Feeling Good
Resulto que Mello San no había muerto en la azotea del edificio destartalado donde vivía. El rubio que la mamaba como nadie lo encontro tirado echando espuma de la boca como Tigre herido. El Tigre no estaba herido, se había metido más heroína que tres junkys juntos en epoca de abundancia. Tenía una sobredosis y el mundo se colapsaba en un atardecer lleno de sol que se desvivia por iluminar a los dos rubiecitos que estaba en la azotea, uno inconciente y el otro desesperadamente furioso.
Cuando llegaron al hospital, el Tigre iba practicamente muerto y en sus oidos aún resonaba la aterciopelada voz del Dios Bowie y sus Héroes. Urgencias al anochecer es un show digno del más exigente de los seguidores del Gore, heridos de bala, mutilados, drogadictos, abortos, San. El rubio que ahora ya no estaba furioso si no inmensamente triste vió como se llevaban al imbecil del otro muerto y con animos de no regresar.
Lo revivieron despues de cuatro choques directos al corazón, directos porque le abrieron el pecho ya que ni el agua salina en su sangre le ayudo. El Tigre estaba vivo. Y podía ser un Héroe de nuevo. Cuando desperto lo primero que hizo fue sonreirle a los medicos y saludarlos como si nada. Genio y figura... hasta la sepultura. O no.
Seis meses en rehabilitación, obligatoria por supuesto, una vida tranquila en una casa frente al mar, en la costa más lejana del mundo, donde por las mañana hacia frio, por las tardes llovia y por las noches la nieve llenaba la arena humeda por las olas bravas del mar que era constante vecino.
Era feliz... o al menos eso parecía.
Las noches se lidiaban entre disputas que luego eran arregladas en el campo de batalla preferido del Tigre, la cama. El rubio que la mamaba como nadie no aceptaba caricias sin antes una batalla de palabras o golpes, una presa digna para tal cazador... Las sonrisas se hacian humedas dentro de las sabanas. El silencio interrumpido por el mar era el unico competidor a los gritos e insultos, y más tarde a los jadeos apagados y llenos de furia contenida. La cicatriz del pecho se habia curado dejando un zurco de piel nueva a lo largo de su pecho, atravezandolo con brusquedad y casi odio. Que más daba, heridas van heridas vienen, y las cicatrices le recordaban que el pasado era real. Ambos cuerpos ya se conocían a la perfección, sabian los lugares exactos para besar, lamer, morder... quien entraba en quien era asunto de segundos planos, el hecho de estar unidos era lo que importaba. Los jadeos se tornaban en gemidos, en llamados queditos, flojos, fuertes, gritos. Las espaldas arañadas, la sangre recorriendo las curvas de sus muslos, brotando delicadamente y en silencio de las uñas incrustadas en las pieles ajenas.
Eso no era hacer el amor, el amor era una cosa de niños estupidos, eso no era follar, te follas a las putas. Aquello era reinventar acciones, palabras, hechos. Era coger, follar, hacer el amor, todo... todo pero más grande, mas profundo, mas delicioso.
El Tigre se tensaba, penetraba una y otra vez, el rubiecito gemia, gritaba, lloraba, recibia.
El Tigre se corria dentro, tenso, duro, silencioso...
El Rubio lo hacia a gritos, a temblores, a "te amo" abiertos, a felicidad prolongada.
Aquello era amor. Era sentirse bien. Y el mundo podia caerse. A la casa en la orilla del mar poco le importaba.
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