“Ya no resisto, no quiero vivir más, me he dado cuenta de la clase de escoria que soy… no quiero seguir viviendo. No puedo soportar más lo que estaba pasando, me siento débil al no poder defenderme y sentirme sucio, asqueroso, no puedo soportar ni mi propia presencia”.
Pensaba un castaño llorando, tirado en el suelo de su cuarto desnudo.
“Este puto mundo ya no me necesita… tengo que hacer algo para acabar con esto de una vez por todas… y ya creo cual es la solución”.
Seguía pensando, al darse cuenta de cual era la única opción que tenia para acabar con todo su sufrimiento, levantándose de aquel frío suelo, dándose el animo para poder llegar al velador que tenia junto a su cama, lo abrió y metió la mano buscando algo en aquel cajón.
- Lo encontré-se dijo para si mismo.
Sacando de allí una afilada gillette. La miró sádica y tristemente aquel objeto, decidió pasárselo por su brazo, desde su muñeca hasta antes de llegar a su ante brazo, haciéndose una herida profunda, desde cualquiera que viera aquel brazo pensaría que duele horrores, pero en el caso de aquel joven, ya no sentía el mínimo dolor, lo que le estaba sucediendo era peor que un millón de heridas juntas.
Por la herida brotaba abundante sangre, se le llegaba a anotar el músculo desgarrado por la gillette.
El joven castaño se quedo sentado en el suelo, sentía una brisa que abrazaba su frágil cuerpo desnudo, apoyo su espalda en la cama, sentía que su cuerpo perdía calor sabía que ya no le quedaba mucho, se moriría desangrado, pensó que su muerte sería menos trágica, pero no lo pudo evitar. Se quedó inmóvil esperando su final.
- Al fin todo se ha acabado…- dijo con un susurro, cayendo en el suelo inconciente.
Lo último que escucho fue la puerta abrirse, un gritó que no pudo distinguir de quien era, pero sabía que le estaba llamando.
- ¡TAKA-CHAN!, DESPIERTA PORFAVOR- gritó esa persona.
Llamando apresuradamente la ambulancia, para que se lo llevaran con urgencia.
El castaño despertaba de aquel sueño, aquel que pensó que era su fin, el cual ya nunca despertaría, pero fue todo lo contrario.
Abrió con pesadez sus parpados, viendo cuarto blanco, el cuarto no era muy grande ni muy pequeño, tenia la cama donde el estaba acostado, dos puertas, en una suponía que era el baño, y la otra de salida, una cómoda al lado de su cama, y un enorme closet donde también suponía que allí estaban sus cosas.
Se dio cuenta que tenia una aguja en su brazo donde se le inyectaba el suero, de repente se abrió una de las puertas, viendo entrar a su querida madre, a la cual no quería herir por sus acciones, pero tampoco quería seguir preocupándola por su conducta, la negatividad que tenia contra los hombres, no le gustaba que ninguno le tocase, hablara o mirara. Les repugnaban.
Su madre llego hasta donde estaba el, y lo abrazo como si la vida se le fuera en eso.
Continuara .... :D
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