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You Have A New Message por Jane Star Kage

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Notas del capitulo:

¡Hola mis perversas! ¿Me extrañaron?

 

Lamento la tardanza para este capítulo. Conseguí un empleo. Sumenle a eso universidadde término y ser parte de un equipo de fanzine yaoi y obtendrán una persona muy cansada para escribir (en cuanto a lo del fanzine, ese trabajo si gusta xD).

 

Cómo sea:

Gracias Inés por el comentario tan lindo para el capitulo anterior. Me alegra que te haya gustado tanto y aquí tienes la continuación. Para ti y para los demás, por supuesto.

 

Me hace sentir muy bien ver cómo mucha gente lee la historia. Pero a quien engaño, adoro cuando me comentan diciendome que fue lo que les gustó xD

 

 

 

Capítulo IV

 

Se Ha Archivado Un Crimen 

 

—Haz estado muy silencioso —le dijo Fuji a Kawamura, sobresaltando al chico—. ¿Estás bien?

 

Takeshi se había retirado hacia el espacio rectangular que por cierto, era donde se encontraba la caja de fusibles que iluminó toda el área. Un espacio casi  debajo de las escaleras por las que habían descendido.

—Si… no — admitió, mientras veía a Eiji y a Kirihara discutir con Oshitari sobre cual puerta abrir, en frente de la siguiente puerta a la del baño—. No puedo creer que Echizen esté muerto. Es tan…

 

—Frustrante —completó Fuji, bajando el rostro. 

Takeshi se fijó en él, preocupado.

Syusuke enderezó la cabeza y le puso una mano en el hombro a su amigo. No sonreía, pero tampoco estaba excesivamente serio.

 

—No te preocupes, saldremos de esto —le dijo.

 

Kawamura se obligó a sonreír. Era lo mejor que podía hacer.                                                                             

 

—Debemos pensarlo bien —decía Oshitari a Kirihara y al pelirrojo.

 

—¿Qué es lo que hay que pensar? —objetó el primero—. La que abrí no era la salida, pues abrimos otra.

 

—Tiene razón —apoyó Kikumaru, para luego mostrar el código de barras que yacía impreso en su mano—. Y mientras antes lo hagamos, mejor.  Mis manos están sudando y esta cosa puede borrarse.

 

—Escuchen —les dijo Yuushi, tratando de calmarlos—. Hay cinco puertas cerradas en este piso y sólo nos quedan tres códigos. ¿Qué pasaría si nos quedáramos sin códigos antes de hallar la salida?

 

Un silencio incomodo se formó entre ellos.

 

—Estaríamos encerrados —contestó Eiji al fín, un poco nervioso ante la idea.

 

—Exacto

 

—¿Sólo tres? —preguntó Kirihara algo confundido, girándose a ver a los otros chicos —¿Qué puertas abrieron ellos?

 

—“Si hubieses puesto atención a lo que te dije cuando nos encontramos, lo sabrías” —pensó Oshitari antes de contestar—: Mizuki utilizó el suyo en la puerta del segundo piso y yo usé el mío con la segunda puerta, donde Kikumaru estaba encerrado. Y tú… ya usaste el tuyo en el baño.

 

Kirihara pestañeó varias veces confundido. ¿Fue su imaginación, o ese “tú” vino cargado de un ligero tono de reproche?   

 

—Si ya han terminado de discutir lo obvio y lo que ya sabemos, quisiera hacer una sugerencia —intervino Mizuki, viniendo desde el fondo del pasillo—. Cómo sólo los de Seigaku tienen sus códigos, uno de ellos debería abrir esta puerta.

 

Mizuki señaló la última puerta, la que estaba justo al lado de donde ellos se encontraban parados.

 

—¿Esa porqué? —quiso saber Kirihara

 

—Sólo pensaba… —Mizuki se acercó a la puerta señalada para luego girarse a verlos—. Esta puerta  da a este pasillo, pasando por todas las puertas hasta llegar al final donde solo quedan las escaleras. ¿No es un buen lugar para poner una salida?

 

—Es un pensamiento demasiado simplista —dijo Yuushi.

 

—Fue un ingeniero quien hizo los planos de este edificio, no un asesino —. Le recordó el astuto joven.

 

Oshitari Miró a su alrededor, a Eiji pareció gustarle el razonamiento de Mizuki, y Kirihara no tenía nada que objetar. Que sorpresa.

 

Fuji y Kawamura se acercaron al momento en que Eiji acercaba su mano al lector. El pelirrojo miró por un segundo a Syusuke, inseguro de si debía continuar. Al este asentir con su cabeza, prosiguió.

 

El familiar sonido del código aceptado se oyó en el área, y la puerta  se abrió ante una patada que le dio Kikumaru. El no iba a entrar ahí sin antes echar un vistazo desde afuera.

 

—Que coños  es esto…

 

Esa expresión, por increíble que parezca, salió de la boca de Mizuki.

 

La habitación parecía una biblioteca. Un estante lleno de libres al fondo, otro a la derecha. Una mesa con varios libros y papeles varios a la izquierda. Y claro, una silla replegable a su lado, para que la lectura fuera cómoda. Que detalle.

 

—¿Con que la salida, eh? —dijo Eiji, mirándolo de reojo mientras pasaba al interior.

Hajime sólo lanzó un bufido.

 Kirihara pasó a su lado rápidamente, miró a todas partes y lanzó una exhalación de cansancio.

 

—La luz es más débil en esta habitación —hizo notar Syusuke al entrar mirando al techo. Una de las dos luces estaba apagada, una prueba más de que ese sitio se estaba cayendo a pedazos. Parecía estar por decir algo más, pero se detuvo en seco, mientras clavaba su mirada hacia el frente.

 

—¿Fuji? — dijo Oshitari, quien venía detrás de él y tuvo que parar ante el súbito congelamiento del castaño.

 

Fuji levantó una mano sin mirarlo, indicándole que guardara silencio. Luego avanzó a grandes zancadas hacia el estante del frente y, sin ninguna explicación, empezó a lanzar libros a diestra y siniestra del estante.

 

—¡Oye! —gritó Kirihara al recibir el impacto de uno de ellos. Mizuki tuvo que agacharse para no ser golpeado. Y si no fuese porque Fuji estaba de espaldas a ellos, hubiese jurado que lo hacía a propósito.

 

—Finalmente enloqueció —fue lo que murmuró desde abajo mientras se cubría el rostro con los brazos. Sospechaba que eso le iba a pasar desde que lo conoció.

 

—Miren —dijo Fuji como respuesta a los comentarios, haciéndose aún lado.

 

Eiji y Kirihara emitieron un grito de sorpresa. Fuji había descubierto una pequeña ventana detrás del anaquel.   

 

—¡Una salida —celebró el pelirrojo mientras se acercaba de un salto.

 

—¿Una salida? —repitió Mizuki desde el suelo, levantando el rostro.

 

—¿Cómo supiste? —preguntó Oshitari, acercándose a Fuji anonadado.

 

—Sentí la brisa —explicó Fuji mientras resistía un abrazo de Eiji.

 

—¿Brisa? No había ninguna brisa —dijo Kirihara, luego de mirar a la ventana.

 

—Ballena Blanca —dijo Fuji simplemente—. No se puede usar un tiro así, si no puedes sentir hasta la más mínima corriente de aire.

 

—¡Eres el mejor! —exclamó Eiji, abrazándolo más fuerte.

 

—Me encantaría no ser el pesimista que lo haga notar, de verdad que me sí, pero esa ventana tiene barrotes.

 

Mizuki hizo notar lo que ya todos habían visto a la primera. Es que no entendía el porqué de la celebración. Seguían estando atrapados con un cadáver un piso encima de ellos y un posible asesino merodeando el lugar. Fallaba en ver lo que una ventana abarrotada podía  hacer para mejorar su deplorable situación. 

 

—Kawamura, ayúdame con esto por favor —pidió Fuji, mientras miraba el estante. Pasando totalmente de Mizuki.

 

El mencionado acudió al llamado de inmediato. Se colocó de un lado del estante mientras Fuji tomaba el otro. El plan era moverlo hacia el frente, solo un poco. Pero Kawamura inició de forma muy brusca, por lo que el estante se fue hacia delante, cayendo al suelo sin que nadie pudiese o quisiese evitarlo. El ruido de la madera amortiguada por libros se oyó por toda la habitación.

 

—No era lo que esperaba, pero está bien —admitió Oshitari, mirando ahora hacia la ventana despejada.

 

—Lo siento —dijo Kawamura apenado a su amigo.

 

—Descuida —habló Fuji—. No es cómo si lo necesitáramos de pie.

 

—Que fuerza tan bruta —mencionó Mizuki a Kirihara, quien se había colocado junto a él.

 

—Yo diría que él es un bruto —fue la respuesta del chico.

 

 Eiji caminó por encima del estante y se acercó a la ventana.

 

—Es de noche —dijo bajamente mientras se aferraba a los barrotes. Había luna llena, y por los alrededores solo podía ver arboles con un aspecto siniestro a causa de la oscuridad. Imaginaba que la carretera quedaba oculta a un lado—. Nuestros padres deben estar preocupados…

 

—Ya era casi de noche para cuando íbamos a salir del Sushi Kawamura —habló Oshitari mientras miraba el escritorio que estaba a su izquierda. Sus ojos se posaron en unos folders regados por encima de este—. No sabemos cuánto tiempo llevábamos aquí antes de despertar, pero deben ser ya pasadas las doce.

— Yuuta… —suspiró Mizuki para sí mismo.  Esperaba que su joven pupilo pensase que él estaba recogiendo datos aun. El problema es que sólo sabían que era tarde, pero no la hora exacta. Aunque Quizás era mejor así. Saberlo únicamente los llevaría a más preocupaciones.

 

—…Al diablo —dijo Akaya caminando rápidamente hacia al frente, apartó a Eiji bruscamente de la ventana. Se aferró a un barrote y comenzó a halar de él con todas tus fuerzas.

 

—¡¿Qué se supone que haces?! —preguntó Kikumaru, ignorando la acción anterior.

 

—Voy… a… ¡sacarlo! —tartamudeaba el joven, mientras tiraba. Hizo tanta fuerza que empezaron salírseles pequeños quejidos de forma inconsciente.

 

—Esperaba que esos barrotes estuviesen viejos y oxidados, por el notable abandono de este lugar —empezó Fuji, cruzándose de brazos. Con su mirada recorrió las barras—. Pero por la  persona que nos trajo aquí, tomó sus precauciones. El nos quiere encerrados aquí. Esos barrotes son nuevos. 

 

—¿Oíste Kirihara? Esos barrotes no se van a salir —le avisó el pelirrojo.

 

—Si…voy…a… ¡maldición! —exclamó, dándose finalmente por vencido, cayendo de rodillas, jadeante.  Rápidamente se puso de pie, se aferró a los barrotes y acercó su boca lo más que pudo a la ventana—. ¡Ayuda! ¡¿Alguien me escucha?! ¡Necesitamos ayuda! ¡Ayuda! ¡Necesitamos ayuda, maldición!

 

—Kirihara, ¡cálmate! —pidió Mizuki, una vez que no pudo soportar más los gritos. Estaba comenzando a desesperarle.  

 

—¿Qué me calme? ¡¿QUE ME CALME?! —Kirihara le miró con furia—. ¡Está muerto, maldita sea! ¡Lo mataron y ahora quieren matarnos a nosotros también! ¡Es tan!... ¡es tan injusto!

 

Nadie replicó a eso. Sólo los pesados jadeos de Kirihara, agotado, se dejaban escuchar. ¿Kirihara se habrá referido al asesinato de Echizen o a que ellos estaban en peligro de muerte? ¿Quizás ambos? No había forma de estar seguros.  

 

—Supongo que sólo nos queda irnos a otra puerta —dijo Mizuki, finalmente, en un suspiro.

 

—No, tenemos otra opción: leer —habló Oshitari, quien se había sentado sobre el escritorio, con un folder entre sus manos y cruzado de piernas. Estaba siguiendo su propio consejo.

 

— ¡¿Me estas jodiendo?! —le dijo Kirihara fieramente.

 

—Eso quisieras —respondió Oshitari, insensible. Aunque su propia respuesta le sorprendió, no combinaba con su forma de ser.

—¿Y si yo lo intento? —sugirió Kawamura, mirando la ventana con ojos anhelantes.

 

—Podrías pegarle con la silla replegable aquí presente. Pero solo conseguirás cansarte y dañar el asiento. Por otro lado, estoy leyendo algo muy interesante —habló Oshitari.

Todos lo miraron unos segundos. Algunos confundidos, otros irritados.

La mirada hacia el exterior les había dado una sensación amarga. Estar tan cerca y a la vez tan lejos de la libertad, producía un nuevo sentimiento de frustración, el cual aumentaba el que ya pesaba sobre ellos.

 

—Vámonos de aquí —pidió Kikumaru, con un tono bastante molesto. Kawamura consintió con él, al igual que Kirihara. Ya estaban a puto de irse, cuando Oshitari habló nuevamente.

 

 —Kawamura, ¿Por qué no nos hablas a todos  de ese hombre que mataste?

 

Nadie se movió un paso más. Todas los ojos fueron a clavarse en la figura de Yuushi, cuya expresión seria dejó en claro que nadie debía atreverse a pensar que estaba bromeando.

 

 Mientras que Kirihara y Mizuki seguían mirando a Oshitari, Fuji y Eiji miraron a su compañero de equipo, estupefactos.

 

Oshitari lucía sombrío desde el lugar donde estaba, con sus lentes reflejando parte de la luz del techo, por lo que sus ojos no eran visibles. Se mantenía en silencio mientras dejaba que sus palabras terminasen de hacer efecto en los demás.  

 

Kawamura, por su parte, palideció. No pudo voltear a  hacer frente a la acusación. El labio inferior empezó temblarle.  

 

—Que… ¿acabas de decir? —fueron las palabras de Fuji. Su tono era peligroso, pero Oshitari no se dejó intimidar.

 

—Todo está aquí —dijo Yuushi mientras volteaba el folder que había estado leyendo. Solo había una hoja. En ella, estaba foto pequeña de Kawamura estaba grapada en el borde. Y unas simples líneas escritas debajo.

 

—Kawamura Takeshi asesinó a un hombre para proteger el negocio familiar hace un año.

 

—Vámonos de aquí  —Fuji, quien había avanzado hasta donde se encontraba Oshitari,  arrebatándole el folder de sus manos—. Abramos otra puerta

 

—Fuji, creo que es importante que analicemos bien esta habitación —dijo el joven de lentes, frunciendo el seño ante el acto de Syusuke.

 

—Abramos otra puerta —repitió con un tono más autoritario, dejando en claro que aquello no era una petición.

 

—Esto es importante —Oshitari no iba  a dejarse amedrentar.

 

—Yo me quedo —dijo Mizuki cruzándose de brazos y uniéndose a Oshitari—. Obviamente nos equivocamos al pensar que esta habitación sólo contiene una ventana inútil.

 

—Esto está mal —dijo Fuji, intentando convencerlos—. Debemos salir de este cuarto.

 

—¿Mal para quién? Y no eres nuestro jefe —ahora fue Kirihara quien se negó.

 

—¿Kawamura? —dijo Kikumaru al ver al chico seguir avanzando hacia la salida.

 

—Yo…esperaré afuera —fue lo que dijo, con el rostro bajo. Incapaz de mirarles al rostro.

 

Kawamura abandonó la habitación, sin que sus dos compañeros hiciesen algo para evitarlo. Incluso Eiji sabía cuando alguien no quería ser detenido. 

 

—Oigan, encontré el mío —anunció Kirihara mientras le quitaba el polvo a la carpeta.

 

— ¿Tú también? —preguntó Fuji al ver al pelirrojo mirar fijamente hacia donde los otros tres. Su mirada delataba sus deseos.

 

—..Puede haber algo importante —dijo  Eiji mirándolo con una expresión de disculpa.  Su mirada no pudo mantener la de Syusuke por mucho tiempo.  Se unió al grupo que hurgaba el escritorio  sus alrededores.

 

Fuji suspiró para sus adentros. Si había un archivo sobre Kawamura, acusándolo de algo tan serio como un asesinato, entonces podía esperar que los demás tuviesen uno con acusaciones  de índole semejante. Cuelga al lobo mentiroso”, la última frase de la nota todavía resonaba con fuerza en su mente. Aquellos archivos prometían declarar quien entre ellos tenía algo que esconder, algo serio por lo que podía intuir.

 

 Esa habitación era una trampa. Era el lugar donde empezarían a desconfiar entre ellos de forma vehemente.  Una vez había oído: “Encierra a un grupo de personas en una habitación, dales un simple motivo, y empezaran a matarse entre ellos”.  Ese era el objetivo de aquel cuarto, darles un motivo.  No solamente eso, estaba el detalle de que cualquier persona que comete un crimen, naturalmente no desearía que este se revelase. Un sentimiento de desnudez iba a ser inminente.

 

Lo triste era que cualquier cosa que dijese, sólo empeoraría la situación. Nadie le tendría en cuenta. Tenían que darse cuenta ellos mismos de peligro que esos papeles eran, pero ninguno, ni siquiera Oshitari, parecía darse cuenta. No sabía que sus mentes estuviesen así de embotadas. Estaban yendo hacia un acantilado y Syusuke no podía hacer nada para detenerlos.  Sólo le quedaba verlos caer y luego recoger los pedazos.

 

Era la primera vez que Fuji se sentía tan impotente en su vida.

 

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—Cada uno leerá su propio archivo —anunció Oshitari mientras sujetaba la carpeta con sus datos. La misma amenazaba con escurrírseles de sus sudados dedos.

 

—Esto es tétrico —se quejó  Mizuki mientras miraba su fotografía pegada dentro de la carpeta que le pertenecía. No se atrevía a mirar el suyo.

 

Habían formado una ronda frente al escritorio. Fuji al final se había unido al grupo, aunque su vista divagaba por toda la habitación, explorándola.

 

—¿Qué hay con el estante? —Preguntó Eiji —.¿No deberíamos levantarlo y ver si tiene algo más?

 

—Ya nos ocuparemos de eso más tarde —aseguró Oshitari.

 

—¿Hay uno sobre él? —dijo Fuji, mirando al joven de Hiotey.  

 

—¿Sobre quién?

 

—Echizen.

 

—Ah… no lo había pensando —admitió, volviendo su vista hacia el escritorio. Buscó sobre el resto de papeles viejos que yacían en él, pero no había nada.

 

—Quizás está en ese estante  —mencionó Eiji mirando al objeto caído, dejando claro de forma inconsciente lo mucho que le atraía dicho objeto.

 

—Primero lo primero —insistió Oshitari—. Cada uno leerá lo que se dice de él.  Nadie puede asegurar la veracidad de estos archivos, pero confirmará un pensamiento que tengo.

 

—¿Cuál? —preguntó de inmediato Mizuki.

 

—Luego te explico. Ahora, ¿Qué tal si empiezas tú?

 

Kirihara lució fuera de base por unos segundos, pero obedeció al pedido. Abrió su expediente y se encontró con una foto suya en el borde superior, datos generales más abajo –su dirección, escuela, edad- y un subtitulo: Crimen. Debajo, estaban  unas sencillas líneas que era lo que tenía que leer. 

 

—Kirihara Akaya asesinó  un chico antes de entrar al Rikkai-dai en su primer año. Kirihara ha seguido… ¿intentando cometer más asesinatos? ¡Qué basura! —gritó enfadado. Estuvo a punto de lanzar el informe en dirección a la ventana, que le quedaba a su espalda.

 

Los demás le observaron de forma tan fija que le hicieron sentir incomodo.

 

—¿Qué? —dijo finalmente.

 

—Nada —fue Mizuki quien respondió, girando los ojos—. Sólo que no estamos muy sorprendidos. 

 

—Hey, yo no maté a nadie —se defendió molesto, intentando mantener la calma. Cosa que no era muy común en él, pero la situación le impedía recordarlo—.Yo…

 

—¿Recuerdas algún suceso antes de unirte al Rikkai que pudiera dar pie a esa acusación?—preguntó Mizuki—. ¿Alguna pelea callejera o algo?

 

—¡No! —negó con vehemencia. Y se negaba a siquiera intentar rememorar algún caso del pasado—. ¡Y no he matado a nadie! —repitió para dejarlo en claro.

 

 

—Sigo yo —. Anunció Oshitari, intentando no sonar tan incomodo cómo se sentía. Abrió su carpeta y fue de inmediato a donde estaba escrito el crimen en su contra. Ta lo había leído en su mente, pero eso no implicaba que fuese fácil decirlo en voz alta.

 

—Oshitari, Yuushi dejó morir a un paciente octogenario en su ronda nocturna, a la tercera semana de entrar al hospital.

 

Nadie dijo nada. Él ni siquiera levantó la mirada del folder. La atmosfera de la habitación se volvió repentinamente asfixiante e intolerable. Finalmente alzó la vista y le preguntó a Mizuki y desearía ser el siguiente.

 

—Mizuki  Hajime… provocó la muerte de su antiguo pupilo. — cerró sus ojos luego de hablar, en un gesto inconsciente de su parte.

 

—Ki-Kikumaru, Eiji…  —lucía realmente mal al habar; nervioso y perplejo—. ¿Realmente tengo que decirlo? —preguntó a última instancia—. Esto es muy retorcido.

 

—A estas alturas, no es que tengas opción —fue Fuji quien le dijo esto, con bastante seriedad.

Eiji bajó el rostro, finalmente entendiendo que había abandonado a Fuji cuando este intentaba protegerlo de la situación en la que se había metido. Era hasta gracioso que aquello había parecido una buena idea hacia cosa de segundos.

—Lleva un negocio de… de chantaje por cartas e Internet a hombres homosexuales mayores. Pro-provocó la muerte de una de sus víctimas.

 

Tan sólo bastó la primera parte para que hasta Fuji le mirase incrédulo. Le observaban sin creerse que en verdad estaba leyendo su archivo. Al ver que el pelirrojo esquivaba las miradas y se mantenía en silencio, algunos lo dieron por confirmado.

 

—Estás enfermo —declaró Mizuki mirándolo con evidente asco.

 

—¡Ni te atrevas! —le amenazó Eiji, señalándolo con el dedo—. ¡Estamos en el mismo bote!

 

—Yo no maté a nadie —se defendió indignado el mánager.

 

—¿Y yo sí? —respondió Eiji señalándose a sí mismo. Sus facciones faciales se crisparon.

 

Hubiesen sido discutiendo entre ellos, de no haber sido porque otro tema se puso en la mesa.

—Oye Fuji… —llamó Kirihara, sintiéndose inusitadamente intimidado cuando la mirada del otro muchacho se fijó sobre él. Su mirada era casi hielo—. Que... ¿qué dice el tuyo?

 

Fuji había estado mirando su archivo mientras los demás leían los suyos. Pero no le encontraba sentido a lo que decía. Volteó el folder abierto hacia los demás, pues no encontraba otra forma de decirlo.

 

Debajo de los datos generales, sólo había unas sencillas palabras escritas a mano, pero en grande: Te está gustando. 

 

—¿Qué significa eso? —preguntó Oshitari, confundido. No había manera

 

—No lo sé —reconoció Fuji.

 

Así que allí estaban, reunidos en una ronda, cada uno con una acusación en sus espaldas. ¿Seis personas inocentes encerradas en un local abandonado? Ya nadie se creía eso.

 

 

 

Continúa…

 

 

Notas finales:

Aquí llega… las cartas han sido puestas en la mesa y el juego se complica.  Si he cometido algún error, por favor, decirlo sin miedo. Así podre evitar repetirlo y corregir.


 


No iba a escribir más de esta historia por un rato, pero es que me atrae demasiado… en fin xD


 


El torneo de fanfics sigue siendo un reto interesante…¿Quién se alzará con la victoria? El mejor, esperemos.


Por otra parte, si piensan en que ya me estoy tardando en matar gente, es porque todo tiene que estar en su lugar. Además quien sabe, a lo mejor y logran atrapar al lobo antes :P Todo se vale en este juego.


 


Oh, y antes de que alguien me regañe por el uso de mayúsculas. La ultima vez que lei sobre ellas, se dice que podían usarse para dar énfasis a algunas frases (creo que también vale para dialogo). Si mi información está equivocada, alguien avíseme y haré el cambio ipso facto. Gracias.


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