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3 de Septiembre por NaomiChan

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Tres de septiembre; el sol brillaba con una intensidad mediocre, pero iluminaba el rostro de los transeúntes y alegraba la concurrida avenida.
El día comenzaba con normalidad y miles de cabezas se veían caminar hacia sus trabajos, Daniel, instalado en el único asiento de la amplia juguetería esperaba a algún cliente, sabia de sobra que nadie iría a las 8 y treinta de la mañana a comprar un juguete pero él era responsable en su trabajo.
Las horas pasaban y las canciones de su mp3 se agotaban, el calor empezaba a entrar y aún, cerca de las dos de la tarde, nadie entraba a comprar algo o simplemente a mirar, era aburridísimo estar sentado sin hacer nada, pero la paga era buena.
- Mi querido Daniel ¿Qué tal tú día? - Un señor de panza grande, bigotes, poco pelo peinado hacia un lado y una sonrisa que alegraba a cualquiera llegó de improviso a la tienda.
- ¡Jefe! Hola… eeh…, si, usted sabe… como siempre no más - Sonrió nervioso, ese hombre lo mataría de un infarto si seguía llegando de un momento a otro abriendo las puertas tan bruscamente.
- Te tengo una muy buena noticia… - Sonrió con autosuficiencia, como si huera hecho el mejor trato de su vida - Tengo un ahijado que necesita empleo - Me va a correr… pensó Dan - Y como tú estás tan solo aquí, se me ocurrió ponerlos a trabajar juntos ¿Qué te parece? - De nuevo esa sonrisita autosuficiente - Ven, ven - susurró mirando hacia la puerta de entrada. De repente una estela de luz apareció y entre eso un joven de cabellos rubios y labios gruesos apareció, sonriendo bobamente, nervioso y con las mejillas ligeramente sonrojadas.
- Hola - Saludó, mirando hacia el suelo
- Hola - Respondió Dan, anonadado y curioso, el chico se veía muy pequeño, tal vez unos 18 años podría tener
- Bien, los dejo que se conozcan ¡Adiós! - Agitó una mano y salió precipitadamente, el silencio se hizo presente y Daniel sin saber que decir solo se dedicó por unos segundos eternos a observar detenidamente a su nuevo y único colega.
- Me llamo Daniel - Le miró a los ojos, pero el chico le rehuía y miraba, como maravillado, hacia el suelo - ¿Qué edad tienes?
- Dieciocho, y me llamo Jeremie… - Y el silencio volvió a reinar sobre el local, Dan sonreía casi socarronamente mirando al jovencito; se notaba tan frágil e inocente, sus labios gruesos eran pálidos, su piel tan blanca que se alcanzaban a lucir sus venas, sus ojos grandes y verde aguados acompañados de pestañas largas y encorvadas le daban el toque final para que pareciera una verdadera muñequita de colección, sin tomar en cuenta su cabello, que lo tenía un poco más largo de lo normal en un varón, se enroscaba en sus puntas resaltando así aún más su brillantez y color. Después de mirarlo tantos minutos cayó en cuenta de que las mejillas de Jeremie se habían encendido de vergüenza.
No supo que decir… Lo siento tal vez, ó No te miraba, solo pensaba. Pero calló, y se sentó en la sillita detrás del mesón, invitando a Jeremie a sentarse también.
- Gracias - Dijo bajito, y se sentó en una caja resistente, justo al lado de Dan.
- ¿Y? ¿Viniste porque querías o te obligaron? - Sentía la obligación de llevar el hilo de la conversación al ser “más grande” que Jeremie.
- Un poco de los dos; necesitaba el dinero, por lo que quise venir, y es como una regla de mi padrino trabajar en alguno de sus locales, y allí es obligación… - Tres segundos de silencio - ¿Y tú?
- Pues… creo que también es de los dos, vivo solo, me mantengo solo, necesitaba mucho el dinero y es mi obligación pagar la renta de mi apartamento - Sonrió, y Jeremie también; al menos las relaciones ya no estaban tan tensas.
Los días pasaban y era como si el tiempo se hubiese detenido; desde que se conocieron tuvieron esa conexión que solo existe una vez en la vida; aunque eran casi completamente diferentes en todo aspecto, tenía la sensación de ser como dos piezas de un rompecabezas, dos piezas que si no estaban juntas no cabían en otro lado, diferentes pero iguales, no se cansaban de la agradable compañía del otro; a veces, cuando el silencio se presentaba las miradas indiscretas viajaban de norte a sur, era como si fueran cargadas de murmullos incomprensibles, pero murmullos apacibles, delicados; en cambio otras veces, era como si no pudieran parar de hablar, de contar cada detalle de su vida, no, en realidad cada detalle no, Dan se guardó para sí mismo el gran secreto que le había hecho tanto daño en las carreras del amor, y por esa razón sentía la culpabilidad que le apresaba una parte del corazón, no tenía la certeza de que Jeremie lo aceptara completamente, pero algo le gritaba que se confesara, que se desahogara…
Tres meses y cinco días, y parecían conocerse al pie de la letra, pero Dan y su remordimiento dieron un paso adelante para lanzarse al despliegue de la verdad completa.
- ¿Eres homofóbico? - Tenia que preguntar.
- No - Respondió casi automáticamente, mirándole con curiosidad y preocupación.
- Entonces ¿Te importa si te digo que soy homosexual? - Fue una pregunta combinada con una confesión, no como tenía planeado hacerlo: un discurso de horas; todo se le olvido en el instante de mirarle el rostro ruborizado por el calor y sus ojos brillantes, anhelantes de algo que aun no lograba discernir, acompañados de esa boquita incitante.
- Creo que… no - Y la conversación pareció acabar allí, la impresión de Daniel era notable, no podía articular palabra y su rostro estaba descompaginado, Jeremie por otro lado, tenía una sonrisilla tan irónicamente traviesa - ¿Acaso lo eres? - Preguntó Jeremie, con aire inocente, mirándole, por vez primera, a sus ojos; Daniel sintió que se derretía, sus piernas parecían flaquear y sentía en sus labios un leve temblor.
- ¿Qué crees tú? - Al reunir todas sus fuerzas pudo responder… con otra pregunta.
- Pues… que sí - Fue sincero…, escueto y sincero - ¿Qué importa? Me educaron toda mi vida diciéndome que “debía respetar a todos, no importando como fueran”, y no te considero salido, raro ni nada, eres una persona normal - A Dan le sorprendió la sinceridad inocente de sus palabras, se sentía feliz pero también triste, quizás esperaba que Jeremie también fuera de la misma acera… pero no todo puede ser perfecto.
La relación que mantenían -y aunque Daniel ya se lo esperaba- cambió al menos en un 25%, las largas charlas que mantenían se habían reducido en tiempo y los ratos de silencio se habían vuelto en cierto punto, incómodos.
Dan esperaba en cualquier momento que Jeremie optara por renunciar, pero el año continuaba avanzando, la navidad se acercaba y Jeremie seguía ahí, con su sonrisita inocente y maliciosa a la vez y sus ojos brillantes siguiéndole por todas partes.
Las compras de juguetes se incrementaron desde que había comenzado el fabuloso mes de diciembre; Jeremie sentía un hormigueo incesante en su estomago cada vez que pensaba que regalarle a Daniel y nunca podía llegar a la solución de su enigma banal, se sentía extraño desde que Dan le había comentado su pequeño secreto, pero no esa extrañeza incómoda, sino una extrañeza más… intrigante, curiosa. Con sus 18 años nunca había mantenido una relación con una chica, pero si con un chico. Y aunque había sido por… experimentar, nunca se arrepintió de aquel acto, fue con su mejor amigo, con solo catorce años parecía saber más de relaciones amorosas entre chicos que entre chicas y todo se dio sin la más mínima anticipación, fue espontáneo en el baño de chicos del colegio… decir que no lo disfruto seria la mentira más grande de su vida, porque lo hizo y lo repitió en incontables veces más, siempre con su amigo. Después se cambió de ciudad, nunca más volvió a saber de su amigo, nunca se contactaron, y él siguió su vida sin sexo de por medio.
Pero seguía y seguía pensando en que regalarle, para Jeremie era muy importante la navidad, siempre pensó que era la única oportunidad en el año que tenia para compartir verdaderos sentimientos de generosidad, a veces el sin ni siquiera recibir nada, pero esa emoción tan insignificante pero gratificante que recibía luego de entregar un regalo, era una de las pocas cosas sinceras que podía hacer.
Dan por su parte, carecía de ese “sentimiento navideño”, no le importaba en lo más mínimo regalar ni recibir regalos; desde pequeño nunca creyó en santa, no recibía muchos regalos y nunca fue de mucho dinero como para derrochar en un regalo, simplemente: no le interesaba.
No había pensado en si debía o no regalarle algo a Jeremie -aunque él ahora formaba parte importante en la vida de Daniel- cuando cayó en cuenta de que era 24 de diciembre y Jeremie traía algo en su mochila; entonces ahí sintió un cargo de conciencia impresionantemente grande, mezclado con una pequeña muestra de terror, angustia y resentimiento, pero consigo mismo. Casi sin darse tiempo para pensar, usó la hora de almuerzo para correr a una tienda abierta e intentar buscar, en medio la gran multitud, algún regalo.
Ya no recordaba la última vez que había entregado un presente, y justo ahora su mente parecía no querer funcionar, sus neuronas no hacían conexión y las ideas vagaban por otro lado de su mente. Pensaba, pensaba, pensaba y no llegaba a ningún final coherente… “muñecas, celulares, computadores, chiches, ropa…” nada de acuerdo con el escaso dinero que portaba ni tampoco con el estilo de Jeremie, que era un tanto casual, pero elegante, a veces medio hippie otras un poco rockero, no podía definirlo, el maldito chico era muy inestable en ese aspecto.
Los minutos corrían a la velocidad de la luz y aún no podía encontrar el regalo preciso, ansiaba que en algún momento llegara una idea divina que alumbrara su camino y poder encontrar aquello que tanto deseaba… pero nada, absolutamente nada.
Era la hora de cerrar, habían vendido más juguetes ese día que en todo el año, empaquetando y haciendo recibos había pasado todo el día de trabajo, eran cerca de las ocho de la noche cuando preparaban todo para irse, cuando de repente Jeremie sonrió para sus adentros y en un acto de confianza se paró atrás de Daniel y le cubrió los ojos con sus manos, apoyo su quijada entre el hombro y el cuello del mayor y sonrió infantilmente.
- Te tengo una sorpresa - murmuró cerca del oído de Dan, causándole el mayor escalofrío que había tenido en su vida.
- ¿Qué es? - Preguntó intentando cubrir la voz entrecortada que quería escapar.
- Toma - Y ni siquiera le dio tiempo para pensar, fue quizás en menos de un segundo, pero sentía los labios delgados, calientes y húmedos de Jeremie sobre los suyos, un beso tierno, rápido. Abrió los ojos de golpe -ya no los tenía cubiertos por las manitos de Jeremie- pero él tampoco pensó, cosa que últimamente no hacia a menudo, y nervioso, se abalanzó sobre los mismos labios que lo habían besando segundos antes; tiritando puso sus manos en cada lado del rostro angelical de Jeremie, que ahora tenía -por extraño que fuera- una mueca llena de sorpresa dibujada en su rostro, mientras que Daniel, absorto, besaba despacio la boquita del menor, más caliente que antes, y de vez en cuando pequeñas mordidas le propinaba a los delgados labios, dejándolos hinchados por algunos segundos… el hambre de más se hacía presente, Jeremie ya no tenía sus manso colgando en sus costados, sino que estaban aferradas al cabello de Daniel, a cada mordida recibida, un tirón de cabello, pero eso les hacía que se excitasen aun mas, que le hambre no se saciara nunca. Dieron paso a sus lenguas, libre recorrido tenían en esa cavidad humedecida, jugueteaban a veces, las enredaban, pero la boca no era suficiente. Dan no aguantó, se lazó contra ese cuello níveo y delgado, lo mordió, lo marcó. Jeremie apenas se sostenía en sus pies, miles de puntadas en cada parte erógena del cuerpo recibía, que los gemidos escapaban de su boca sin poder evitarlo, sus manos cobraron vida propia, intentaban tocar cada parte del otro cuerpo entregado, tanteaban y encontraban esa parte que los hacía gimotear como verdaderas quinceañeras en pleno orgasmo.
Daniel empujó a Jeremie hasta chocar contra la pared fría y de paso apagar la luz; ahora, en esa atmosfera excitante se entregaron, y sin dudarlo: recibieron el mejor regalo de su vida.
Al pasar los días, la relación no fue la misma. Pero no en ese sentido malo, en que ya no pueden ni verse por haberse acostado con su mejor amigo, sino que era una relación más cercana, miradas inquisidoras y besos entre el vacío pasillo eran pan de cada día.
Una noticia, que tal vez ninguno pensaba escuchar, llegó en un momento inesperado: La juguetería cerraba. No entregaba los recursos necesarios para mantenerla.
¿Acaso eso significaba no verse más?
Definitivamente, eso no era lo que sucedería.
La buena suerte al fin estaba del lado de Daniel. Cupido, después de todo, se había fijado en que Dan necesitaba de alguien que lo amara. Y el flechazo se lo dio en pleno corazón a cada enamorado.
Cada uno era la necesidad más preciada. No podían dejar de verse. Y aunque Daniel tenía miedo, mucho más que miedo por volver a quedar con el corazón hecho trizas y sin nadie a quien acudir para volver a reconstruirlo, algo le dio aquel empujoncito que necesitaba para saltar al precipicio, un precipicio que tal vez no tenia fondo, pero no saltaría solo.
Jeremie estaría ahí, él lo sabía. Aunque en el fondo de su corazón seguía teniendo la duda rencorosa que lo encadenaba a preguntarse si de verdad era bueno estar con el chico de cara celestial, la fuerza con que lo amaba era más colosal que la maldita duda que lo acompañaría por siempre.
Maldecía mil y una vez a los que lo hicieron tan inseguro, a los que lo abandonaron en el peor momento. Pero la estela de esperanza lo recubría y esperaba, lo ansiaba con todo su potencial, que esa lucecilla no lo abandonará nunca, que Jeremie, su verdadera esperanza de vida, se quedara para siempre, acompañándole. Porque él, ya no lo podría sacar de su vida.
Podrá nublarse el sol eternamente;
Podrá secarse en un instante el mar;
Podrá romperse el eje de la tierra
Como un débil cristal.
¡Todo sucederá! Podrá la muerte
Cubrirme con su fúnebre crespón;
Pero jamás en mí podrá apagarse
La llama de tu amor.
Gustavo Adolfo Bécquer.




Notas finales: Finalicé con Bécquer porque simplemente LO AMO.
El poema es perfecto para el one-shot. Espero les haya gustado.

Disculpas: Por mi mediocre fic anterior. Estoy deseosa de ver si este les gustó.

Tal vez este one-shot sea lo último que publique aquí… mejor dicho que publicaré en todos lados.
Porque esta claro que: no fui muy popular. Y ya no quiero causarles mas dolores de cabeza a mis lectores. Probablemente siga escribiendo pero mas personalmente, ya no publicaré.
Se que el fracaso es normal y es parte de la vida. Pero ya han sido demasiados fracasos artísticos juntos. Y quizás mi fuerte no sean las historias, sino los poemas ¿Quién sabe? Espero llegar a tener el don tan especial de escribir como muchos y muchas lo tienen en esta página y como los escritores y poetas que admiro.
Un saludo y un abrazo especial a los que leyeron algo mío.

Ah! Es una estupidez, pero mi nombre para firmar mis escritos es Maki, no Naomi, fue una etapa pasada de mi vida lo de Naomi, no vale mucho la pena decirlo, pero no quería irme sin comentarlo

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