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Playa, Brisa y Mar por Mary-chan6277

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Notas del capitulo: xD bueno, akí estoy actualizando a las 1:28 am!! no tengo sueño, nada, ni un pokito!! así que me puse a escribir, y a terminar este fic... ¿influirá en el lemon que escriba tan tarde en la noche? hahahah

Espero les guste!! ====>
2
Y ahí, tendido bajo el sol, no pensaba que nada pudiera ser más perfecto: la isla paradisiaca que había soñado, con su esplendoroso mar de aguas cristalinas y una arena blanca, fina y muy suave; el hotel de cinco estrellas, y nuestra suite con una romántica vista al mar; y lo mejor de todo, Sebastian con ropa informal, y ¡en traje de baño!. -Tenía que hacer un buen esfuerzo en contenerme y no lanzármele encima para satisfacer mi abstinencia ahí mismo.

Nuestro plan había salido a la perfección, y por primera vez desde hacía un buen tiempo, me sentía relajado y en paz, sabiendo que todo saldría bien, y que sería feliz a solas con mi demonio. Nada podría molestarnos.

—¡Ciel!— ¿pero qué era esa molesta vocecilla? Estaba soñando, seguro, me había quedado dormido en algún momento bajo el sol mientras Sebastian me acariciaba. —¡Ciel!— esa voz sonaba demasiado real para ser un simple sueño. —¿Ciel, estás dormido?— abrí mi ojo lentamente. No, por favor, cielo y todos sus dioses, por favor, ¡qué esto sea un sueño!
—¡¿Elizabeth?!— y cuando abrí mi ojo visible no pude evitar el tono de sorpresa. También noté que Sebastian ya no estaba a mi lado en la estera en la que estábamos tendidos los dos.
—Joven Phantomhive, tiempo sin vernos.— ¡maravilloso! No solo había llegado Elizabeth a la isla, ¡había llegado mi SUEGRA a la isla!. La tía Frances era una marquesa, una cortesana reconocida y respetada, ¡y era también la persona más estricta del mundo!

Cerré de nuevo mi ojo y me llevé las manos a la cara.

No. Todo eso tenía que ser una broma, ¿Cómo demonios nos habían encontrado si habíamos actuado en total y completo secreto?

Mi isla paradisiaca desapareció, y se volvió en mi infierno. Adiós a la paz, a la tranquilidad, a la diversión, ¡a tener sexo desenfrenado con Sebastian!

—Señorita Elizabeth, Marquesa— saludó mi mayordomo a las recién llegadas con una reverencia, y una sonrisa falsa.
—Sigues estando igual de desaliñado que siempre, al igual que tu, conde— dijo empezando con las críticas, y ese era tan solo el comienzo. —Ya ni siquiera lleva el uniforme de mayordomo, ¿qué es lo que está pasando, Ciel?, ¿dejaste a mi niña, tú esposa, para irte de vacaciones con tu mayordomo?— si eso la escandalizaba, no quería ni imaginar qué pensaría si le contara la verdad: que habíamos viajado el plan romántico.
—¿Cómo supieron que estábamos aquí?— le pregunté a Elizabeth, evadiendo las preguntas de tía Frances.
—Encontré el folleto de la agencia de viajes en tu cajón— respondió con una sonrisa muy grande. Demasiado grande, deseaba tumbarle todos los dientes, y estropearle esa entrometida nariz, pero una caballero no haría ni diría eso a una dama. Al menos no en voz alta, ¿lo estaba diciendo mi gesto?— ¿No estás feliz de que esté aquí?— ahora el tono de voz cambio de felicidad a tristeza. ¡Pero qué maravilla!, ahora resultaba que ella era la víctima, ¡cuando yo era el que estaba sufriendo!
—Yo --
—Bocchan— me advirtió Sebastian antes de que le dijera que no estaba para nada contento, que deseaba que se fuera. —Por favor, deben estar cansadas por el viaje, ¿no desean ir al restaurante a tomar algo?— su sonrisa falsa otra vez, bueno, al menos él tampoco estaba complacido de ese inconveniente.
—¡Pero yo quiero estar con Ciel!— Elizabeth se lanzó a abrazarme, y luché contra mis propios deseos de apartarla de una manera poco cortés y mucho menos sutil.
—El conde irá a acompañarlas en unos minutos, deme un momento para reemplazar la ropa mojada— mi esposa terminó por aceptar, al igual que mi tía, la invitación de Sebastian de esperarnos dentro del hotel.

Las observé alejarse, Elizabeth con su usual alegría y mi tía con su gesto serio. Ambas tan distintas, pero tan iguales a la vez: ambas eran un par de brujas.

—¿Bocchan?— yo no había dicho ni una sola palabra desde que nos dejaron solos, y tampoco era que tuviera que decirla para que él entendiera qué sentía.
—No es justo— me levanté y avancé hasta donde estaba mi mayordomo, y lo abracé. El calor que emanaba su cuerpo, las gotitas de sudor que perlaban su piel a causa del intenso sol, y su pecho y abdomen bien definido bajo mis dedos, todo eso me invitaba a amarlo y a desearlo. Yo no quería ir con ella, yo quería quedarme por siempre con él.
—Este no es el comportamiento que debe mostrar el jefe de la familia Phantomhive.—apuntó acariciando mi espalda.
—Pero si es el comportamiento que debo mostrar frente a ti— repliqué. —Vinimos hasta aquí para estar solos, y poder comportarnos como… novios— me sonrojé, era la primera vez que pronunciaba esa palabra en voz alta, aunque en mi mente se escuchaba magnífica.
—No se preocupe, encontraré la manera de solucionar todo esto— hizo que me apartara un poco y tomó mi barbilla suavemente para hacer que lo mirara— por ahora, si quiere que podamos hacer algo, debe complacer a las damas en todo lo que le pidan, ¿entendido?— me indicó con su sonrisa honesta, la que solo mostraba para mí.
—¿Cómo puedes estar tan calmado si --?— acalló todos mis reclamos con un corto beso sobre mis labios.
—Soy un adulto, usted es un niño, es comprensible, ¿no le parece?— adulto no era precisamente un apelativo que se le aplicara, ¿Cómo se le decía a alguien que a vivido por millones y millones de años?— Compórtese con Elizabeth y la marquesa, entreténgalas mientras yo arreglo algunas cosas— y esa sonrisa, y esas caricias sobre mi mejilla terminaron convenciéndome.

De nuevo, el cielo en el que había entrado se había abierto en dos y me había dejaod caer indefenso en el infierno. ¿Qué acaso el sol había dejado de ser maravilloso ara convertirse en algo sofocante?, ¿por qué sentía que el tiempo se hacía eterno?

—Ciel, ¿me estás escuchando?— esa mocosa había acabado con mi privacidad, había decorado de rosado mi mansión, ¡y ahora arruinaba mis vacaciones!. Yo tenía que estar sentado junto a ella mientras que podría estar acostado sobre Sebastian recibiendo besos y muchas caricias, pero no, estaba escuchando algún cuento sobre el unicornio con el que soñó la noche anterior.
—¿Algo le sucede, Conde? Se le ve distraído— y no solo tenía que soportar las charlas si sentido de mi esposa, tenía que soportar las que si tenían sentido de mi suegra, cosa muy peligrosa, la señora era sagaz a pesar de su edad, y además de todo, su interrogatorio no cesaría jamás hasta encontrar respuestas.
—Yo… solo pensaba en dónde se habrá metido Sebastian— respondí y suspiré, no podía faltar el dramático toque de la situación.
—Usted es muy dependiente de ese mayordomo, al parecer tienen una relación muy estrecha— guardé silencio y sonreí. No podía decirle que estábamos juntos, pero no quería decirle que era un simple sirviente.

Así pasaron las horas. Mi tía haciendo preguntas, apuntando cosas que no le importaban, y Elizabeth tratando de ser mi esposa por primera vez.

Llegó la noche, y lo agradecí con toda mi alama, hasta que quién entró por la puerta a acompañare en la cama King-size no fue Sebastian, sino la niña rubia que tanto odiaba.

—¿Estás molesto por algo?— no cariño, por absolutamente nada, ¡si sólo arruinaste todas mis fantasías a punto de realizar!
—Estoy bien— me obligué a responder— me voy a la cama.
—¿No te vas a poner tu camisón?
—Dije que me voy a la cama— muy descortés esa forma de responder y el tono usado— hasta mañana— o hasta nunca sonaría mejor.

Cerré los ojos cuidando que no se me escapara ni una lágrima de frustración.

¡Al diablo con todo! Yo solo quería dormir, y dormiría hasta que Lizzy desapareciera –cosa poco probable dado las leyes físicas- hasta que me pidiera el divorcio –cosa aun más improbable que la primera- o yo me muriera –si, esperaría un par de años, pero pasaría, y eso era un alivio.

El sonido del abanico del techo, el olor marino y la humedad del ambiente, incluyendo mi ira y mis frustraciones reprimidas, me invitaron a dormir y a olvidarme de todo.

3
—Despiértese, bocchan— era la voz de Sebastian, ¿Qué acaso ya había amanecido?, pero si habían pasado tan solo unas horas. Rodé en la cama e intenté cubrirme con unas cobijas inexistentes –jamás me tapé antes de dormirme dado el calor que inundaba la habitación.
—No, dormiré para siempre. —protesté entre sueños, intentando volver a dónde estaba, en mitad de una apacible fantasía en donde Grell me prestaba su ultra-guadaña-especial de la muerte, y me permitía quitarle la cabeza a Elizabeth.
—Abra los ojos, le conviene despertar— ¡pero qué molesto!, ¿no podía esperar un minuto mientras el yo de mi sueño asesinaba a su esposa?
—¿Qué es lo que --?— me iba a quejar, pero cerré la boca enseguida. ¿Qué había pasado con la habitación y con Elizabeth?, y mejor pregunta aun, ¡¿por qué Sebastian se veía tan sexy vestido de blanco si era un demonio?!

Observé todo a mí alrededor muy atentamente. Estábamos en algún lugar perdido de la playa en donde la luna, las estrellas y las palmeras serían los únicos testigos. Sebastian se había tomado la molestia de arreglar todo para que fuera un ambiente más romántico, había tendido una delgada sábana blanca que permitía que la textura agradable de la arena aun influyera sobre nuestra piel. Habían pétalos de rosa esparcidos por todas partes –okay, Sebastian había estado leyendo demasiadas novelas románticas- y un círculo de antorchas nos rodeaba, iluminando tenuemente la noche de luna llena.

—Disculpe si interrumpí su agradable sueño— dijo desafiante después de un momento.
—¿Tú… hiciste todo esto?— pregunté, era evidente que lo había hecho él, pero se me hacía imposible que un demonio llegara a tener tanta imaginación para un plan romántico bajo la luna, dado su poca experiencia.
—Pensé que sería aburrido que estuviéramos en la habitación, en ese caso, hubiese sido más fácil quedarnos en la mansión— hizo que me recostara apoyando una de sus manos en mi pecho, subiéndose encima de mi luego. —Si vinimos hasta aquí, debíamos experimentar algo nuevo, ¿no le parece?— ¿Qué sí me parecía?, ¡claro que me parecía! Pero sin darse cuenta Sebastian había anticipado mi fantasía erótica en la playa, ¡y me evito el trabajo de decirle algo vergonzoso!
—Pensé que me dejarías con Elizabeth— susurré, sintiendo su cabello cayendo sobre mi rostro, haciéndome cosquillas— Sebastian, te amo… —demasiado temprano para decir eso cuando la acción ni siquiera había empezado, pero necesitaba decírselo. Hacía años que no podía decir eso.
—Y yo a usted— sonrío contra mis labios, y luego presionó su boca con más fuerza contra la mía. Abrí mis labios y le di paso a su lengua, que se deslizó sobre la mía, que exploró mi boca mientras yo hacía lo mismo con la suya.

Mis manos habían tomado voluntad propia, introduciéndose bajo la camisa blanca que llevaba Sebastian. Acariciando suavemente su fuerte y masculina espalda, pasando tentativamente mis manos sobre su pecho, sintiendo el latir de su corazón no-humano.

Nos separamos a causa de mi falta de aire, pero en seguida volvimos a retomar nuestro beso, ahora más demandante, más salvaje.

Mis dedos se ocuparon de desabotonar la camisa blanca que me empezaba a hacer estorbo en el reconocimiento de ese cuerpo que tanto me gustaba.

—Pero qué joven amo tan impaciente— susurró a mi oído al separarnos, su aliento contra mi oreja y su tono sensual me hicieron derretir, y un escalofrío recorrió todo mi cuerpo.
—Cállate y continúa— le ordené, posando una mano sobre su nuca y trayéndole cerca para un nuevo beso.

Ahora fue Sebastian quien empezó con sus caricias. Abrió los botones de mi camisa azul con la facilidad y destreza que solo un demonio mostraría, y la abrió dejando expuesto mi pecho. Acarició mi abdomen, y luego su mano se entretuvo acariciando una de mis tetillas con su pulgar, haciendo movimientos circulares que me estaban enloqueciendo, haciendo que cierta parte en mi entrepierna se empezara a endurecer.

Sebastian besó mis mejillas, mis párpados cerrados. Atacó luego la piel de mi cuello, haciendo que gimiera cada vez que sus dientes se clavaran en mí suavemente.

Volvió de nuevo a mis labios, mientras su mano se deshacía ahora del botón de las bermudas que llevaba puestas, luego esa misma mano procedió a acariciar mi miembro sobre la tela que lo mantenía preso, volviéndome loco.

Dejó de nuevo mis labios y se incorporó, deshaciéndose de mi pantalón, y mi ropa interior, al igual que la camisa, que terminaron lejos en alguna parte entre la oscuridad que se veía más allá de las palmeras.
Sebastian deposito un suave besito sobre la punta de mi miembro, haciéndome gemir, pero no atendió a mi pulsante hombría, si no que se deleitó acariciado mi trasero, pellizcándolo, y besando la parte interior de mis muslos.

—¡Deja de jugar con migo!— le ordené. Sus ojos felinos, purpúreos, brillantes y lujuriosos me devolvieron la mirada, sonriendo malévolamente, soplando suavemente mis partes bajas, haciendo que me excitara aun más de lo que estaba. —¡Hazlo de una vez!— y complació al fin mis deseos, lamiendo mi glande de la punta a la base, estimulando con sus dientes de vez en cuando, haciendo que toda una sinfonía de gemidos saliera de mi garganta. Ya ni siquiera me molestaba en bajar el tono de mi voz y contenerme, ¡estábamos solos en medio de un pequeño paraíso, nadie escucharía mi placer!

Sebastian lamía ávidamente, me encantaba lo que hacía, se sentía demasiado bien. A Sebastian le fascinaba estar en control, hacerme gemir y verme sonrojado, le fascinaba saber que todas esas cosas que jamás mostraría a nadie, él las podía causar en mí sin mayor esfuerzo.

El demonio dejó mi miembro, y ahora fueron sus dedos los que se encargaron de darme placer, estrujando la punta con delicadeza de mi hombría, y haciendo algunas otras caricias que me estaban haciendo perder la poca cordura que me quedaba.

Me vine en su mano luego de algunos segundos, y Sebastian lamió lascivamente sus dedos, de una forma sensual y tentativa.

Separó mis piernas, y esos dedos lubricados con mi propia esencia se introdujeron lentamente de a uno en uno en mi entrada, haciendo que un pequeño jadeo de dolor escapara de mis labios. Pero como siempre, ese dolor fue pronto reemplazado por alguna otra sensación que se sentía muy bien, y empecé a mover las caderas para tener más contacto con esos dedos.

—Te quiero dentro de mí, ahora— le dije, dando muestra de la poca coherencia que aun me quedaba, rodeando la cadera de Sebastian con mis piernas, invitándolo a que me tomara.

Gemí cuando Sebastian me penetró de una sola estocada. ¿En qué momento se había deshecho de su ropa?

Las penetraciones comenzaron, ambos gemíamos desenfrenadamente, ambos perdidos en el placer que nos proporcionaba el vil acto de tener sexo.

Los sentidos estaban en su máximo nivel, cada caricia parecía que quemaba mi cuerpo, me sentía perdido en un paraíso del que no quería salir. La arena que sentía bajo mi espalda era tan solo un bonus extra, y cuando sentía que nada podía ser mejor, la mera había subido lo suficiente a esa hora de la noche para refrescar nuestros cuerpos sudorosos y calientes hasta el tope.

La sensación del agua fría, contra nuestra piel hirviendo fue deliciosa. Me arqueé al sentir que Sebastian lograba tocar un punto específico en mi interior. Suspiré, grité su nombre, nos fundimos en la piel del otro, y le abracé fuerte para que ese momento jamás terminara, para que estuviéramos juntos por siempre.

—Sebastian, voy a..— no podía completar una frase, el placer era demasiado para poder hablar.
—Lleguemos juntos— dijo con su tono sensual, mientras su mano me masturbaba deliciosamente a ritmo con sus penetraciones.

Luego de un rato más de esa danza, sentí como la semilla de Sebastian inundaba mi interior, mientras que yo manchaba su mano y nuestros cuerpos.

Nos quedamos así, abrazos, por unos momentos más, tratando de regular nuestra respiración, tratando de regresar al mundo de los vivos luego de estar en un universo completamente paralelo, en dónde solo existíamos él, yo, y un placer inigualable.

—¿Ahora se siente mejor, dejará de estar de mal humor?— preguntó Sebastian mientras caminaba con migo en brazos de vuelta al hotel.
—Por ahora, me siento mejor— respondí, mirando en sus ojos felinos y curiosamente demoniacos por la luz de la luna— pero no se por cuanto dure. —Pausé— tenemos que deshacernos rápido de Elizabeth.
—No mataremos a nadie— respondió con una sonrisa— ¿no le parece más divertido tener que estar juntos a escondidas?— debía aceptarlo, pero la idea era excitante.

Nos quedamos un rato en silencio mientras nos acercábamos al hotel. El firmamento despejado colmado de estrellas, las olas del mar chocando contra los acantilados, la suave brisa que refrescaba el calor y mecía las palmeras. Esa era la isla paradisiaca que había añorado, pero más importante, esa era la noche que había deseado tener con Sebastian. Una nueva experiencia, una fantasía erótica realizada… tendría que encontrar otras para llevar a cabo, eso era definitivo.

—Sebastian— de repente me percaté de algo importante— aun estamos desnudos, ¿Cómo vamos a entrar así?— me sonrojé, y él se río.
—Recuerde que yo soy un demonio y un mayordomo, ¿Qué sería de mi si no pudiera cumplir con una simple tarea como esta?— al parecer encontró la ventana que buscaba, y saltó con la agilidad impropia de un humano, dejándonos sanos y salvos en la comodidad de una habitación.

Me dejó sobre la cama, y cerró la ventana por la que habíamos ingresado. Luego se recostó a mi lado.

—¿Una repetición?— le dije pícaro sentándome a horcajadas sobre él. Creo que no había tenido suficiente por esta noche.
—¿Le comenté que aquí al lado está durmiendo la marquesa?— me advirtió.
—Bueno, entonces no hagamos mucho ruido para no despertarla.
Notas finales: pobre Elizabeth... mientras dormía abrazando una almohada, jurando que era Ciel, su inocente esposo se divertía de lo lindo en la playa xD
¿Les gustó? xD hahah espero saber sus opiniones, buenas o malas, todo se vale!! hahaha

Este tal vez sea de los últimos fics q escriba por ahora :( dentro d 5 días vuelvo al colegio... y según lo que veo, no voy a tener tiempo ni siquiera de respirar, menos voy a tener tiempo de ponerme a escribir... y eso me tiene muy trist... ¡extrañaré escribir lemon entre Sebastian y Ciel T-T! ¬¬ maldita correcional, digo, colegio hahah

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