-Pero dime que me amas.
-Te amo. Te amo como a nadie en el mundo. Pero por favor baja la velocidad.
Y antes de que tuviera cualquier otra oportunidad de pedírselo, la moto perdió el control derrapando y ya no pudo hacer nada.
Estaba muerto.
Abrió los ojos con brusquedad y respiró profunda y agitadamente varias veces hasta que se pudo contener las lágrimas sobre su pesadilla.
-Vayamos a pasear – pidió luego del largo beso.
Bill no era de largos paseos, y menos tan tarde por la noche. Pero tratándose de Tom con quien lo haría, y después del apasionado beso con el que se lo pidió, no tenía por qué decir que no.
-Espera, que me peino y vamos – le dijo
Entró en el baño y se planchó el pelo antes de retocarse el maquillaje con esmero.
Tomó del brazo a Tom y bajaron las escaleras juntos. Agarró su chamarra y avisó a su madre que saldría a dar un paseo, que volvería pronto y acompañado de Tom.
Nada más salir a la calle, lo primero que sus ojos divisaron bajo el farol fue la motocicleta de Tom. Y un fuerte escalofrío le recorrió el cuerpo, dejándolo inmóvil durante segundos, en los que revivió parte de su pesadilla.
-¿Qué te pasa? – le preguntó algo asustado Tom ante su comportamiento.
-Nada, nada – aseguró negando con la cabeza – podríamos ir… ¿caminando? Me gustaría platicar contigo, y si salimos en moto, no vamos a poder.
-Relájate, que nos vamos en moto al centro y paramos a cenar y platicamos, ¿vale?
Bill asintió temeroso y se acercó más al vehículo. Sólo se detuvo cuando la tenía lo bastante cerca como para subirse.
Tom le ofreció el único casco y lo ayudó a subirse mientras el pelinegro se acomodaba tras él.
Lo abrazó por la cintura y recargó su barbilla en el hombro de su novio.
Para llegar al centro tenían que ir por la avenida principal, que daba junto al mar y que en esas horas de la noche, a pesar de no ser tan tarde como parecía y lleno de lugares festivos alrededor, estaba casi vacía.
Un recorrido fantasma.
El viento chocaba en su cara y eso lo excitaba más. A esa velocidad y en esas circunstancias ya no pensaba en otra cosa más que en que iba fuertemente abrazado de Tom.
La moto dio un ligero brinco, poniendo en alerta a Tom, y preocupando algo a Bill.
-Vamos muy rápido, baja la velocidad – le pidió Bill al oído.
-¿Tienes miedo? – preguntó
-Mucho. ¡Baja la velocidad! – insistió.
-Lo haré. Pero dame un abrazo como nunca lo hayas echo antes. – le pidió Tom.
Bill no tuvo que pensárselo dos veces y ya le estaba abrazando con todo el cariño que su miedo le permitía darle.
-Baja la velocidad – volvió a insistir.
-Sólo si te pones bien el casco
Con su brazo derecho abrazándole por la cintura hizo como pudo para acomodarse el casco con su mano izquierda. Y luego le volvió a pedir que bajara la velocidad en un ligero grito.
-Bésame – le ordenó y Bill obedeció al instante.
El miedo se hacía cada vez mayor. Ahora era él el que le ordenaba que bajara la velocidad, una vez más.
-Pero dime que me amas.
-Te amo. Te amo como a nadie en el mundo. Pero por favor baja la velocidad.
-Yo también te amo – le confesó Tom a punto de llorar.
A Bill le estremeció el saber lo que pasaba. Como en su pesadilla.
Sabía que la moto no tenía frenos, y que si no hacía algo, tendría que ver como Tom moría en sus brazos sin poder hacer nada.
Y como ya hiciera para acomodarse el casco, se lo quitó rápidamente y se lo puso a Tom.
La moto derrapó por los tres carriles restantes y él perdió el conocimiento, no sin antes dejar en su último pensamiento que había salvado la vida de su novio.
A la mañana siguiente sale un reportaje en las noticias matutinas, sobre un accidente en motocicleta que hubo por la noche, con un par de adolescentes en ella.
Se registra una muerte, heridos y nada más.
Tom logra abrir lentamente los ojos al escuchar en sueños lo que su madre estaba viendo en la televisión.
Se sorprende al oír que la noticia era sobre lo que había pasado anoche, y que había habido una muerte.
“Bill” – fue lo primero que le pasó en mente con la palabra “muerte”
No podía creerlo. Bill no podía estar muerto. No podía…
-¿Dónde está Bill? – pregunta a su madre que le ha escuchado despertar, y sin poder evitar llorar pensando lo peor.
-Tom – suspira más relajada de ver que su hijo había abierto los ojos.
-¿Qué ha pasado con Bill? – vuelve a preguntar, en total llanto.
-Tom, no te agites. Descansa. – le pide con voz calmada.
-Está muerto ¿verdad? – le dice, haciendo puños sus manos – Dime que está muerto. Que no han podido hacer nada para salvarlo. Y que soy un inútil, un idiota por haber dejado que la moto perdiera el control y que él se quitara el casco para ponérmelo.
Su madre se inclina hacia él y le da consuelo. Lo abraza con paciencia dejando que llorara todo lo que quisiera.
Cierra los ojos y toma aire para darle la noticia.
-No quiero que te agites – lo suelta, y se pone en pie para verlo mejor -, y que hagas mucho ruido. Bill está dormido y no quiero que lo despiertes.
Deja de llorar de inmediato y gira la cabeza a la cama al lado de la suya. Donde observa dormir plácidamente a Bill bajo el efecto de la pastilla.
No había muerto Bill. Si no que se fue en el accidente un peatón ebrio que pasaba por allí en el momento menos oportuno.
Tom se había dado cuenta mucho antes de que Bill le pidiera que bajara la velocidad, que la moto no tenía frenos, y le pidió que lo abrazara, que lo besara, dijera lo mucho que lo amaba, por lo que pensó, sería la última vez…y que se acomodara el caso para que se salvara él.
No contaba con la intuición de Bill y que le regresaría el casco para intentar salvarlo, y aún sabiendo que podía morir.
¿Tú harías lo mismo?
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