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Punto de Partida por UnknownOrchestra

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--¿Qué se supone que haces aquí? –Preguntó por cuarta vez el guardián de la tormenta.

--Vengo a visitar a un paciente, al 10mo. –Respondió por cuarta vez el doctor.

La respuesta no satisfizo a Gokudera –otra vez-. No era propio de Shamal ir a esas horas de la noche, a hacer visitas médicas a domicilio, a pacientes cuyas bolas estuvieran entre las piernas.

--Mientes. –Sentencio (de nuevo), firme en no moverse de su lugar de escolta, al frente de la puerta que conducía al lecho del 10mo.

--No miento.-El doctor volvió a poner cara de ofendido.

--Tengo dos opciones, y tú sabrás decirme cual es la más creíble: O no mientes y se te has olvidado que Tsuna tiene dos pelotas y un bat, que no son precisamente para beisbol, en vez de dos melones; o tramas algo, y por ende, mientes.

Exasperándose, Shamal pasó una mano por sus cabellos.

--En serio, Gokudera. Vengo a ver a Tsuna. Déjame pasar.

--¡Ni loco te dejaría ent…!

--Adelante. –El guardián de la lluvia, recién llegado a la escena, abrió la puerta.

Ignorando el aura asesina de su aprendiz, el doctor entró, agradeciendo a Yamamoto con un movimiento de cabeza, que acudiera a su rescate.

Con la agilidad de un gato, Gokudera se lanzó sobre Shamal, ¡suerte que estaba ahí el guardián de la lluvia para detenerle! Agarrándolo en el aire de la parte trasera del saco.

--Yo lo llame. –Admitió, viéndose en la necesidad de arrastrar a su compañero a lo largo del pasillo, a fin de que no causara el deceso del tercero.

La confesión tranquilizó un poco a Gokudera, que al menos dejó de patalear y proferir sandez y media.

--Me hubieras avisado antes…

--Lo habría hecho, a no ser porque dijo que no vendría.

--¿Entonces que hace aquí? –Consiguió soltarse.

Parando su andar, Yamamoto soltó un suspiro.

--No sé. Y no me da buena espina.

La pálida gobernante nocturna enmarcó sus cuerpos, plasmando en el suelo largas sombras, con la luz que filtraba por los ventanales.

--Si no te da “buena espina”, -se arregló el traje- ¿Por qué demonios lo has dejado pasar? –Le dio la espalda. En ese momento, se regresaba a donde el 10mo.

--Sabes bien porque lo hice. Shamal puede ser un rabo verde y lo que tú quieras, pero jamás le haría daño a Tsuna… -un presentimiento hizo que sus palabras vacilaran- no en nuestras narices –completó-... y es el único que...

--Lo sé. -Interrumpió.

Esa esperanza les quedaba, que Shamal supiera lo que le pasaba al 10mo y pudiera hacer algo…

--También por eso lo dejé entrar.-Y continúo su camino.

***


El reciente reforzamiento de la seguridad alrededor del territorio Vongola, en espera de un lapso de buena salud que permitiera trasladar al Tsuna a un lugar diferente, significa nada ante el ansia de cierto rubio por volverle a tener entre sus brazos.

Dino estaba dispuesto a dejar en claro que “Para el amor, no hay imposibles” no solo eran palabras vanas que estaban grabas en su mente, junto al denuedo que lo impulsaba a recuperar a Itsuki.

--Pensé que sería más difícil penetrar en la afamada “fortaleza Vongola” –dijo con saña Hibari, dejando caer al suelo el cuerpo inerte de un guardia.

Entre Dino y Hibari, la familia Cavallone se abría, a pasos agigantados y silenciosos, rumbo hacia su objetivo.

--Hasta que crucemos la puerta de la mansión Vongola –Apretó el mango del látigo-, decir algo así es demasiado aventurado.

Hibari, quien se encontraba terroríficamente molesto por alguna razón desconocida, sencillamente continuó avanzando sin protestar, sumergiéndose en las sombras de la arboleda, acabando inmisericorde con cuanto desdichado se le colocara enfrente.

La razón de la molestia de Hibari: Que la persona que mas amaba, diera todo por otro.

La forma en que su frustración y martirio se exteriorizaba: silencio y sed asesina.

***


Cada miembro principal de la familia Vongola, cumplía un papel específico. Gokudera Hayato, era el encargado de la administración del personal y recursos. Yamamoto Takeshi, fungía como el recolector de información. Mukuro Rokudo -otro de los guardianes principales-, representante de la Niebla, dirigía todo tipo de investigación. Y finalmente, Ryohei Sasagawa, guardián del Sol, coordinaba la seguridad de la familia Vongola.

A Ryohei le encantaba en particular esa mansión. Era un lugar pacifico que requería de poca –aunque no por ello descuidada-, seguridad, quedándole tiempo para disfrutar y hacer lo que más le gustaba: boxeo. Sin embargo, desde el escape y desaparición de Tsuna, a pesar de que nadie le culpó, se sintió responsable del calvario por el que atravesaba cada integrante de los Vongola. Siendo que desde ese momento, en tanto el resto se ocupó de la búsqueda del 10mo, él se entregó en cuerpo y alma al reforzamiento de la protección en la mansión, convirtiéndola en una fortaleza que creía impenetrable.

El guardián de la lluvia ingresó en el área nombrada como “el corazón de la bestia”, una sala forrada de punta a cabo de la más alta tecnología en seguridad, donde numerosos monitores vigilaban hasta el lugar más recóndito de la propiedad.

--¿Qué pasa? -La pregunta de Yamamoto, aludió al intensó movimiento que no veía desde el regresó de Tsuna.

--Algo muy extraño. –Contestó Ryohei, agitado.-Nuestros hombres están desapareciendo.

--¿Qué?

Dejando lo que tenía en manos a uno de sus subordinados, fue junto a su compañero.

--Ven.

Le indicó que le siguiera hacia uno de los monitores más cercanos, donde hizo a un lado al hombre que llamaba insistentemente por radio a los guardias que debían estar visibles en el rango de esa cámara. Rebobinó la cinta. Primero, la imagen fue normal: dos guardias charlando… después…

--¿Desaparecieron? –Preguntó incrédulo y sorprendido.

--Eso parece. –Ryohei repitió la imagen un par de veces para cerciorarse de que no había perdido de vista algún detalle- Y no solo son ellos…

La mansión fue sacudida por el temblor que acaeció a una explosión proveniente de la primer planta

El enemigo estaba en casa… dentro de la bestia.

***


El piso del recibidor se hallaba cuarteado, cubierto de trozos de madera que antes fueron una puerta. Una docena de hombres trajeados, abrían paso entre los escombros al capo Cavallone, que guardaba su látigo en la chamarra.

--¡¿Qué está pasando?! –La interrogante de Gokudera, no bastó para expresar su sorpresa al ver a Dino.

Sus miradas se encontraron. El tono de sorpresa en el ojiverdes cayó a favor de la malevolencia. Dino se limitó a ser impersonal.

--Quiero hablar…

--¡Largo de aquí! –Instó Gokudera, lanzando su primer ataque.

Dino esquivó por los pelos el alud de bombas, dando un salto hacia la izquierda.

--¡Jefe!

--¡No se entrometan!

Sacó el látigo para enredar la punta en el candelabro que adornaba la bóveda del recibidor, sobre la escalera de herradura, a fin de utilizar el agarre para elevarse y evadir el siguiente asalto.

La furia cegaba a Gokudera, haciéndole repetir la sucesión de ataques con la que malhirió a Dino en el bosque, antes de que Yamamoto –quien lo alcanzó- interviniera y finalizara el enfrentamiento con la familia Cavallone, que junto con su Jefe, en busca del perdido Itsuki, fueron encontrándole al lado de la tormenta.

--¡Escúchame! Vengo en son de paz. –Arremetió, luego de entender que de seguir defendiéndose únicamente, no llegaría a ningún lado.

Con el látigo en alto, detuvo su ataque a pocos metros de Gokudera, quien, de haberse concretado la ofensiva, no hubiera tenido tiempo de evadirla.

--¿”En son de paz”? No lo parece.

El filo de la katana, amenazaba el cuello de Dino.

--Es verdad.-Dejó caer su arma.

--Concertar una cita y esperar a que te abran la puerta, es venir en paz.-Dijo Yamamoto en un tono frío, conteniendo la rabia.
--Atacar a los nuestros para entrar, no lo es.-Completó Ryohei, al otro lado, en posición de pelea.

Como meteoro, un puercoespín rodeado de un aura morada, proveniente del exterior, con dirección a Dino, alejó a los guardianes y permitió que el rubio se agachara para esquivarlo, quedando libre.

--¡Te pedí que te mantuvieras al margen! –Gritó a aquel que despedazó la puerta de la entrada.

Un “tsk” molesto se introdujo en medio del silencio que esperaba la respuesta de Hibari.

--Disculparan la intromisión, pero corríjanme si me equivoco. De haber “concertado” una cita ¿Qué hubiera ocurrido? –Trató de hablar con la mayor diplomacia posible, en una situación tan tensa.

Ninguno contestó. El Cavallone tenía razón, de nada le hubiera servido todo el formalismo del mundo, si al final, los Vongola, le negarían cualquier petición.

--De sus compañeros, no se preocupen. Solo los sacamos del camino.-Se acomodó la chamarra volviendo a guardar el látigo.- Como se los dije, vengo en paz, solo quiero hablar con ustedes sobre Itsuki.

--¡10mo Vongola! –Le corrigió, bombas en mano, Gokudera.

--Itsuki.-Reiteró Dino.

--¡Solo habla! –Apremió Yamamoto.

--En realidad, soy yo quien tiene que hacerlo. –Shamal bajaba las escaleras, con un inusual aire serio.- Dino solo ha venido, porque sin él presente, estaría violando el “omerta”.

***


Shamal habló durante largo rato sobre lo ocurrido. Reveló su conocimiento sobre el paradero del 10mo en el tiempo que permaneció perdido. Reveló haber sido él quien cuido de su salud y la del joven Cavallone en esos meses. Admitió una historia que a Dino le costó aceptar como un gesto de amor de su familia. Apenas siendo capaz de lidiar con lo colegido de sus actos.

--El borrado de memoria se lleva acabó a lo largo de un año. Tsuna tiene casi 7 meses en estado de amnésico, así que dentro de 5, todo habrá terminado.

--En 5 meses volverá a ser el mismo ¿verdad? –Se esperanzó Gokudera, guardando cajas y bombas, sin quitar de encima del doctor, su mirada asesina.

--No.

La tensión que bajó ante el “todo habrá terminado”, se disparó de nuevo.

--¿Cómo que no? –Preguntó Ryohei.

--En 5 meses el proceso habrá terminado, y la amnesia será irreversible.

La katana al cuello, el Flame Arrow apuntando directo a su rostro, y los puños vendados sosteniéndole de la camisa.

--Explícate. –Exigió Yamamoto.

--Debido a su enfermedad, el Trident Mosquito aplicado es un virus que oculta sus memorias relacionadas con los últimos 20 años y las va devorando lentamente. Este virus no tiene un contrario, y la única manera en la que Tsuna puede salvarse, es obligándose a recordar. Si Tsuna no está dispuesto a recordar, si decanta a favor de la identidad de Itsuki, no habrá nada más que hacer, e Itsuki será quien exista.

Las pupilas de Gokudera se contrajeron del puro terror que le significo la idea de perder de ese modo al 10mo.

--¡¿Cómo pudiste hacer algo así?!

Antes de que, conjunto a su reproche, la tormenta pudiera encestar un puñetazo en el rostro del doctor, Yamamoto lo golpeó en la boca del estomago, tirándole de espaldas en el suelo. Le dolía enterarse de lo ocurrido con el 10mo, pero le lastimaba aun mas, ver a su amado sufrir tanto –ese golpe no iba por Tsuna, sino por Gokudera.

--Gajes del oficio. –Respondió Shamal, negándose a recibir ayuda de Romario para ponerse en pie.- No desperdicien energías en mi, chicos. Si de verdad quieren a Tsuna, tendrán que recordarle quien es, quienes son ustedes, y ganarle a sus sentimientos –por sentimientos, se refería al amor que surgió entre Dino e Itsuki- o de lo contrario...

--O de lo contrario… ¿Qué?

La escena se paralizó. Tsuna ¡Itsuki!, estaba de pie, en los primeros peldaños de descenso en las escaleras, con el rostro pálido, las mejillas rojas, la mirada borrosa y la fiebre alta.

--¡Itsuki!

--¡10mo!

--¡Tsuna!

--¡Tsuna!

¿De qué o cuanto era conocedor el joven amnésico? De lo suficiente para entender su realidad, mas no lo necesario para comprender que malentendía la posición de Dino.
Con las manos en su cabeza, apoyando su cuerpo en la pared, retrocedió.

--¡No se acerquen!

Los guardianes de los anillos y Dino, que subían el primer tramo, se detuvieron a la orden dada. Tsuna los observó unos segundos. Su mirada, reflejaba el caos de su mente: terror, confusión, tristeza, y un sentimiento que dio de lleno al Jefe Cavallone…

--No… te juro que yo… -Las palabras se le aglomeraban en la garganta, incapaz de ordenarlas para expresar su defensa en contra de la acusación que le hacía.

El 10mo Vongola negó con la cabeza. No quería escucharle. Y echó a correr escaleras arriba y por el pasillo.

--¡Itsuki! –Gritó Dino al borde del llanto- ¡Itsuki!

Abriéndose paso entre los pasmados guardianes, el rubio pretendió dar alcanze a Tsuna, quien ya se encontraba al frente de la puerta de sus habitaciones, dedicándole una última mirada sentenciadora: “Traidor”.

--¡No!

Gokudera, saliendo del shock, estiró la mano para tomar a Dino de la chamarra y atajarlo, pero Shamal lo detuvo, recibiendo por fin el golpe que hacía poco el peligris intentó darle. Sin soltarlo, lo atrajo hacia su pecho y lo abrazó con fuerza.

--Déjalos…

--Por favor… -Un ruego general llamó la atención de los guardianes y el doctor.

La familia Cavallone estaba de rodillas, con Romario al frente.

--Fue nuestra culpa. Si con alguien tienen que desquitarse, es con nosotros, así que por favor, déjenlos estar juntos.

“Juntos”, a Gokudera, esa palabra le dañaba… “Juntos”… la confirmación de su mayor temor. El corazón que tanto anhelaba en secreto, inclusive para sí mismo, se le había escapado de las manos… Tsuna, amaba a Dino.

--¿Gokudera? –A Shamal le entró una especie de pánico al sentir pequeños espasmos en su aprendiz, seguidos de sollozos reprimidos.

Yamamoto no tardó en entender. Avanzó hacia ellos. Quitó a Shamal del camino, y en brazos, llevó a la tormenta a su cuarto, situado en el extremo contrario a donde el drama de Dino e Itsuki se desenvolvía.

***


El aroma de Yamamoto lo envolvió apenas se abrió la puerta de la habitación de este. Y sin ningún tipo de resistencia, fue llevado a la cama y depositado con cuidado en ella.

Lagrimas de desamor corrían por su rostro. Apretaba los labios intentando contener los gemidos de desolación. Con los ojos cerrados, se negaba a ver una realidad donde la esperanza de ser correspondido, desapareció antes de saber que existía. Estaba desecho… y su enamorado compartía su tortura, apenas tolerando verle desbaratarse de ese modo, quedando indefenso.

Sin pedir permiso, sin que fuera negada la acción, Yamamoto se colocó a cuatro patas sobre Gokudera, alcanzando sus labios, uniéndolos en un trémulo y salado beso que rogaba en un grito acallado entre sus labios, que le permitirle tomar su corazón para protegerlo, jurando y perjurando, nunca sentiría de nuevo una pena semejante.

--Te amo… te amo… -Repetía en cada espacio en que sus labios se separaban, buscando aire, buscando convencerle.
En medio del dolor, como lobos heridos, de manera animal y salvaje, despreocupados por los demás, acariciaron cuerpo contra cuerpo, frotaron sus heridas. Se lamieron hasta la sombra. Batieron las lágrimas con la saliva, en busca de consuelo… sin palabras de amor, sin gestos de cariño… a secas desahogaron su tormento en un torrente de melancólico placer...

El clímax… la cima de la aflicción.

El efecto post orgásmico… el regreso de un falso cielo a las puertas del infierno de lagrimas.

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