Roommates por hiush mayumi

…rase un hermoso día de Primavera en pleno Noviembre. Aún podía respirarse el aroma a amor y a flores en las cálidas brisas del viento, pero había algo más, un tenue olor a melancolía mezclado con el aura de tristeza ligera que emanaba de una casa  de aquella ciudad, frente a la cual se encontraba estacionado un camión de mudanzas.

Dentro del domicilio todo era un caos. Cajas, cajas y más cajas desparramadas por el piso y los muebles de la sala, y uno que otro bolso con ropa sobre ellas.

En una de las habitaciones se encontraba un jovencito de 16 años. Alto y delgado, pero sin exagerar. Su piel era blanca como la nieve. Tenía el cabello castaño claro, con innumerables reflejos rubios esparcidos por toda su cabeza. Los rasgos se asemejaban a los de un felino; Ojos grandes, amables y, a la vez, misteriosos, de un color verde azuloso profundo; La nariz fina y pequeña; Y la boca curva en una hermosa y traviesa sonrisa, como la boca de un gato.

El adolescente se movía por el lugar con pasos sigilosos, ligeros y elegantes mientras terminaba de empacar su última maleta, sobre la cual tuvo que sentarse y batallar por un buen rato para lograr cerrarla. Luego la arrastró hasta la sala y la dejó junto a uno de los sillones para asomarse por la puesta.

Pudo distinguir a dos personas que se acercaban cargando una caja enorme. Una de ellas era un hombre ya adulto, de 24 años. Tenía el cabello despeinado y de color carbón al igual que sus amables y cansados ojos. La otra era una mujer de unos 22 años con el cabello corto y negros igual que sus ojos, los cuales llevaba delineados con sombra roja. Ambos dejaron la caja en el suelo de la sala y suspiraron aliviados.

--Listo, esa era la última-- dijo el pelinegro sonriendo aliviado.

Y no era para menos, llevaban toda la santísima mañana moviendo cajas de un lado para otro. Vladimir y Amira se había levantado a primera hora y había ido a casa de la chica a buscar sus cosas para llevarlas a casa del pelinegro.

--No logro entender como es que Amira-san tiene tantas cosas- comentó el castaño, mirando a la chica.

--Ni idea- dijo ésta levantando los hombros levemente.-Ni yo misma entiendo porqué guardo tantas cosas viejas, Akira-kun.

-Cambiando el tema- habló el otro joven, Vladimir- ¿Ya tienes todas tus cosas lista, Akira-kun?

El aludido asintió apuntado la maleta que reposaba junto al sillón. El resto de sus pertenencias se las había llevado el día anterior a la casa de Amira, dejando sólo unas cuantas prendas de ropa para que se cambiara, el mp3 y sus objetos de aseo personal- léase su cepillo de dientes, la peineta, la esponja de baño, el shampoo y el bálsamo-.

--Bueno, ya es tarde- prosiguió.-Ya es hora de que nos vayamos a la estación de buses.

Entonces, luego de que Akira tomara su maleta, los tres se encaminaron a la estación. Esa misma tarde el castaño se cambiaba a vivir a casa de Amira, ya que la casa que compartía con Vladimir era muy pequeña para los tres. Para Akira era maravilloso por un lado puesto que la casa de la chica quedaba en otra ciudad, junto a la playa. Por el otro era triste, porque quizá no vería a Vladimir- quien era casi como su hermano mayor- en mucho tiempo y además allá no conocía a nadie, pero se consolaba pensado que haría los amigos que no tenía en su actual residencia.

Otro cosa que valdría mencionar era un "pequeño" problema, y ese problema tenía nombre y apellido, Kami Ryuusakki, el compañero de casa de Amira. Bueno, la verdad es que Akira no lo consideraba como tal porque ni siquiera lo conocía, pero, según le contó Vladimir, el chico ese era realmente un problema con P mayúscula. Mandón, antipático, escandaloso, gritón, antisocial, desordenado, mal educado, rebelde y la lista seguía. Kami Ryuusakki era, sin lugar a dudas, una pesadilla viviente de 16 años.

Bien, Akira no tenía deseos de juzgar anticipadamente a Ryuusakki, pero ,por todas las cosas que le había comentado Vladimir, se sentía un poco asustado de conocer a su nuevo conviviente.

Lo peor era que no podía dejar de imaginar como sería físicamente el chico, y se le erizan los pelos de la nuca cada vez que una imagen se le pasaba por la cabeza, sobre todo cuando en esa imagen aparecía el mismo golpeado por su nuevo compañero. Un escalofrío le recorrió la espalda de abajo hacia arriba.

--Akira-kun, Akira-kun- le llamó Amira, sacándolo de su ensimismamiento.-- ¿Estás bien?.

--¿Ah?...Sí, muy bien- contestó, con una pequeña sonrisa.

--¿Seguro?- y le colocó la mano en la frente para ver si tenía fiebre o algo por el estilo.--De pronto te quedaste quieto. Te veías asustado... Si te sientes mal podemos volver y llevarte a un médico.

--No se preocupe, Amira-san- dijo mientras retiraba la mano de la chica de su frente cariñosamente.-Es sólo que me acordé de una película de terror que vi la semana pasada- una sonrisa nerviosa se dibujó en su rostro.

--Bueno- y se alejó un poco.-Entonces apurémonos, que o si no pierdes el bus.

Akira suspiró aliviado, no lo había descubierto o, al menos, eso creía él. Amira no era tonta y ya se había dado cuenta, pero prefirió decirle nada para no ponerlo más nervioso.

Siguieron caminando unas pocas calles antes de llegar a la estación de buses. Había gente por todas partes. Ese año, y por causas que nadie entendía, las vacaciones de verano se habían adelantado así que todo el mundo se iba de viaje por esas fechas.

La fila para comprar los pasajes era larguísima y tuvieron que esperar más de media hora para obtener el dichoso papelito. Esa complicación les tomó más tiempo del que pensaron y el bus de Akira estaba a cinco minutos de partir. Corrieron hacia el vehículo y se aliviaron al ver que todavía faltaba gente por subir, ni siquiera los bolsos estaban guardados todavía.

--Entonces, supongo que nos veremos en unos meses más Akira-kun- le dijo Vladimir revolviéndole el cabello.

--Eso y si es que Ryuu-chan no lo ha hecho pedazos para entonces- bromeó Amira.

--Ya sabes que hacer si te ataca con un cuchillo- le recordó Vladimir. A Akira le parecía increíble que el pelinegro le hubiese dado clases de que hacer si Ryuusakki trataba de matarlo.

--No conozco a Ryuusakki-san, pero puedo asegurar de que no sería capaz de hacerme eso.

--Si yo fuera tú, Akira-kun, no estaría tan segura

A ambos hombres casi les da un infarto por aquel comentario. ¿Sería acaso Ryuusakki tan psicópata como para intentar asesinar al castaño de verdad? Bueno, eso no querían ni pensarlo.

--Oh, miren- dijo Akira totalmente asustado.-Parece que ya terminaron de subir los bolsos y los pasajeros ya han de estar arriba, si no subo me dejaran aquí. Nos vemos un unos meses- acto seguido entró al bus casi corriendo, dejando a ambos adultos desconcertados.

Treinta segundos después el bus cerró sus puertas y partió, dejando atrás la bulliciosas cuidad.

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Akira se acomodó en su silla. Ya llevaba viajando más de una hora- que se le antojaba interminable- y no veía ni indicios del mar, sólo había campo, campo, campo y más campo por donde mirase.

Se inclinó un poco hacia delante y sacó el mp3 del maletín, quizá eso le ayudaría a ignorar los ruidosos ronquidos del anciano sentado a su lado. Se colocó los audífonos y prendió el aparato. Como estaba del lado de la ventana se dispuso a mirar por ella. Si había algo bueno de ir atravesando el campo era que de vez en cuando pasaban cerca de algunos animales pastando, y a él le encantaban los animales.

Por unos largos minutos se puso a pensar lo mucho que le gustaría vivir en el campo, donde el aire era limpio y el ambiente tranquilo, pero, por el momento, debería vivir cerca de la playa, cosa que también le agradaba bastante.

Se fue perdiendo en sus pensamientos lentamente hasta que se quedó dormido.

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Abrió sus ojos con pereza al sentir que alguien le sacudía. De a poco las figura de uno de los asistentes del bus se fue dibujando frente a sus ojos.

--Niño...niño, despierta, por favor- le decía sin dejar de sacudirlo.-Ya llegamos.

--Ahhh- Akira se restregó los ojos con el dorso de sus manos, dándose cuenta que estaban en la estación de buses.-Muchas gracias por despertarme, lamento tener que haberle hecho pasar esta molestia.

--No te preocupes-le sonrió.-Siempre pasa- dijo finalmente, antes de irse.

Akira tomó el mp3- que se había queda sin baterías- y lo guardó dentro de la maleta. Se bajó del bus y antes de cualquier cosa respiró hondamente, sintiendo el olor a mar en el aire. Se sorprendió un poco al percatarse de que ya era de noche, por lo cual salió rápidamente de la estación. Era peligroso que un joven anduviese solo por la calle, sobre todo a esas horas.

Caminó lo más rápido que sus piernas le permitieron. Las calles tenían más gente de la que se hubiese esperado, pero conforme se fue alejando del centro de la ciudad éstas comenzaron a escasear.

Sentía como si estuviese caminando en círculos y, de pronto, se perdió. Miró en todas direcciones buscando a alguien para preguntarle dónde estaba y, para su muy buena suerte, vio a una ancianita que caminaba a paso lento.

--Señora-gritó, llamando su atención mientras se acercaba.-- ¿Podría decirme por favor dónde queda esta dirección?.

La anciana tomó el papel que le extendió Akira y luego de examinarlo un rato le miró a los ojos.

--Sí. Mira. Tienes que caminar dos cuadras derecho, dobla a la izquierda y sigue recto siete cuadras, dobla a la derecha y ahí está la calle que buscas- dijo, devolviéndole el papel.

--Muchísimas gracias, no sabe lo mucho que me ayudó.

Antes de que Akira se fuera la señora lo detuvo.

--¿Eres nuevo? No te había visto por aquí antes.

--Sí, me cambié de casa apenas hoy y me perdí- y se sonrió de manera tímida, como apenado por su error

--Ah- articuló la viejecita.- Ya es muy tarde, será mejor que me vaya, es peligroso andar sola a estas horas. Adiós, cuídate.

--Adiós, muchas gracias

Akira hizo exactamente lo que la anciana le había dicho y, ahí, frentes a sus ojos estaba la calle que le había costado tanto encontrar. Sacó el papelito de su bolsillo y se dispuso a buscar la casa. Apenas la encontró se paró delante de la entrada y  cuando estuvo apunto de tocar la puerta, se detuvo en seco. Un escalofrío le recorrió de arriba abajo. No quería admitirlo, pero le asustaba un poco la idea de llamar y que Ryuusakki le abriese la puerta.

"Vamos Akira" se dijo para sí mismo. "No te va a pasar nada malo"

Se llenó del valor que no sabía que tenía y tocó tenuemente la puerta. Nadie abrió. Entonces golpeó un poco más fuerte, quizá no le habían oído.

--Ya voy-se escuchó una voz relativamente infantil por detrás de la puerta antes de que ésta se abriese de par en par.

Akira se sintió aliviado. Amira debió haberle dado mal la dirección.

Frente a él se encontraba un niño de unos 13 ó 14 años, máximo 15. Tenía el cabello largo y desordenado, de color morado oscuro fuerte con las puntas bajas blancas. La nariz pequeña y delicada igual que los labios. La piel era blanca, demasiado para ver verdad, y se veía extremadamente delicada, como esas que no te atreves a rozar, por miedo a que se corte al mínimo contacto. Era un poco más bajo que Akira y tenía el cuerpo delgado. Vestía una polera sin mangas celeste claro, la cual se le pegaba un poco a la figura, lo suficiente para dejar ver su cintura -demasiado delgada en comparación con la de un hombre, pero un poco más gruesa que la de una mujer- y su cintura- un poco más ancha que la de un hombre promedio-. El pantalón era blanco y estaba cortado  de manera vertical en la parte baja, por el frente, hasta un poco más abajo de la rodilla. Esta parte estaba delineada en negro, lo que contrastaba a la perfección con su piel de porcelana. A los costados de los bolsillos caía lo que parecía ser un suspensor. En los pies llevaba unas sandalias negras, en el antebrazo derecho un pañuelo rojo y en las manos unos guantes sin dedos de color negros. Tenía el ojo derecho cubierto por un parche negro, pero, lo que más llamó la atención de Akira, no fue eso sino su ojo izquierdo. Era primera es en su vida que veía un verde tan brillante. Ese ojo trasmitía una fuerza arrolladora, como la mirada de una majestuosa águila.

Ese chico era, sin lugar a dudas, el más hermoso que Akira hubiese visto en toda su corta vida.

--Si vienes a venderme algo- le dijo el niño, sacándolo de su trance.-No me interesa- y se dispuso a cerrar la puerta, pero el pie del castaño se lo impidió.-¡Te dije que no quiero nada, imbécil!- le gritó, mirándolo con odio.

--Perdón que te moleste-articuló con dificultad.- Mi nombre es Akira y estoy buscando una casa, pero creo que me han dado mal la dirección...y..................................

El castaño se quedó petrificado cuando el otro lo recorrió con la vista, pasando primero por los zapatos cafés, luego por los pescadores verde claro, la polera morado oscuro con el dibujo del bufón que le quedaba grande- tanto que la llevaba amarrada al lado izquierdo, misma dirección en la cual le quedaba el hombro al descubierto, por ser el cuello demasiado ancho- para finalizar en su rostro totalmente nervioso.

--Y......- trató de continuar, por lo cual se armó de fuerza por segunda vez en el día.-¿Sabes dónde queda la casa de Kami Ryuusakki-san?- bien, eso había sido más fácil de lo que creyó.

El niño le miró directo a los ojos antes de adentrarse a la casa, sin cerrar la puerta.

--Pasa- le dijo sin siquiera voltearse.

Akira se quedó ahí confundido hasta que cayó en cuenta de lo que estaba pasando. ¡¿Ese era Kami Ryuusakki, el chico a quien tantos temían?! ¿Entonces dónde estaba el pandillero rapado con cara de maleante que se había imaginado?. ¡Era imposible! De seguro le estaban jugando una broma pesada. Ese niño tan lindo no podía ser el apodado "Dragón blanco".

--Oye, idiota- le llamó el niño.-No te quedes ahí con cara de estúpido. Entra de una buena vez.

Akira entró con un poco de miedo y cerró la puerta tras de sí. No cabía duda después de esas palabras. Ese hermoso niñito era Kami Ryuusakki, el temido "Dragón blanco"

*******************

Eran las diez de la noche y Akira apenas había terminado de desempacar sus cosas y ponerlas en su lugar. Ahora iba a dormir en la ex habitación de Amira.

Se acostó en la cama. Estaba cansado y tenía sueño. Cuando estuvo apunto de dormirse un ruido extraño, pero muy bien conocido para él le despertó, su estómago acaba de rugir, tenía hambre.

Se levantó con un poco de flojera y caminó hasta la cocina, sorprendiéndose de ver a Ryuusakki comiendo Ramen instantáneo. Lo pasó por alto y abrió el refrigerador pidiendo permiso, encontrándose con una pequeña nota:

"Querido Akira-kun:

De seguro te sorprendiste mucho al ver el refrigerador vacío, pero con todo esto de la mudanza no tuve tiempo de ir al supermercado a comprar comida. Espero que no te moleste comer Ramen instantáneo.

Atte.

Amira

PD: El Ramen está en el mueble a tu derecha, en la segunda puerta de arriba contando desde la entrada."

El castaño preparó el Ramen y se sentó frente a Ryuusakki, quien no le había dirigido la mirada ni por si a caso. Le parecía muy interesante. Era primera vez en su vida que se sentía así, como si miles de mariposas volaran por su estómago. De pronto ya no tenía antojo de comer, lo único que deseaba era observar a la persona que tenía enfrente, de ver sus hermosos ojos verdes.

Ryuusakki pareció darse cuenta de la insistente mirada del castaño, que en esos momentos tenía cara de enamorado o, como él prefería llamarlo, Cara de idiota sin remedio.

--Sé lo que estás mirando- dijo el pelimorado muy molesto.-Y créeme. No porque me falte un ojo significa que vea mal o tengas que darme un trato especial. Odio que los estúpidos me compadezcan.

Akira se sonrió para si mismo. De un momento a otro Ryuusakki ya no lo asustaba, de hecho, lo encontraba muy tierno, sobre todo cuando se enfadaba.

--Sabía que eras un completo tarado- le dijo, levantándose de su asiento.-Pero nunca me imaginé que a tal extremo-y se fue.

El castaño se quedó inmóvil por un instante antes de soltar una risita apenas audible. No podía creerlo, por eso le daba tanta risa. ¡Se acababa de enamorar de Kami Ryuusakki!. Tenía que llamar a Vladimir para contarle, pero se arrepintió al mirar el reloj, era demasiado tarde.

Se levantó de su lugar y se fue a su habitación a acostarse, deseando soñar con su nuevo amor.