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El nombre de un amante por neko Sasukeray

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Notas del fanfic:

Bien bien... una vez mas estoy con una historia incestuosa... y solo espero que sepan quien es Izuna... por que en serio seria muy deprimente que no supieran que es el hermano menor del papasito de Madara ja ja ja XD

itachi: ya callate ¬_¬

bien pasemos a lo bueno el fanfic n_n

 

Camina por un largo y oscuro pasillo, al cual sus negros ojos se adaptan con ligera dificultad, debía recordar ponerse sus gotas si no quería agravar el problema que ya hacia sobre el.

 

Dirigiéndose hasta donde lograba ver una luz, se percata del suave sonido que provoca el caer del agua, entonces, ve una puerta entre abierta de donde sale bastante vapor, ya que aquella puerta es corrediza... y aquel sonido no hace mas que despertar su enorme curiosidad, toma suavemente la orilla, sin prisas y sin ruido la abre un poco mas.

 

Ahora se da cuenta que esa habitación pertenece a su casa, específicamente es el baño, mas la silueta de una persona que al parecer se esta bañando, parece no darse cuenta de la intromisión que esta teniendo el joven azabache, pues prosigue con su labor.

 

Con infinito asombro e incapaz si quiera de respirar, sus ojos delinean el contorno de aquella figura que entre la capa blanca de vapor esconde el cuerpo de un muchacho que puede bien calificar como perfecto.

 

Aquel azabache cubierto tras el agua caliente voltea hacia la puerta, ya que ha descubierto a Madara a causa de un sonido provocado ante un momento de descuido. Sus miradas negras se cruzan por breves instantes, y es cuando, por unos segundos de razonamiento y perdidos recuerdos, se acuerda de que aquella es su casa y aquel muchacho, que en realidad en el fondo sabe conoce. Su mente no logra visualizar una imagen clara… transformándolo así en un desconocido. Sin reaccionar ni articular algún movimiento, mas aun con su voz serena e inexpresiva pregunta su nombre a aquel extraño.

 

Mas el otro, entonces, lo llama por un suave sonido que su cerebro rápidamente descifra como su nombre, lo que deja en claro que aquel hasta entonces desconocido lo conoce aun que Madara siga confundido.

En paso lento se acerca hasta donde esta, envolviendo su voz en un toque demandante vuelve a preguntar, aun que su masculina voz suena mas a una orden. El otro responde bajo, casi como si quisiera que el otro no lo oyera.

 

“ I…”

 

Aun que un poco molesto, por no comprender nada, Madara no puede dejar de mirarle, siente la necesidad de volver a cuestionarle sobre su presencia.

 

Pero un abrupto giro de los hechos le hace abrir sus orbes azabache ante la sorpresa… ante el calido contacto de los labios del otro sobre los suyos.

 

Suaves como algodones.

 

El pelinegro largo nota como es que aquel desconocido tiene que alzarse sobre las puntas de sus pies para alcanzarlo, y comprende que quien lo besa no es mas que un preadolescente.

 

Tomando por los brazos al menor, el azabache se ayuda a empujarse ligeramente hacia atrás para deshacer el contacto, aun que su mente le diga que tal separación solo será por breves segundos.

 

Inspecciona el delgado y perceptiblemente frágil cuerpo… supo que no podía decirse así mismo que aquel jovencito no era hermoso… solo se estaría mintiendo.

 

-¿Me enseñaras?- cuestiona el menor de cabello negro atrayendo la atención de Madara hacia lo que fuese a decir.

 

Analiza cuidadosamente lo que el otro esta tratando de comunicarle. Y no puede evitar mostrar una mueca de duda.

 

-Nii-san…- es así como lo nombra el menor, - ¿Me enseñaras…?- y hace una dolorosa pausa -Lo que hacen los adultos- Se aleja exaltado, un escalofrío recorre todo su cuerpo que ya hace húmedo a causa del salpicar de la regadera.

 

Emocionado… sabe que esta y se siente emocionado… pero ¿Qué hacer? El aun no es un adulto… simplemente le llevara por un par de años a aquel puberto.

 

Siente su cuerpo temblar con fuerza ante tal ofrecimiento, aun que no sepa ni como debe moverse.

 

Lo toma del rostro para que sus miradas se crucen, intentando leer lo que aquellos ojos tan oscuros como los propios le intentan decir.

 

El sonrojo en las mejillas del menor le dan un perfecto complemento a su rostro en un gesto de suplica.

 

¿Esto esta bien?… ¿Esto esta mal?… saber que sus padres podrían entrar en cualquier momento debería hacerlo razonar.

 

¡Pero con un demonio!

 

Que no cualquier día… o noche… tienes una oportunidad como esta.

 

Harto de hacer lo correcto, Madara entra de improviso y por completo a la regadera, en cualquier otro caso habría arropado a aquel joven y le hubiera pedido que se fuera. Pero no hoy…

 

Hoy solo quiere actuar y ser el… aquel que oculta por temor a las condenas y la moral.

 

Lo besa y lo acaricia, el otro lo acepta sin disgustos. Los labios de Madara son alargados y suaves, en un principio fríos pero emanando un ardiente calor que provoca seguirle el juego. Besar a Madara era como besar a una rosa que no ha abierto, mas las provocativas mordidas que sus labios daban a los otros, por un momento solo aprisionando y por otro momento con demandante presión, compensaban toda la ternura que despedía de su boca.

 

En un breve lapso de descanso para tomar aire, el menor se acerca los suficiente a su rostro como para poder sentir su aliento sobre su boca que entre abierta trata de recuperar aliento.

 

-Madara nii-san…- murmura sugestivamente. -Enséñame todo-

 

Aun que no puede creer todo lo que esta ocurriendo en esos momentos, sus manos toman con delicadeza el rostro del menor.

 

Aquel extraño… no era tan desconocido… el sabia… el sabia quien era aquel niño… pero su mente se negaba a reconocerlo.

 

Los labios del otro se abren para volver a articular palabras, vuelve a repetir con un tono por demás suplicante, abrazando el cuerpo del mayor que ha dejado de responder momentáneamente.

 

No era que Madara se hubiera arrepentido de iniciar ese ritual de amor, el solía ser una persona que jamás se arrepentía de sus actos o palabras.

 

Solo deseaba poder pronunciar el nombre de su amante.

 

Era raro que el se viera a si mismo de aquella forma, ansioso por darle nombre a un joven con que tal vez solo pasara una noche, el no era de los tipos románticos que dedicaban dulces frases poéticas a su amado. Tampoco es que fuera arisco, era simplemente que su corazón pertenecía a una sola persona, alguien que no le pedía nada mas que un poco de ayuda en sus entrenamientos.

 

Pero para este punto ya había perdido el total control sobre su cuerpo, alzo su mano hasta donde pudo tomar unos de sus cabellos negros y mojados entre sus largos dedos, jalándolo con un poco de agresión, hacia atrás lo suficiente para que ambos puedan contemplarse nuevamente, observa los pacíficos ojos del menor… despiden una gran tranquilidad.

Se deshace de los escasos centímetros que separaban los cuerpos de ambos, respira el dulce aroma que desprende del cabello del menor, seguidamente se inclina para fundirse en los a frutados labios que se le ofrecían solo a el.

 

Entre suaves mordiscos su lengua pide permiso para entrar a la cavidad, y concedido dicho permiso explora sin pudor todos aquellos rincones extrayendo la miel que emana del interior, luego atrae la lengua del menor para comenzar un juego de ritmo donde la melodía son sus impulsos. Al terminar el beso muerde ligeramente su labio inferior, el pelinegro corto parece disfrutarlo y lo demuestra soltando un leve gemido de satisfacción.

 

Ante tal espectáculo, Madara no puede negar que aquel jovencito lo vuelve loco. Viendo que eso era lo que quería su amante y que además lo provocaba con tan sugerentes movimientos, coloca sus manos sobre el pecho del otro para separarse un poco, es ahora que decide dejar de ser tranquilo.

 

-Desnúdame- ordena demandante y viéndolo fijamente, el menor se sonroja aun mas de lo que claramente ya esta. Pero obedece ciegamente.

 

La playera del azabache despeinado, que esta por demás húmeda. es retirada con sumo cuidado aun que a gran velocidad y ahora baja lentamente hacia el pantalón e inicia el gran ritual de quitárselo. Siendo que Madara es mas alto se ve obligado a agacharse para procesar dicha petición.

 

Mas pronto de lo que esperaba sus ropas ya hacen arrugadas y tiradas en alguna parte del suelo.

 

El menor se vuelve a levantar a la vez que el mayor busca un nuevo contacto entre sus bocas, agresivamente aun que con un toque de ternura, toca la piel de su amante. Sin darse cuenta lo empuja hasta que se topa con la pared de aquel baño, sus manos locas por la desesperación, pero un poco inexpertas lo llenan de caricias que no lo dejan escapar.

 

Madara comprueba que su amante no tiene ningún tipo de pudor ya que de su boca salen incontables gemidos de placer, cada uno mas fuerte que el anterior, cada uno mas demandante que el primero.

 

Pronto sus respiraciones se entre cortan, un poco agitados se alejan lo suficiente uno del otro como para volverse a apreciar.

 

-Se quien eres…-habla con gran dificultad, tomando con cariño entre sus manos el dulce rostro de su amante. -Pero… ¿Por qué no puedo recordarte?-sus palabras suenan como si sufriera un terrible dolor.

 

-Se que estas sufriendo…- lo mira serenamente y sus negruscos ojos parecen intentar transmitirle tranquilidad. -igual que yo… aun así estoy feliz.- sonríe ampliamente.

 

Madara también logra formar una sonrisa y continua con su tarea, esta vez no solo besa sus labios, sino que se escabulle en el templo que forma aquel cuerpo palpando con sus labios el cuello, el pecho, los hombros… todo el cuerpo del azabache menor esta siendo marcado como su propiedad, y sus demandantes caricias encienden los impulsos de su amante prendiendo así un fuego placentero que recorre cada rincón de su ser.

 

Pierden el control de sus acciones y pierden la contabilidad del tiempo, pierden el equilibrio sin siquiera notarlo y suavemente caen al suelo.

 

Las manos del menor hacen un torpe intento por seguir el apresurado paso que lleva su acompañante, Madara se coloca encima de el y su lujuria traviesa lo hace mover sus caderas de forma sensual provocando a quien esta debajo de el, no reprimiendo sus ganas de que continúe aquel encuentro el azabache menor logra realizar movimientos demostrándole al mayor que el también es capaz de darle placer. Al la vez que Madara toma sus manos para posarlas sobre su hombría indicando que debe dedicarse a estimular su entrepierna, el menor mueve sus manos de arriba hacia bajo primero con lentitud y luego mas rápido.

 

El pelinegro largo y quebrado se cansa de las provocaciones, y aun que no avisa con palabras, su mirada delata que es hora de profanar a su amante. Uno de sus dedos se interna en la entrada del menor que gime un poco con dolor, pasa sus brazos detrás de la nuca del mayor esperando así reconfortar el malestar que siente dentro de el con aquel calido abrazo. Al finalizar los segundos que cree convenientes indica que puede continuar con la intromisión. Así Madara interna un segundo dedo y empieza a dilatar a su amante lo mejor que puede.

 

El pelinegro menor alza su vista, que momentos antes se encontraba agachada a causa de estar soportando la punzante molestia que lograba sentir. Con rubor en sus mejillas y jadeando al igual que su compañero nocturno indica en una tímida sonrisa que puede pasar a su interior.

 

Madara muestra un gesto alegre y una sonrisa que transmite confianza al otro.

 

Eso es lo único que espera que el otro confíe.

 

Hubiera querido ser mas sutil pero la desesperación que cubre a su miembro es tal que en una sola estocada penetra el interior de su niño que curvea su espalda ante el sentir. Tieso se queda su cuerpo por unos instantes hasta que decide que es buen momento para empezar.

 

Posa sus labios rojos sobre los del menor al mismo instante que inicia sus movimientos de vaivén con lentitud, cuando logra tocar un punto dentro de su acompañante que lo obliga a curvearse y emitir un gemido que en diferencia del primero emana el claro placer que le ha hecho sentir.

 

Ahora que sabe que punto tocar para hacerlo estallar vuelve a repetir su vaivén, como un desquiciado se mueve dentro de su amante, los jadeos y gemidos que salen de sus bocas respectivamente complementa con exquisita armonía la música que hace el agua de la regadera corriendo y cayendo sobre sus acaloradas pieles.

 

Madara entre abre sus orbes oscuras y contempla el rostro del menor, sus cabellos se mueven al compás de sus embestidas enredándose con las hebras contrarias y posándose sutilmente sobre las mejillas sonrojadas de su amante.

 

-Te amo… ahh…-habla entrecortadamente. -Madara nii san- y suelta en su último gemido el nombre que quien ahora pertenece, derramando su esencia entre el cuerpo de ambos.

 

-Y… ahh… yo a ti… ahh-besa sus labios. -ototo… Izuna…- dice sobre la boca de su hermano menor y siente la humedad recorrer sus piernas… su parte baja punza de placer.

 

Ha podido darle un nombre a aquel jovencito que sabe desde el inicio ama con locura, el rostro de su hermano menor Izuna se ve borroso por algunos instantes y todo a su alrededor desaparece… y entonces…

 

Entonces Madara despierta tendido en su cama, acalorado y jadeando mira el espejo que hay en el mueble de a lado, sus mejillas están teñidas de un color fresa muy encendido. Es de noche, la luz de la luna entra por el hueco que hay entre la cortina y la pared. Mira sus piernas mojadas al instante que logra calmar su respiración y su pulso.

 

“A sido un sueño…”

 

Piensa decepcionado, es cuando mira que detrás de su puerta hay una luz encendida proveniente de una de las habitaciones continuas. Se levanta con pesadez. Camina hacia la puerta y la abre.

 

¿Qué es eso que logra oír al fondo del pasillo?

 

Atraviesa a tientas el corredor guiado por la única luz encendida en toda la casa.

Un suave humo blanco envuelve su presencia…

 

Agua…

 

Agua es lo que oye del otro lado

 

-Madara nii san…- nombra Izuna muy nervioso ante la intromisión del mayor.

 

-Izuna…- se acerca lentamente.

 

-si quieres usar el baño avísame…-sonríe nervioso. A veces Izuna olvidaba cerrar la puerta del baño o de su cuarto.

 

Y con gran asombro observa como es que el pelinegro mayor coloca el seguro de la puerta que ha cerrado tras de si.

 

Lo besa… Izuna no responde… esta demasiado emocionado como para saber siquiera como respirar.

 

Al despertar de aquel sueño… Madara a comprendido por que no lograba recordar el nombre de aquel jovencito… ahora sabe por que no podía nombrarlo entre caricias apasionadas. Y era que tenia miedo a no ser aceptado por quien era y por lo que sentía.

 

Pero…

 

Ha descubierto que lo único que le importa en la vida… al único que ama… y del único que tendría miedo al rechazo es de su pequeño hermano Izuna.

 

-Izuna…-lo mira a los ojos con infinito amor. -mi pequeño hermano… Te amo- acaricia el aun infantil rostro de su hermano.

 

-Y yo te amo a ti…-sonríe con sinceridad. -Madara nii san-

 

Su corazón da un brinco por dentro de total felicidad, vuelve a besar a su hermano menor y goza por que sabe que…

 

Lo que continua a su sueño… es su dulce realidad.

Notas finales: Espero que les haya gustado...

Por favor dejen sus comentarios para que me inspire... que si que he tenido que luchar por no perder algo tan valioso como eso je je...

itachi: y de paso diganle a este tonto que son mejores los fanfic itasasu que madaizu ¬_¬

ja ja ja XD ohh bueno.

Ustedes son el apreciable publico y ustedes deben decirme que pareja quieren que escriba para la proxima... y asi idear mas historias n_n

cuidense
nos vemos

-¡El arte de explotar al maximo el yaoi! la oracion de mi religion- XD
ItaSasu forever!!!! De Veras XD

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