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Punto de Partida por UnknownOrchestra

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Notas del capitulo: Mil gracias a Rydia por sus rewius
Para unos, el infierno llegaba a su fin. Para otros, la caída desde el cielo, comenzaba.


***


El aroma de las sabanas le envolvía. La suavidad de la cama. Los parpados cerrados y la confusión… un deja vú… pero ¿de qué? ¿Del día que conoció a Dino? ¿De su vida anterior? ¿De ambos?
Duerme, no despiertes. Algo en su interior le rogaba, con esas palabras, que no abriera los ojos.
Ignoró la petición, ladeó el rostro… se atrevió a ver.
En la profundidad de la penumbra en la que se sumía la habitación, fragancias y sombras le recibían salvajes.

--¿Dónde estoy? –Preguntó en voz alta, sin percatarse si alguien, aparte suyo, estaba en la oscuridad que trascendía de un color visual a un matiz subjetivo.

--En casa. –Una respuesta no solicitada atendió su interrogante tras unos segundos. La voz le era lejanamente conocida.

--¿Dónde es… “en casa”?

La luz de un par de lámparas de pared, de tenue luz ambarina, hizo acto presente.

--Con tu familia. Con los Vongola… Tsuna.

Esa no era la respuesta que deseaba escuchar, ni quien estaba al lado del lecho, de pie, era quien anhelaba.
Ligero con su reverencia –casi juguetón-, el joven que se añadía a sus recuerdos, reflejaba en su rostro una sincera alegría incapaz de ocultar el cansancio, producto de las continuas, recientes e impróvidas desveladas. Itsuki no recordaba al maniaco del beisbol: Yamamoto Takeshi.

--¡Que respiro! –Dejando de lado la etiqueta requerida para a quien se dirigía, cruzó las manos tras su nuca, cerrando los ojos cafés, suspirando y explayando una amplia sonrisa.- No sabes el susto que nos has dado. ¡Pusimos el mundo entero de cabeza, y terminaste apareciendo con el vecino!... je… Gokudera pegara el grito en el cielo cuando sepa que has despertado antes que él…

Yamamoto continuó hablándole de mil cosas, de personas que no conocía, de hechos que no recordaba, de una manera tan familiar, que le centraba en la identidad olvidada de Tsunayoshi Sawada.

-- Tsuna, ¿Qué te pasa? –Intuyó que la cosa no marchaba como debiera, en lo que para él era un reencuentro.

Despacio, el ojos avellana se incorporó de medio cuerpo, quedando sentado entre las sábanas. Recorrió con la mirada todo cuanto estuvo a su alcance. Intimidado por el sentimiento de seguridad que el lugar le generaba, se llevó una mano a los labios, queriendo rememorar el tacto que hacia un tiempo indeterminado, Dino posó en ellos.

--¿Tsuna…?

--Quiero ir… a casa… -Su tono de voz materializó una vorágine de emociones.

--¿De… de que hablas? –Bajó las manos- estas en casa.
Negó con un corto movimiento de cabeza.

--Esta no es mi casa. - Un torrente desbordado de lágrimas, cubrió su rostro. - ¡Quiero ir con Dino! -Con tal firmeza plantó sus palabras, que Yamamoto tuvo que dar un paso atrás.

Itsuki sintió, actuó y no se detuvo a razonar. Su cuerpo se movió fuera de la cama a una velocidad vertiginosa, abalanzándose sobre el Guardián de la Lluvia, que quedó de espaldas en el suelo -de nuevo el deja vú-. Se condujo de manera automática hacia la ventana. A último momento antes de saltar contra ella, paró, corrió las cortinas y golpeo la transparente barrera que lo separaba de Dino –donde quiera que estuviera-… su golpe no tuvo ningún efecto… aquello, era vidrio laminado.
La sorpresa, lo dejó vulnerable a Yamamoto, que volvía a estar de pie.

--Escapaste una vez, y no habrá una segunda.-Tras esa mala elección de palabras, lo golpeó en la parte trasera del cuello con el horizonte de la mano, dejándolo inconsciente.

***


Hecho una furia, Dino entró en el amplio estudio de la mansión Cavallone. El brazo izquierdo le sangraba copiosamente. Debido a la adrenalina y el enojo, que sedaban sus sentidos, era capaz de de ignorar el dolor producido por los varios moratones, quemadura y lesiones en general, que la reciente batalla atestiguaba en su cuerpo.

--¡Traigan a Romario! –Ordenó iracundo.

Al poco tiempo, su solicitud fue atendida. Tras el escritorio, de pie, observando impaciente la noche que se cernía sobre esa parte del mundo, le oyó entrar.

--Jefe…

--¡¿Por qué nadie me dijo que Itsuki, era Tsunayoshi Sawada… –Atacó- o si quiera que los Vongola eran nuestros vecinos?!

--Nosotros…

--Acabo de tener una batalla contra quienes pensaba buscar una alianza, por nada más y nada menos que su jefe ¡Así que no me vayas a salir con que no sabían quién era!

--Lo hicimos por su bien.-Alcanzó a responder en un espacio que Dino le ofreció.

--¿A qué te refieres?

Romario bajó la mirada, y se dispuso a narrar la historia detrás de la amnesia de Itsuki.
El amor que su familia le profesaba, lo alagaba y conmovía, empero, eso no quitaba que en pro de mitigar su soledad y padecer, cometieran un grave error.

***


Una serie de sucesos, que comenzaron con Dino reacio a aceptar ayuda de otros para una tarea tan “sencilla” y privada como bañarse, llevaron a Enzo, su tortuga esponja, a un tamaño peligroso, que obligó al jefe Cavallone, a salir a toda marcha –quedándose en el camino los síntomas que le acosaban desde iniciado el día- de la mansión e internarse en el bosque.
En la espesura de los árboles y sus claros, una refriega entre amo y mascota –donde la segunda no tenía que hacer mucho para ir ganando-, se desarrolló.
La pelea, llevada de sitio en sitio, sin durar demasiado en uno solo, era una excusa de Dino para permanecer alejado –pese a lo que esto representara-, de su familia, quienes lo obligarían a regresar a la mansión, una vez le encontraran. Prolongó la batalla con su tortuga hasta donde fue posible, y con ello, la perpetuidad –transitoria- de una sonrisa que hacía tiempo no dibujaba en sus labios.
La felicidad de su amo exasperaba a Enzo, quien solo quería verlo sufrir –al parecer-, por lo que, harto del “juego”, calculó bien el ángulo de su patada, aprovechando que Dino se encontraba entretenido en desenredar el látigo de sus pies.

---


Al despertar, se dio cuenta de que estaba en una arboleda que le era ajena –tampoco era como si conociera a la perfección su “pequeño patio”.

--Ite… me ha hecho daño.- De pie, se tocó un costado. La playera estaba rasgada y por debajo de los girones, se podían observar unas no muy profundas (pero si extensas), raspaduras en la piel.- Con lo que me gustaba esta playera.-Chasqueo la lengua.

Tras una rápida revisión del resto de su cuerpo, en busca de otros daños, examinó su entorno: ¿Dónde se suponía que estaba?...

--En… ¡Enzo! –Gritó.

No escuchaba ni veía rastro alguno de su mascotita.

--¡Enzo!

Juntó las manos y tamborileo los dedos.

--Tal vez se perdió.- Presentía que el perdido, era un tal “caballo salvaje”.

Pronto, comenzó la misión de búsqueda de Enzo, andando cauteloso por el paraje desconocido. La noche se perfilaba cada vez más cerca, por lo que tenía que apresurar el paso y encontrar el camino de regreso a casa… perdón ¡tenía que encontrar a su amada tortuga!

---


¿Qué hora era? Por la posición de su acompañante, la luna, diría que tarde, muy tarde.

--Hambre… cansancio… enfermedad… dolor… frío… -dijo, con los brazos balanceándose de izquierda a derecha, sueltos, al compas de su bamboleante andar.- tortuga… matar… malvaaa~

Tropezó.

--Que suerte la mía… - Luego de “cenar” pasto, se reincorporó.

Retiró la hierba que se impregnó a su ropa. Una ráfaga helada acaricio su cuerpo y tembló. Injurió el no traer su bien acostumbrada chamarra.
Sin mirar atrás, cansado, mohíno y preocupado por su paradero, Dino estuvo por proseguir su vagar… a no ser por una punzante inquietud que lo giró para que descubriera lo que le hizo perder el equilibrio y desplomarse.

--¿Es-esta mu-mu-muerto? –Tartamudeó.

El que se encontraba desmayado en el suelo, era el 10mo Vongola. Dicho dato era desconocido para Dino, quien fue confinado –a causa de su estado de salud- a la casa de campo Cavallone, cortando lazos con el mundo, poco antes de que el joven heredero Vongola, tomara la posición de jefe de una de las más afamadas y poderosas mafias del mundo.
Presto, luego de la impresión, lo giró bocarriba y tomó los signos vitales –débiles-, gritándole, sin saber por qué, que resistiera.

--¿Y ahora qué hago? –Estaba consciente de que apenas si podía consigo mismo, como para intentar hacerse cargo de alguien más.- ¡Llamar a casa! –el foco se le encendió. Sacó de una de una de las bolsas de su pantalón el celular (suerte que lo traía consigo), lo encendió y llamó.

Los segundos que trascurrieron hasta que alguien descolgó, se le hicieron eternos.

--¡¿Jefe?!

--Si, soy yo.

--¡Jefe! ¡¿Dónde está?! ¡Nos tiene con el chuchin en la boca! –chillaba el hombre del otro extremo de la línea.

--¡Tranquilízate! Necesito que escuches ¿vale?

El hombre asintió con la cabeza.

--No sé donde estoy. –Admitió avergonzado- Activen el GPS del móvil y vengan lo más pronto posible por mí, con una unidad médica.

--¡¿Esta herido?! –Seguro que para dar la noticia a todos, su interlocutor puso en altavoz la conversación, atrayendo a cuanto se encontrara cerca, por lo que al escuchar su petición, la reacción de interrogante sobresaltada, provino de más de uno.

--¡No yo!

El suspiro de alivio que soltaron, le fue audible.

--¿Entonces, Jefe? –Inquirió una segunda voz.

--¡No hay tiempo para un interrogatorio! Solo vengan y traigan lo que les dije, a la orden de “¡ya!”

Colgó, y al hacerlo, pudo formularse la pregunta del millón: ¡¿Por qué no se le ocurrió llamar antes?! Tanto penar en vano…

Impresionado por su estupidez, cayó de rodillas al lado de Tsuna.
Un tiempo se abría de aquí a que llegaban por ellos, y en él, notó la belleza inocente que irradiaba el chico, quedando prendado… seguro que no fue tan en vano.

---


Frente al monitor que les indicaba la ubicación de su Jefe, la familia Cavallone ideaba un plan para penetrar en el territorio Vongola, sin ser descubiertos, y rescatarles.

---


2 horas después, Dino coordinaba a los paramédicos para atender a Tsuna, bajo la ligera luz de las lámparas. Viéndolo tan activo, nadie sería capaz de imaginar que por la mañana de ese día, apenas si era capaz de mantenerse en pie.
Romario se acercó al 10mo capo Cavallone, contentó por verle en tan buen estado.

--¿Ya nos dirá para quien era la ayuda?

--¿Qué no lo ves, Romario? Era para él.-Contestó con las manos en la cintura, orgulloso, e indicando con un movimiento de cabeza.

Intrigado, Romario se acercó a la camilla rodeada de paramédicos.

--¡Por todos los…! –La expresión de pasmo quedó oculta por el zumbido que una caja emitió al ser activada por el anillo de uno de los paramédicos.

De atributo “niebla”, la caja materializó un par de caballos que se apostaron a los lados de la comitiva de rescate, para iniciar su camino de vuelta, a un par de metros al ras del suelo.

---


Dos días trascurrieron desde la llegada de Tsuna –quien aún permanecía inconsciente- a la casa Cavallone. Su estancia, representaba tres cosas que quedaban claras para la mayoría: Dino se había encariñado demasiado con él; su presencia contribuía a mejorar la salud del rubio; y tenerle, los colocaba en un delicado escenario.
Siendo necesario deliberar sobre lo que harían con respecto a Tsuna y Dino, Romario reunió en secreto a las principales cabezas de la familia, una vez su Jefe se encontró descansando.
En una pequeña habitación oculta detrás de un cuadro, alrededor de una mesa rectangular, la discusión se acaloró.

--¡Y claro que está sujeto a deliberación el retener o devolver al Jefe Vongola! –Ironizó uno de los hombres.

--¡Es obvio que tenemos que regresarlo! Que se quede acá, solo nos causara problemas.-Respaldó el tono de la oración un segundo.

--¡Lo sabemos! Sin embargo, no puede tomarse a la ligera el hecho de que desde la llegada del 10mo Vongola, el Jefe se ha recuperado en demasía.- Objetó un tercero.

--Por no mencionar el brillo extraño en sus ojos. –La picardía de la frase aligeró la tensión, provocando asentimientos y sonrisas.

--Es por eso que los he reunido. –Intervino finalmente Romario- Queda en nuestras manos tomar la decisión más acertada para el Jefe y la familia.

--¿Dónde se supone que esta Hibari? –La pregunta rompió el seguimiento de la conversación.

Nadie supo dar razón de Hibari Kyouya, como siempre.

--Ese maldito… parece que no le interesa la familia…

--No le interesa.

Los ánimos se caldeaban cada vez que el tema salía a relucir. A ninguno le parecía bien que alguien tan seco, pedante y frívolo, ocupase el cargo tan cardinal que tenía, como el segundo más fuerte e importante dentro de su organización, siendo la mano derecha de Dino.

--Dejemos a Hibari de lado. Lo que importa es el Jefe…-Reencausó la discusión Romario.- y la decisión que habremos de tomar… -respiró profundo- tenía la idea de que fuera unánime… mas en vista de que no será posible, entonces por votación… el resultado, tendrá que ser respetado y acatado por todos… -Miró a cada uno de los presentes.

Por una insospechada unanimidad, la resolución fue: Tsunayoshi Sawada seria retenido a como diera lugar al lado de Dino. Para ello, llamarían a Shamal, famoso doctor de la mafia que solo atendía mujeres, y que luego de meterse en un lio de faldas, fue salvado por su Jefe, quedándole a deber un favor monumental, mismo que ellos cobrarían en su nombre, para que borrara la mente de Tsuna. Su acción quedaría protegida por el “omerta”, del lado de Shamal, mientras que de su parte, su lealtad sellaría sus labios.
Al siguiente día, el plan fue efectuado, con un único inesperado contratiempo: la intervención de Hibari, quien sorprendió a todos al mostrarse renuente a que Tsuna se quedara, cuando por lo general, lo único que le interesaba, era pelear.

***


--Ustedes… -El rubio tuvo que sostenerse del escritorio, para poder caer bien en el sillón giratorio de piel negra.

--Discúlpenos.-Romario se arrodillo.

El silencio dominó el estudio un par de minutos, en los que Dino se dedicó a asimilar lo contado, y sopesar la situación.

--Le juro que no fue nuestra intención dañar al 10mo Vongola. Solo queríamos que usted…

--¡Lo he decidido!

Incorporándose y pasando de largo a Romario, que se puso en pie y le siguió, anduvo hacia el enorme recibidor, donde le esperaban quienes participaron en la reyerta, y otros añadidos.

--Son consientes del error que cometieron, ¿cierto? –Habló una vez se ubicó al centro de todos, con el rostro impasible.

Las miradas fueron desviadas de su persona, avergonzadas.

--Espero que estén listos para enfrentar las consecuencias de sus actos...

Dentro de sí, cada uno asentía.

--Porque estoy resulto a traer de vuelta a Itsuki, cueste lo que cueste.-Porque sabía que su amor era correspondido con la misma intensidad. Aquel inexperto y ansioso beso en el bosque, era la única prueba que necesitaba.

***


En realidad, para ambos, el infierno, recién comenzaba.

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