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Acuario por DraculaN666

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Notas del fanfic:

Yo lo considero PWP? Porque no tiene en si una historia y yo solo quería escribir algo con lemon xD Ja-ja!

Advertencias: Yaoi, -duh- alguna mala palabra y lemon ;D

Aclaraciones: Cualquier parecido con la realidad, con personas ya sean vivas, muertas, escondidas o desaparecidas, no es coincidencia joder xD somos yo y mi depravada mente!

James no podía pensar en un día peor que ese. Ni cuando su madre le humilló públicamente al gritar ciertos acontecimientos vergonzosos a pleno pulmón y en medio de la calle solo por "advertencia" y para que tuviera "más cuidado." No, ni siquiera eso se le hacía peor que ese día. No era que estuviera nuevamente siendo humillado, pero por lo menos de eso podía reírse él mismo un rato, reírse con sus amigos de sus propias desgracias y olvidarlo como una mala pasada aunque le estuvieran jodiendo en la escuela durante un mes. Podía soportarlo.

Pero ese era un día hermoso, bello, lleno de aire fresco, un sol esplendido que brillaba como si no hubiese un mañana, con aves cantando y bailando por lo alto del cielo mientras las flores destilaban miel. Y él; él se tenia que encerrar en un lugar húmedo y frío lleno de animales acuáticos solo porque al molesto de su hermano menor, Sammuel, se le ocurrió ir al acuario justo ese día. Y claro, como mami y papi tenían "cosas que hacer" él se jodía y llevaba al hermano porque sino estaría castigado toda la semana.

Y una mierda —se dijo a si mismo observando los pequeños peces dorados en la diminuta caja de cristal llena de agua y que muchos fotografiaban con total devoción—. Si tanto quieren ver a estás cosas, cómprense unos —pensó aun más disgustado.

—James —llamó una vocecita a sus pies—. ¡Jaaaaameeees! —insistió nuevamente al verse ignorado.

Ahí estaba su pesadilla de seis años y con dos piernas. Su diminuto hermano menor Sam.

—¡No me ignores! —gritó esta vez el pequeño, interponiéndose en el camino de su hermano mayor.

—¿Qué demonios quieres, Sam? —gruñó con molestia, observando al menor con fastidio.

…l y el pequeño eran casi idénticos, diferenciados solamente por la estatura y la edad. Ambos rubios y enormes ojos verdes que les caracterizaba por el aire infantil que les daba. Su piel era blanca inmaculada como la porcelana, fina y suave al tacto. Sam, apenas con seis años, entrando a la tierna edad en lo que todo quería descubrir, era de carácter amable y bondadoso, aunque solía tener ataques de caprichos, como ése, ir al acuario. Por otra parte, James, de 16, era más tosco, poco servicial y siempre estaba de mal humor. Disfrutaba los días al aire libre y tocando el piano, ya que sus manos de dedos largos y finos eran ideales para ello.

—Quiero ir a ver a los tiburones. ¡Llévame! —pidió con su tono infantil e inocente que tanto detestaba su hermano.

—Puedes ir tú solo.

—Le diré a mamá que me dejaste solo y…

—¡Vamos pues! —interrumpió antes de que Sam terminara su amenaza.

El menor sonrió triunfante al ver su pedido cumplido y comenzó a caminar con su hermano por el lugar, observando emocionado los grandes cristales donde se observaban claramente las diferentes especies acuáticas que ahí habitaban.
Se detuvo aún más emocionado cuando pasaron por un túnel que conectaba dos de las salas, ya que en lugar de ser de concreto era un cristal enorme y la parte superior era otro estanque lleno de más animales que iban y venían.

Soltó un grito de júbilo al observar como una mantarraya pasaba sobre ellos, como si en lugar de nadar, estuviera flotando.

—¿No crees que es genial? —interrogó emocionado el menor, aún atento a los demás peces de colores que flotaban.

—Fantástico —susurró James, fastidiado por la actitud del menor.

Era cierto que era un espectáculo sin igual, increíble y difícil de encontrar en algunos lugares. Pero, había ido tantas veces a ese lugar; viajes en la primaria, secundaria, ¡hasta en la preparatoria! Y una que otra cita con alguna novia de turno que tenia la “ilusión” de ir al acuario en una romántica velada con increíbles criaturas rodeándolos. Soltó un suspiro cansino. Juraría que se sabía el lugar casi de memoria, desde la zona ártica hasta los peces tropicales, ida y vuelta hasta pasar por los animales que viven en lugares más profundos.

Después de un rato de caminar, por fin llegaron a ver los dichosos tiburones que tanto quería ver el menor.

Vio como Sam se pegaba a los cristales emocionado por las enormes y peligrosas criaturas que pasaban continuamente, absorto en su pequeño mundo. Lo cual él tomó como una excusa para alejarse un poco y sentarse en uno de los bancos, sin perder de vista a su hermano.

Sí le preocupaba, no solo que le pasara algo o que se perdiera, sino que aparte de que su madre le gritaría hasta el cansancio, seguramente lo mataría y luego lo encerraría en su habitación por el resto de su vida. Quizá no en ese orden, ni con esa lógica tan bizarra, pero seguro que le iría mal, y prefería ahorrarse el mal trago.

Observó la cara de todos los niños, que al igual que su hermano, se perdían a través del cristal y exclamar con asombro ante los imponentes animales. También vio el cambio en el rostro de su hermano, como si la confusión o la incertidumbre le carcomieran. Con algo de renuencia por levantarse, se acerco hasta su hermano para preguntarle que le ocurría.

—Tengo una duda —dijo de pronto el menor, como si supiera que era su hermano el que se había acercado.

—¿Y cuál es? —se pateó mentalmente por acercarse y ver que le ocurría, pues seguramente era alguna de sus tonterías infantiles.

El pequeño observó hacia todos lados, como si buscara algo. Leyó con atención la explicación sobre la vida de los tiburones, sus hábitos y demás. Pero aun así su rostro reflejaba la duda que llevaba.

—Sam, ¿qué buscas? —se impacientó el mayor al ver que su hermano no le preguntaba nada.

Cuando estuvo apunto de ignorarle y regresar a su asiento, dejándolo solo con sus cosas, chocó contra otro cuerpo detrás de él.

Como ya se sabía, no era una persona amable ni cortés, mucho menos respetuosa, así que estuvo apunto de soltar un par de malas palabras a cualquiera que se hubiera atravesado en su camino. Pero cayó al instante al ver el par de ojos negros que le observaban desde arriba. Un muchacho, un poco más grande que él no solo en estatura, si no en edad, de cabello castaño y piel blanca le observaba con atención.

—Disculpa —dijo de pronto James, sorprendiéndose a sí mismo por no haber insultado al extraño y, por el contrario, pedirle disculpas.

Es el lugar —se dijo a sí mismo—. El lugar me afecta, eso es todo. Estúpido Sam y sus estúpidos caprichos.

A punto de dar media vuelta, su hermano menor se puso a su lado y observó al más alto, el cual no había hablado hasta el momento.

—Disculpe, señor —James se detuvo ante la voz de su hermano, como si fuera a él a quien le hablara.

—¿Qué sucede? —habló por fin el otro, con esa voz profunda que denotaba que apenas acababa de dejar la adolescencia atrás.

—¿Cómo se aparean los peces? —preguntó con inocencia el menor, con una inocencia tan abrumadora que a James se le bajó toda la sangre a los pies.

Que alguien me mate —fue el primer pensamiento que se cruzó por la cabeza del rubio mayor—. ¿Por qué a mí? Esto solo me pasa a mí. Maldita sea, maldita, maldita sea —continuó torturándose a sí mismo.

Observó cómo el castaño soltaba una risa divertida, ante la cara confusa del más chico.

—No lo sé —fue la única respuesta que obtuvo—. Pero si vas con la muchacha de allá —apuntó a una joven morena que portaba un uniforme característico de los trabajadores del acuario—, te dirá todo lo que quieras saber, es un Tour para niños. Seguro que te resolverá muchas dudas —acarició un poco los cabellos de Sam.

—¡Muchas gracias! —Exclamó con alegría el menor—. ¿Puedo ir, James? ¿Puedo? ¿Puedo? ¡Vamos! ¡Llévame! ¡Llévame! —comenzó a tirar de la ropa de su hermano, hasta arrastrarle al lugar donde se encontraba la mujer.
 
—Está bien, pero deja de jalarme —se quejó el otro, por fin saliendo de su trance.

El menor aflojó su agarre sin soltarle y continuó caminando directo a donde se encontraba la mujer con un grupo de niños y varios padres de familia. La muchacha levantó la vista y sonrió al ver al pequeño jalando de su hermano mayor, el cual seguía con su misma cara de fastidio.

—Buenas tardes —saludó cortésmente la morena, observando a todo el grupo—. Este es un Tour para niños, los padres se pueden ir si gustan o pueden esperarnos aquí mismo mientras el recorrido termina. Les garantizamos total seguridad… —continuó hablando sobre el programa, el tiempo y todo lo que ofrecían, a un costo, claro está.

James reflexionó las cosas. Cuidarían a su hermano, le explicarían las cosas que quería saber, se lo quitaría de encima por un largo rato y todo por un precio que entraba dentro del presupuesto de lo que su madre les dio para ir al lugar. ¿Qué más podía pedir?

Que el tipo de ojos negros esté conmigo —escuchó la voz de su subconsciente, recriminándose ante el estúpido pensamiento.

—Entonces... ¿Quiénes están interesados? —terminó por fin la morena con la larga explicación.

—¡Yo! —exclamó un gran número de niños en el lugar, varios padres y, obviamente, James incluido.

—Muy bien, pasen por aquí para pagar y entregarle un brazalete a cada niño. Como se les ha dicho, al finalizar se les entregará varios regalos y en todo momento habrá alguien supervisando… —y James no quiso saber más, dio el dinero, le dijo a su hermano que por nada se separara del grupo y antes de poder escapar, el menor le dio un sonoro beso en la mejilla, como solía hacerlo su madre, antes de ir corriendo con los demás.

A punto estuvo de matarlo al ver como varias personas se le quedaban mirando, conteniendo la risa y alguna que otra persona murmuraba lo “tierno” de la escena.

Antes de cometer homicidio masivo, fue al área de peces tropicales, su zona favorita, y se sentó en uno de los bancos frente al estanque de los Naucrates, pequeños peces que parecían zebras por sus franjas blancas y negras.

Eso si que era genial. El ambiente era más calido, no tenía a su hermano molestándole para ir a la siguiente área, tenía su Ipod con su música favorita y un buen libro. Tenía toda una hora —o más— libre para él. Sonrió con alivio al pensar en la suerte que tuvo de toparse con ese joven y sus hermosos ojos negros.

¿Otra vez? —Se recriminó nuevamente, al encontrarse pensando en ese atractivo joven, sus ojos centellantes, su blanca piel, esa voz tan seductora la cual se le antojaba para…—. ¡Ya basta, James! —se dijo nuevamente, aterrado por la dirección que estaban tomando sus pensamientos.

Decidió no pensar en nada más y dedicarse de lleno a la lectura y a la música. Vale, quizá a una cosa a la vez, no es como si fuera fácil leer y escuchar música, pero era eso o escuchar el bullicio de las personas al ir y venir por el lugar, así que puso algo de música clásica, lo cual fue de gran ayuda para poder continuar absorto en su lectura.

Tan centrado estaba en su mundo que no se dio cuenta de la persona que se acercaba y se sentaba junto a él. Y siguió sin darse cuenta por un largo rato, hasta que sintió el peso de una mirada sobre él. Inquieto, levanto la vista de su libro, girando en ambas direcciones hasta toparse con esos pozos negros que le observaban con total atención.

De un salto se levantó de su lugar, espantado por la inesperada presencia del otro joven, que solo se limitó a reír por la reacción que provocó en el otro.

—Hola —murmuró el mayor con una sonrisa.

James le miró con incredulidad, preguntándose qué le había dicho. Estuvo apunto de darse un golpe a sí mismo al darse cuenta que aún tenía los auriculares puestos, los cuales no le permitían escuchar.

Lentamente se los quitó, mientras un sonrojo le invadía las mejillas.

—Perdona, ¿has dicho algo? No te he oído —habló quedamente, preguntándose el por qué demonios tenía esa actitud tan sumisa. ¡…l nunca había tenido ese comportamiento! Le gustaba tener el control de la situación, no que le controlaran.

—He dicho “hola” —la sonrisa en su rostro seguía sin vacilar, acentuándose más al ver la tímida reacción de James.

—Ah, hola —contestó al saludo aún un poco cortado.

—¿Estás mejor ahora que no tienes que cuidar de tu hermanito? —interrogó el castaño, al tiempo que el otro volvía a tomar asiento junto a él.

—Sí —respondió con una sonrisa—. Gracias por eso, realmente no sabía qué hacer con él. Y disculpa por lo de antes —regresó su vista a su libro, el cual había cerrado pero contemplaba como si fuera lo más interesante del lugar.

—¿Te refieres a que chocaste conmigo? ¿O a la pregunta de tu hermano? —volvió a soltar una risa ligera al recordar la inocencia del más chico.

El rubio se volvió a sonrojar furiosamente, recordando la indiscreción de Sam. Joder, estaba bien que tuviera curiosidad y todo por la reproducción humana, pero de ahí a que le interesara como lo hacían los peces era un paso totalmente grande que no debía de cruzar.

Un toque en su mejilla le sacó de sus cavilaciones, observando como el otro le miraba con una sonrisa en sus labios, mientra su mano se paseaba por su rostro y cabello.

—¿Y cómo te llamas? —preguntó nuevamente el castaño.

—Ja… James —articuló con dificultad, ya que esa caricia le estaba poniendo tremendamente nervioso—. ¿Y tú? —regresó la pregunta, no por cortesía, sino porque realmente necesitaba saber el nombre de la persona que le estaba ocasionando tantas reacciones en su cuerpo.

—Steven —murmuró cerca de su oído, haciendo que el rubor en su rostro se intensificara—. Mucho gusto, James —continuó hablando, esta vez más cerca, tan cerca que podía sentir su aliento chocar con su cuello.

—Lo… Lo mismo… digo —se maldijo por estar tan nervioso como para tartamudear.

Nunca había estado con un hombre, sí con varias mujeres, no es que fuera una máquina de sexo ni que fuera todo un playboy, ¡para nada! Solían tacharle de afeminado por su estatura y complexión, pero aun así podía tener la atención de varias chicas, pero jamás negaba que los hombres le atraían de cierta forma. ¿Bisexual? Quizá, aunque viendo a semejante hombre junto a él, tan… tan… —Sexy —se dijo a sí mismo. Con hombres así él realmente podía plantearse el volverse homosexual.

Nuevamente el sonrojo atacó sus mejillas, las cuales le ardían de tan acaloradas de tanto rubor.

Escuchó nuevamente la risa de su acompañante, como si fuera capaz de adivinar sus pensamientos, y se maldijo una y mil veces por ser como un libro abierto ante un desconocido, cuando ni su propia madre era capaz de saber en qué pensaba.

—Y ya que no está tu hermano... ¿Qué harás? —nuevamente el silencio fue roto por el joven a su lado.

—Tenía planeado leer y escuchar música —le mostró su libro y los auriculares que tenía.

—¡Oh, vaya! —Exclamó Steven—. ¿No te gustaría hacer algo más… divertido? —agregó la última con un tono tan sugerente que a James se le antojó como una provocación.

—¿Cómo que? —decidió mandar a su parte cuerda al demonio y seguir el juego del más grande.

—No sé… —meditó con fingida concentración— Hay tantas cosas que se pueden hacer por aquí, y tantos lugares más tranquilos... —clavó su oscura mirada en aquel par de brillantes ojos verdes.

—¿En serio? –Preguntó igualmente con fingido escepticismo.— ¿Y como puedes conocer tu esos lugares tranquilos? –dejó a un lado la fingida duda, interesado en el hecho de que el otro parecía bastante familiarizado con el lugar.

—Es una ventaja de hacer aquí mis prácticas —contestó con simpleza el mayor guiñándole un ojo.

—Eso quiere decir que ya estás en la universidad, ¿no? —confirmó el primer pensamiento que tuvo del castaño; era más grande que él.

—Sí, estoy en mi segundo año —sonrió alegre, posando su mirada en el gran estanque frente a ellos—. Y por como te veo, tú aún estás en secundaria, ¿no es así? —preguntó, casi en una afirmación sin malicia, que aún así desató la ira de James.

—¡Por supuesto que no! —Exclamó ofendido el menor, con verdaderas ganas de saltarle encima y propinarle un buen golpe—. Ya estoy en mi tercer semestre de preparatoria —agregó con un gruñido, maldiciendo a los jodidos genes de su madre y su apariencia infantil.

—Disculpa —agregó apenado el mayor, bajando un poco la mirada—, te ves más joven —se disculpó levantando la mirada y repasando nuevamente el cuerpo del rubio.

—Supongo que te gustarán jovencitos —musitó entre dientes, aún molesto.

Steven soltó una larga carcajada por el comentario, conteniendo las ganas de decirle que ni siquiera le gustaban los hombres, solo le gustaba él y esos enormes y hermosos ojos verdes. Pero supuso que no era algo muy inteligente decir algo así, con el poco tiempo que tenia de haberle observado desde que entró al lugar y en todo el rato que estuvo siendo arrastrado por su hermano de un lado a otro, pudo apreciar el mal genio y el carácter explosivo que tenía, cosa que hacía le agradara aún más.

—Claro que no —habló después de calmar su risa—. Pero tú eres bastante lindo —se aventuró a agregar.

James no sabía como reaccionar, por una parte, el comentario le había hecho sentir bien por primera vez y hasta podía sentir nuevamente sus mejillas arder. Nunca en su vida se había sentido alagado de que alguien le dijera que es lindo, por eso mismo, la sola idea le molestaba en sobremanera. Era una total mezcla de emociones contradictorias dentro de su mente, que por un instante se quedó viendo al mayor con cara de tonto, como si no supiera qué responder a lo que había dicho, o cómo debía actuar ante eso. ¿Debería tomarlo como algo bueno? ¿O tomar como que ese tipo solo buscaba a alguien lindo con quien pasar el rato?

Ya, vale. No estaba ahí precisamente para ligar ni le interesaba en lo más mínimo salir con pareja de un acuario. ¡Vamos! Que normalmente la gente sale con algún peluche con forma de delfín o la taza que nunca falta para la colección. Pero no, las personas no salían con parejas de ahí, eso era más que obvio. Aunque también estaba el hecho de que él nunca se había planteado tener nada con un hombre, aunque la idea en sí no le disgustaba. Y para donde iba el rumbo de ese encuentro, quizá terminarían haciendo algo indecente. Su primera vez con un hombre, con un desconocido, que quizá no vuelva a ver… ¿O tal vez sí?

Tu haciéndote ilusiones y quizá éste ni esté interesado en eso precisamente —se dijo nuevamente a sí mismo, harto de hablar solo en su mente quedando como un completo esquizofrénico. Por lo menos no hablaba en voz alta.

Pero bueno, quizás Steven solo quería hablar con él, caminar, pasar el rato... ¿No?

Ya, claro. Todo el mundo va por la vida diciéndole a los demás que son lindos, acariciando tiernamente su mejilla y viéndote como si fueras un sabroso y apetecible bizcocho en un aparador solo porque quiere hablar del clima contigo. Sinceramente, James, ¿desde cuando eres tan imbécil?

Patada mental para sí mismo. No se ayudaba en nada y solo terminaba peor. Sin duda, ese no era un buen día.

—Yo no soy lindo —fue lo único coherente que su mente pudo procesar en ese momento, ante el mutismo en el que se había sumido.

Steven volvió a sonreír nuevamente, como si supiera el lío mental que estaba sufriendo en ese momento. Tenia unas tremendas ganas de partirle la cara y, a la vez, de comerle a besos esa boca por demás apetitosa.

—Entonces, ¿quieres ir a otra parte? —volvió a preguntar el mayor con esa demoledora mirada cargada de deseo y su eterna sonrisa.

—Sí —respondió—. Y a la mierda lo demás —se reservó para sí mismo ese último pensamiento.

~o0~0o~o0~0o~o0~0o~o0~0o~o0~0o~o0~0o~

Muy bien, ese era el momento en el que James se preguntaba; ¿cómo carajos había terminado así? Con un tipo sabrá Dios cuantos años mayor que él, con los pantalones olvidados en algún rincón de ese cuarto que parecía un almacén, recargado en una pared y con el tipo en cuestión haciéndole una felación.

Nada en eso realmente tenia mucho sentido, y, sinceramente, a él le importaba muy poco. La maestría de ese joven con la boca le estaba haciendo ver el mismísimo cielo mientras se hundía en el infierno. Y mientras elogiaba a su coherencia, sentía el clímax muy cerca.

—Pa… para —dijo a duras penas, tratando de apartar al castaño de su miembro—. Me voy… me voy a correr… ¡Quita-…! —no pudo terminar la oración, ya que había inundado con su semen la boca del mayor.

El otro, lejos de mostrar alguna seña de asco o enojo, se relamió los labios, recuperando los restos de su orgasmo que se había escapado por la comisura de sus labios.

—No fue tan malo para ser la primera vez, ¿verdad? —fue lo que dijo Steven, antes de atrapar sus labios en un beso voraz. El primero que se daban.

James ignoró la intención de la pregunta. ¿Se refería a que era la primera mamada que recibía? ¿O a la primera que hacía? Sin mucho ánimo de pensar realmente en ello, y degustando el amargo sabor que salía de la boca del castaño, se perdió en esa vorágine de sensaciones, pensando que, para ser el primer beso que se daban y a pesar de tener gusto a semen, era el mejor que le habían dado en su vida.

¿Y por qué el primero? Bueno, las ansias y la excitación del momento no dieron para mucho, si lo primero que hizo el mayor en cuanto entraron en ese lugar fue bajarle los pantalones y hundirse entre sus piernas, y él no era nadie para negarse a eso, aunque debía admitir que le daba algo de pena que el otro esperara el favor de regreso, no tenia ni la más mínima idea de cómo hacer una mamada y sus nervios estaban tan a flor de piel que apenas y recordaba en que lugar se encontraba.

Pero también, como ya era de esperar, el mayor dedujo sus pensamientos y no le pidió ese favor a cambio. Por ahora.

—¿Podemos continuar? —susurró sugerentemente en su oído una vez que cortaron el beso.

Nuevamente no sabía a qué se refería. ¿Continuar? No era un experto en el tema y mucho menos se había puesto a investigar sobre eso, pero… ¿Continuar? ¿Cómo tienen sexo los hombres…?

¿¡Eso era un dedo en su trasero!?

—O… Oye, ¡espera! ¿Qué demo-…? —la boca del mayor atrapó de nuevo la suya, callándole mientras continuaba con su labor.

Un húmedo dedo se adentró en su cuerpo, hurgando en ese lugar tan oculto al mundo y hasta de él mismo. Jamás había imaginado algo como eso. Aventurado, dirigió una de sus manos al miembro de Steven, el cual estaba duro, palpitante… y enorme. Muy grande. ¡Demasiado! ¿Cómo pretendía meter eso en ese lugar? ¡Imposible!

Pero ninguna de sus protestas podía salir de su boca, la cual estaba lo suficientemente ocupada siendo explorada por la lengua del otro, luchando con la suya propia, mordiendo sus labios delicadamente. Era tan húmedo y excitante, que olvidó el hecho de que ya eran dos dedos dentro de su cuerpo y que el mayor no tenía ninguna intención de parar en ningún momento.

Y decidió no pensar. No tenía tiempo para inseguridades. Ya estaba ahí, ¿no? Era un mal momento para echarse para atrás, y siendo sincero, realmente no quería dejar de sentir todas esas sensaciones.
Su hermano tardaría un rato más, y aunque él se retrasara, podía esperar.

El mayor se complació al sentir por fin como se relajaba el otro, entregándose completamente a sus caricias, al beso y a todo lo que conllevaba eso.

Observó lo incómodo de la posición; James contra la pared, sin pantalones, con la camisa un poco levantada dejando ver su vientre plano y fino, el cual se le antojaba recorrer con su lengua. Una de sus piernas entrelazada a su espalda, dándole acceso a ese lugar húmedo y estrecho. ¡Cómo se notaba que era su primera vez! Y ni sus réplicas y quejidos le detendrían. Así que, queriendo disfrutar un poco más, recostó al otro en el suelo, posándose sobre él sin llegar a aplastarlo o sin abandonar su labor con los dedos. Se moría por entrar de una vez en él, pero igualmente no quería lastimarle, era lo que menos pretendía. Quería que el otro disfrutara tanto como él lo estaba haciendo, con cada gemido, sus jadeos y la respiración entrecortada le estaban provocando, casi correrse. ¡Y esa mano sobre la tela de su pantalón...! Sentía la mano del menor acariciarle de abajo hacía arriba, una y otra vez. Tenía que prepararlo rápido o se le iría la emoción en el orgasmo. Aunque viendo el miembro del otro, nuevamente alzado y sin pudor, a pesar de ya haber eyaculado una vez, sabía que tenía mucho que dar aún. Ese joven era simplemente excepcional.

Una vez tomado una posición más cómoda, él entre las piernas de James, las cuales le rodeaban cintura, comenzó un lento recorrido desde su boca, bajando por el cuello donde dejó su marca, hasta bajar por la tela de su camisa, la cual no impidió que disfrutara de sus pezones erectos, chupando y mordiendo hasta dejar húmeda la tela. Continuó bajando hasta perderse en el vientre, donde lamió a su gusto el ombligo, escuchando una risa ahogada que se confundía con los gemidos del rubio. Era una melodía tan bella, mejor que cualquiera de las mujeres con las que había estado hasta el momento, mucho mejor. Más puro, más inocente. Suave y grácil que aún así conservaba la masculinidad de todo hombre. Era simplemente perfecto. Perfecto para él.

Introdujo un tercer dedo dentro de su ano, al tiempo que volvía a lamer todo su miembro y no supo si ese quejido fue un gemido de placer o de dolor. ¿Quizá mezclado? No lo sabía, pero le gustaba ese sonido, por lo cual continuó succionando su glande, mientras adentraba todo lo que podía sus dedos, para sacarlos nuevamente. Adentro y afuera, simulando una penetración. Le fascinó darse cuenta de que el de ojos verdes estaba prácticamente delirando de placer. Porque así era, James sentía que el dolor no existía en ese movimiento tan sugerente de los dedos, o la lengua recorrer a lo largo de su miembro. Es más, ¡en ese momento no sabía ni quien era el o que hacía ahí, solo sabía que necesitaba que esas caricias continuaran o terminaría al borde de la locura!
Por lo cual, dispuesto a acelerar las cosas, el castaño sacó sus dedos, obteniendo una protesta que calló con sus labios, mientras sus dos manos se encargaban de ese molesto pantalón que llevaba ese día.

—Respira hondo —le sugirió al oído, por fin liberando su dolorosa erección y restregarla en la entrada de James—. Inhala y exhala. Despacio, una y otra vez —continuó con sus susurros, notando como el rubio le hacía caso y se relajaba lentamente, soltando jadeos ahogados cada vez que rozaba con su miembro su entrada.

Sin previo aviso y de una sola estocada se introdujo en su interior, donde la estrechez del menor le recibió con un placentero apretón que estuvo apunto de hacerle correrse. Besó sus labios para callar el grito que pugnaba por salir al sentir como algo tan grande le invadía.

Los dos se mantuvieron quietos un momento, respirando irregularmente por toda la excitación que recorría sus cuerpos. Steven se contenía para no comenzar a arremeter con fuerza ese pequeño cuerpo que le estaba volviendo loco, y por su parte, James hacía todo lo posible por ignorar ese punzante dolor que se extendía por toda su columna vertebral, como una corriente eléctrica que iba directamente a su cerebro, donde el placer y el dolor eran uno solo y no sabía por cual de los dos se debían las lágrimas que salían de sus ojos, perdiéndose en sus mejillas hasta acabar en el suelo.

El mayor comenzó a moverse lentamente hacía fuera, dejando que el otro sintiera la extensión de su miembro, que supiera qué era lo que estaba dentro de él y le haría ver las estrellas de una sola estocada, la cual dio rápidamente, adentrándose de nuevo en su cuerpo hasta rozar su próstata y hacerle gemir fuertemente. No les preocupaba ser descubiertos, solo querían sentir más de ese calor que se otorgaban mutuamente, mientras continuaba entrando y saliendo a un ritmo más rápido, más frenético y casi salvaje, solo para escuchar los fuertes jadeos que daba el menor, los cuales casi se convertían en gritos conforme la velocidad aumentaba. El castaño solo ahogaba sus propios sonidos en el cuello del otro, bañando con su aliento su cuello, mientras James gemía su nombre en su oído. Un completo sueño.

Continuó con sus embestidas, siendo acompañado por el menor, el cual movía sus caderas a un ritmo acompasado, para que los dos se unieran y desprendieran de tal manera que gozaban juntos y a su ritmo. Rápido, lento, bajando y subiendo conforme la situación se diera, atrasando el final. No querían terminar, pensarlo les daba pánico, si algo deseaban en ese momento, es que eso durara para siempre, que el tiempo se detuviera y jamás separarse.

Pero no podían. El plazo del recorrido del menor casi terminaba y no podían durar mucho más, por lo cual tuvieron que acelerar las cosas. La penetración se volvió más rápida, más intensa y profunda, al tiempo que Steven tomaba el miembro del rubio con una de sus manos y comenzaba a masturbarle al mismo ritmo de sus embestidas.

No duraron mucho más. El primero en terminar fue James, quien puso su mano sobre la cabeza de su miembro para no manchar su ropa. Pero fue tan intenso el momento que terminó tensando todo su cuerpo, contrayendo su entrada, la cual le provocó un placer delirante al mayor, quien terminó dentro del rubio, sin reaccionar a tiempo para sacarlo.

Nuevamente se quedaron quietos, expectantes. Tratando de regular su respiración y coordinar sus pensamientos de manera coherente.

El castaño salió del cuerpo del menor, ganando un quejido por parte de éste, que se le antojó tan sensual, que si no fuera por el hecho de que su hermano no tardaría en ir a buscarlo, volvería a penetrarlo nuevamente. Pero acudió a su autocontrol, pensando ilusionado en una “próxima” vez.

James, por su parte, trataba de recordar cómo se respiraba. Con sus ojos cerrados y aún tendido en el suelo, sintió como el mayor se alejaba de su cuerpo, dejándole con en extraño vacío y la sensación de que el lugar era demasiado frío.
Abrió los ojos, observando cómo el otro rebuscaba entre las cosas que había por ahí, hasta dar con un par de toallas.

—Si haces tus prácticas ya… Me pregunto... ¿Qué edad tienes? —justo al terminar la pregunta, sintió que era lo más estúpido que podía preguntarle a alguien después de tener sexo. Por lo menos no le estaba preguntando su nombre.

—Tengo veinte, cumpliré veintiuno el mes próximo —contestó con una sonrisa, como si no le molestara en lo más mínimo que eso fuera lo primero que le dijera—. ¿Tú tienes unos…? —Meditó un poco al verlo nuevamente de pies a cabeza, una vez que James se levantó—. ¿17? Es difícil saberlo —soltó una risa ligera, al tiempo que limpiaba la mano del menor con una de las toallas, para después desplazarla hasta su entrada, la cual aun goteaba parte de su semen.

—Te… Tengo 16… —respondió abochornado por lo bizarro de la situación, y también disfrutando de la caricia—. 17 en tres meses… —agregó una vez que terminara de limpiarle y le diera sus pantalones.

—Vaya, ahora me siento como un pervertido —comentó divertido, volviéndole a besar con intensidad.

Ese beso a James le supo a despedida, pero aun así lo disfruto con gusto, perdiéndose en el sabor de su boca, la cual ya tenía varios sabores entremezclados, pero aun así le seguía fascinando tanto como el primero.

—Pues no parece que eso sea cierto —dijo una vez que se separaron, viéndose a los ojos.

—No realmente… —contestó en un susurró el mayor, perdiéndose en esos enormes ojos verdes—. ¿Y qué? Tengo derecho a un próximo encuentro —sonrió divertido al ver el furioso sonrojo que se instaló en el rostro del rubio—. Tendré prácticas hasta fin de semestre, así que estaré por aquí un buen tiempo, aunque viendo lo mucho que disfrutas del acuario... —agregó lo último con sarcasmo—. ¿Puedes darme tu número de celular? —le acercó, con movimientos seductores, una pluma y papel.

James sonrió como hace mucho no lo hacía, y Steven supo que si enojado era lindo, sonriendo era encantador.

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—¿Dónde estabas? —fue lo primero que dijo su hermano menor al verle.

—Fui al baño —contestó con simpleza.

—Bueno —tragó sin más la mentira del mayor, ignorando un poco el aspecto desarreglado que traía—. ¡Fue genial! Nos contaron muchas cosas sobre los peces, la forma de vida de las diferentes especies, la forma de reproducción de cada uno... ¡Simplemente genial! —exclamó con júbilo mientras los dos caminaban hacia la salida.

—Sí, sí, fascinante —continuaba ignorándole, con su misma cara de fastidio.

Mientras el menor continuaba con sus explicaciones y demás sobre el recorrido, perdió su vista a lo lejos, hasta ver a un joven castaño que alimentaba a unos de los tantos animales que ahí se encontraban y sonrió tenuemente, apretando su celular en el bolsillo y también a modo de respuesta a la sonrisa que el otro le dirigía.

No fue un mal día después de todo, y puede que volver varias veces no sea tan malo.

—Oye, James —su hermano llamó de nuevo su atención—. Si los animales tienen diferentes formas de reproducción, ¿los humanos también? —preguntó con la inocencia que solo un niño tiene.

—Deja de hacerme tantas preguntas, Sam. Si tanto te interesa pregúntale a tu madre —un fuerte sonrojo se instaló nuevamente en sus mejillas.

—¡Más respeto! También es tu madre —reprochó el menor.

Pero James ya no escuchó. No sabía si los humanos se podían reproducir de otra manera que no fuera hombre-mujer. Pero por lo menos, él podía divertirse intentándolo con ese guapo hombre... que le llamaría la próxima semana.

Notas finales:

Y así termina xD ale! Jamás había escrito algo tan rápido en mi vida, siempre tardo una semana y esto salio en tres días -Si, si, soy lenta- pero es un record para mi.

Ya esta la version corregida por mi beta temporal Nee-arisu ;D Gracias!


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