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Duele por Hitsuzen

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Notas del capitulo: Disclaimer: Nada es mío, sólo el fic. TRC y todo lo correspondiente a su universo es propiedad de CLAMP.

Advertencia: Spoilers hasta el arco de Infinity.
Duele

La habitación da vueltas. Y no se detiene.

Le pesa la cabeza y el mundo gira y gira y nada permanece en su lugar. Su cerebro se ha vuelto líquido, un líquido espeso y caliente y Kurogane, como no recuerda que le haya sucedido en la vida, se siente incapaz de pensar con claridad. No tiene idea de qué hora es, si la princesa o el mocoso despertarán pronto ni tampoco si aquello se alargará por mucho tiempo más. Lo único que sabe, piensa, puede razonar con cierta coherencia es que duele –bastante, sí, es doloroso-, que la cabeza le da vueltas y que hambre, el vampiro tiene hambre.

—Idiota.

En medio del caos mental, toma nota de que no debe dejar que ese imbécil se salga con la suya nuevamente, rehusándose a beber el máximo tiempo posible si maldito gilipollas del demonio después esos son los resultados.

Por su parte, el vampiro está demasiado entretenido -demasiado hambriento- como para prestarle atención al insulto, como para acordarse de que Sakura suele levantarse en mitad de la noche para ir al baño y que podría verlo así y no quiere. Y se acomoda sobre el sofá, sobre el cuerpo de su presa. Y muerde, succiona, y duele.

Manos en su hombro y nuca, piernas sobre piernas, pecho contra pecho, labios que acarician la piel. Colmillos en su cuello y la boca absorbiendo enérgicamente el líquido que escapa de la carne desgarrada. No quiere mirarlo a la cara, no mientras bebe y muerde y se llena de él. Pero el ojo dorado de Fye, casi por voluntad propia, se desvía por un segundo y contempla con atención el tenso semblante de su compañero, de su presa. Está oscuro, sí, cada rincón de Infinity parece estar sumergido en lo más profundo de las tinieblas –quizás es el país, quizás es como se siente él (como se sienten todos) por dentro-; sin embargo clava su mirada en el rostro de Kurogane y ve perfectamente el ceño fruncido, la manera que se muerde el labio inferior para no emitir sonido alguno, el aturdimiento, el dolor de estar siendo devorado vivo. Alimentarse del cuello es mucho más agonizante que del brazo, lo sabe, pero si el muy obstinado continúa cortándose las muñecas las heridas jamás acabarán de cicatrizar correctamente...

El mago se detiene por un diminuto instante y contiene una risa agria. Idiota, se reprocha. El dolor, la cicatrización, no tendría que importarle nada de eso en absoluto. Después de todo se trata de su presa, su alimento y nada más. No importa si lastima, si duele o no.

Porque él lo quiso así y no puedo perdonarle. Porque sería aún más doloroso si nos hacemos más cercanos.

Y ellos están cerca. Tan cerca, tan enredados, piensa Kurogane, que casi no sabe dónde comienza uno y dónde acaba el otro. Jamás en todo el tiempo que llevan juntos han estado tan cerca y es irónico que, a la vez, se encuentren más alejados que nunca.

El moreno cierra los ojos porque, de pronto, duele demasiado. No en el cuello, no en la mordida, sino dentro. En un lugar que no sabe bien dónde está, pero que es jodidamente doloroso, mierda y quiere arrancárselo para que ya no moleste, para que ya no duela de nuevo. Pues, bien lo sabe el ninja, la cercanía no es más que una mera ilusión, un vil engaño. Porque cuando el vampiro posó su mirada dorada en él por primera vez luego de que su transformación estuvo completa y le dijo miles de cosas sin necesidad de pronunciar una sola palabra, pudo predecir que ya nada sería igual que siempre. Porque cuando escuchó aquel “Buenos días, Kurogane” que le atravesó el pecho como una estaca de hielo, fue capaz de ver que a partir de entonces un enorme abismo los separaba y que quizás jamás podría volver a acortar esa distancia. Fye día tras día, hora tras hora, se empeña en serle indiferente, en odiarlo, y él lo sabe y nada puede hacer por ello.

Duele.

El mundo da vueltas y parece no tener la más mínima intención de detenerse.

El cerebro de Kurogane se ha vuelto líquido, y se hace más líquido y más espeso y más caliente y hace calor cuando siente la lengua del mago –no, del vampiro- deslizarse lentamente por su cuello. Ya va a terminarse, está seguro de ello. Es parte del rito, siempre hace lo mismo cuando está satisfecho. Lo lame, lo saborea, lo limpia. Y todo gira y el universo es una bruma borrosa y quema donde siente el húmedo tacto porque nunca antes nadie le ha tocado de esa manera y menos ahí donde parece encontrarse el punto exacto para hacerle perder la cordura, ahora lo sabe.

—Te has hecho daño.

Oye la voz como si viniera de lejos, terriblemente lejos. Abre los ojos y le ve borroso. Se da cuenta de que su cara debe decirlo todo ¿De qué leches estás hablando, tío? porque el mago no espera respuesta alguna y presiona uno de sus dedos contra su labio inferior y arde tanto que le hace pegar un salto.

—¡¿Pero qué coño se supone que haces, bastardo?! —tiene una jaqueca de muerte y todo se mueve, pero aún así guarda la suficiente energía como para atizarle un buen golpe si se atreve a repetirlo. Fye sólo sonríe –no como siempre, hay algo distinto - y le enseña su dedo manchado de carmesí para luego pasarle la lengua y tragarse la sangre y santo cielo el ninja siente que de pronto la temperatura en la habitación ha subido unos cuantos –muchos- grados.

—Te mordiste. Te has hecho daño —repite el rubio y fija los ojos en su boca y acerca delicadamente los dedos hasta rozarle. Involuntariamente, Kurogane cierra los ojos, se estremece. Es una imagen curiosa. Y Fye no se lo espera, pero al verlo así, tan vulnerable como nunca antes ha tenido la oportunidad, el hambre de él –no, de su sangre- regresa.

Casi con desesperación, se lanza sobre el guerrero, envuelve la zona herida con sus propios labios y lame, se deleita, succiona hasta el hartazgo. Es enfermizamente delicioso y ya no sabe si es arriba o es abajo, qué son las plumas de Sakura ni que los límites que él mismo ha trazado se acaban de ir a la mismísima mierda.

Kurogane, después del sobresalto inicial, no protesta ni pone resistencia. Sencillamente se deja hacer, pues oficialmente ha perdido la cabeza, y abre la boca sin más cuando el vampiro quiere probarlo más en profundidad e invade la húmeda cavidad y sus lenguas se tocan y se enredan y prueba el maravilloso sabor del mago mezclado con el de su propia sangre. Y lo único que quiere entonces, su deseo más ferviente es ser completamente devorado por él. Se muere por sentir esa boca suave, esa lengua que quema en su cuello, en sus dedos, en todas partes. Un gemido se le escapa cuando lo siente acomodarse sobre sus piernas. Pelvis contra pelvis, dios el roce es demasiado. Ah, de pronto sus pantalones están endemoniadamente apretados, joder y el calor comienza a sofocarle.

Pero Kurogane gime y es lo único que Fye necesita para que las alarmas en su cabeza se enciendan y pronto cae en la cuenta de que lo que está haciendo es una gigantesca idiotez y esto tiene que parar, ahora mismo. Se pregunta quién ha sido el del desliz ¿Fue el hambre del vampiro o acaso la debilidad del mago? Le da miedo conocer la respuesta. Y duele, sí, no quiere dejarlo, pero sencillamente no puede perdonarle por haberle obligado a conservar la vida que se negaba a vivir. No puede permitir que la muralla que ha construido entre ellos se venga abajo, que los vínculos se estrechen, y está decidido a mantener las distancias aunque duela.

Tan rápido como comenzó todo, la calidez del menudo cuerpo del vampiro contra el suyo se esfuma por completo. Logra escuchar un “Buenas noches, Kurogane” antes de ver cómo la silueta desaparece detrás de una de las puertas de los dormitorios, sin atreverse a mirarle a la cara.

En medio de la oscura y solitaria salita del apartamento del país de Infinity, recostado en el sofá mientras todo el mundo duerme, Kurogane lucha contra el mareo, la punzante migraña que no lo deja tranquilo y las ganas de buscar y patearle el culo a cierto mago del demonio que maldición obviamente no entiende nada de nada. Pensando en mil cosas y nada a la vez, pronto se adormece con una sonrisa amarga instalada en el rostro, reprochándose el estar pensando en jodidas mariconadas que no debería y resignándose a aceptar que esa mirada de hielo, aún más fría que antaño, es lo que se ha ganado al momento en que decidió arrebatarle a Fye el desesperado consuelo de la muerte. Y aunque duela, no le importa. Por él, sin lugar a dudas, lo repetiría cientos de veces.
Notas finales: Estrenando cuenta en esta página, mi primer fic de Tsubasa, mi primer kurofye, mi primer beso yaoi, mi primer todo.

Es una especie de experimento, editaré el texto posteriormente, por lo que se agradecerían mucho las críticas. Vamos, sin piedad :D :D ¡Y al fin me deja poner las puñeteras cursivas! Soy feliz ;o;

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