CAPITULO I.-
-¡¿Hermano, por qué me haces esto?!-preguntaba Docko desesperadamente.
-Ja, ja ¿Y por qué me hechas la culpa a mi? Si nuestro Padre no dejo testamento, es culpa suya-decía con una sonrisa burlona Ocko-Además yo solo estoy pidiendo lo que me pertenece como hijo mayor.
-¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! ¡Si nuestro Padre te viera, se sentiría muy desilusionado de ti! -dijo Docko-¡Lo que haces es deshonroso!
Ocko se hecho a reír a mandíbula suelta, ante la sorpresa de su hermano menor.
-Lastima por ti, de que él no este, pero quieras o no, toda la tierra de cultivo me pertenece, incluyendo la cabaña. Así que mejor vete a recoger tus cosas porque ahora ESTA ES MI CASA Y NO TE QUIERO AQUI.
Docko, a duras penas, suprimió las lágrimas de frustración y dolor de ser traicionado por su propio hermano mayor. Al ver que no podía disuadirlo y sin otra alternativa, Docko se retiro en silencio y recogió sus humildes y pocas pertenencias que tenia y las guardo en un viejo saco de viaje que se cargo a la espalda. Dando una última mirada a la pequeña cabaña que alguna vez fue su hogar, se fue de ahí.
-¿Y ahora que haré?- se preguntaba tristemente el joven chino.
sin darse cuenta llegó, sus pies lo llevaron hasta el lugar donde se Padre estaba enterrado. Al verse frente a la tumba de su querido Padre, Docko no pudo resistirlo más y cayendo de rodillas, se hecho a llorar amargamente.
-¡Oh Padre! ¿Por qué tenias que morir? ¡Si estuvieras aquí, Ocko no me habría echado de la casa y los tres seguiríamos viviendo juntos y en paz!
Tan absorto estaba el pobre, en sus lamentos y llanto, que no se dio cuenta, que cerca suyo se encontraba una persona observando y compadeciéndose de su sufrimiento.
Esta persona se acerco hasta el joven y le puso una mano en el hombro como una forma de consuelo.
Docko al sentir el contacto, se dio la vuelta para ver de quien se trataba.
-¡Maestro!-exclamo sorprendido, al ver al anciano que le había enseñado las artes marciales
-¡Supuse que te encontraría aquí muchacho!-dijo el anciano-¡Veo que Ocko te echo de la casa!-viendo el saco de viaje en el suelo. Docko solo movió la cabeza afirmativamente.
-¡Tu Padre supuso que algo así te podría pasar, ya que él conocía mejor que nadie la maldad de tu hermano. Por eso me pidió que te diera esto!-dijo el anciano, mientras le alcanzaba un pequeño envoltorio. Docko lo tomo con delicadeza y con el mismo cuidado, lo desató, lanzando un pequeño gritito de asombro.
-¡Pero si es dinero!-exclamó sorprendido
-Este dinero, según me dijo tu Padre son los ahorros de su vida y me los confió para dártelos en caso de suceder algo como esto.
-¡Gracias Padre y a usted también Maestro!-dijo sonriente
-Dime muchacho ¿Ahora qué harás?-pregunto interesado el anciano.
-A parte de usted, ya no tengo nada que me ate a este lugar. Los Cinco Picos fueron mi hogar, pero creo que ya va siendo hora de que pruebe suerte en otro lugar.
-Comprendo muchacho ¿Y a dónde iras?
-He escuchado que América es la tierra de las oportunidades, así que allí me dirigiré.
-En ese caso, te deseo suerte muchacho. Da lo mejor de ti, haz tu mejor esfuerzo y no olvides seguir el ejemplo de tu Padre, que fue un hombre honorable hasta el fin.
-Así lo haré Maestro ¡Se lo prometo!- y diciendo esto, Docko se despidió respetuosamente del anciano y haciendo una corta oración, también de su Padre y con todo optimismo, emprendió el viaje que daría inicio a su nueva vida.
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