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Punto de Partida por UnknownOrchestra

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--¿Qué haces aquí? –Preguntó el rubio, saliendo de detrás del árbol de glicina que daba sombra al pelicaoba.

--No mucho. –Respondió sonriéndole.- Solo veo el cielo.

Perdiendo la mirada en el interminable lienzo azul con tenues cúmulos blancos surcando en él, suspiró y habló sereno:

--Hace buen clima ¿Verdad, Itsuki?

--¡Ahí está de nuevo!

--¿Eh?

--Me has vuelto a llamar “Itsuki”.

--No es cierto. –Recuperó el rostro alegre, luego de una fugaz ráfaga de tristeza.

--¡Lo hiciste, Dino!

--Yo dije “¿Verdad, Naoya?”… jamás te llame “Itsuki”

--¡Que si!

--En todo caso, eso no importa. –Se inclinó frente suyo, uniendo sus miradas- Pueden pasar 300 años, y puedes cambiar de nombre cuantas veces quieras, pero en nada cambiara el hecho de que te amo.

El mundo se paralizó. Los ojos del Cavallone siempre ejercían el mismo poder sobre Naoya, cautivándole, abstrayéndole en una dimensión donde 2 años de conocerse, se transformaban en una vida entera a su lado.

--¡Ba-baka! –Gritó chocándole el libro que traía, en el rostro.

***2 años atrás***

--Itsuki… abre… -rogaba, con la mano en el picaporte.

Del otro lado, recargando la espalda en la puerta, abrazando sus rodillas, Itsuki –Tsuna-, permanecía ensimismado en lo que acababa de escuchar, continuando malentendiendo el papel de Dino entorno a lo que le ocurrió.

--Por favor.-La desesperación lo consumía, mermando las fuerzas con las que ahora golpeaba la puerta.

--¡Vete!

--¡Abre! –La contestación, aunque negativa, le dio impulso para continuar.- ¡tengo que
hablar contigo!

--¡¿De qué?! ¡Escuche todo! Tú sabías quien era… y aun así…

Los sollozos que llegaban de dentro, le partieron el corazón en pedazos a Dino.

--No. Te juro que no tenía ni idea… Itsuki… por favor, déjame entrar. Quiero abrazarte, quiero besarte… te necesito… ¡Confía en mí! Sabes que jamás te mentiría… te amo… -El orden, la coherencia de sus palabras, estaba de sobra, siempre que pudiera expresarle sus sentimientos, que pudiera hacerlo entender.- Abre… te amo… no te mentiría… no puedo dañarte…

--Basta, Dino.-Dijo Shamal colocándose a su lado- Te has esforzado demasiado por el día de hoy. Tienes que ir a descansar. Deja que su familia se haga car…

--¡No! ¡No me voy a mover de aquí! –Alejó de un manotazo la mano consoladora que se apoyaba en su hombro.

Su rostro palideció abruptamente. Un hilo de sangre marcó camino desde su boca, pasando por el mentón y perdiéndose en la curvatura del cuello, cayendo, atraída por la gravedad, al suelo.

--¡Dino! –El doctor extendió a tiempo sus brazos, recibiéndolo semiconsciente.

--No… es nada.-Con gran esfuerzo pudo gesticular esa estúpida aseveración

Ignorando la poca resistencia que puso el rubio, Shamal tomó su temperatura con aire serio.

--¡Itsuki! ¡Tsuna! ¡Abre esa maldita puerta si no quieres que la eche abajo! –Gritó cargando a Dino en brazos, arremetiendo contra la puerta a patadas.

La enfermedad avanzaba veloz, luego del sobreesfuerzo, y la lejanía de los últimos meses, de su cura.

--¡Ábrela! –Continúo exigiendo, apremiado por el fuerte ataque que sobrevenía al joven Cavallone, quien yacía aferrado a un último rastro de lucidez, murmurando entrecortadamente el nombre de su amado.

Del otro lado, Tsuna estaba en pie, pegando el oído en la fría superficie de madera, preocupado. A las primeras patadas, se alejó unos pasos, dudando… finalmente accedió. Quitó el seguro y giró la perilla.

Casi tirándolo, Shamal entró a sus aposentos, tendiendo a Dino en la cama. Giró el rostro, escrutó al joven Vongola, soltó un “tsk”. Fue hacia él, tomándolo de la mano y lo forzó a tumbarse al lado del otro enfermo.

Desde el marco de entrada, las familias de los dos capos, observaban indecisos e interrogantes.

Reloj de bolsillo en mano, con actitud neurálgica, el doctor mantenía a todos en suspense. Medía
minutos, contaba segundos, y nadie sabía de qué o para que.

--10.-Le tomó de nuevo la temperatura al rubio, y luego a Tsuna- Demonios… cada vez les toma más tiempo recuperarse de los ataques, a pesar de tenerse cerca…

Cerró los puños. Era hora de hablar sobre el padecimiento de ambos, a pesar de lo ridículo que pudiera y se escucharía su diagnostico.

--¿Cómo te sientes? –Preguntó al que estaba consciente.

--¿Bien?

--¿Mejor que hace unos minutos?

El Vongola asintió temeroso.

--Escucha con atención. Lo que te voy a decir, no es una cursilería, es algo real, tangible, de vida o muerte.-Por el tono empleado, no cabía la menor duda de ello- Tienes que permanecer al lado de Dino sin importar nada. –Habló veloz, ganando tiempo a las interrogantes de Tsuna-Tu vida depende de él, y viceversa ¿Por qué? Porque ustedes están enfermos de… -dudó en decirlo. A pesar de que era la única respuesta, no dejaba de sonarle estúpida, irreal- “caza destino”

--Es imposible. Esa cosa es solo una…

--¿Leyenda urbana? –Completó lo que uno de los Vongola estaba por decir- También lo creía… sin embargo, todos los síntomas encajan a la perfección.

Con la mirada clavada en un Tsuna aspavientado, un Dino en recuperación y durmiente, y dos familias consternadas por la noticia, respiró profundo.

--El “caza destino”, se cuenta, es la última opción de aquellas almas que amándose, en ninguna de sus reencarnaciones han podido estar juntas, por diferentes circunstancias… A través de esta enfermedad, esas almas, supuestamente, pretenden unir a la fuerza a las entidades corpóreas en las que han renacido… mientras uno experimenta fuertes temperaturas, el otro tendrá bajas, que acabaran con ellos poco a poco, conforme permanezcan alejados. La única manera de controlar esto, es teniendo a las dos personas lo mas juntas posibles, ya que… de una manera que desconozco, uno provee al otro del remedio, que es su propia enfermedad. –Una dinámica muy parecida a los tratamientos que realizaba con su Trident Mosquito, y la cual, le pesaba admitirlo, era incapaz de replicar.- Por lo que es necesario que entiendas dos cosas, que ni Dino sabia quien eras, ya que él desconocía quién era Tsunayoshi Sawada; y que independientemente a su amor, ustedes están destinados a estar juntos, si quieren morir de viejos y no de enfermos.

--Es ilógico… -Replicó Itsuki, incrédulo.

--No. Es su destino.

***

5 meses tienden a pasarse rápido para la mayor parte de la población mundial, y sin embargo, en casa de los Vongola y los Cavallone, el tiempo transcurría con una lentitud inadmisible.

Luego del incidente que aclaró el origen de todo el problema que rodeaba ambas casas, Tsuna permaneció encerrado en sus habitaciones, saliendo ocasionalmente, temeroso de encontrarse con algún recuerdo perdido e inclinarse instintivamente a por la existencia como el 10mo Vongola; o por el contrario, permanecía temeroso a no hallar ninguna memoria, terminando por decantar hacia Itsuki. En todo caso, el joven era un manojo de nervios y miedos, a quien se le terminaba el tiempo. De lo único que estaba seguro, es que deseaba recordar a esa familia que tanto lo amaba, sin olvidar al rubio por quien su corazón latía desesperadamente, a pesar de negarse a verlo.

--“¿Qué es lo que se supone que tengo que hacer?”

--¡Mukuro!

--Disculpa –tomó asiento a su lado, en una inclinación a orillas de una de las zonas más tranquilas del lago- no era mi intención espantarte.

Negó con la cabeza indicándole que no había nada de que disculparse.

--Y bien ¿qué planeas hacer?

Suspiró.

--Eso quisiera saber.

--Es solo cuestión de días para que el tiempo termine. -La mirada del guardián de la Niebla, heterocromica como su misma persona, le hizo girar la atención hacia las nubes.

Pasaron en silencio unos minutos.

Mukuro era quizás, en esos últimos meses, la persona a la que había permitido acercársele más que a nadie. En gran parte, esto se debió a que Mukuro sabia ser un compañero silencioso cuando era debido, y al parecer, más que el resto, comprendía que suficientemente desesperante era el tener que hundirse en su propia incertidumbre, como para que además de lo que surgiera de su persona, otros le cargaran -sin mala fe-, sus propios deseos a que se vertiera por una u otra existencia de entre las que tenía que decidir, sabiendo que al momento en que optara por una, la otra se esfumaría, y con ella, sus recuerdos de esa parte de su persona....

--Pregunte a Shamal que ocurriría si no escogía entre ser Itsuki o Tsuna -el despersonalizarse para poder tomar ambos entes como él mismo, le causaba mas dolores de cabeza de lo que podría creerse.

--¿Y que ha dicho?

--Que no sabe. -Tocio.

--Deberías entrar. -Sugirió Mukuro, levantándose.
Itsuki negó con la cabeza.

--Estoy bien.

--¿Y Dino?

--Hace unos minutos que ha salido de la mansión. Por eso me están dando accesos de tos otra vez.

--¿No te sentirías mejor en la mansión Cavallone?

--No lo creo. Sería igual que estar aquí.

--Pero Dino estaría cerca.

El chico abrazó sus piernas.

--Aun no quiero verlo. Independientemente a que supiera o no... No estoy listo para verlo.

El suave andar del agua en el lago. La brisa acariciando el pasto, meciendo las flores silvestres y las copas frondosas de los árboles. Ni un solo ruido... solo la paz de la arboleda.

--Mukuro... ¿Puedo pedirte un favor?

***

Y el tan esperado día llegó.

Un invierno descongelado, una primavera despuntada, el verano desenhebrado y un otoño transcurriendo.

Vongola y Cavallone, se dieron cita en la sala principal de la mansión de los primeros. Entre ellos, miradas resentidas se desataban, amenazas mudas y una falsa solidaridad.

--¿Esta seguro de que no quiere estar presente? -

Preguntaba Ryohei.

--Si.

--¿Y tú?

--Por mí no hay problema. Acatare lo que Gokudera diga.

El guardián del Sol sonrío satisfecho.

--Ok. Les comunicare lo que ocurra en cuanto pueda.

--Si. Pero sea cual sea la respuesta, dame la información a mí primero. Ya después me encargo de decirle, a Gokudera.

Un espacio, que reblandeció los rasgos graves que la situación hacia que adquiriera el rostro de Ryohei.

--Entiendo… Cuida a Gokudera. Donde quiera que estén...

--No hace falta que lo digas, Sabes que eso hare. -Colgó el auricular.

Acompañando al Sol, únicamente quedó el "tuc, tuc" de la línea.

--Lo se...

+++

Tres años más tarde, en algún lugar del globo terráqueo, un timbre sonara, irrumpiendo la relativa calma de otra mansión Vongola. Ryohei acudirá en vez del mayordomo -que estará lidiando con las bombas de Lambo-, llevándose una agradable sorpresa: Yamamoto y Gokudera estarán de regreso luego de pasar recolectando información alrededor del mundo. En sus cuellos, mientras Gokudera insiste, enrojecido, en asesinar a Yamamoto por toquetearle el trasero al entrar con las maletas, se lucirá una pareja de anillos dorados, austeros, colgando en finas cadenas, con una inscripción en su parte interna: "19-Dic Y&G".

+++

El entrar de Itsuki, escoltado por Mukuro, en la sala, cortó la respiración de los presentes. El tiempo hizo una reverencia, ofreciéndoles un "stop" en las manecillas que rodeaban el suceso.

Dino, temblando más por la expectativa que por su enfermedad, recuperó el color y su rostro demacrado se compuso, solo para volverse a descomponer de ansia.

El 10mo tomó con cierta dificultad -mientras el rubio se mataba por quedarse en su lugar y no correr a ayudarlo- asiento en un mullido sillón.

--1 minuto.-Dijo Tsuna.

Todos dirigieron la mirada al reloj de pared, que empezaba a marcar el tiempo indicado. 10:34. A las 10:35, el año se cumpliría.

--La decisión que he tomado... es...

"Tic, toc, tic, toc"

--... que no puedo dejar de lado a mi familia.

Palabras que derrumbaban la moral de los Cavallone, sin mencionar el gusto que engalanaba el espíritu Vongola, y el que en el borde de sus parpados, lagrimas comenzaban a aparecer en los
ojos de un derrotado Dino.

--...pero tampoco quiero dejar a mi otra familia, y a la persona que amo.

¿Entonces?

--Por eso, de entre Itsuki y Tsuna, no elegiré a ninguno.

Shamal, que permaneció cruzado de brazos en una esquina, aparte de llevarse la sorpresa de tal resolución, fue el primero en darse cuenta de lo que ocurría.

--¡Mukuro! ¡Dime donde esta Tsuna!

El arrebato petitorio del doctor desvió la atención de los presentes.

El reloj, finalmente llego a las 10:35 de la noche. El viento, soplaba con vehemencia afuera, y dentro, todo quedó congelado... al menos hasta que Dino consiguió ponerse en pie, al tiempo que el Itsuki que tenía enfrente, se desvanecía, dejando a la vista el tridente del guardián de la Niebla.

--Ya no hay nada que pueda hacerse...-fueron las palabras de Mukuro- tomó su decisión y yo acate la orden que me fue dada... Tsuna, Itsuki, o como quieran llamarle, está en sus habitaciones.

Sobra decir que el primero en lanzarse por los pasillos de la mansión, surcando entre escaleras y cuartos, fue Dino, que al encontrarse frente a la habitación de su amado, dudó en tomar el picaporte entre manos, temeroso de lo que podría hallar dentro, hasta que el sonido de un florero al caer al suelo y destrozarse, borró todo rastro de duda.

Gritó su nombre, abrió, y se topó con la mirada café y desconcertada de un chico, que yacía de rodillas en el suelo, temblando de miedo, confundido.

--¿Don... dónde estoy? -Arrastrándose hacia a la pared contraria a Dino, la voz se le hacia un hilo -¿Quién es usted?

El intentó por lanzarse sobre Itsuki para rodearlo con sus brazos, y empezar a indagar sobre lo que acababa de hacer u ocurrir, fue detenido por el golpe de la pregunta.

--¿Quien soy? –Dino no supo si quien habló fue él mismo, si fue Itsuki (Tsuna o quien fuera) o ambos.

Dos opciones tenía Itsuki/Tsuna, eligió un tercer camino no escrito… a su decisión, lo único que le quedaba, era volver a caminar por el mismo sendero, desde el punto de partida de la historia, con una hoja en blanco en mano como única pista de su existencia, como única totalidad de quien era. Ya no existía Tsuna, ya no existía Itsuki, a quien abrazaba Dino, era otra vez a un chico sin memorias, extraviado.

--Tú eres... a quien amo.
Notas finales: El final de este FF, y espero haya sido de su agrado.

A quienes dejaron rewius y leyeron, mil gracias.

En corto, espero poder subir un segundo FF que tengo igual de KHR, ahora solo de la 8059.

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