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El Pianista por fershia_darksnake

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Notas del fanfic:

Inspiración: la casa por la que siempre paso camino a la escuela, donde una niña practica el piano y me quedo algunas veces a hacer tiempo si voy muy temprano.

Notas del capitulo: Musica para escuchar:

http://www.youtube.com/watch?v=z2c53EXVgLM
http://www.youtube.com/watch?v=pTfPY_ZG27k
http://www.youtube.com/watch?v=nTgK4bNjZxg
http://www.youtube.com/watch?v=FmV8pQi8Tpc

Hacia un par de años que había dejado mis años de juventud y rebelde libertad para sustituirlos con la responsabilidad de un adulto. Tenía que trabajar de sol a sol para mantener a mi familia puesto que mi padre nos había abandonado cuando yo tenia 15 años y yo me había convertido en “el hombre de la casa”, según mi madre por ser el mayor de 6 hermanos.

Pues bien, dejando de lado mi prematura, indeseada y breve estancia en el mundo adulto, todos los días me levantaba antes del amanecer para trabajar un turno completo en una fabrica y de inmediato tomaba camino a mi otro trabajo en una construcción; pero naturalmente no iba a resignarme a ser un obrero toda la vida, así que empleaba mis valiosas y contadas 8 horas de sueño en asistir al bachillerato nocturno. En cualquier momento iba a volverme loco y todos me lo decían.

En el atardecer de un día especialmente agotador, 4 años después por las mismas fechas que mi padre se fue y nunca volvió, me quede dormido en el autobús y me pasé por un par de paradas de mi destino en la escuela. Bajé a toda prisa maldiciendo y rezongando, ya que tenía que llegar a tiempo si quería pasar Cálculo pues el profesor me tenía fichado por llegar medio dormido todos los días, así que comencé a correr calle abajo con desesperación.

Pero un dulce sonido me paralizó después de haber dado solo un par de zancadas, una melodía de piano danzaba por encima del bullicio del tráfico de la avenida de modo triste e intenso, desgarrador y fúnebre que haría añicos el corazón del más fuerte. No era un conocedor de música ni mucho menos, pero aquellas notas me atraían como un imán hacia la ventana iluminada de una bella casa de fachada sobria y elegante como todas en aquel barrio, por sus paredes de cantera trepaban las flores de jazmín arrastradas por una enredadera pero solo la ventana iluminada y el piano tocando eran las únicas señales de que alguien la habitara; por todo lo de mas ofrecía un aspecto de abandono y vacio de varios meses.

Aquella lastimera canción me guió hasta aquella ventana de la sala de la casa, y con la cara pegada al cristal como niño en dulcería, distinguí una silueta fina y erguida sentada a través de las cortinas de de seda blanca que ondeaban con el viento nocturno casi al tono de la canción que los agiles dedos del misterioso pianista interpretaban.

El mundo dejó de girar cuando la canción cesó y la silueta del pianista se puso de pie conservando el porte que yo solo había visto en las películas del siglo XVIII que veían las cursis de mis hermanas, y volvió a girar vertiginosamente cuando su cuerpo apareció un instante entre las cortinas revelando a un muchacho de no mas de 14 años de cabello plateado y ojos ambarinos que me sostenían la mirada sin sorpresa ni ninguna otra expresión, como si me conociera y llevara tiempo esperándome. Me alejé de esa ventana inmediatamente y comencé a correr sin saber a donde ni porqué, solo oía la canción haciendo eco en mi mente y los latidos de mi corazón desbocado, torpe e indigno al romper el perfecto ritmo de la melodía.

Cuando me detuve por el dolor en el costado y la falta de aliento había pasado de largo la escuela por un par de calles y estaba bañado en sudor. Decidí que no tenia caso presentarme en ese estado si el profesor se inventaría alguna ridícula regla para bajarme puntos así que decidí volver a casa completamente fatigado. A pesar de ello, no pude dormir.

Extrañamente, el día siguiente y el trabajo pesado supusieron una distracción y hasta un descanso para la noche en vela. Fue hasta el atardecer que volví a sufrir torturado por los nervios en el autobús camino a la escuela, cuando mis tripas comenzaron a retorcerse incontrolablemente al decidir bajarme casi 8 calles después de mi destino. Miré mi reloj y me arme de valor para aferrarme al asiento para no salir huyendo a la seguridad de mi escuela al pasar frente a ella.

Y aun mas extraño fue que me fuera mas difícil levantarme y tocar el timbre de parada cuando pasé frente a la bella casa donde aun era imposible saber si se oía el anhelado sonido del piano en el interior del autobús. Tras reprenderme mentalmente me lancé al timbre y el chofer se detuvo en seco echando una maldición a “los jóvenes de hoy”, yo lo ignoré y me sorprendí de no haber tropezado al bajar por el estado de embotamiento en que me encontraba. El ruido del tráfico enmudeció mágicamente cuando llegó a mis oídos una nueva melodía inocente y dulce que me recordaba al correr de un rio de aguas cristalinas y diáfanas; y al igual que el día anterior, me envolvió con unas cadenas de oro invisibles que me jalaban a aquella ventana iluminada cada vez mas brillante al morir el crepúsculo.

A pesar de que aquella noche estaba mejor preparado que la primera, cuando la belleza me llego de golpe y sin previo aviso casi con agresividad, y de que me encaminé al muro de los jazmines en lugar de la ventana por donde se filtraba aquella silueta fina y sublime, fue contra producente.
Puesto que el perfume también me impactó, perfectamente a tono con la canción de notas blancas que profanaban mis oídos al igual que aquellas flores, y volví a quedar idiotizado (no hay otra palabra). Mis oídos, mi vista y ahora también mi olfato, eran esclavos del momento. Era peligroso dejarse hechizar…en ese entonces no sabia que era mi instinto de supervivencia el que decía esas palabras.




Pasé semanas de días vigorizantes y atardeceres tortuosos para llegar a aquellas noches aterradoras de belleza que me dejaban en vela. Comía solo por que mi madre me obligaba, ya no hablaba mas que para dar respuestas monosilábicas y tenia un brillo febril en la mirada; y sin embargo me desempeñé mejor que nunca en el trabajo y en la escuela. Mi familia temía que por fin había sucumbido a la presión y al estrés, así que intentaron obligarme a dejar un empleo y la escuela pero me negué rotundamente en un ataque casi psicótico. Suerte que no teníamos dinero y no podían internarme en el manicomio que debió haber sido lo indicado.

No paso mucho tiempo antes de que mi madre decidiera poner a trabajar a mis hermanos mas jóvenes y ella misma comenzara a lavar ajeno para “aligerarme la carga” sin saber que solo lo empeoraría, pues ahora tenia las tardes libres para quedarme parado frente a esa ventana donde siempre sonaba una melodía nueva y virtuosa interpretando una emoción completamente nueva por descubrir todas las tardes hasta que caía la noche y esos ojos de oro fundido se asomaban por la ventana para hacerme huir a mi mundito forjado en mis “responsabilidades” que en realidad eran solo un escape a la belleza que me llamaba todas las noches para intentar hacerme caer en la demencia.

Tuvo éxito un viernes 6 de noviembre lluvioso y gris, cuando la luz de la ventana estaba ausente al igual que las familiares notas del piano y al aroma de los jazmines que eran despedazados por el torrencial. No podía ser, no podía haber perdido a mi pequeño pianista, a mi amo. Si él se iba se iría toda la belleza de este mundo donde solo me quedaba la soledad y el horrible silencio del estruendo de la avenida y los rayos. Era silencio por que era horrible, ya no había belleza en ningún lugar.

Estuve empapándome bajo la lluvia por horas, no sabría decir cuantas puesto que el universo había colapsado para mí, solo lo sé por que reaccioné hasta que reinó un completo silencio real solo perturbado el murmullo de la lluvia que se resistía a amainar. La calle estaba desierta y por la normalmente siempre embotellada avenida solo pasaban los últimos autos desbalagados a toda velocidad. Ya debería ser la madrugada o como mínimo, la media noche.

Mi cuerpo se movió por si solo como aquella primera vez hace varios meses, pero ahora hipnotizado por el silencio en lugar de las bellas melodías de aquel niño. Rompí el cristal de la ventana de un codazo y brinqué al interior oscuro de la casa con toda naturalidad a excepción de mi corazón que parecía a punto de de estallar.

La casa era tal y como la imaginé, el piano de cola junto al a ventana brillaba perfectamente pulido a pesar de la oscuridad y en la penumbra distinguí la silueta de muebles cubiertos por sabanas blancas distribuidos en la amplia casa sin decoración. Presioné una sola tecla del piano fantasma ahora presente y una nota trémula rasgó el silencio, pero no era el piano quien me llamaba si no su pianista al igual que los jazmines muertos eran mudos y quien me atrapaba era su aroma desaparecido.

Atravesé la sala a prisa, sudando frio y temblando de excitación mientras subía por una escalera empotrada en el fondo. Mi intuición o mi voluntad esclavizada me indicaban que lo buscara ahí, me llamaba por mi nombre con una voz débil como la llama apunto de extinguirse para siempre y dejarme solo en la oscuridad.

“David.”

Intenté gritar de terror pero solo brotó de mí un jadeo cuando unos ojos azules y enfermizos me miraron con terror al llegar al segundo piso. Tampoco sé cuanto tardé antes de identificar al joven demacrado y pálido y darme cuenta de que era mi propio reflejo que me miraba desde un gran espejo enmarcado en plata. Había adelgazado mucho en esos meses y llevaba el cabello mojado casi hasta los hombros haciéndome parecer aun más como un maniaco. Intenté recuperarme del susto y sacar esa imagen tan perturbadora de mi mente, si no encontraba al pianista me vería mucho peor.

Di vuelta a la izquierda acompañado solo por mis pasos amortiguados por la alfombra en el silencio que volvía a oprimirme como si me encontrara a kilómetros de profundidad en agua helada y oscura como amenaza de perder a mi amor, pasé saliva y tome aire para armarme de valor y giré el pomo de una sencilla puerta que se abrió con un quejido.

“…David.”

Ahí estaba él, tendido desnudo en una cama con cortinajes y sabanas blancas como todo en esta casa, inmóvil y desmadejado como una muñeca rota o un cadáver y solo el movimiento de sus ojos dorados al mirarme me indicaban que estaba consciente. Levantó una mano de dedos largos y finos de pianista hacia mí y yo de inmediato corrí hacia él y me arrodillé junto a su cama, tomando aquella mano y besándola entre balbuceos de alegría. Olía a jazmín y su piel era tersa y suave como el vidrio pulido, tenia el sabor que suponía que tendría el té de jazmín con crema aunque nunca lo había probado.

“David.”

Dijo mi nombre con una voz hermosa, idéntica a las notas intermedias de su piano, y me dio un vuelco al corazón. Miré sus ojos de oro liquido entre los mechones de plata y fue demasiado para mí. Mi vista, oído, olfato, gusto y tacto estaban inundados de él, de marfil, de plata y de oro; todo mi ser estaba inundado del pianista.

En un latido tomé posesión de su boca, enterré mis dedos en sus finos cabellos de plata y lo atraje hacia mí con urgencia, saboreando sus suaves labios apenas un poco mas coloreados que su piel y rodeando su lengua con la mía. Aspiraba su aliento floral mientras subía al lecho y abrazaba su frágil cuerpo desnudo, delicado y sublime como el murmullo de la lluvia o las últimas vibraciones de una cuerda. A su lado, mi excitación era torpe y desesperada que crecía demandantemente como la locura que ese niño me provocaba.

Oí un gemido de su garganta, cuando me sintió duro contra su sexo a través de mi ropa empapada, que me hizo jadear de emoción y me separé para literalmente arrancármela del cuerpo mientras miraba sus delicadas facciones se derretían por súplica y sumisión. Y aun así, era yo el esclavo que volvía a besarlo apresuradamente antes de bajar por su cuello de marfil y aroma nocturno, besando y lamiendo su sabor a crema dulce hasta llegar a su pecho y succionar sus pezones uno después del otro.

“David…”

Volvió a suspirar mi nombre acompañado de débiles gemidos rítmicos como si se tratara de una nueva melodía y bajé en un camino de besos hasta su miembro erecto y lo metí en mi boca lentamente, humedeciéndolo y enroscándolo con la lengua al tragarlo, y me embriagué con un nuevo sabor de sal y azúcar mezcladas.

“David… ¡David…!”

El pianista gimió mi nombre con más fuerza por encima de gemiditos y quejidos que brotaban de su boca cada vez que tocaba el fondo de mi garganta, pero esa sola palabra me suplicaba…no, me ordenaba claramente que le otorgara algo mas especifico que hizo hervir mi sangre y palpitar mi hombría contagiado de su desesperación. Volví a mirar sus ojos dorados y llorosos de placer y el volvió a decir mi nombre mientras caía un relámpago cuya luz inundaba la habitación; por un momento creí ver la cama vacía, pero cuando volvió la penumbra seguida por el trueno ahí estaba él tocando una canción de gemidos y suspiros totalmente dedicada a mi. Asentí una sola vez antes de bajar a su entrada después de alzarle las piernas y ensalivé su entrada con lamidas ávidas y hambrientas.

“¡David!”

De nuevo sus órdenes caían contundentemente sobre mi voluntad y yo no podía rehuirlas, su voz me volvió a aprisionar con cadenas de oro y me alcé tomándolo de las caderas, mirando como sus ojos se contraían en una mueca de dolor y placer cuando entré en su estrecho pero terso interior de porcelana. Mis jadeos se unieron a su sinfonía al entrar en un cuerpo tan joven y evidentemente virgen pero era el paraíso. Sus gritos se intensificaron como el tremolo de sus canciones y todo su cuerpo se arqueó y me abrazó con las piernas en busca de más de mí; yo obviamente no se lo negué ni lo hice esperar y jale sus caderas para introducir mi sexo por completo en él de una sola vez, arrancándole mi nombre de sus labios en un grito de placer.

“¡¡David!!”

Esta vez el me jalo del cabello para atraerme a su boca y besarme apasionadamente, guié su lengua un poco inexperta en el interior de mi boca para acompasarlo al ritmo que yo había comenzado a embestirlo, entrando y saliendo de él acompañado siempre de un gemido ahogado por el beso en cada movimiento.

Sus ojos dorados suplicantes, su voz resonando como la cuerda vibrante, su aroma a jazmín nocturno, su gusto a leche y miel, su piel de marfil…de nuevo me enloquecieron y me hicieron moverme cada vez mas rápido y fuerte, haciendo crujir la cama y los huesos del menor, pero este solo se abrazaba a mi cuerpo con brazos y piernas y su interior se comprimía y relajaba para invitarme a entrar cada vez mas profundo.

“David… David… El rojo mancha el oro, la plata y el marfil, David…”

Perdí la cordura…aquél muchacho me la había arrebatado y me poseía por completo al yo hacerme dueño de su cuerpo. Su miembro duro rozaba con mi abdomen cada vez con más fuerza y yo sentía que iba a explotar al mismo tiempo que el pianista vibraba en mis brazos, rompiendo el beso para poder gritar libremente a punto de llegar al clímax.

“¡DAVID!”

Grito mi nombre una última vez al venirse entre nosotros con un gemido que arqueó todo su cuerpo en un orgasmo intenso, "forte" como el fin de de la orquesta completa. Yo me corrí de inmediato dentro del pianista, aferrándome a su cuerpo para impedirle arquearse de más pero terminé tendido sobre él completamente exhausto, vencido por los meses de insomnio.

“David, el rojo mancha el oro, la plata y el marfil.”

Caí en un sueño plácido y profundo sin entender las palabras del muchacho arrullando por su voz, a pesar de que volvía a ser la melodía triste y desgarradora con la que lo conocí. Soñé con sus cinco modos de aprisionarme y murmuré un “te amo” sin obtener respuesta. Sólo sentí un agudo dolor que cruzó mi cuello de lado a lado haciéndome abrir los ojos de golpe encontrándome con la mirada aurea e indiferente del pianista, mientras la sangre escapaba de mi cerebro al separarse mi cabeza del cuello en otro grito mudo pues mis pulmones y cuerdas vocales habían quedado en mi cuerpo aun abrazado al del muchacho. Mi cerebro enloquecido daba vueltas sobre la cama, mirando en mis últimos segundos de vida como mi sangre salpicaba en su rostro de oro, plata y marfil.





En una casa vacía suena una triste melodía, desgarradora y solitaria que esclaviza a los incautos. Si oyes el piano, hueles el jazmín o vez una silueta en la luz de la ventana, corre. No querrás ver como el rojo mancha el oro, la plata y el marfil.
Notas finales: Fuentes de Inspiración: La casa por donde siempre paso de camino a la escuela y escucho a una niña practicar el piano; leer El Perfume por millonesima vez y que me entraran ganas de un poco de gore-me regalaron ese libro hace 6 años y desde entonces no lo suelto-; y la versión en piano de My Immortal de Evanescence -es desgarradora para una servidora, http://www.youtube.com/watch?v=TZ7JEiIC6GQ -


Ja...resumen, quiero con la niña esa y tenia ganas de yuri pero a media noche me pegaron ganas de gore y como mi mami dijo que a las mujeres no se les toca ni con el petalo de una rosa hice yaoi -w- El pianista fue bautizado como "Cosa" y "Gasparin" por Nekosa y yo XD da meyo D: es una proyeccion de que morire asesinada por ukes T^T Es que soy perro y babeo y muevo la cola por cualquier pedazo de carne, segun esto.

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