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In Our Bedroom After the War por GirlOfSummer

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Notas del fanfic:

Borré el otro fic que comencé a publicar porque me faltaba ese angst del que no me puedo desligar, y escuchando viejos discos del grupo Stars, se me ocurrió esta loca historia que ya había estado rondando mi cabeza, pero no la había aterrizado. No va a ser una historia larga, pero tiene a mi clásico protagonista... todo emo, jaja, espero lean y disfruten :]

Notas del capitulo: Primer capítulo, conocemos al nuestro protagonista y el problemón en el que está a punto de meterse...

In Our Bedroom After the War

1. The Beginning After the End

Estaba deprimido, siempre lo estaba de todos modos. Debía ahogar las penas de bourbon, por desgracia, sus penas hacía mucho que habían aprendido a nadar. Había música, algún tipo de rock olvidado, de ese que no llega al número uno en las listas de popularidad pero que trasciende más allá. Pero no estaba poniendo atención, lo único que ocupaba su mente era el fracaso, la decepción, la pérdida. Porque los triunfos están ahí hasta que alguien los echa a perder, los fracasos se quedan para siempre. Era un perdedor.

No era fácil ser escritor, uno desconocido y sin éxito, y era mucho más difícil si acababa de salir del closet. Eligió el peor momento, justo cuando una casa editorial estaba por aceptar su novela, su ópera prima, al saberse todo nadie más quiso saber de él, ni su familia. Sabía que debía sentirse feliz, porque por vez primera sería él, completamente él, sin ataduras, sin máscaras, sin embargo, simplemente se sentía decepcionado, y triste…. claro.

Se escondía y refugiaba entre las sombras del bar, su rostro cubierto por una barba descuidada de tres días sin rasurarse y sus ojos negros eran más negros en la obscuridad, el cabello le caía en mechones azabache, sucio y disparejo.

Comenzó a sentir la nausea de la ebriedad, su respiración se agitó y miró el vaso vacío, ¿qué sería?, ¿su séptima u octava copa que bebía casi de un solo trago?, trató de ponerse en pie pero casi cae y logró sostenerse del banco que ocupaba y de lo que parecía un brazo. Alzó la mirada y vio a un chico joven quien se estaba ofreciendo para ayudarlo.

-Lo siento –dijo con voz ronca-, gracias –intentó en vano enderezarse otra vez.

-No te ves bien –el joven puntualizó y sonrió de lado.

-No estoy bien –confesó muy quedo.

El joven borró aquella sonrisa pero no dejaba de verlo. No era guapo, nariz grande, ojeras pronunciadas, y se veía que no sonreía a menudo; sin embargo había algo, algo triste y encantador en él, un pesimismo dulce dibujado en sus ojos apagados como carboncillos y encendidos como brazas.

-Me llamo Andrés –se presentó el joven, de ojos grandes y radiantes, verdes y llenos de luz, cabello castaño claro, algo cobrizo, como la arena de un desierto muy antiguo que se ha quemado por siglos bajo el sol.

El otro lo miró intrigado, de pronto su estado etílico pasó a segundo plano.

-Hugo… -pausó-, me llamo Hugo.

Al escuchar aquel nombre, Andrés sonrió y se sentó junto al banco que el otro había estado ocupando, Hugo lo imitó y pidió dos copas más.

-Espero que te guste el bourbon.

Andrés sonrió ante aquel sujeto desgarbado y que lucía casi sin esperanza. Charlaron largo y tendido, Hugo dijo ser un escritor fracasado, Andrés simplemente dijo “tener negocios”. Pronto dieron las 2 y las 3 de la mañana, era hora de irse.

-Un gusto haber platicado contigo–más sobrio, Hugo se puso de pie.

-¿A dónde vas?

-A casa, ¿a dónde más? –el escritor sacó un cigarrillo, lo puso en su boca pero no lo encendió.

-No, claro que no, no en ese estado-, advirtió Andrés –yo te llevo –pausó-, claro, si confías en mi.

Hugo sopesó la situación, no tenía realmente nada que perder, si llegaba a salvo a su casa, le agradecería a ese chico infinitamente, si era un psicópata y lo mataba, tal vez también estaría agradecido pues su vida ya no valía un centavo. Aceptó.

Prendió el cigarrillo una vez fuera del bar y ambos subieron a un viejo Oldsmobile Cutlass 85 negro, el auto de Andrés.

Las luces de la ciudad pasaban ante Hugo como ráfagas de lo que fue y pudo ser, de sus sueños hechos trizas, de sus esperanzas aplastadas, de su soledad que se anidaba en su corazón y dolía y mataba.

Una luz roja los hizo detenerse, Andrés miró a ambos lados, considerando la hora podía saltarse aquel semáforo, sin embargo vio tráileres de doble remolque venir a toda velocidad y aguardó. Hugo se giró para mirarlo, era como mirar algo totalmente contrario a él, ese chico era luminoso y alegre y contagiaba su ánimo. Los ojos verdes del conductor se encontraron con los negros del copiloto.

El claxon imponente de uno de esos vehículos de carga resonó en las calles como anunciando que nadie se metiera en su camino, y el Cutlass negro era el único otro auto ahí que se zarandeaba un poco ante la fuerza de los mastodontes de más de 6 ejes. Andrés se inclinó un poco hacia Hugo y éste sin dudarlo lo tomó de la nuca y de la mano que estaba sobre la palanca de velocidades y lo besó.

Primero fue lento y tímido, un beso casto en los labios, pero poco a poco Andrés cedió y abrió la boca para dejar entrar a Hugo. Al separarse notaron la luz verde parpadeando, se habían estado besando por un “siga” completo.

-Lo siento… -yo… -Hugo trató de hilar ideas pero no pudo.

-Shhh –Andrés lo cayó con un beso breve.

Después todo pasó muy rápido. Hugo estaba en un lugar desconocido, el apartamento de Andrés, no logró distinguirlo bien, estaba muy concentrado en el chico de ojos verdes.

A sus 30 años, sólo ahora que era libre, Hugo podía disfrutar del sexo como lo estaba haciendo esa noche, y a pesar de su juventud, Andrés parecía tener bastante experiencia.

Escuchó reír a Andrés con dulzura mientras se besaban y se desprendían de su ropa.

-¿Qué?

-Me hace cosquillas tu barba –confesó.

Como reflejo inevitable, Hugo sonrió, era raro que lo hiciera pero aquel comentario ingenuo y juguetón le arrancó una sonrisa sincera.

La noche, o lo que restaba de ella, se fue como el agua que corre por un río. En calma y con algo de belleza intrínseca, con cauces rápidos y tranquilos tramos. Hugo se sintió bien después de no haberse sentido así por mucho tiempo, y aunque probablemente lo que acababa de suceder era cosa de una sola noche, como lo había vaticinado, estaría agradecido con Andrés por siempre.

Poco a poco fue cerrando los ojos, agotado mientras los ojos verdes del otro lo miraban soñadores. Se quedó dormido y se sintió navegando en una nube, tan lleno de paz y por fin entendiendo que la vida no podía ser tan desastrosa, creyendo en una sarta de tonterías como que Dios lo había colocado en aquel bar para que conociera a Andrés.

Durante la madrugada, el dueño de aquella casa se puso de pie, Hugo lo sintió moverse y gruñó un poco.

-Voy por el periódico –le anunció antes de besarle la sien y finalmente dejó la habitación y luego el apartamento.

***

Parecía que Andrés le acababa de anunciar que iba por el periódico. Hugo despertó al medio día y al abrir los ojos lo primero que vio al lado de la cama fue un rostro redondo y algo pálido, de ojos verdes y cabello castaño, con pequeña nariz respingada y con el cabello alborotado. Un niño, ¡un niño!

-¿Y mi papi? –cuando vio que el sujeto abría los ojos, el infante se atrevió a preguntar.

El intruso se trató de incorporar, tenía algo de resaca y estaba cansado por la sesión de sexo de aquella noche, sólo consiguió recargarse sobre sus codos en el colchón.

-¿Tu---tu padre?

El niño asintió, lo observó con detenimiento, no sobrepasaba los 5 años, sus ojos grandes podían chantajear a cualquiera y aunque era delgado, se veía sano, quienes quiera que fueran sus padres, se notaba que lo cuidaban bien, estaba limpio y su mirada destellaba suspicacia e inteligencia. Con una mano sostenía torpemente un perro café de peluche algo descocido y sucio.

-¿Cómo te llamas? –el adulto quiso sentarse en la cama pero recordó que estaba desnudo y prefirió mantenerse en su misma posición, con la sábana tapando sabiamente del ombligo para abajo.

-Andrés –el chiquillo era poco tímido y respondió al instante.

Hugo abrió los ojos con sorpresa. Los ojos de ese niño, verdes e intensos, por supuesto, eran los de ese otro Andrés, el del bar, el que le correspondió besos y caricias. Su mente voló, desde pensar que era un extraño juego tétrico, hasta creer que posiblemente se había atrevido a meterse a la casa de un hombre casado y hasta con hijos.

-¿Y mi papi? –el niño insistió.

-No sé –Hugo aún no era capaz de salir de su shock.

Hubo silencio, el niño miraba inquisitivamente al adulto que de pronto se sintió expuesto ante esos ojos acusadores. ¿Qué podía hacer?, él no sabía dónde podría estar el padre de ese mocosos, que suponía, era Andrés el adulto.

-Sal un momento –finalmente el escritor en ciernes pidió al niño, le habló con un tono y una elección de vocabulario más propia para tratar con adultos, pero Hugo tenía experiencia nula con niños, más tan pequeños.

Sin embargo, el pequeño Andrés obedeció y arrastrando a su perro de juguete, salió de la habitación y cerró tras de sí. Hugo se puso de pie y se vistió a velocidad récord, luego abrió la puerta de la habitación, el chiquillo estaba ahí afuera esperándolo.

Se puso en cuclillas para mirarlo a los ojos.

-¿Tu papá es Andrés? –sonó estúpido, pero quería confirmarlo, el niño asintió como obviando esa parte-, muy bien… ¿y tu mamá? –el chiquillo tardó unos segundos en reaccionar y luego se encogió de hombros.

Hugo se puso de pie y suspiró, miró hacia abajo a Andrés que lo veía con ojos bien abiertos y expectantes.

-Así que no vives con tu mamá… -dijo más para sí mismo-, ¿sabes cómo se llama ella?

El niño negó efusivamente con la cabeza.

-Sólo vivo con mi papi –finalmente respondió.

El adulto asintió y se quedó estático, sin saber qué hacer. Debía buscar al padre del niño, desde luego, pero había salido al amanecer por el periódico y era la hora que no aparecía, había pasado 6 horas y supuso lo peor.

-Quédate aquí –ordenó, de nuevo no sabiendo cómo lidiar con una criatura tan joven-, regresaré con tu padre –y sin esperar respuesta y sólo esperando que el niño obedeciera, Hugo salió del apartamento.

Al salir a la calle, miró el barrio, una colonia popular colorida, ajetreada y de tinte viejo. Miró a ambos lados, en esa cuadra, en cada esquina había un puesto de periódicos, Andrés no tenía por qué haber ido más lejos. Caminó a su izquierda y preguntó a la mujer que atendía aquel puesto, dijo no haber recibido la visita del hombre que vivía en “aquel apartamento”, se dirigió al otro puesto.

-Buenos días…

-Tardes –corrigió el hombre calvo que atendía con un tono gruñón.

-Buenas tardes –Hugo rió nerviosamente-, disculpe… esta mañana vino por el periódico el hombre que vive en aquel apartamento –y señaló el edificio a mitad de la cuadra, justo el tercer piso.

-Sí –refunfuñó el hombre.

Hugo esperaba mayor explicación que suspiró, suponiendo que tendría que sacarle información a ese hombre.

-Después de venir aquí, ¿lo vio irse a algún otro lado?

El vocero calvo miró fulminante a Hugo, acomodó unas revistas y luego, sin mirarlo a los ojos respondió:

-Deje de hacer preguntas, Don Andrés andaba metido en cosas raras… -pausó para darle la espalda y cambiar azarosamente de lugar algunas revistas porno que estaban al fondo de su puesto-, estaba comprando el periódico cuando dos hombres se lo llevaron.

Sin esperarlo, el tipo le aventó una edición del diario de ese día, Hugo reaccionó a tiempo y logró atraparlo en su regazo para luego mirar con duda al otro.

-Ni siquiera se pudo llevar el periódico –le dijo-, pero ya lo pagó, déselo si es que aún está vivo.

Hugo casi cae de la impresión, estrujó el pedazo de papel con tinta contra su pecho, ¿vivo?... ¿pero cómo?, ¿en qué demonios se había metido?, luego pensó en el niño, que sólo tenía a su padre.

Con aquel sabor amargo regresó al apartamento, Andrés (niño) estaba en suelo de la pequeña sala jugando con unos muñecos de plástico descoloridos, al escuchar que alguien tocaba a la puerta se puso de pie alegremente, esperando ver del otro lado a su papá. Pero sólo era aquel desconocido y la decepción se dibujó en su mirada.

-¿Y mi papi? –la insistente pregunta nuevamente.

¿Cómo le iba a decir que su padre estaba desaparecido y posiblemente muerto?, Hugo se sentó en el comedor de cuatro plazas y sobre la mesa dejó el periódico.

-Aquí lo vamos a esperar –susurró el adulto mirando los encabezados del diario, aunque para él eran tan sólo letras que danzaban.

El niño se tumbó en el piso nuevamente y siguió jugando. Después de un rato de meditar, Hugo comenzó a leer el periódico, eso le ayudaría a matar el tiempo, con la esperanza que en cualquier momento Andrés regresara y que todo aquello acabara bien.

-Tengo hambre –una vocecita lo distrajo de su lectura, giró la vista y el pequeño Andrés estaba recargado sobre su pierna y lo miraba con grandes ojos puros.

Claro que tenía hambre, ni siquiera había desayunado y ahora era la hora de la comida. Hugo vivía solo, por lo tanto sabía cocinar, se dirigió a la cocina y rápidamente le preparó algo sencillo, un huevo revuelto con jamón.

-Espero que te guste -dispuso el plato sobre la mesa.

El niño corrió y se sentó muy correcto, haciendo lo mismo con su perro de peluche, al cual sentó en otra silla como si fuera otro comensal. Mientras Andrés comía, Hugo pensó que sería bueno revisar la casa, tratando de encontrar alguna posible pista sobre el paradero del dueño de la casa.

La cocina era pequeña y aunque estaba bien amueblada y con el refrigerador lleno, no había nada más interesante ahí, la habitación del niño era la típica habitación de un niño, algo desordenada, con muchos juguetes y motivos coloridos en las paredes, sin embargo notó que un niño que viviera en ese barrio no podía tener 3 tipos diferentes de consolas de videojuegos, una televisión plana para jugar con ellos y una cama en forma de Ferrari como Andrés hijo las tenía, fue ahí cuando las cosas se pusieron interesante para la naturaleza curiosa de escritor de Hugo.

La habitación de Andrés padre ya la conocía, aunque buscó en el armario y algunos cajones. En el closet encontró unas cuatro maletas de piel, se atrevió a abrir una y estaba repleta de dólares, asustado la cerró y luego el closet. Al abrir el cajón encontró una pistola semiautomática M95, y más asustado de lo que ya estaba lo cerró y regresó al comedor donde el niño terminaba de comer.

Caminó a la ventana que daba a la calle y en la acera de enfrente estaba estacionado el Cutlass negro, comenzó a creer que la casa humilde y el auto viejo no eran más que una fachada de algo mucho más turbio.

Hugo y el niño aguardaron… y aguardaron. La noche cayó y como era de suponerse, Andrés no regresó. El escritor miró al chiquillo, ¿qué iba a hacer con él?, definitivamente su padre andaba metido en negocios poco o nada legales, y el apartamento estaba lleno de dinero (mal habido, suponía Hugo) y hasta de armas, esa casa era el lugar más inseguro en la tierra para el niño. Pero tampoco estaba seguro de llevárselo a su propio apartamento, no era nada de él, tal vez podría dejarlo en alguna institución o con algún pariente.

-Niño… Andrés –definitivamente llevárselo no era una opción, ni siquiera sabía cómo dirigirse a él-, entiendo que no sabes nada sobre tu madre, pero debes tener tíos o algo… ¿no? –le hablaba con una crudeza que tal vez ni a un adulto le sentaría bien.

Sin embargo el niño no se inmutó ante la referencia de su falta de progenitora.

-No –contestó –mi papi y yo siempre hacíamos todo nosotros solos.

Eso sí era un problema, Hugo se talló la frente con una mano, cansado y preocupado. Pensando, pensando, tratando de encontrar una solución.

-¿Mi papi no va a regresar? –el niño preguntó de pronto.

-No hoy –mintió el adulto, quería estar seguro del paradero de Andrés padre para poder decirle un veredicto final.

En el rostro del chiquillo se dibujo tristeza y sus ojos verdes brillaron por el llanto contenido.

-¿Me voy a quedar solito? –comenzó a llorar-, me da miedo…

-No, no… -definitivamente el llanto de un niño pequeño era el epítome de la incomodidad para Hugo-, ¿te quieres ir conmigo?, soy amigo de tu padre… -trató de consolarlo, aunque no se atrevía a tocarlo. Era un niño ajeno y lucía tan frágil.

Andrés se talló los ojos y ciñó a su perro de peluche contra su cuerpo tembloroso.

-¿Me cuidarías hasta que mi papi regrese?

-Sí… -Hugo suspiró-, creo… -dijo inseguro.

Después, ayudó al niño a que tomara un par de cosas, el pequeño le dijo donde había un repuesto de las llaves del apartamento que Hugo tomó para regresar y monitorear si había rastro de Andrés padre.

Al salir a la calle, Hugo decidió que debía caminar a alguna avenida para tomar un taxi, supuso que el mocoso lo seguiría, así que comenzó a caminar, sin embargo, el pequeño simplemente lo tomó de la mano, como suponía hacia con su padre y sin protestar ambos caminaron. Hugo tragó grueso, sabía que se había metido en un lío… en un lío grande.


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