Y pareciera que han pasado años… pero te convertiste en mi obsesión… mi droga.
Son las seis treinta de la mañana y esta es mi segunda taza de café, ¿pero sabes qué? No funcionó, no te has ido de mi cabeza… sigues aquí.
Atormentándome desde que te fuiste, y toda la pésima noche que acabo de pasar, que ha sido una de las peores.
Soñé, como ya es de costumbre, que seguías conmigo, aquí… junto a mí otra tarde lluviosa como solías hacer. Dejarme descansar sobre ti en el sillón, mientras me acariciabas y veíamos la tormenta pasar.
En completo silencio cada uno sumergido en sus pensamientos, que casualmente eran los mismos. Que nos amábamos, y que nada, ni nadie, lo podrían cambiar.
Tengo que desechar esos pensamientos de mi cabeza, que de lo contrario, me veré de nuevo frente a la tetera preparándome mi tercera… taza de café.
¿Me equivoqué? Si Tom, me equivoqué. Todo esto fue un error… pedirte más tiempo fue una estupidez. Y lo lamento… dos meses después me estoy matando por esto… por extrañarte.
Pero no fue mi intención hacer eso. Realmente yo no quería tiempo, pero fue necesario para poder seguir nuestras vidas más o menos normales como si nada de esto hubiera pasado, por que para sus ojos… esto no debió pasar.
Increíblemente sigue lloviendo afuera y comienza a salir el sol, señal de que no he dormido en horas. Y como me lo esperaba, estoy esperando a ver salir el vapor de la tetera para servirme mi café.
Me parece sorprendente el vacío que se siente en casa. Una casa tan grande para mí solo, como no debió ser.
Te hecho de menos.
Firmemente puedo sentir tus brazos abrazándome por la espalda y dejando un tibio beso en mi helado cuello. Qué mentira la que estoy viviendo. Me doy vergüenza.
Mi café necesita algo de crema. Intento levantarme para ir por un poco pero algo me retiene. Ya nada más esto me faltaba, que parte de delirar medio dormido a las seis de la mañana sienta que me vigilan.
Todas las ideas que me cruzaron la mente de que era un maldito psicópata con sueño retenido, se fueron en cuanto volví a sentir tus labios posarse en los míos con desesperación.
Esta vez no estaba soñando, no estaba loco… eras tú.
Me besabas con el descaro que me encantaba mientras me abrazabas y recorrías dulcemente cada parte de mi piel, cuando pude sentir una lágrima que se escabullía entre nosotros dos y que moría en nuestro beso, solo entonces me miraste con tus bellos ojos marrones rojos y empapados en lágrimas.
-Volviste. – Te dije con una gran sonrisa en mis labios mientras limpiaba tus mejillas.
-Lo sé. – Contestaste devolviéndome la sonrisa y limpiándote tú también.
-¿Pero por qué lloras? – No comprendía que lloraras, era tan inusual en ti.
-Lloro por que, te vuelvo a ver. Te extrañaba. – Me abrazaste para soltar tu llanto en mi hombro.
-Yo también te extrañaba. No he podido dejar de pensar en ti. – Te confesé.
-Entendí el porqué me pediste tiempo. – Me miraste fijo esperando mi respuesta.
No sabía qué decir. No sabía si me sorprendía que entendieras. Me quedé callado.
-Te amo. – Dijiste cuando no pude hablar. – Yo sé que sacrificaste mucho por estar conmigo, y que era peligroso para los dos.
-Tenía miedo. – Dije casi sin voz.
-Lo sé. Por que sentí lo mismo. – Tomaste mis manos.
-No entiendo por qué no lo ven normal como nosotros. – Negué con la cabeza, frunciendo levemente el ceño.
-Ni yo. – Sentí desilusión en tu voz.
-Pero yo te amo, – Afirmé seguro de mis palabras. – y no me importa lo que diga la gente, si lo que quiero es estar junto a ti.
Sonreíste como nunca te había visto hacerlo y me abrazaste dejando de paso un beso en mi mejilla.
No me importa la opinión de la gente. Yo soy feliz y él también, con eso me basta.
Y ahora puedo decir sin miedo lo que todo este tiempo quise decir libremente.
Soy Bill Kaulitz, el amor de mi vida es Tom Kaulitz… mi hermano.
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