Χάρη σας, το a2;νειρa2; μου (Tu perdón, mi ilusión)
“Cuando éramos pequeños, pensaba que el Sol salía y se ponía por él. Era mi maravilloso hermano mayor, el niño dotado de todas las virtudes”
El fugitivo de Corinto. Lawrence Caroline
Los ojos de Aioria se humedecieron al vislumbrar al hombre que se encontraba frente a él, más mayor, más alto, pero con la misma mirada e afecto dirigida hacia él. Alargo la mano de forma temblorosa para tocarle con un profundo temor, quizás todo aquello fuera un sueño, como ya había pasado tantas veces.
Una nueva oportunidad para aquellos que habían luchado y muerto por proteger a la humanidad era algo maravilloso, pero ni una nueva vida, ni el mayor de los reconocimientos podrían haber provocado la misma felicidad que sentía el caballero del signo de Leo en ese momento y que expresaba mediante las lagrimas que ya habían empezado a caer por sus ojos. El resto de caballeros se mantenían apartados, solo los más cercanos a ellos, como Milo o Shura, observaban la escena conmovidos, sabiendo que el mayor deseo de uno de ellos se había cumplido gracias a la generosidad y bondad de su diosa.
El hombre de iguales facciones y cabello un tanto más oscuro se acerco al León dorado y le permitió que su mano acariciara su cara comprobando que no era un sueño, finalmente toda la fortaleza de Aioria termino por los suelos y se fundió en un abrazo con él, llorando fuertemente, dejando escapar todas las emociones reprimidas durante tantos años mientras repetía sin ceras el nombre de aquel al que abrazaba.
-Tranquilo- decía suavemente acariciando su cabello- tranquilo cachorro, ahora todo está bien
Aioria no pensaba con claridad, no quería soltarle, por fin, por fin volvía a tenerle con él, su maravilloso hermano, aquel hombre que siempre había sido su Sol, su vida y que le habían arrebatado cruelmente a los siete años, pero al fin estaban juntos, por fin podría olvidar todos aquellos recuerdos dolorosos de su mente.
Haciendo acopio de su poca fuerza actual, Aioros consiguió poner en pie a su hermano sin dejar de abrazarle en ningún momento, intercambio un par de palabras con la diosa que les permitió retirarse comprensivamente. El mayor cogió a su hermanito por los hombros y le guio a su templo.
-Por fin has cumplido tu sueño Aioria- susurro el escorpión sin ser oído realmente por nadie.
Cuando llegaron al templo de Sagitario los sollozos del menos habían disminuido notablemente, se sentaron uno al lado de otro en un sillón donde Aioros acaricio las mejillas del menos limpiándole las lagrimas en el camino. Le beso la frente y le acaricio el cabello antes de hablarle con la misma voz suave y comprensiva que el menor recordaba.
-Aioria, tranquilo cachorro, Aioria mírame- el menor levanto la vista mirándole a los ojos- Perdóname Aioria… -es te le miro sin comprender- Perdóname hermanito
-Por qué? Por que me pides perdón? Yo soy quien debería disculparse, no fui capaz de hacer nada, de protegerte, ni siquiera te creí durante un tiempo… el único que debería disculparse aquí soy yo!
Aioros le callo poniéndole los dedos en los labios y volvió a besarle la frente para luego acurrucarle entre sus brazos
-No tienes que disculparte por nada de eso, yo debería pedirte perdón por no haber dicho nada, por dejarte solo, pero no quería que te pasara nada malo, no hubiera soportado que por mi culpa hubieras resultado herido, se que fue egoísta porque esto te ha traído todavía más dolor, solo te pido que con esta segunda oportunidad que Atenea nos ha brindado…. quiero enmendad y pagar todo lo que te he hecho pasar, Aioria, podrás perdonarme y darme una segunda oportunidad hermanito?
-No voy a perdonarte- hablo el león tras unos momentos con la cabeza gacha- me dolió demasiado todo esto, pero entiendo que era tu deber, por eso no te perdono, no hay nada que perdonar… hermano
Aioros sonrió y abrazo al menor, definitivamente su hermano ya no era aquel pequeño que corría hacia el por cualquier cosa, que se escondía en su cama cuando tenía miedo, había aprendido a resolver sus problemas, el arquero del zodiaco solo esperaba que su hermano no hubiera madurado tanto como para alejarle completamente de él.
Por su parte Aioria se apretaba en los brazos de su hermano con la firme intención de no dejar escapar ningún momento con su hermano.
FIN
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