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MUSIKA INDEPENDIENTE por Alexiel_S

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Notas del fanfic:

ATENCI”N: Esta historia NO ES MÍA, ésta y sus personajes le pertenecen a Rodia Razcolnicov (web: http://razcolnicov.livejournal.com) y cuento con TOTAL AUTORIZACI”N POR PARTE DE ELLA PARA PUBLICAR ESTA HISTORIA. Dicho esto, ya pueden leer.

Notas del capitulo: Primer capítulo.
--Llevas dos botellas de agua. Si continas bebindotelas de ese modo tendrs que ir al bao cada cinco minutos...
La voz autoritaria del mdico lo previno.
--No voy a permanecer sentado durante horas!... al menos es un buen pretexto para levantarme a estirar las piernas... – respondi Aya, mientras lanzaba la tercera botella de plstico vaca hasta el cesto, del otro lado de la habitacin. Fall en su puntera y fue a dar muchos centmetros lejos del objetivo.
--Ya ests mejor? Te ves plido—Intervino una mujer madura, su representante.
--S, ya casi no me duele—respondi el joven, mientras se llevaba las manos a la nuca.—Pero doctor—gir su cabeza hasta encontrar al mdico, quien estaba ocupado guardando su estetoscopio y el termmetro--Y si me vuelve a la mitad de las sesiones?—pidi, contrariado.
--No volver. Te administr un medicamento eficaz. Veremos por cunto tiempo puedes asimilarlo. Calculo que sta vez durar varios meses— sonri el mdico.
Aya asinti, pero sus ojos verdes brillaban temerosos.
--Ya es hora—anunci la representante. El muchacho se incorpor del sof.
Era rubio y delgado. Estaba vestido de manera excntrica: llevaba un pantaln de algn material plstico de color rojo encendido, unos enormes zapatos de plataforma blancos y una chaqueta repleta de cuentas multicolor. Adems su cabello, decolorado en rosa, azul y verde, se encontraba debidamente desordenado. Largos mechones le cubran el rostro angelical.
Aya se encogi de hombros.
--De vuelta al circo—suspir, resignado.
--Ests cmodo?—pregunt la representante. Aya asinti, mientras intentaba controlar sus nervios.
--Cuntos son, Matsui?Tienes una idea?—pidi muy quedo. Las pruebas de cmara y de iluminacin lo abrumaban.
--Estars aqu todo el da. Cada sesin durar veinte minutos. Son ms de cuarenta reporteros...
--Cuarenta?— exclam asustado--Para cuntos medios voy a conceder entrevistas?
--Demasiados. Te ests volviendo muy popular. En Tokio todos hablan de ti. Parece que tu fama ha pisado Osaka antes que t.—Intentaba bromearlo, pero Aya temblaba.
--Me va a volver, Matsui, por favor, dile al doctor que no se vaya. Me va a volver.—rog el chico, pero su representante mova la cabeza, confiada.
--Ya ensayamos las respuestas. Evita hablar sobre tu pasado. Concntrate en explicarles el nuevo material, no dejes que tomen el control. Si comienzan a hacer preguntas inconvenientes, nigate a responder, desva el tema.

Aya asinti mientras respiraba profundamente. La primera entrevista le mostr al joven el rumbo de las sesiones.

“--Ests feliz porque has colocado tu nuevo lbum en las listas de popularidad?
--S, lo estoy.
--Qu sientes porque tus cuatro sencillos ocupan los primeros lugares en las listas de msica pop?
--Estoy muy orgulloso de mi trabajo.
--Cules son tus planes ahora que te has convertido en la mxima estrella en Japn?
--Quiero seguir trabajando, y produciendo mucho.
--En qu te inspiras para componer tu msica?
--Bsicamente en mi experiencia personal y en lo que sucede en el mundo.
--Cul es tu animal favorito?
--Me gustan los gatos... y las mariposas.
--Cul es tu platillo favorito?
--Pizza.
--Coleccionas algo?
--Guitarras y juegos de video.”


Aya se haba levantado varias veces durante las primeras seis horas de entrevistas, sin embargo, el hasto de permanecer respondiendo las mismas estpidas preguntas lo martirizaba.
El tiempo transcurra muy lentamente. Haba permanecido toda la maana y parte de la tarde sonriendo hipcritamente. Apenas prob un poco de arroz, pero no tena hambre.
Slo deseaba alejarse. Contemplaba su imagen en el enorme espejo del bao. La viva imagen del fracaso.
Odiaba esa nueva apariencia que le haba obligado a adoptar la firma discogrfica. Odiaba la nueva vida que le haban hecho memorizar.
Cerr muy fuerte los ojos, se dio masaje en el cuello, luego se empap el rostro con agua fresca. Tom una toalla de papel y se limpi el exceso de agua, las lgrimas.

Cuando regres a la pequea habitacin donde se llevaban a cabo los interrogatorios, encontr a un nuevo reportero.

Dio un respingo. La actitud de ste no era igual a la solcita de sus predecesores. El hombre se entretena haciendo apuntes. Escuchaba msica en un discman, pareca transcribir la letra. No se levant para saludar al chico, es ms, no pareci interesado en absoluto por l. Aya tom asiento, guard silencio y esper curioso a que el individuo sentado a escasos metros apagara su discman, guardara sus apuntes, bebiera un poco de agua, se colocara unos gruesos anteojos y comenzara a interrogarlo, sin un mnimo asomo de educacin:

--Usted realmente cree que su msica vale algo?
Aya abri mucho los ojos. El reportero lo observaba de pies a cabeza, escptico.
--Yo... yo no...
--Puedo repetir la pregunta si no la entendi, no me extraa que no sea capaz de juzgar su propio trabajo... si en realidad es de su autora... aunque dada su apariencia... – el reportero detuvo su mirada gris en el cabello multicolor de Aya—me parece que sin duda es suyo. No hay mucho que decir cierto?—El joven msico palideci.
--Qu est haciendo?—alcanz a pedir el chico, cohibido ante la actitud insolente del periodista.
--Oh—sonri el otro—Yo soy quien hace las preguntas y usted el que responde... para eso nos pagan a ambos... claro que a usted le toca siempre la parte fcil. Contesta de memoria. Cree que su trabajo vale algo?
--Mi trabajo—contest el muchacho, extraviado. Pase la mirada por el lugar: los camargrafos tomaban un descanso, su representante hablaba por telfono. Aya not que el nico testigo de aquello era una pequea grabadora que ese hombre haba colocado en la mesita redonda que los separaba.
--Va a responder? Slo me quedan diez minutos y tengo que hacerlo hablar media cuartilla, as que, por favor, le suplico –se burl—que intente pensar en una respuesta ms o menos coherente.
Aya neg, mientras le enviaba al de ojos grises una terrible mirada.
--Usted se est burlando de m.—estableci, muy quedo.
--Acabo de escuchar una cancin suya—explic el otro mientras sacaba de su maletn una hoja de papel garabateado con tinta roja--En qu estaba pensando cuando escribi: “Un da, una noche, un sueo, cualquier lugar es mi lugar; un da, una noche, un sueo, ven conmigo, te voy a amar?” Usted considera a esto poesa?
El chico rechaz sus palabras mientras se llevaba las manos a la nuca. Tena miedo de que ese terrible dolor regresara.
--Eso lo escrib... lo escrib... —intent responder—lo escrib hace mucho... yo era muy joven... sa cancin ni siquiera est en mi ltimo disco.
--Pero usted cree que a “eso” se le puede considerar una cancin? Est consciente de la influencia que tiene entre los adolescentes? Sabe que chicos inteligentes podran estar tarareando semejantes mamarrachos?—el reportero continu, vehemente. Pero Aya se resolvi a encararlo.
--Si ha venido a insultarme es mejor que se largue. No pienso responder a ms preguntas suyas... est haciendo afirmaciones que no son...
--Polticamente correctas? Supongo que no lo son. Pero yo esperaba que usted me demostrara algo de inteligencia. Pens que sera capaz de refutar mis afirmaciones, pero veo que usted es exactamente igual a cualquier cantante de msica popular para adolescentes sin sentido crtico—explic el otro, de repente muy calmado. Aya continu negando, aturdido.
--Usted es grosero, Qu le he hecho yo?Porqu me insulta? Usted no me conoce Nadie me conoce!—grit, al final. Los camargrafos lo observaron, estupefactos. Matsui dej el telfono y se acerc a la pareja, mientras observaba sus rostros. Aya respiraba agitado, el reportero sonrea complacido.
--Qu est pasando?—interrog la mujer, pero Aya continuaba exaltado, encarando al sujeto de ojos grises y enormes anteojos.
--Todos ustedes vienen y me interrogan y esperan que yo conteste a todas sus preguntas!
--Usted es una figura pblica, usted eligi serlo.—revir el otro, seriamente. Matsui observaba atnita aquella esgrima verbal.
--Yo no eleg que un montn de gente me interrogara, eleg entregarle mi msica a la gente.
--De qu msica est hablando? Y de qu gente? De esos chiquillos que an no distinguen entre poesa y basura?
--Usted no sabe nada de mi msica!Ha escuchado con detenimiento las letras? Conoce la estructura de las canciones? O slo eligi al azar esta cancin que escrib a los once aos?
--No necesito conocer toda su produccin para darme una idea del tipo de “cantautor” al que usted pertenece...
--Oh, usted es tan petulante!—Aya abri muy grandes los ojos verdes, impresionado--Usted no me conoce!No conoce mi trabajo!No sabe qu ha motivado mi proceso de escritura, no sabe que he tomado clases de piano y de guitarra desde que tena cuatro aos, ni que intento prepararme para ingresar a la universidad!Usted no puede venir y afirmar que mi trabajo no es vlido slo porque a usted no le gust una miserable estrofa que escrib hace diez aos!
El reportero lo observ con intensidad. Sonri ligeramente mientras tomaba la pequea grabadora. Aya respir ms calmado, tratando de recuperar el aliento perdido. Los camargrafos observaban curiosos; Matsui, mientras tanto, se acerc al reportero y le sujet un brazo.
--Si usted se tomara la molestia de aclarar todo eso a los reporteros y mostrara algo de valor para evitar seguir con la corriente... tal vez la percepcin que mantengo de su trabajo se modificara un poco. Sin embargo veo que se deja llevar y que se limita a contestar de memoria todo ese montn de preguntas de mierda sin sentido... es una pena.—Aya enrojeci cohibido; desvi la mirada hacia la mesita, ya vaca.
Matsui le murmur algo al periodista. Antes de incorporarse de su asiento, lanz una ltima frase al chico.
--Demuestre se valor que parece poseer. No mencione solamente que colecciona guitarras y que le gustan las mariposas.
Matsui le orden en voz alta que le entregara la grabacin. El reportero asinti cortsmente, apag la grabadora y extrajo el pequeo cassette. Aya, mientras tanto, se qued de pie, como ausente. Sorprendido por aquellas palabras.
El reportero le envi una mirada diferente. Aya levant los ojos, y pudo ver en el rostro del periodista una expresin ya no de sorna, sino de profunda compasin. Despus abandon la habitacin rpidamente.
--Maldito bastardo—refunfu la representante, mientras le ofreca asiento al chico—me entreg la cinta, pero estoy segura que har un escndalo de esto.Ests bien?
Aya asinti pensativo.
--Quin es?—pidi, muy quedo.
--Tominaga Daisuke. Un hijo de perra. Pens que esta vez se moderara. No ha dicho nada malo de ti, pero ahora...
--Porqu me dijo todo eso?Qu le hice?—se pregunt el chico con la voz apagada.
Mientras las entrevistas continuaban su curso repetitivo, al joven msico le pareci encontrar un profundo sentido a las palabras de Tominaga.
“Es la corriente... la corriente”
“--Cul es tu color favorito?
--Tienes mascotas?
--Cmo debe ser la mujer de tus sueos?”
Aya quera huir. Pero las entrevistas concluyeron hasta las diez.

Por fin, casi a la medianoche, el joven pudo descansar en la habitacin del refinado hotel. Estaba solo. Reprodujo la cinta que le fue confiscada a Tominaga.
“Demuestre se valor que parece poseer. No mencione solamente que colecciona guitarras y que le gustan las mariposas.”
Aya sufra. El sentido de aquella ltima frase era claro. Y era completamente cierto.
Notas finales: Espero que les guste y espero sus reviews para pasárselos a Raz. Saludos!!!!. *Alexiel

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