared de frente sino que Jin le había empujado de nuevo hacia ella.

—Si vuelves a insinuar—un cálido aliento a cerveza acarició su oreja desde detrás, haciendo que el vello de su nuca se erizara levemente—que me molan los tíos—movió su mano desde la pared hacia el otro cuerpo, bajándola hacia la entrepierna de este y apretando el lugar con fuerza. Takashi dio un brinco, tensándose por completo. La súbita sensación de que los huevos se le habían puesto de corbata fue inmediatamente proporcional al sonrojo que acudió a sus mejillas—Te la corto. ¿Entendido?

—Entendido. Comprendidísimo. Vamos, más claro que el agua—la voz se le había aflautado y los nervios hacían que hablase muy rápido, tanto que se le atropellaban las palabras. No se esperaba que hiciese algo por el estilo, pero ya empezaba a lamentarse haberse metido con él.

—No sé yo hasta qué punto lo has entendido—estaba disfrutando de la situación como cuando eran críos. Si es que estaba claro, nadie como él para meterse con Takashi.

Ni nadie que lo disfrutara tanto.

Con su otra mano, todavía apoyada en la pared, cubrió la del moreno, colando sus dedos entre los suyos. Pudo notar cómo se tensaba todavía más ante esa acción por lo que se relamió, humedeciendo sus labios en el proceso. Acto seguido, se inclinó hacia su cuello y posó allí sus labios.

—Te juro que lo he entendido. De verdad—no sabía si era la vergüenza la que hablaba por él, el miedo o las ganas de sentirse libre de nuevo. Tampoco sabía por qué no terminaba de incomodarle aquella situación.

—No sé, no sé—volvió a besar su cuello, mientras lo aprisionaba todavía más contra la pared. No dudó en apretar un poco más el agarre de su mano derecha para que se moviera hacia ella. Lo que sí pudo notar, aparte de que la piel de Takashi era muy suave, fue que se estaba empalmando. Sonrió. Era un resultado que no se esperaba pero, de igual manera, seguía siendo satisfactorio— ¿Disfrutando el momento?

—V-Vete a la mierda—no podía asegurarlo al cien por ciento, pero el ruido que hizo justo después de hablar se asemejaba bastante a un gemido.

— ¡Después soy yo el vulgar, eh! –un deseo superior a él quiso girarle y ver su cara enrojecida por la vergüenza, sus ojos brillantes, sus labios carnosos y entreabiertos, dispuestos a dejarse devorar… ¡Bien! La broma estaba durando demasiado. Relajó su mano derecha y la deslizó hacia su cadera; desde allí la llevó de nuevo a la pared para mantenerse en equilibrio—Tienes suerte de que no quiero dejarte ninguna marca porque tu padre me ha visto entrar, que si no ibas a llevar el cuello bonito.

— ¿Quieres seguir aparentando una imagen digna de homosexual frustrado? Me parece adecuado—con una de sus manos, haciendo un esfuerzo para no romperse nada con la postura, palmeó el culo de Jin como diciendo “te digo yo cómo va a acabar un día de estos, monino”. Este, por su parte, tomó venganza al lamer su cuello por completo—¡Quita, quita! Qué asco—apenas tuvo tiempo de girarse para poner sus manos en su cara y echarlo hacia atrás. Si algo había aprendido de su fugaz noviazgo con aquella chica fue que su cuello era muy sensible, aparte de que tenía mucha resistencia en plena acción.

—Parece mentira que no recuerdes lo que te dije—apartó las manos de su cara antes de que le arrancase un ojo, fulminándolo con una mirada puramente ‘made in’ Akutsu. Ante la confusión que vio en la cara de Takashi, se permitió aclarar sus palabras—Despídete—señaló hacia abajo con su mano, mostrando una sonrisa malévola.

—P-Pensé que bromeabas—aunque ahora que lo decía sonaba curiosamente irónico. ¿Desde cuándo, en todos los años que lo conocía, Jin Akutsu había bromeado cuando se sentía ofendido?

—A lo mejor piensas demasiado—su mano volvió a dirigirse hacia abajo con lentitud, buscando esta vez el botón y la cremallera del pantalón. Para evitar que lo empujase, recostó su cuerpo contra el del otro, que ya intentaba quitárselo de encima.

—L-Lleguemos a un acuerdo—estaba asustado y no podía evitarlo. Entre la amenaza de cerciorarle su miembro más preciado, que estaba a medio empalmar y la vergüenza que estaba sufriendo, sus fuerzas se habían reducido considerablemente. Jin inclinó su cabeza hacia Takashi, susurrando en su oído unas palabras que hicieron que se encogiera levemente.

—No hay acuerdo—empezó a bajar con toda la parsimonia del mundo la cremallera tras haberse librado del botón segundos antes. Sin embargo, no fue más allá. Los límites entre ser amigos, o lo que demonios fueran, y odiarse por la eternidad estaban separados por la tela de del calzoncillo del moreno y tampoco había porqué cruzarla. No cuando parecían volver a retomar su antigua relación—Dile a tu madre que estaba delicioso—tampoco era ninguna mentira. En esa familia todos parecían buenos cocineros y, aún es más, lo eran. Se separó de él pero no por completo, quedando a la altura de su nariz, justo frente a él.

— ¿Uh?

Ya no pudo decir nada más por motivos ajenos a su persona.

—Nos vemos.

Por fin lo dejó ir, aunque más bien, el que se iba era Jin. Takashi se quedó pegado a la pared completamente paralizado, todavía sin creerse todo lo que acababa de pasar en tan sólo una hora y menos, lo que acababa de pasar apenas un par de minutos. Se dejó deslizar hasta alcanzar el suelo, donde se quedó sentado como si fuese un muñeco inerte. La camiseta se le había subido hasta los hombros pero no era eso lo más importante. Bajó su cabeza para mirar su entrepierna con incredulidad.

Se había corrido.

 

Notas finales:

Eso es todo por hoy y seguramente por el mes. Empiezan a acercárseme los exámenes finales pero bueno, intentaré escribir en mis huecos libres.

Próxima actualización la de Ciclo interminable y la siguiente la de I need somebody.

Nos vemos en el próximo capítulo.

Atte.Inés


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