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Historia de una fotografías triste, un video y una foto feliz por kitsune gin

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Notas del fanfic:

Fué curioso escribirlo. Cuando terminé la transcripción teórica de TalkMeNerdy, decidí buscar una foto de mi Szayel de carne y hueso, Steven Wilson, quien se le parece mucho, físicamente. Me topé con la fotografía final. TENIA que escribir algo. DE INMEDIATO. Salió esto. No sé si les llegue a gustar. Namasté.

Notas del capitulo: Es EXTREMADAMENTE IMPORTANTE que tanto las fotografías como el video, se miren en el orden en el que están puestos, o éste cuento no será entendible. Mil gracias por su paciencia, lecturas y reviews, si los hay.
Namasté.
Kitsune Gin
Tierra, Noviembre de 2009



http://www.blackfield.org/gallery.cfm?galleryid=25&slide=1



No recuerdo por qué compré la revista… pero estoy segura de que estaba buscando otra cosa. La foto prefiguraba más de lo que se podía expresar, a la simple primera vista. Era una especie de abrazo incompleto, frenado en el aire, sin determinación aparente.

Uno era rubio, alto, de facciones finas y largas y delicadas manos, encallecidas en la punta de los dedos por los años de guitarra y piano. Mantenía los ojos ocultos tras los lentes oscuros o los lentes de la miopía, por ser su color de un azul tan desvaído que la luz terminaba siempre por lastimarle. Su genio musical era reconocido en la parte alta del planeta; podía transformar cualquier partitura en oro líquido, en gotas de cristal, puro, dulce, perfecto.

Perfectamente amargo, también; pues toda su música hablaba de la tristeza, del desamor, del abandono, de la inconformidad de mantenerse solo, del dolor absoluto por la distancia de lo amado, del temor a entregarse y de mil y otras punzadas y picores de alma, imposibles de rascar o sanar de alguna forma.

El otro, en cambio, era moreno, de la zona del planeta donde siempre había habido guerra, desde que el mundo era mundo y la historia existía como tal. No tenía la belleza del primero; en realidad, distaba de ella, con sus facciones toscas, la voz menos delicada y el cabello rizado y los ojos de una negrura de noche. Su música era diferente; tenía albores de la patria natal, de la marcha de ángeles que lo habían visto nacer y restos del idioma antiguo que la mayoría de los de su pueblo aún hablaba. Sólo era conocido en su país y del resto del mundo, nadie más sabía de él, incluso, pese a haber sido un héroe de la paz.

El segundo escuchó la música del primero y se empeñó en buscarle, para llevarle a su país –cubierto de sangre, cenizas, guerra, leche y miel- con el exclusivo propósito de hacer música, así fuera a rastras.

El primero cometió un error garrafal; se enamoró del segundo después de escuchar su voz ronca y simple. El segundo nunca se enteró; le presentó a su esposa, la cual tendría el hijo de ambos en algunos meses más.

El primero perdió el corazón y parte de la voz.

Lloró noches interminables hasta que regresó a su país, donde la frustración por la pérdida le permitió escribir gotas del dolor oscuro a los que tenía acostumbrados a sus oyentes. Semejante sangría produjo un éxito tras otro, haciéndoles conocidos a los dos, incluso en latitudes donde jamás se les había escuchado antes.

El primero necesitó meds, rompió dos guitarras y se desgarró dedos, garganta y cerebro, tratando de exorcizar la pérdida. Su manager no lo detuvo; la piedad no es buena con el instinto administrativo. A resultas del llanto forzado durante tantos meses y del distanciamiento que se impuso del resto del mundo, logró triunfos insospechados incluso para él mismo.

Entonces, el segundo fue a buscarle, con el bebé en brazos, para tratar de sacarle de su ensimismamiento.

Cuando el primero le vió llegar, su corazón se iluminó brevemente, como aparece la luna en el rasgón de una tormenta oscura. El rostro del bebé le hizo sonreír y los lentes oscuros ocultaron al segundo el rastro de lágrimas que nublaba sus ojos claros, frente a la confirmación de la pérdida.

Miré la foto en la revista, que me había hecho comprar y escuchar la música que ambos hacían; la cabeza de cada uno se inclinaba hacia el otro. El primero sostenía sus manos, tratando de detenerlas, manteniendo la fina boca con una expresión totalmente lúgubre. El segundo, una mano en el bolsillo y la otra, laxa, tras él.

Me daban la impresión de una especie de abrazo inacabado, donde el primero encerraba una cantidad de emoción insospechada, desvanecida tras la pantalla de los anteojos y el segundo no parecía tan indiferente al afecto del primero. Parecía como si lo sospechara, como si lo alimentase…y como si, de alguna forma, lo aceptara.

Traté de descifrar lo escrito en la pared. Había la inicial del primero, una W. Las otras letras eran esbozos del idioma antiguo y no podía reconocerlas bien, aunque una posiblemente fuera un aleph ¿W + A?

Y el británico volvió a la música. El piano comenzó una escala larga, dolorosa. Sin darse cuenta, lloraba lágrimas de sangre, parecidas a las que sentía brotar de sí mismo.

No hay respuestas para el amor perdido. Nunca las hay.

La sensación de injusticia es determinante, poderosa, un tsunami de emociones contradictorias, un cóctel de drogas poderosas, capaz de intimidar a cualquiera.

No era fácil sobrevivir a aquello. Recordó la suavidad de su boca, sus rizos y la sonrisa eterna, incambiable, aunado al suave acento hebreo…

En un intento de mantener el tono de la música –porque si no, el ingeniero que dirigía la enorme consola de 122 canales, de acuerdo a los patrones que él mismo había dictado, no tardaría en llamarle la atención y hacerle repetir todo, desde el principio…y no estaba de humor para eso- bloqueó la imagen mental.. y su voz se quebró.

El video mostraría su rostro sorprendentemente triste, los ojos fijos en la distancia, el dolor a flor de piel. Su manager y el resto del equipo no hicieron nada por detener lo que estaba sufriendo. Y EL no estaba ahí. Casi un año de colaboración juntos, de escribir, componer, cantar, reír. Un año de amaneceres cálidos en Tel Aviv. Uno en brazos del otro.

Cada uno había tenido un sueño. Lamentablemente, el sueño de cada uno, fue diferente, también.
El contraste en la música y el tono lúgubre y dulce de la voz, no podía terminar de decirlo todo…

Entonces, el segundo se arriesgó. Sabía lo que la siguiente foto implicaba. Sabía claramente lo que estaba haciendo. Sabía que el primero se lo merecía, completo y no a medias. Y supo que, con esa siguiente foto, lo declaraba todo.

El manager descartó el primer video. Era desolador ver al rubio inglés así. Entonces, el moreno judío ordenó que los filmaran juntos y lo sacó a punta de besos, de su tristeza casi eterna. Me hice adicta a la música de ambos. Entre los fans, los rumores se expandieron; el rubio británico y el moreno hebreo viajaban juntos, cada vez que podían.

Y entonces, pasó algo pasmoso; el músico británico vino a mi país. Y fui a la firma de autógrafos. Me pareció increíblemente bello, cuando lo tuve frente a mí, temblando, mientras sus manos –perfectas- firmaban la portada de mi cd, ahora enmarcada. Nunca había visto ojos más azules. Su siguiente trabajo, lo grabó en mi país. Lo dedicó a una de nuestras calles, que goza de la fama de ser la más larga del mundo y se puede ver fácilmente por satélite.

Puede decirse que, cuando vimos la foto –me refiero a mi y a los otros fans- fue un momento genial. Por fin, no lucía solo. Ni triste. Suspiré al verla; lucían PERFECTOS, tal y como debía ser. Afuera estaba helando y me faltaban diez capítulos por traducir; eran cerca de las dos de la mañana. Mirar la serie de fotos, de alguna forma, me dio esperanza; quizá algunos karmas, pueden ser borrados. Incluso el mío, que incluye escribir y escribir y escribir…

Me decidí por fin. Y apagué la luz.



http://www.youtube.com/watch?v=aOZCe-GCE2A


http://userserve-ak.last.fm/serve/_/30396993/Blackfield+feb+2007.jpg




My Gift Of Silence

If I compiled
Si compilara –reuniera, juntara, sumara-
All my crimes and my lies,
todos mis crímenes y mentiras
Into one mistake,
en un sólo error
Would you come back to me?
Regresarías a mi lado?

The smile on my lips
La sonrisa en mis labios
Is a sign that I don't hear you leaving me,
Es una señal de que no escucho que me estás abandonando
And I don't hear my own soul scream,
Y no puedo oír a mi propia alma gritar

I'll read your lips,
Leeré tus labios
Watch your scarf play at your hips,
Miro tu bufanda alrededor de tus caderas
And I know its true,
Y sé entonces, que es verdad
But I don't hear him call to you,
Pero…no lo escucho llamarte

Don't blame yourself,
No te culpes, no te maldigas.
Don't change yourself,
No cambies
Just want to be over you
Pon lo que quieres –por encima de ti-
Save you love,
Salva tu amor –vé-
Don't hate yourself,
no te odies –por ésto-

If I compiled
All my crimes and my lies into one mistake,
Would you come back to me,

The smile on my lips
Is a sign that I don't hear you leaving me,
And I don't hear my own soul scream,

Don't blame yourself,
Don't change yourself,
Just want to be over you
Save you love,
Don't hate yourself.

Notas finales: La primera foto fué de la presentación de Blackfield, en Rolling Stone. El video es "My Gift of Silence", cantada sólo por Steven en el original -que ya no es posible conseguir, lo quitaron de Youtube- en el cual, al cantar, la voz se le quebró; Aviv estaba en Jerusalem y ese día, Steven dejó Tel Aviv. Por ello, Aviv insistió en hacer el video, de nuevo, los dos cantando. La tercera foto es GENIAL; me encantan los "puppy eyes" de Aviv Geffen. El álbum que grabó Steven acá, en Ciudad de México, es Insurgentes; no dejen de escucharlo, si pueden. Y ya no os enfado más. Gracias, en verdad, si me han leído. Con seguridad haré mas slash de ellos, si lo solicitan.
Namasté. Kitsune Gin.

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