Ruego por ser feliz
Ven, deja el dolor siente el calor, deja atrás el tiempo, ven ven hacia mi, ya no tendrás que sufrir.
El tiempo se veía correr, pero en él parecía querer quedarse rezagado y dificultosamente le pasaban los minutos, los días se hacían años y la soledad marcaba su cuerpo... su cara... su vida. Las pocas ganas de vivir resaltaban en sus ojos los cuales se encontraban más muertos que nunca. Era una "cosa" echada sobre aquél piso el cual apenas era cubierto por unas sucias telas de las cuales no quería siquiera levantarse. Sin embargo, y pese a todo, no podía morir, no debía hacerlo, era ahora su prioridad como una forma de auto-castigo. Por lo que decidió por fin poner en marcha su segunda etapa de aquel castigo impuesto por él mismo.
Se levantó sin aliento de aquella suciedad la cual se le quedaba pegada a la espalda desnuda, y como pudo, se dio una ligerísima ducha de agua por demás helada, sólo para sentirse algo menos sucio. Al menos del cuerpo ,ya que su alma y todo su ser se encontraba manchado por aquel detestable y casi enfermizo amor por quien menos debió haber puesto todo de sí, inclusive por sobre su propia familia, su hermana (la única persona que antes de su llegada era la más amada de su corazón.) Pero basta. Ya no quería volver a recordarlo, o todo aquel mínimo pero en sus condiciones "gran" avance por salir de aquel estado se irían a la basura junto con aquellos harapos que hasta hace poco hicieron de cama.
-BASTA!!! -gritó. -NO MÁS! NO MAS RECORDAR QUIEN SOY!!! Ya no más... -susurró sin permitir que tan siquiera una lágrima volviera a recorrer aquellos notorios pómulos.
Y sin pensárselo, se vistió sencillamente y salio dispuesto a encontrar un trabajo, uno que le hiciera olvidar quien era y aquel horrible oficio que ahora le marcaba tan nefastamente. Jamás volvería a practicar el omnijutsu.
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Eran ya las 6:00 de la tarde y el joven de cabellos negros se encontraba de vuelta en su modesto departamento sólo con un café en el estómago y eso nada más porque una máquina de autoservicio se topo en su camino.
-Ya tengo empleo -anuncio como si las paredes fuesen a escucharlo. -Mañana comienzo.
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Camino realmente bastantes cuadras (ayer no se percato de ello del todo) hasta llegar al zoológico donde había logrado encontrar su nuevo empleo. Al parecer después de todo y muy inconcientemente aún estaba unido al hombre dueño del hambriento sakura.
Siempre le habían gustado mucho los animales pues sentía que debía protegerlos, y al encontrar a ese veterinario tan entregado y dedicado a su trabajo de preservarles su vida se sintió bastante conectado con él. Si lo hubiese sabido antes... quizás, y sólo quizás y le hubiese entregado su corazón igualmente.
Era un caso perdido... o...
... El destino?
Pero el destino también quería que ahora estuviese ahí parado bajo el sol tomando ese rastrillo metálico para limpiar todo ese rastrojo acumulado en una de las jaulas de las jirafas. Sí, así era el destino.
-"Jamás creí que disfrutaría tanto de hacer esto" -aseguró observando como los niños lanzaban piedrecillas a las enormes jirafas.
-Hey chicos! -llamó su atención. -No deben hacer eso con los animales, deben aprender a respetarlos. -les dijo obteniendo de parte de uno de ellos que le mostrara su lengua.
(niños contemporáneos por supuesto)
-Ummh -suspiró.
-Oiga usted, quien se cree para reprender así a esos niños. -dijo una muchachita con cara molesta y mirándolo de forma altanera.
-No es quien yo me crea, sino que a quienes molesta se les debe respeto tanto como a usted y como a mí. -respondió volviendo a su labor. Dejando a la mujer callada pero con un dejo de molestia.
-"A Seishirou le molestaría un poco tan siquiera lo que le hacen a estos animales?" -se pregunto con melancolía sin poder evitarlo. Después de todo descubrió al final que el inmisericorde asesino podía sentir un mínimo de interés por algo.
Los días transcurrieron y así pasaron 6 meses en los que el Sumeragi ya se veía bastante adaptado al trabajo de la limpieza del zoológico. No hizo siquiera el intento por cambiarlo a algo mejor ya que bien pudo hacerlo por todos los conocimientos, cualidades y aptitudes que poseía. Pero ahora lo que necesitaba era cambiar totalmente su ambiente, incluso se mudó a una casilla cerca de su trabajo pues si que era largo el camino después de todo y le hacía perder tiempo. Además de que ya no dependía del dinero de su clan para nada y sólo subsistía con lo que ganaba en aquel lugar.
También su físico había cambiado bastante: una descuidada barba, mucho más delgado y su ojo tuerto siempre cubierto con un parche le daban la apariencia casi de un vagabundo, (sus ropas ayudaban bastante en eso ya que sólo llevó lo mínimo a su nuevo "hogar" regalando todo a un centro que ayudaba a indigentes de la ciudad) lo que provocaba que como regularmente se hace con estas personas, la gente se mantenía lo más alejada posible del muchacho. El contacto era mínimo siquiera con el mismo personal que ahí trabajaba y le consideraban un antisocial (lo que sí era) y simplón hombre mucho mayor de la verdadera edad que en verdad tenía. Lo que agradecía bastante, ya que de lo contrario incluso ahí tendría a un montón de muchachitas queriendo tener alguna relación con él... o muchachitos (cuando se enteraran de sus preferencias)
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Y sucedió que una calurosa tarde, cortan un dorama bastante popular de t.v. para anunciar escenas grabadas por uno de los visitantes de la aterradora desgracia ocurrida en el zoológico de la ciudad apenas hace unos minutos.
¡¡HORROROSO!!
Un trabajador del zoológico de la ciudad fue atacado por el león recientemente traído de la selva africana hace 1 mes y al parecer corre peligro de muerte! Más información al terminar la serie Yasha (1)
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Todo eran sombras. No sabía que hacía ahí, pero estaba tranquilo.
-Ya has llegado. -Escuchó una voz firme pero amable.
-Quien eres tú, y que estoy haciendo aquí? -preguntó sin ver a nadie.
-Soy quien te puede dar una segunda oportunidad... para que seas feliz.
-Una...segunda oportunidad? De que estas hablando?
-Sucede que hay ciertas personas a las que no se les dio el derecho de escoger su camino, sólo debían cumplir una misión muy importante para que la humanidad de
una vez entendiera la importancia del sacrificio de los unos por los otros y de todos los recursos naturales que se les heredo desde el principio de los tiempos y con los cuales no tuvieron consideración alguna. Pero como aquello ya fue cumplido, es tiempo de que esas personas elegidas tengan su recompensa y puedan ser ellas mismas quienes decidan lo que en realidad quieren para su vida.
-Quiere decir que... -no lo podía creer.
-Así es, el clan Sakurazukamori fue una de esas familias elegidas desde hace mucho tiempo para cumplir la misión, naciendo cada descendiente con sentimientos retenidos, mismos que sólo se liberaban hasta el final de su vida. Y como elegidos tenían una recompensa: la cual era que esos sentimientos sólo podían ser liberados al morir a manos de la persona amada, dejando como herencia el poder del clan de quien les dio la muerte.
-...
-Y habiéndose cumplido el pacto en el tiempo establecido entre el cielo y la tierra. Se halló con mucho gusto que aún hay bastantes seres humanos que sacrifican sus vidas por amor a los otros. Y mientras exista el amor entre la humanidad y el sacrificio por ella, el hombre podrá seguir habitando la tierra.
-Entonces?
-A todo el clan Sakurazukamori se le dio la oportunidad de volver a la tierra para que ahora sean ellos mismos quienes elijan lo que desean para su vida.
-Eso es... muy bueno. -Comentó algo desconfiado- "Espero que Seishirou sea muy feliz en esta segunda vida" -deseó en su mente.
-Pues es lo que él desea y te aseguró que no es mentira.
-Cómo?
-Qué es como piensas, pero al igual que tú, él hizo una petición especial, la cual le fue otorgada
-Qué petición?
-Que tú, Sumeragi Subaru también tengas esa segunda oportunidad como ya te dije.
-QUE?!
-Así es, él pidió que tú regresaras al igual que su clan.
-Sei...seishirou san pidió eso?
-Si, aunque cambiarán las circunstancias.
-A que se refiere?
-Ya lo verás. La única condición es que aceptes las condiciones.
-Acepto. r11;contesto sin pensárselo ni una sola vez.
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