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Destellos de oscuridad por PrincessofDark

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Notas del capitulo:

¡Hola! 

Ojala que les guste este nuevo capítulo, creo que sucederá algo que no se esperan... jijiji... aunque no pienso decir más nada ni bajo tortura... XD.

Muchas gracias a todos los que continúan leyendo la historia. ¡Dedicada a ti, sí, a ti que la estás leyendo! 

Hades despertó cuando todavía era noche cerrada, sintiendo el cálido y delgado cuerpo que se encontraba abrazado a él durmiendo tranquilamente. Se deleitó contemplando el bello rostro durante unos minutos antes de desear irresistiblemente besar el terso cuello que se le revelaba.

Depositó un par de besos suaves y casi imperceptibles en el cuello del menor que emitió un suspiro y le permitió aún dormido un mayor acceso. Aumentó de a poco la intensidad de esos ósculos hasta que Shun emitió un pequeño gemido y entreabrió sus ojos hasta despertar del todo.

-¿Cómo te sientes? – murmuró Hades, con su boca besando seductora uno de los lóbulos de las orejas de Shun.

-Bien – gimió suavemente el jovencito, con sus sentidos encendiéndose gradualmente como respuesta a las caricias de Hades.

-¿No te lastimé? ¿Fui muy brusco? Si es así lo lamento – susurró Hades.

-No…me… lastimaste… - gimió Shun un poco más fuerte cuando Hades varió su posición en la cama y se puso encima de él rozando sus cuerpos desnudos.

-¿Seguro? Porque en estos momentos deseo con ansias una repetición – Hades devoró la boca de Shun con un ardiente beso que vació la mente del más joven por completo, dejándose llevar por las emociones que se despertaban por instinto en su joven cuerpo.

Shun recibió las caricias y los besos ansiosos de Hades por todo su cuerpo, jadeando y gimiendo por la intensidad de las sensaciones mientras sus propias manos adquirían confianza para recorrer el cuerpo del mayor acariciando sus cabellos, deslizándose por la pétrea espalda y por el no menos firme torso y pecho del dios del averno.

Hades emitió roncos gemidos de placer al recibir las caricias de Shun por todo su cuerpo y tomando una de esas pequeñas manos la deslizó hacia el sur conduciéndolo suavemente a tomar su miembro para que lo acariciara, marcándole el ritmo que tenía que seguir hasta que Shun lo aprendió y le arrancó suspiros cada vez más altos.

Se dedicó también a acariciar el miembro palpitante del más joven hasta que éste le suplicó que parase, cosa que no hizo sino que por el contrario tomó la erección con su boca hasta lograr que el jovencito alcanzara el clímax.

Se separó un poco de Shun para que se recuperara por unos minutos antes de besarlo de nuevo, mientras se acomodaba entre sus piernas y comenzaba a dilatarlo y prepararlo para una nueva penetración. El jovencito volvió a quejarse cuando los dedos ingresaban en su cuerpo hasta que el placer reemplazó cualquier otra queja al ser rozada certeramente su próstata.

Hades se enterró despacio en ese joven cuerpo, disfrutando de la sensación de ser tan íntimamente apresado, mientras sus jadeos completaban a los de su pareja que movía primero involuntariamente sus caderas, pero después ambos comenzaron un ritmo sincronizado que se fue tornando frenético hasta lograr llegar en conjunto al orgasmo.

El dios del averno cayó encima del cuerpo de Shun para calmar con suaves besos los latidos desesperados de ambos corazones hasta que pudo recuperar el aliento.

-Te amo – susurró por enésima vez a su agotado compañero.

Shun le regaló una maravillosa sonrisa antes de susurrarle lo mismo con voz somnolienta.

-Shun – Hades lo llamó suavemente y el joven abrió con esfuerzo sus ojos – tendré que irme dentro de un rato. ¿Comprendes? Desearía quedarme contigo toda la noche pero se desataría un escándalo si Ikki nos descubre.

-Lo sé. Sólo… quédate hasta que me duerma. ¿Puedes?

-Por supuesto que sí, amor. Descansa – Hades lo besó dulcemente y lo abrazó para que el jovencito volviera a dormirse.

Cuando Shun volvió a despertar se encontró tapado cuidadosamente con las sábanas y una pequeña manta, pero ya no había rastros de la presencia de Hades en su habitación aunque si en su cuerpo, donde suaves marcas de besos y mordidas eran el reflejo de la apasionada noche. Sonriendo se levantó y se metió dentro del cuarto de baño para comenzar la jornada.

                                                 *          *          *

Saori no pudo dormir en toda la noche, inquieta y nerviosa por la importante reunión de la que formaría parte en un par de horas. Dio vueltas y vueltas en su cama hasta que la llegada del amanecer la hizo levantarse y comenzar a vestirse con uno de sus clásicos y sobrios vestidos blancos, mientras repasaba mentalmente el discurso que daría.

                                                 *          *          *

Gea se sentía terriblemente confiada. Durmió toda la noche de un tirón y se levantó con un optimismo y un buen humor que extrañaban a todo el que se la cruzara. Se sentía segura plenamente de su victoria porque ella ya había calculado mentalmente los apoyos que recibiría a la hora de la votación. Hera votaría a su favor porque odiaba desde la época del mito a la hija de Zeus y Metis. Abel, Ares, Poseidón y Anfitrite votarían también en contra de la diosa porque anteriormente habían sido sus enemigos y habían sido derrotados y encerrados por Atena. Finalmente, Afrodita también la apoyaría porque amaba a Ares desde hacía muchos años y Artemisa por lealtad a su hermano también votaría en contra de la actual diosa de la Tierra.

Colocándose un vestido marrón chocolate y unas cuantas joyas abandonó su dormitorio en cuanto llegó la hora de la Asamblea.

                                                 *          *          *

El lugar donde se celebraría la Asamblea era uno de los más importantes recintos del Olimpo. El palacete era pequeño en comparación con los otros edificios del sacro lugar pero tenía una pureza de líneas clásicas que lo volvían irresistibles.

En el medio del salón una enorme mesa redonda con una cantidad de sillas parecía aguardar la aparición de los dioses invitados a ocupar dichos asientos.

En primer lugar ingresó Zeus, el señor de los Dioses luciendo una túnica verde malva y portando en sus manos el trueno que simbolizaba su jerarquía. Su gesto lucía concentrado y firme y ninguna preocupación se registraba en sus ojos cuando tomó asiento en la cabecera de la mesa.

Hera apareció unos minutos después, arreglada con una túnica gris perla y con una soberbia corona de diamantes en su cabeza, símbolo de su posición como reina de los dioses. Sus cabellos castaños hacían juego con sus ojos del mismo color, ojos que reflejaban poder y orgullo. Era una diosa soberbia y altiva y que desde hacía mucho había tomado una decisión respecto a su voto.

Luego de Hera entraron Hefestos y su esposa Afrodita. El dios más feo del Olimpo, acompañado de la diosa más bella de todas. Eran un matrimonio por conveniencia, arreglado por Zeus hacía milenios y donde cada uno de sus integrantes hacía lo que quería sin pensar en el otro. Hefestos lucía una túnica amplia de color rojo profundo, casi bordo sangre. Su escaso cabello era enrulado y de un color gris ceniciento por las cenizas de la fragua que era su vida. Afrodita, en comparación parecía un ángel sublime con sus cabellos de un rubio anaranjado brillante, que caía como cascada por su espalda hasta rozar su cintura, sus ojos verdes eran bellos y por ellos se podía ver el poder que ejercía sobre los hombres. Su túnica era de un amarillo tenue, cayendo casi hasta sus pies y con un sensual escote.

Hestia hizo su aparición y se sentó inmediatamente en la primera silla que encontró vacía luego de saludar a todos con un gesto. Lucía una túnica sencilla de color marrón claro que hacía juego con sus cabellos castaños claros y sus ojos color miel.

Poseidón entró acompañado por su esposa Anfitrite. Los dos vistiendo túnicas color azul claro. La reina de los mares buscó con sus ojos azules a la diosa de la Tierra pero no la encontró por lo que se sentó al lado de su esposo acomodando sus cabellos de un celeste oscuro.

Artemisa y Abel entraron también juntos. La bellísima cazadora, rival más próxima a Afrodita en cuanto a belleza era una joven alta y delgada, de ojos celestes clarísimos y una abundante y lacia cabellera de color rubio claro. Llevaba una túnica verde opaca y en su espalda su habitual carcaj con arco y flechas. Abel, un hombre joven de cabellos rubios y ojos similares a los de su hermana se sentó al lado de ésta, aguardando con cierta impaciencia el comienzo del ritual.

Hermes fue uno de los últimos en ingresar, vestido tal y como se había presentado anteriormente en el Santuario. Ocupó uno de los lugares que quedaban vacíos y la silla a su lado fue ocupada por Ares cuando hizo su aparición. El dios de la guerra lucía soberbio con una túnica roja y ninguno de los dioses dejó de notar la ardiente mirada que cruzó con Afrodita, que se la sostuvo y se la devolvió, sin importarle la presencia de Hefestos.

Atena ingresó en ese momento a la sala, por una puerta ubicada a la izquierda mientras al mismo tiempo ingresaba Gea por una puerta ubicada a la derecha. Las dos cruzaron sombrías y frías miradas antes de sentarse en lugares opuestos de la mesa sin pronunciar palabra.

-Bueno, creo que nada más nos está faltando Hades – murmuró Zeus cuando vio entrar a la escolta de su hija dentro de la habitación, los caballeros de bronce que se ubicaron discretamente en una pequeña banca que había en uno de los laterales.

Hades entró justo después de sus palabras, luciendo una de sus habituales túnicas negras, con prendedores de oro puro y con gesto íntimamente satisfecho. Se ubicó en una silla vacía al lado de Zeus y miró con atención a Atena. El gesto nervioso de la muchacha no le auguró nada bueno, seguramente la joven diosa había calculado también los resultados de la votación y veía como ésta podría darle la victoria a Gea. La diosa primitiva de la Tierra por el contrario se notaba satisfecha. Recordó un breve pensamiento que había leído en alguna parte “situaciones extremas, requieren medidas extremas” y terminó de recordarlo justo a tiempo porque él hizo su aparición en la sala.

Él que hizo contener el aliento al propio Zeus, sin importarle la presencia de su esposa en la sala. El señor de los dioses recorrió de punta a punta su cuerpo con la vista, sorprendido de esa belleza que eclipsaba la de la misma Afrodita, quien tampoco podía dejar de observarlo. Hades se divirtió también con la mirada sorprendida de Atena y la de los caballeros de bronce que parecían estupefactos por esa extraña visión, tan extraña como inesperada.

La diversión de Hades duró apenas un minuto, hasta que Zeus pareció a punto de decir algo que el contuvo con un par de palabras, dichas sólo para su hermano, el rey del Olimpo.

-Se mira, pero no se toca.

Zeus volteó a verlo con incredulidad, antes de dirigir otra rápida mirada al recién llegado y volver a posar sus ojos en Hades.

-Otras veces hemos compartido, hermano.

-En esta ocasión no lo haremos – contestó Hades con firmeza.

-¿Es tan importante este juguete para ti? – preguntó Zeus con marcada sorpresa.

-Muchísimo.

Hades se puso en pie para acercarse a la figura inmóvil que dudaba de avanzar con todas las miradas posadas en él. Shun lanzó un suspiro de alivio al verlo acercarse a él y sonrió de tal manera que iluminó la sala con ese simple gesto.

El joven lucía una elegantísima túnica negra de gasa, larga hasta los pies y con una ancha faja de color plata haciendo juego con los prendedores de la ropa cuyo diseño eran unas sencillas estrellas. Una esclava de oro blanco lucía brillante en su muñeca izquierda y una serie de prendedores de oro blanco en su cabello completaban el conjunto. Indiscutiblemente, daba la sensación de ser algo etéreo y frágil, que parecía flotar en vez de caminar.

-Mi consorte – presentó Hades a toda la Asamblea presente arrancando un ahogado gemido de sorpresa por parte de Atena – Shun de Andrómeda. Es mi deseo que ocupe un lugar en esta asamblea y que como miembro de la misma tenga derecho a votar.

Zeus se limitó a asentir una sola vez incrédulo, viendo como Hades regresaba a su antigua ubicación sentando a Shun en una silla vacía a su lado. El joven se notaba inquieto, sin embargo, una mano se posó sobre la suya y al buscar al dueño se encontró con los ojos de Artemisa.

-Bienvenido – fueron las palabras de la joven diosa. 

Notas finales:

En el próximo capítulo:

- ¡La reacción de Ikki! jajajaja. 

¡Besos! Nos leemos pronto. 


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