Alzas tu rostro hacia el encapotado cielo, atestado de nubes plomizas que avanzan con parsimonia por el amplio firmamento. Algunos pájaros surcan el cielo, en desorden y a gran velocidad. El aire huele a agua y humedad, acompañado por un ligero viento que agita tus cortos cabellos rojizos y tu impoluto uniforme de la universidad. Cargas con una mochila, una chaqueta al hombro y un paraguas en la mano. Un par de gotas solitarias caen sobre tus párpados entornados, arrancándote una sonrisa. Extiendes un brazo con la palma hacia el cielo, atrapando las gotas que empiezan a caer lentamente a tu alrededor.
Giras la mano, dejando caer el agua al suelo, donde se hunde en un pequeño charco. Notando varios regueros de agua corriendo por tu frente y percatándote de que tu ropa empieza a empaparse, decides abrir el paraguas que portas en la mano. Desatas la cinta que lo encierra, reflexionando sobre tus planes para esa tarde. Repasar Historia del Arte y luego, quizá si eso, llamar por teléfono. Aunque, para qué, te dices recordando que, actualmente, Amber tiene novio y últimamente está demasiado ocupada como para perder el tiempo con una amiga cualquiera, piensas con sorna. Mascullando contra el paraguas, cuyo cierre parece haberse atascado, corres a guarecerte bajo el portal de la universidad.
Sacudes el paraguas, tratas de abrirlo, en vano. Lo único que logras es romper tres varillas y, enfadada, tirar el paraguas a un contenedor cercano. Malhumorada, ignoras a la figura que pasa corriendo a tu lado. Tras esa figura, otra se detiene a tu lado, con la mano estirada hacia la primera persona. Murmura unas palabras y baja el brazo, derrotado. Alzas una ceja, sorprendida. ¿No es el novio de Amber? ¿Y no es Amber la chica que está gritando entre lágrimas en medio de la calle? Vanagloriándote de tu invisibilidad, miras de reojo al chico que, cruzando la calle de dos zancadas, agarra a Amber del brazo. ¿Pelea? ¿Contra Amber? Eso sí que no, te dices avanzando hasta la altura de ambos. Amber te mira sorprendida, el chico te mira molesto y tú le fulminas con la vista, agarrando a Amber del brazo y tirando de ella bajo la lluvia. No la dejas hablar poniendo un dedo sobre sus labios, te limitas a avanzar a gran velocidad por la empapada acera. No piensas parar hasta llegar a tu casa, o la suya, la que esté más cerca.
En tu portal, sacas un manojo de llaves mientras, enfadada, te apartas unos mechones que caen sobre tu frente. Estornudas mientras abres la puerta, haciéndote a un lado para dejar pasar a una conmocionada Amber. Subes con ella en el ascensor, ambas en silencio y mirando a la nada, sumidas en vuestros pensamientos y preocupaciones. Sales del ascensor y entras en tu casa, ignorando a tu hermano y a tu madre, que te saludan alegremente hasta que ven a Amber entrar por la puerta. En ese momento el aire parece cortarse con una mísera cuchara, hasta que la arrastras a tu cuarto cerrando tras de ti. La sientas en la silla de tu escritorio, quitándole antes la mochila y el empapado abrigo. Escurres su pelo sobre la alfombra, suspirando apesadumbrada.
Amber se sienta, clavando la vista en el suelo antes de echarse a llorar desconsoladamente. Tú esperas a que se le pase la conmoción, abrazándola por los hombros y acariciando su empapado cabello de color castaño claro. Te alejas de ella, quien te retiene cogiéndote de las manos.
-No me dejes sola... Por lo menos tú no me dejes...
-No voy a dejarte sola, Amber.
-Es que... Primero mis padres me dan de lado, bajo mi rendimiento en la universidad, ¡y el mes que viene son los exámenes de graduación!. Y ahora Paul me deja por otra... Mi mundo se ha ido abajo de un solo golpe...
-No tiene porqué, aún te quedamos otras personas...
-Cathe... No es lo mismo. Tú eres la mejor persona que he conocido, eres la mejor amiga que tengo, a quien le puedo contar todos mis problemas... Pero no puedes ocupar el hueco de Paul y de mis padres, Cathe...
-Quién sabe.-dices acariciando sus manos frías y temblorosas. Bajas la vista al suelo, en silencio. Ambas os calláis, escuchando el repiqueteo de las gotas contra el cristal de la ventana y el lejano murmullo de la televisión encendida en el salón.
-¿Quién...Sabe?-pregunta, haciéndote eco. Te mira inquisitivamente, con los ojos hinchados. Te limitas a observar tu reflejo en sus ojos húmedos, grises como las nubes que cubren el cielo.
Acaricias su rostro con la mano, incorporándote ligeramente sobre las rodillas. Amber ladea el rostro, apoyándolo en tu palma. Esboza una triste sonrisa.
-Es cálida... Raro en ti...
-Sí, un poco...-dices al azar. Notas como tu corazón se acelera, nerviosa de un momento a otro. Con la otra mano aferras las suyas, sonriendo levemente.
-Espero poder reconstruirme un poco en poco tiempo...
-Sí quieres puedo intentar ayudarte.
-¿Cómo, Cathe, cómo?-pregunta, apretando tu mano e inclinándose hacia ti. Tu pulso se acelera más, retumbando sordamente en tu pecho. Entreabres los labios, tomando aire con lentitud.
Sueltas sus manos, llevando tu mano a su nuca y acortando la distancia que os separa a ambas. Besas su labios, fríos y salados como las lágrimas que ha derramado hace un rato. Enredas tus dedos en su cabello, apretándola contra ti. Te empuja, nerviosa y murmullando. Tú, arrepentida, haces intención de alejarte, siendo retenida por una titubeante Amber. Tras unos segundos que se te hacen interminables, se deja caer junto a ti a la alfombra, quedando echada encima tuya. Tu espalda choca contra el borde de tu cama, impidiéndote moverte. Amber te mira anhelante, clavando sus lagos grises en tus ojos oscuros.
La besas de nuevo, más confiada que antes y notando tu corazón latiendo rápidamente. Abrazas a Amber profundizando el beso, ajena a todo lo que te rodea. Amber te corresponde, olvidando por un momento todas sus preocupaciones. Ajena a la lluvia que empapa las calles, al zumbido molesto del móvil que indica que Paul está llamando, arrinconando todos sus anteriores prejuicios. Os separáis, buscando aire. Sonreís, abrazándoos la una a la otra.
-Puede ser que si lo consiga...
-¿Por qué no ibas a hacerlo?
-...-Amber no responde, se limita una vez más a esbozar una sonrisa que hace que tú esboces otra a su vez.
Algo te dice que todo irá mejor de ahora en adelante, piensas antes de volver a besarla. Ignoras la silueta de tu hermano, apoyado en el umbral de tu cuarto. Sonríe pícaramente, desapareciendo antes de que puedas alejar a Amber y decirle algo. Te encoges de hombros, separándote y mirando por la ventana. Ya ha dejado de llover.
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