Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Caldarium por Dark Elf

[Reviews - 5]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del fanfic:

Nada más que un pequeño aporte dedicado a Chise Lawliet, por tratarse del principal vínculo que todavía hoy me ata a este fandom y para intentar rebasar de paso, aunque sea escasamente, los márgenes de la mediocridad que nos exasperan tanto a ella como a mí.

Una grisácea, tímida luz matinal se filtraba a través de las blancas cortinas; contrayendo sus aún somnolientas y desenfocadas pupilas. Un perfecto silencio, tan sólo perturbado por el perenne y monótono zumbido de las computadoras y demás aparatos de alta tecnología diseminados por la práctica totalidad de la desangelada estancia, hiere sus oídos. Desorientado, se pregunta porqué no puede escuchar el incesante y cotidiano ajetreo de su madre en el piso de abajo, afanándose en preparar el desayuno; ni tampoco los acostumbrados bostezos de su hermana Sayu y el sonido del agua corriente procedente del lavabo que media entre sus dormitorios, creando un pequeño alboroto como cada mañana.

Se incorpora a medias, con la boca seca y la vejiga dolorida. Es entonces cuando repara en la larga sucesión de eslabones acerados ciñendo su muñeca, amarrándole despiadadamente a una realidad tan cruda como incierta, y es así como el mundo que se perfila apáticamente a su alrededor vuelve a cobrar sentido.

El joven nipón observa, tan circunspectamente como incólume, los contornos familiares de la inalterable estampa que viene marcando el inicio de cada uno de sus días durante las últimas semanas: grandes pantallas de plasma pendiendo de las desnudas paredes de cemento en las que puede vislumbrar parcialmente su reflejo, monitores centelleantes con varias ventanas y documentos agolpándose en un organizado caos y una cama doble - sobria y espartana, que cumpliría a la perfección los cánones dictados por el propio Zenón de Citio – en la cual él mismo yace, en mitad de una desordenada vorágine de sábanas arrugadas. Evidenciando de forma manifiestamente perceptible una noche de inquieto descanso, suponiendo que éste siquiera hubiera tenido cabida en la víspera.

A su izquierda, se encuentra una suerte de humanoide encuclillado sobre un sillón finamente tapizado en bermellón y dorado, fingiendo de modo más bien poco convincente un sosegado sueño sin estridencias. Su pálido rostro permanece velado en la penumbra, oculto entre el dorso de sus huesudas manos y la inextricable cortina de su cabello, hirsuto y negro.

Light Yagami estira sus brazos hacia el techo, desperezándose flemáticamente y tratando de eliminar los vestigios remanentes del sueño que todavía se resisten a abandonarle del todo. Definitivamente, el humor del modélico universitario distaba mucho de resultar plácido y optimista durante la nueva sucesión de amaneceres que marcaban el inicio de su insólita rutina en estrecha colaboración y compañía con el peripatético hombrecillo que simula, con paridad, un despreocupado despertar a su lado.

- Buenos días, Light-kun. ¿Has dormido bien?

- Buenos días, Ryuuzaki. Perfectamente, gracias.

“Mierda. Mierdamierda. Joder.”

Resultaría tan hilarante como grotesco el contrastar la flagrante discrepancia entre los pensamientos de cada uno de los aludidos y sus civilizados, intencionadamente superficiales y recurrentes términos que solían emplear en sus sucintas conversaciones matutinas, o de cualquier otra índole. En esta ocasión en particular, no obstante, el joven Yagami se había levantado lo suficientemente irritado y colérico como para acotar al máximo sus ya de por sí limitados diálogos con Lawliet; los cuales se desenvolvían en ámbitos más íntimos y no directamente vinculados al trabajo en equipo en pos de la caza y captura del misterioso asesino de masas que el mundo había bautizado unánimemente como “Kira”.

Era precisamente en días como éste, en lo que a él respectaba, en los que tanto L como Kira y todo lo que les rodeaba podía irse al Infierno; habían pasado ya demasiados días, demasiadas semanas sin un sólo miserable resultado positivo o novedad remarcable. Eso sin olvidar otros pequeños pero cruciales detalles como por ejemplo que, a causa de esa alimaña a la que todo el mundo tomaba por el Mesías, le habían arrojado a una angosta celda para que se pudriera allí durante cincuenta malditos días con sus cincuenta malditas noches. Antes de eso, como medida de “comprobación cautelar”, se había atestado su habitación con tantas cámaras que incluso un voyeur recalcitrante se hubiera sentido intimidado. Y ahora, como guinda del pastel, se hallaba encadenado, literalmente hablando, en perenne e ininterrumpida salvaguardia bajo la tutela de la susodicha bestezuela que había convertido su perfecta y anodina existencia en un calvario.

Y es que la leyenda del siglo no sólo destacaba por su impresionante cociente intelectual, sino que resultaba aún más insólita – a la par que insufrible - por su aspecto desaliñado, apostura desgarbada, actitud pasivo-agresiva e irrevocables costumbres de autista y anacoreta que no mostraban ninguna clase de consideración ni para consigo mismo ni para con nadie. Habían transcurrido ya semanas enteras desde que L anunciara su “desmotivación” y su “depresión consustancialmente humana” al mundo; de manera que, de un tiempo a esta parte, su jornada laboral se caracterizaba básicamente por la deglución en masa de porquerías confitadas delante de una pantalla de ordenador apagada. Después de todo lo que había padecido, Yagami sabía que de verse obligado a presenciar semejante coyuntura durante mucho tiempo más, acabaría matando al detective con sus propias manos desnudas. O bien, ingresado en la sala de urgencias indefinidamente, aquejado de una úlcera péptica y crónica con múltiples perforaciones estomacales.

“Tengo que continuar esforzándome… no puedo tirar la toalla bajo ningún concepto. No he llegado tan lejos sólo para vengarme de lo que nos ha ocurrido a mi padre y a mí; de manera que, cueste lo que cueste, tengo que seguir avanzando. Es estúpido que me preocupe por semejantes minucias cuando no existe ningún garante de que sobrevivamos a este caso, ni tan siquiera al momento presente, en primer lugar.”

El estudiante exhaló lentamente una bocanada de aire antes de darle la espalda a su compañero de correrías y vicisitudes, encaminándose mecánicamente hacia el cuarto de baño, ubicado en una sala aledaña a su habitación compartida.

Light inició su particular ritual de aseo diario, entorpecido ostensiblemente por la constante y fastidiosa presencia de L amarrado a su costado como si de una insidiosa rémora se tratara. Por su parte, el afamado detective no muestra indicios de irritación o de animosidad; tan sólo se limita a desabrocharse torpemente los ajados vaqueros como cada mañana, bregando contra el aparentemente inexpugnable obstáculo que representa el bajarse la cremallera. Yagami tuerce el gesto con una mueca de sutil disgusto al presenciar, una vez más, el deplorable espectáculo que supone un varón adulto parcialmente desnudo de cintura para abajo; encaramado sobre el inodoro a la usanza de un gigantesco anfibio y que trata, al mismo tiempo, de dirigir el chorro de tibia orina hacia buen puerto mientras se obstina en permanecer semi-erguido en esa ridícula posición.

- Ya he terminado, Yagami-kun. Puedes usar el retrete cuando gustes.

- Me encantaría hacerlo, Ryuuzaki. Pero debo confesarte que apreciaría sobremanera que, en señal de respeto a nuestra mutua y forzada convivencia, tuvieras el detalle de tirar de la cadena primero.

- Oh, cierto. Ehé. Qué cabeza la mía…

El menor de los dos hombres aparta bruscamente su ropa interior, tomando su sexo parcialmente rígido entre sus manos con la intención de orinar a su vez. Constata, con el semblante agriado y el ceño imposiblemente fruncido, la perlada, húmeda evidencia de una polución nocturna ensuciando sus atavíos.

“Joder. Lo sabía, mierda… qué puta asquerosidad…”

Yagami, apenas terminó de evacuar y de pulsar el botón de la cisterna, arrastró tras de sí al silencioso detective con la obvia intención de tomar una ducha antes de reunirse con el resto de integrantes del equipo. L, que había presenciado por el rabillo del ojo el “dilema” del joven universitario, decidió dejarle hacer sin pronunciar ninguno de sus memorables comentarios al respecto; si bien no hizo ademán alguno de pretender soltarle o de concederle unos instantes de discutible intimidad. Light, entretanto, se desprendió de su indumentaria rápida y eficientemente; introduciéndose en el reducido cubículo de la ducha al tiempo que accionaba la llave del agua.

La cálida, acuosa caricia del agua atemperó los maltrechos nervios del joven castaño, quien recibió el calmante efecto del calor sobre sus músculos tensos con un suspiro de satisfacción. Escanció una mesurada cantidad de gel de baño en su diestra, procediendo a enjabonarse con premura. Al otro lado de la mampara semi-transparente, Lawliet mordisqueaba la punta de su dedo índice con expresión ausente, con sus enormes y brunos ojos fijos en las nebulosas, ondulantes vaharadas de vapor ascendente y etéreo.

- … Para ser honesto contigo, Yagami-kun… te diré que soy genuinamente incapaz de comprender próvidamente el motivo de tu disgusto – la voz átona y áspera del detective se filtró a través del moderado estruendo del agua que circundaba al japonés, arrebatándole cualquier esperanza que prometiera a cambio unos mínimos de paz mental. – Es de esperar que continúen repitiéndose episodios como el de hoy, en vista de que eres un hombre joven, saludable, y presumiblemente, con elevados índices de testosterona y DHEA en sangre, ya que acabas de superar la etapa de la pubertad. Es natural que sufras poluciones nocturnas, entre otras cosas, por tu nula actividad sexual en este determinado período de tu vida; así como por tu rechazo al onanismo. Se trata de una consecuencia biológicamente inherente a tu condición, así que no entiendo porqué deberías mostrarte tan perturbado y molesto por ello…

El resultado de tan docta disertación no se hizo esperar, puesto que demostró ser una provocación lo suficientemente mal avenida en el momento menos propicio. Mucho más que suficiente, a decir verdad.

Yagami descorrió el biombo con un único golpe seco, a la par que aferraba con su mano libre, con los nudillos lívidos, la sencilla pechera de la sempiterna sudadera que portaba Lawliet. El menor avanzó un par de pasos hacia delante con un aire de amenaza pobremente contenida, completamente desnudo y empapado, con objeto de acorralar al detective entre la esmaltada pared azulada y él mismo.

- Por supuesto, Ryuuzaki, tienes toda la razón… no es más que un despropósito contraproducente e injustificable que me muestre desesperado e iracundo por encontrarme recluido, acusado de genocidio y vigilado las veinticuatro horas del día. Espero que sepas disculparme, pero es que me resultaría violento aprovecharme de los sentimientos de Misa sólo para satisfacer mis anhelos egoístas; y más aún el asunto de masturbarme delante de ti, sin que me quites ni por un jodido segundo los ojos de encima… aunque no dudo de que algo así podría convertirse en un interesante numerito que, cuando menos, serviría para satisfacer tus parafilias de pervertido vouyerista, ¿o acaso estoy mostrándome demasiado intransigente contigo…?

El detective le sostuvo la febril mirada, inconmovible, mientras trataba de zafarse de los puños apretados que retorcían la fina tela de su sudadera. – Entiendo a lo que te refieres, pero lamento no compartir en absoluto tu punto de vista. Mi intención no radicaba en más que señalarte las causas y las posibles soluciones a tu problema, pese a que las conoces de primera mano y a la perfección sin necesidad de mi análisis. ¿Cuál es exactamente tu apuro en tal caso, Light Yagami? Si lo que deseabas era encontrar una excusa o un motivo lícito, como prefieras denominarlo, para sitiarme entre la pared y tu cuerpo, oportunamente desnudo y exaltado, pareces haber triunfado en tu empeño. ¿Qué se supone que debo hacer yo en este escenario que tan minuciosamente orquestas, Yagami-kun? ¿Debería rendirme a tus apabullantes encantos de inmediato, o bien te soliviantaría más que opusiera resistencia primero…?

El primer y raudo puñetazo no se hizo esperar después de aquello, ni tampoco la agresiva y cruenta andanada de patadas, testarazos y diversos golpes que siguieron religiosamente la estela de su predecesor. Ambos contendientes se enzarzaron en una batalla campal en la que ninguno de ellos podía dominar satisfactoriamente a su beligerante oponente, dotado de análoga estatura y fuerza. Tan sólo podían prolongar su particular cruzada, mostrando más ensañamiento y contumacia en el ataque que en la defensa, sabiendo de antemano que la única manera de saldar este lance de una vez por todas era cayendo exhaustos y demasiado magullados como para continuar, ya que allí no había nadie para detenerles.

La sucesión de violentos embates fue espaciándose y remitiendo progresivamente, cumpliéndose así punto por punto los pronósticos vaticinados. L se reconoció a sí mismo yaciendo estirado sobre el suelo, jadeando pesadamente mientras sentía las frías losetas de linóleo clavándose entre sus descarnados omóplatos. Light, por otra parte, permaneció parcialmente recostado sobre la espigada anatomía del investigador, taponando con sus largos dígitos el reguero de encarnada sangre que brotaba por una de las comisuras de su labio partido.

Lawliet sorbió ruidosamente la sangre que también obstruía las aletas de su nariz antes de envolver los nervudos hombros del joven magnicida en el cerco de sus brazos. Yagami se acopló a su vez a la alabastrina figura que se abría bajo él, arrancándole la raída ropa a tirones, separando sus esbeltas piernas con vehemencia y amoldándose entre ellas al tiempo que L lamía su boca; mordiendo sus labios inflamados con deliberada rudeza, saboreando el ácido regusto de su fluido vital y sintiéndolo amalgamándose con el suyo propio en su garganta y en su paladar.

No había nada dulce ni amable en aquel sabor… nada en absoluto.

Y resultaba mucho, indeciblemente mejor así.


FIN


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).