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Una accidentada declaración por Ayame Hitsuko

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Basado en Slam dunk de Inoue takehiko
Una atropellada declaración
By Ayame Hitsuko

Episodio 1: Benditas tradiciones….

Había pensado durante un muy buen tiempo sobre qué sería la mejor opción para un presente, lo meditó y caviló durante largos días, creyendo en un par de ellos que la razón estaba ante él, mostrándose inclemente ante un par de ojos que no estaban dispuestos a dar con ello, tan simple y complicado como el hecho de disponer del tiempo suficiente para tomarla, amoldarla y obsequiarla si supiera con ello que él lo tomaría en cuenta.
Pero nada en su vida era tan fácil de conseguir, su palabra, su antónimo era justificable si esperaba que él abriera los brazos y aceptara sin temor alguno un presente que su declarado enemigo le otorgaba justamente el día blanco, era suponer que antes de abrirlo lo lanzaría al suelo y bailaría sobre él, un suspiro mas llenó de aire sus pulmones, cuando en un desesperado acto apoyó ambas palmas en el borde de la azotea, no pretendía hacer nada, solo el hecho simple y vano, estúpido y sin sentido de observar bajo él a los estudiantes que a esa altura parecían hormigas.
Una fuerte ráfaga lo puso en una precaria posición, sus manos resbalaron y se vio impulsado hacia el interior, era como si una fuerza se negara en soltarle, su intención era la de mostrar los peligros de sus inmaduros actos, sus cabellos se alborotaron y su aroma llegó a un costado, tras la barda donde un chico reposaba tras haber sido sacado con anterioridad por su profesor, aquellos ojos comenzaron a abrirse, tomando en cuenta la cercanía del mismo, es que vio la crítica situación, al instante el sueño voló de su mente, cuando lo vio ahí, tan cerca del borde, con el rostro desencajado y la mirada perdida.
Se incorporó lo más rápido que pudo, suerte que los separaban solo un par de metros, cuando se apresuró a tomarle con una seguridad envidiable por la cintura, le atrajo hacia él, sintiendo por primera vez cuan liviano era últimamente, por el impulso cayó de espaldas llevándose la mayor parte, el gesto de dolor cubrió por un momento su rostro y su corazón se disparó al comprender la situación en la que se encontraba, la furia hizo estrechar sus ojos, le empujó entonces y se incorporó.
En todos esos años compartiendo una rivalidad con ese sujeto pasó jamás la descabellada idea de un pensado suicidio, en ese momento, llevado por una conmoción en su interior no comprendió que últimamente le había prestado más atención de la que merecía.
Pudo ver como se incorporaba, sacudiendo su uniforme tal como si la vida se le fuera en ello, evitándolo, quizás preso de la vergüenza ante el acto, pero él no era de los que tomaban tan a la ligera la situación, en 2 zancadas se acercó a él y tomándole de la solapa del uniforme le obligó a que lo viera, pudo contemplar como la furia hacia brillar a sus ojos, sus cabellos se alborotaban y sus labios se fruncían, pero aquello no llegó a más, cuando pudo comprender quien era su salvador, sus mejillas se enrojecieron deliciosamente a la par que su mirada se perdía en un punto inconcluso de la habitación.
-¿podrías decirme qué carajo se supone que hacías do’aho?..- preguntó entonces, furioso al no encontrar en hanamichi el mismo deseo, el mismo interés, un año atrás, le hubiera gritado, lo habría golpeado, pero no esos últimos meses, su presencia en aquel hospital le hizo perder toda su fuerza de voluntad.
-N-nada..- responde apenas en un murmullo audible, incapaz de controlar el latido acelerado de su corazón, posa sus manos en las de kaede, instándole a que le suelte, gimió por lo bajo cuando pudo comprobar la diferencia de estaturas, cuando kaede mismo le había impulsado hacia arriba con tal de tenerlo frente a frente, solo entonces pudo ver como las irises del chico tenían justo en medio, salpicados de un tono plateado, como estrellas sobre el manto oscuro de la noche, como rayos de plata que hacían único el mirar en su interior, durante un momento pudo jurar ver en ellos la frialdad de un glaciar, la indiferencia de antaño.
Kaede entonces lo soltó, rumiando por lo bajo, regresó sobre sus pasos, tomó su chaqueta y se dirigió a la salida, no estaba dispuesto a seguir ahí, si ese idiota planeaba suicidarse que lo hiciera en presencia de otro.
Pero hanamichi no estaba dispuesto a dejarle ir, no cuando por él es que había estado en esa precaria situación, no cuando sus pensamientos habían sido tan descabellados que no se dio cuenta cuando se había acercado a la peligrosa barda, de no haber sido por él ahora…
Negó repetidas veces, intentando no pensar siquiera en lo que pudo haber pasado si él no hubiera estado ahí, cuando estuvo frente a él, no pudo hacer más que agradecerle, posando sus labios justo en la comisura de sus labios en forma de agradecimiento, bajó entonces él las escaleras primero, sin ver como los ojos azules de kaede se suavizaban lo suficiente para que una sonrisa aflorara en sus labios, distendiéndolos, y provocando que un rubor suave llenara sus mejillas.

*+*+*+

Yohei miraba cada tres segundos el reloj, mientras se paseaba por el patio en espera de que la cabeza pelirroja de su amigo apareciera, bufó molesto cuando comprobó que una vez más había caído preso del chantaje del pelirrojo quien había jurado ser esta vez puntual.
-baka..- masculló por lo bajo, mientras un suspiro se dejaba escuchar tras él, se volvió entonces, encontrándose con las brillantes gemas que su amigo tenia por ojos, tan cerca que sintió su corazón detenerse, mucho más cuando sus brazos fuertes le acogieron en un abrazo y su tibia mejilla encontró buen acomodo en el hueco entre su rostro y cuello, por el impulso ambos cayeron sobre el césped, respirando con agitación, mientras el pelirrojo solo reía tontamente.
-¡¡solo tengo 3 meses!!..- exclama repentinamente, sin observar siquiera el inusual brillo en los oscuros ojos de su amigo, pues sus pensamientos estaban lejos, junto a un despistado oji-azul al que había comenzado a querer a finales de su primer año en la preparatoria.
Desgraciadamente, debido a la lesión y otros inconvenientes personales había tenido que alejarse tanto de Shohoku como de Kanagawa, eso había incluido también a sus amigos durante un largo año, donde extrañamente inició una amistad con akira sendoh, de no haber sido por el puercoespín estaba seguro que su vida habría sido un infierno.
Pensar quizás no en él, en cambio en las condiciones que tuvo que pasar, las circunstancias, el abandono, el dolor que aún no podía superar opacaron sus ojos, durante todo ese tiempo se había negado a narrar a sus amigos más allegados lo vivido en aquellas cuatros paredes, donde el dolor parecía ser la única vía de escape que tenia en ese momento.
Pero todo fue para bien, había regresado cambiado, incluso había madurado lo suficiente para poder darse cuenta lo que sentía por kaede rukawa, ese sentimiento lejos de la arrogancia o desacato, lo que él sentía era tan firme como la seguridad que parecía seguirle ese último año.
Mientras abandonaba las instalaciones en compañía de yohei, sakuragi no pudo ver la figura de kaede escondido tras un matorral.
Kaede había decidido no seguirles, era demasiado el hecho de aceptar que su cercanía lo descolocaba lo suficiente como para perder la constancia del tiempo, que se tendía exigua e inclemente con él, por suerte para sus compañeros el entrenamiento fue suspendido y él se había enterado a última hora, dada su nula atención para sus compañeros.
Tras tomar su vieja bicicleta se dirigió a su departamento, disfrutando en el trayecto de la suave brisa marina que de vez en cuando jugaba con sus cabellos negros, meciéndolos al compás de la melodía que estaba escuchando.
Nunca pudo comprender precisamente en qué momento había dejado de ver sus notables defectos y encontrarlo ingenuamente atrayente, quizás a finales de primer año, cuando sus rencillas habían menguado tanto como sus peleas, quizás habría sido durante las duchas, al término de cada entrenamiento, donde él era uno de los privilegiados al verle apenas enredado en una toalla que no dejaba nada a la imaginación.
Gimió bajo cuando su entrepierna comenzó a clamar atención, se mostró molesto cuando comprendió lo fácil que era excitarse cuando de sakuragi se hablaba, fastidiado pedaleó con rapidez, esperanzado en acortar el tiempo, entrar a su departamento y hacer aquella ya famosa rutina cuando sus pantalones apretaban lo suficiente.
Ya en el pequeño jardín dejó atrás su bicicleta, subió de dos en dos los escalones y una vez en la intimidad de su departamento fue dejando un reguero de prendas, con la finalidad de entrar a la habitación vistiendo solo unos cortos y apretados slips que marcaban con generosidad su erecto miembro.
Hasta ahora había perdido la cuenta de las veces en que se había masturbado pensando en el pelirrojo, mucho menos en lo bueno que se había hecho con el tema en cuestión, pues conforme se recostó en la cama sin nada que pudiera molestarle es que rodeó con el puño su pene.
Aún no podía concebir siquiera que disfrutara tanto imaginar el cuerpo desnudo de hanamichi bajo el suyo, ni su mirada brillante y deseosa, de su demandante actitud.
No quería imaginar siquiera la reacción de él, si le viera con las piernas abiertas, masturbándose duramente mientras solo tenía frente a él la imagen erótica más deseable que hubiera tenido nunca.
*+*+*+

El verlo detenerse junto a un aparador habría sido catalogado como “normal” si su amigo tuviera solo 5 o 6 años, pero era ya mayor de edad, supuestamente maduro y comprensivo, ante el hecho que babear literalmente sobre el frío cristal era la manera más certera de ganarse el desprecio de las dependientas o en su defecto del dueño.
Pero con hanamichi jamás había sido el caso, solo bastaba pasar del lado la escena decadente y perderse en aquellas bellas amatistas que parecían incendiar todo, bajar por aquel cuello largo y besable, observar el cuerpo que escondía bajo el uniforme donde los pantalones atraían la atención tanto del género masculino como femenino y si además de todo su mirada fuese tan limpia, tan ingenua, tan deseable…
-¿yohei?..- escucha hablar a hanamichi y sus mejillas compiten exageradamente con los cabellos de su compañero, este le mira con los ojos brillantes, le sujeta del brazo y le obliga a ver tras el escaparate el más bello balón que ambos hubieran visto, en un precioso color negro, adornado únicamente con el logotipo de Nike.
Es sakuragi quien lo arrastra al interior del local, mientras hace cuentas mentales sobre lo que posee en el momento, su rostro alumbrado por la dicha se apaga al momento mismo de averiguar el costo del balón, que además de todo está autografiado por estrellas de la NBA.
Jura entonces, conseguirlo a como dé lugar, aparta entonces a la joven vendedora y logra convencerla para que aguarde durante unos días el preciado balón, que estaba seguro haría más fácil las cosas cuando se declarara al hombre más importante en su vida.
Ya caía la tarde, cuando hanamichi caminaba hacia su casa, bordeando por la espesa vegetación que dejaba tras de si una estela de olores reconocidos por su olfato, tras su casa hay un pequeño pero bien situado parque en donde últimamente pasa las últimas horas antes de que la noche caiga sobre sus hombros, un suspiro apenas contenido le hace detenerse y volver sobre sus pasos.
Su lugar predilecto yace sobre la fuerte base de un Sakura en flor, toma asiento, recogiendo sus piernas, reposa ambos brazos en ella, y sobre sus brazos su rostro queda fijo del cielo, de las primeras estrellas que cruzan el firmamento, cuando el degrade de rojos intensos, nacarados dan paso a la eterna oscuridad velada solo por la tenue luz de la luna que se filtra entre las ramas.
Ese día en particular el ambiente es fresco, la brisa es suave y gentil al soplar con generosidad en su rostro, cierra los ojos disfrutando el contacto, esperanzado en que la luz diera paso al entendimiento.
Aquella luz embargada en la más insólita calidez, era tan necesario para él pensar, intentar encontrar una manera para acercarse a él lejos de las rencillas propias de su juventud, necesitaba que dejara de verlo como un rival en la vida y metas, necesitaba que lo viera como un ser humano necesitado de cariño, de atenciones, un ser que deseaba saberse correspondido a plenitud.
Un suspiro más escapó de entre sus labios y una sonrisa bailoteó apenas en su faz, al pensar que su mundo últimamente parecía invadirse de esos suspiros tan necesarios cuando su imagen se colaba perfectamente en su mente.
El rebote de un balón lo sacó de su ensoñación, parpadeó y mecánicamente se levantó del lugar que ocupaba, como hipnotizado caminó por la vereda, internándose entre el pequeño bosquecillo dio hacia la cancha que ocupaba el lugar, pudo ver entonces la espectacular clavada, y ante todo el rostro arrasado en pasión del chico de ojos azules.
Kaede rukawa se encontraba ahí, majestuoso como siempre, inalcanzable e indudablemente indiferente para con él, pero su compañero no se encontraba solo, gimió desconcertado al ver un par de ojos violetas reconocidos, jamás creyó que las relaciones entre ambos jugadores habían dado los frutos suficientes como para ver que kaede sonriera gratamente en su compañía.
Hubiera dado gran parte de su vida con tal de no ver la familiaridad de su trato, mucho menos el tener que ver como el brazo de akira rodeaba afectuosamente el hombro de rukawa, se dio la media vuelta, intentando pasar desapercibido, pero al parecer el destino no fue capaz de permitírselo pues no había dado 3 pasos cuando una rama crujió bajo su peso, logrando solo que ambos chicos le vieran frente a ellos.
-¡¡Hanamichi!!..- fue akira quien salió a su paso, con una enorme sonrisa embelleciendo aún más sus facciones, le importó poco los metros que le separaban , sus largas piernas dieron buen uso cuando estuvo frente a él y le abrazó fuertemente, elevándole del suelo unos segundos, la risa de parte del pelirrojo provocó en ambos chicos un delicioso estremecimiento, más para akira quien tenia la suerte de tenerle una vez más en sus brazos.
-hola aki..- saludó con aquel mote que le obsequiara un par de meses atrás, aún había un atisbo de tristeza en su voz, el cual se vio menguado al recordar el gran apoyo que fuera akira en su momento, tal como si fuera un crío de parvulario comenzó a patalear levemente, instando a que el abrazo diera por finalizado y rukawa dejara de verle con fastidio.
-lamento haberles interrumpido..- se disculpó el pelirrojo, dirigiendo esta vez su mirar hacia rukawa quien le observó impasible, volvió entonces el rostro hacia el de akira quien negó rotundamente antes de soltarle y besarle ambas mejillas.
-debería estar molesto contigo..- rebatió akira, su tono regañón era una mezcla de preocupación y molestia, jamás había sido capaz de ser duro con él, mucho menos después de haber vivido junto a hanamichi la lección que este había superado con creces...-tras tu regreso no hubo ni llamadas, mucho menos visitas..-
-lo siento..- se disculpa dudoso, con las mejillas rojas como cerezas, no esperaba el reproche por parte de su amigo, mucho menos cuando tenía razón en hacerlos, nunca fue su intención dejarle de lado..-tenia cosas que arreglar..- se escuchó decir a modo de disculpa, no quería pensar siquiera que aquello había lastimado los sentimientos de akira..-no era mi intención preocuparte, ni a ti, mucho menos a kosh..- el traer a colación el nombre de hiroaki provocó en akira una ancha sonrisa, pues la sola mención de su pareja le traía gratos y tiernos sentimientos.
Mientras hablaba pudo ver como rukawa comenzaba a guardar sus cosas, con la clara intención de marcharse, hanamichi se sobresaltó al ver cuánto podía desagradarle a él su presencia fugaz en el lugar, se entristeció notablemente cuando se acercó a él y le tomó apenas de la mano..-no te vayas..- pidió apenas en un murmullo..-no es necesario ya tengo que irme y no te molestaré mas..-
La sorpresa dio de lleno en el rostro de kaede, quien no se esperaba la actitud que el pelirrojo había tomado, mucho menos contó con la mano confortable de akira tras ellos..-tengo que irme..- anunció con una sonrisa dedicada a los dos chicos..-primo, hazme el favor de acompañar a Hana-Kun a su casa..-
La sola mención de parentesco sorprende al pelirrojo, comprendiendo entonces que el comportamiento de ambos se debía al lazo inexorable de sangre que los unía, no encontró en ninguno el parecido, salvo por la pasión que ambos sentían por el basquetbol, resuelto creyó que ambos lo tenían en la sangre.
-no es necesario..- se adelantó con las mejillas rojas, pero kaede no aceptó sus negativas cuando tomando sus cosas le siguió cercano, tras el intercambio de palabras que tuvo con un serio sendoh.
-no tenias porque haberlo hecho… - rezongó el pelirrojo quien caminaba con las manos introducidas en los bolsillos, rumiaba ante la petición de akira, no quería que kaede estuviera forzado a acompañarle como si se tratara de una indefensa mujercita..-akira no tiene ningún derecho a disponer de tu tiempo, mucho menos a exigirte que hagas algo que no quieres..- caviló con incertidumbre, con la mirada presa del firmamento sobre sus cabezas, mantenía el ceño fruncido, molesto consigo mismo y con el propio sendoh.
-nunca me ha exigido nada..- responde a su vez, obligando a que hanamichi se detuviera abruptamente, el hecho provocó que kaede diera contra su cuerpo, pegando sus extremidades a la espalda baja del pelirrojo, sintió su calidez, la firmeza de sus músculos, la tersura de sus brazos, el aroma de su piel y cerró los ojos dejándose envolver por un solo momento por la pasión desbordante que sentía..-quería hacerlo..- susurró mientras sus manos se guiaban por la ropa, buscando un resquicio donde colar sus manos y tocar directamente su piel, la noche ya había caído y agradeció el hecho de que largos tramos parecían estar oscurecidos, le jaló entonces y estrellándole contra la pared le besó los labios.
Aquella era la primera vez que dejaba aflorar ese sentimiento que mantenía preso, bullendo por salir a cada paso que daba, en esa noche no pudo soportar los celos que sintió cuando vio la facilidad con la que su primo le abrazaba, cuando él aún podía recordar la sensación de su cálido cuerpo junto al suyo.
El beso le robó los sentidos, su boca temblorosa se abrió para él, dejándole entrar, dando paso a la cálida saliva que resbaló por su mentón y que él recogió con la punta de la lengua, podía ver aún en la oscuridad aquellos ojos grandes y melados, bordeados por pestañas que hacían verlos irreales, le atrajo más hacia si, pegando a él esas caderas deliciosas que vibraron junto a las suyas, tragó sus gemidos necesitados, le desfajó la camisa y solo entonces coló sus manos entre su piel, palpando la firmeza de cada músculo.
-te deseo..- gruñó entonces, logrando solo un momento de paz para el pelirrojo quien enredó entre sus dedos el negro cabello de kaede, forzándole así a que le mirara, estaba a punto de decir algo, más kaede se lo impidió cuando sus dedos llegaron lejos y rozaron por sobre la tela su sexo erecto.
No fueron necesarias las palabras entre los dos, justo cuando hanamichi entrelazó los dedos con los de kaede y le llevó hacia su departamento, los besos no dejaron de ser rudos por parte del oji-azul, en medio del deseo que lo consumía no era capaz de contenerse, cuando le empujó sobre la cama y le abrió las piernas no fue paciente, ni prudente, se hundió en él, embistiendo profundamente su lacerada entrada, maravillado por el rostro arrasado en lagrimas del pelirrojo, por las mejillas rojas y sus labios hinchados.
Cuando finalmente el orgasmo llegó para los dos, este se tumbó sobre el cuerpo del pelirrojo, quien le recibió tiernamente, el fastidio en él fue evidente cuando se incorporó y tras colocarse sus ropas salió del departamento dejando a hanamichi en el lecho, con el corazón destrozado.
Una vez fuera deambuló por las calles de Kanagawa, sin siquiera atreverse a pensar en lo que había hecho, en la forma en que había follado con sakuragi, pensar en él, en aquella cama, tal como si fuera una muñeca rota lo trastornó, no entendía entonces el comportamiento sosegado del pelirrojo, mucho menos su entrega.
No supo entonces cuando es que echó a correr hacia el departamento de hanamichi, con el corazón desbocado, frente a la puerta la golpeó fuertemente, temeroso de que él no le abriera, minutos después sus sospechas parecían ser ciertas, la cruda realidad lo azotó, cuando estuvo a punto de marchar la puerta se abrió, pálido hanamichi se mordía los labios intentando menguar el dolor que le partía en dos, solo fue capaz de ver los ojos azules de kaede cuando este preocupado le tomó en brazos.
Cuando le llevó a la cama le sintió tan liviano que se sintió culpable, ya en el lecho, le recostó tapando con cuidado su cuerpo vestido apenas por un pijama que resaltaba la piel dorada del pelirrojo, tomo asiento junto a él mientras comenzaba a acariciar esos mechones rojos, mientras trazaba lentamente con su boca cada rasgo de su cara.
No se apartó de él en lo que quedaba de la noche, cuando llegó el amanecer él apenas había cerrado los ojos, el cansancio hizo mella en él y durmió con la mano de hanamichi entre las suyas.
Cuando hanamichi despertó sintió un ligero escozor entre las piernas, cuando pudo recordar lo sucedido dos lagrimas bajaron por sus mejillas, humedeciendo la espalda, había hecho el amor con kaede y este le había abandonado como a una puta a la que solo le había faltado el fajo de billetes.
Desconsolado llevó el puño hacia su boca, intentando contener un desgarrador sollozo, cuando comprendió entonces que su mano permanecía prisionera en medio de otra, alzó apenas el rostro, justo a un costado suyo pudo ver una mata de negro cabello que reconoció inmediatamente.
Kaede estaba ahí, quizás llevado por la vergüenza o la pena, aquello no lo alegró, solo provocó en él un pesar más que tenia que soportar, retiró sus lagrimas y suspiró hondo un par de veces antes de atreverse a levantarse, no quería despertarlo, no podía soportar ver en él un atisbo de lastima, mucho menos sería capaz de verlo a los ojos cuando se había atrevido a dejarlo tirado ahí, como un pañuelo inservible.
Cuando logró finalmente recuperar su mano la alzó justo a la altura de su mano, aún podía palpar la calidez de su tacto, la forma de sus dedos pálidos , habría dado parte de su vida con tal de no borrar las horas anteriores.
Tras la puerta de su habitación pudo observar con pudor como las ropas de ambos estaban desperdigadas por el suelo, sin orden ni concierto, se incorporó un poco, tomándolas no sin sentir el ramalazo de dolor cruzar por su espina dorsal y fue apilándola una sobre otra, mientras decidía que hacer.
La mañana comenzaba a dar indicios de finalizar, mientras él seguía ausente en el mismo lugar, esperando que las horas transcurrieran rápidas, que ante todo no tuviera que enfrentarle, no cuando aún no estaba preparado para decirle adiós.
Cuando consiguió comprender que no lograba nada pensando arrastró los pies hacia la modesta cocina en la que perduraba la decoración hecha por su madre, todo en el lugar se la recordaba, en cada pequeño rincón había algo que le provocara nostalgia, la había amado con el alma y en toda chiquilla que conocía esperaba fervientemente poder encontrar un poco de ella.
Pero ninguna llegó siquiera a parecerse a ella, lo ilógico y aterrador era que la ternura, el consuelo y el amor lo había recibido de hombres, durante distintos lapsos y momentos, era indudable que ahora además de yohei contaba con akira y hiroaki.
Mientras picaba unas verduras, sentado a medias en el comedor pensaba en su vida, en los momentos gratos y rescatables de su infancia, desde su nacimiento supo que tenia la gran suerte de contar con una madre maravillosa y dedicada.
En cambio su padre.
…l no era un recuerdo agradable, nunca durante su niñez lo fue, pues cuando cumplió 8 años su padre le había dado tal paliza que lo mandó al hospital, el odio era inminente e innecesario y para un niño sumamente perjudicial, tuvo que vivir una cruda realidad, cuando todo el tiempo recibió rechazo de su parte, palabras malsonantes y gritos.
No necesitaba viajar al pasado para recordar sus palabras, no cuando unos meses atrás podía escuchar de su lengua afilada y cruel cuanto lo odiaba y ante todo su deseo por verlo muerto.
Sus gritos resonaban en su mente, atormentándolo, llevándolo nuevamente a ese frío cuarto de hospital, donde su padre estaba postrado, incapacitado siquiera para mover sus piernas, pero su boca, su aguda voz, el odio en sus pupilas seguía siendo torturante.
No necesitaba una fuerza descomunal para asestar un golpe en su alma, golpes de ese ámbito recibió los suficientes, la resistencia la heredó de él, tanto como su orgullo y temple, si quería ver a su padre, no tenia que pasar por malos momentos, solo tenia que levantarse y observarse frente a un espejo.
La única diferencia es que él tenia el carácter de su madre, su alegría y ganas de vivir, el amelado de sus ojos y el bermejo de sus cabellos era gracias a ella, por ello es que le importó poco el mal trato de los demás, de las personas que creían ver en él un rebelde que llevaba ese color de cabello con el objetivo de llamar la atención e intimidar.
Nunca quiso ser remotamente parecido a su padre, no quería ser ese ebrio golpeador que atormentaba a su madre noche y día, que no contento con ello golpeaba sin consideración a un pedazo de su carne, a un chiquillo inocente que lo adoraba, que vivía admirándole, quien al final le temió cuando su altura fue suficiente para que su voz ronca y putrefacta dejara sacar el veneno que lo consumía.
No supo en que momento sus lagrimas comenzaron a llenarle los ojos, ni cuando estas bajaron por sus mejillas, era un mero reflejo, quizás llevado por los recuerdos de los últimos meses, cuando además de soportar su lesión tenia que recibir las desagradables palabras de su padre moribundo.
Su muerte significó para él una liberación….
…l sabia que era inhumano, incorrecto pero a su vez lo consideraba tan necesario, tan relajante saber que el hombre que tanto le odió descansaba finalmente en paz.
El inconfundible sonido de unos pasos le regresaron a la realidad, se tensó inmediatamente y se volvió hacia la puerta donde kaede se encontraba apoyado, mirándole dubitativo, el pelirrojo solo retiró con el brazo las lagrimas y le indicó con un gesto que tomara asiento a su lado, rukawa así lo hizo, sin dejarle de mirar.
-mi intención no era hacerte daño..- interrumpe rukawa el denso silencio que le siguió, los ojos ámbar del pelirrojo seguían fijos en él, turbándole profundamente.
Hanamichi no respondió nada, en cambio se levantó y vertió las verduras sobre el sartén, el cual chisporroteó en varias direcciones, en él no había explicaciones, no podía negar ni afirmar, supo entonces que no conocía a kaede, no lo suficiente para amarlo como su corazón ponderaba, aquello le golpeó fuertemente, al comprender el alcance de sus actos.
Había hecho el amor con un hombre al que no conocía, no más de lo que sus compañeros lo hacían, pero él había sido tan ingenuo, tan torpe que creyó que la admiración era suficiente para amarlo.
Podía ser una simple y pasajera atracción, quizás una nueva forma de llamar su atención, en ese momento no supo que decir, salvo sentir como su corazón se desgarraba y rompía en miles de fragmentos cuando sin evitarlo una lagrima rodó por sus mejillas.
Al ver su estremecimiento kaede se levantó, sin importarle, ni molestarse por el sonido que hizo la silla al caerse, se abrazó a la espalda de hanamichi y depositó en su desnudo hombro un beso.
-supongo que es tu manera de disculparte…¿kitsune?…- pregunta entonces suavemente, mientras cerrando los ojos disfruta del delicioso calorcito que se instaló en su vientre, las manos tibias se posan en su vientre plano, aquellos cabellos oscuros y sedosos se posan en su cuello, mientras su respiración le estremece.
-no puedo prometerte nada..- musita estremecido, cuando creyó no tener oportunidad con él estuvo a punto de mandarla al carajo, aquel pensamiento lo sobresaltó, mucho más cuando comprendió que no podría soportarlo..-nunca me había pasado algo similar… jamás pensé que sucedería contigo, no cuando eras capaz de gritar que me odiabas..- aquella revelación provocó en hanamichi una hilarante risa, no sabia porqué el estar en sus brazos provocaba en hanamichi un cierto aire protector.
Quizás se debía a la imponente altura de rukawa, a la frialdad de sus ojos, a su cuerpo fibroso, quizás todo él era un compendio de contradictorios sentimientos, poco le importó cuando digirió las frases que su kitsune había soltado, aquellas frases en forma de promesas, un compromiso no formal que aceptó de buen agrado.
-aceptar que me gustabas no fue fácil tampoco..- respondió a su vez, mientras sus dedos se afanaban en rozar los de kaede..- mi odio fue transitorio, creí estar enamorado de una chica, fue un odio ciego, sin sentido ni digerido.. Cuando te conocí.. - comenta, intentando que comprendiera hacia donde iba su alusión..-admiré a ese chico que logró vencer a 5 tipos de grados superiores, ese chico con aire autosuficiente, engreído y pendenciero, te sentí parecido a mi, si no hubiera existido haruko quizás habrían sido las cosas diferentes..-
-habríamos sido amigos..- comenta entonces, con actitud sosegada, mientras sus ojos ligeramente entrecerrados observan aquellos labios humedos, el deseo late en su boca y sus manos arden cuando lo que más desean es poder tocarle, amarle y de ser posible y necesario hacerle el amor.
Pero aquella frase, quizás despectiva o prometedora lo detiente, no puede hablar a menos que sea el propio pelirrojo el que lo consienta, no puede ni quiere exponerse cuando finalmente no ganaría nada.
-podría ser..- responde entonces, mientras se volvía a kaede con un brillo travieso en los ojos..-¿Qué te parece si comenzamos de cero?..- entonces se desprende del abrazo y se coloca frente a él, se aclara la garganta..-Mi nombre es hanamichi sakuragi..- se presenta entonces, tendiendo hacia kaede su mano, el chico de ojos azules ve el brazo hacia él, su calida palma, el brillo de sus ojos, ante él esta la posibilidad de ser amigos.
Aquello no le convence, está seguro de lo que quiere de él y una amistad es algo ya sin importancia, toma su mano, le acerca a él y le besa los labios suavemente, mientras sucede los ojos del pelirrojo se abren con sorpresa, aún así responde el beso tembloroso.
-rukawa kaede..- responde a su vez, con la voz ronca e insatisfecha, un beso era nada cuando había probado las delicias de ese cuerpo, el cual estaba enfundado solo en unos pantalones lo suficientemente reveladores como para provocar en él una dolorosa erección..-no sé como lo tomes pero yo quisiera saltarme el paso de la amistad..- replica esta vez, con el aliento pegando en aquellos labios rojos, sus ojos quedan fijos de esos que brillan intensamente.
-ya lo hicimos..- responde con la voz entrecortada, su cercanía, el beso y sus caricias se lo hacen difícil..-y todo salió mal..- responde entonces, pero su cuerpo traiciona su razonamiento cuando se abraza a él y le besa suavemente los labios..-no quisiera hacerlo..-gime quedito cuando siente su mano colarse bajo el elástico del pantalón aprisionando su trasero.
-esta bien..-gruñe entonces, sin separarse un solo milímetro de hanamichi..-tú ganas.. Seremos amigos..- aquella afirmación hace saltar el corazón del pelirrojo quien se abraza a él, esperanzado en poder conocerle mucho más.
2 meses después…..
Aún vivía sorprendido de su aguante, 8 semanas habían pasado desde que se había convertido en el amigo del do’aho (uno posesivo, debía recalcar) y hasta ahora no habían intentado matarse, ese tiempo le había servido para conocerle más, para inmiscuirse un poco más en su vida y de ser posible amarle mas (si ello era posible)
Para su mala suerte hanamichi tenia demasiados amigos, algunos tan o más pegajosos que su primo, quien en ese momento se encontraba abrazando fervientemente a su pelirrojo, la furia invadió sus pupilas cuando vio la sonrisa en aquellos labios apetecibles.
Hoy comprobaba que era celoso y ante todo terriblemente posesivo con el pelirrojo e intentaba acapararlo la mayor parte del tiempo, valiéndose de pequeños chantajes o promesas sencillas de cumplir.
Se levantó entonces y caminó hacia ellos con los puños apretados, estaba a punto de enviarle no muy buenos deseos a akira cuando hanamichi le soltó y se acercó a él, abrazándole.
Ese acto simple lo desarmó, su característico aroma, aunado al dulce aliento que escapó de sus labios fue suficiente para hacerle olvidar el mundo entero, su cuerpo calido, grácil y enteramente para él era suficiente, pues le constaba que Hana solo le veía a él, con esos ojos rebosantes de amor, con esa sonrisa limpia y transparente.
-necesito hablar contigo..- murmura con las mejillas tan rojas como sus cabellos, el tinte de nerviosismo era notorio, mas para kaede quien aprendió a ver en él, en sus muecas, sus risas, rabietas y demás, solo se atreve a asentir antes de que el pelirrojo le arrastrara lejos de la presencia de akira.
-¡¡Suerte!!..- escucha les grita, mientras tras él hiroaki le abraza, el beso que comparten ellos es dulce, apasionado, comprende entonces que akira no era ningún obstáculo.
Se deja arrastrar hasta llegar al departamento del pelirrojo, sin emitir una sola palabra, solo es capaz de ver como el sonrojo en él parece incrementar.
El estar solos era algo que ambos habían evitado, quizás no la intimidad que representaba su piso o en su defecto el del pelirrojo, aún quedaban remanentes en ese lugar, la pasión consumida y desenfrenada, junto a hanamichi el tiempo parecía detenerse, no era sencillo para él tener que hacer acopio de su fuerza de voluntad, habría tenido que recurrir a la mascara dy hielo que lo caracterizaba, evitando así, recorrer con descaro el cuerpo semi desnudo de su compañero cuando se duchaba tras el entrenamiento.
No perderse en la sinuosa espalda, resbalar su mirada a lo largo de su columna donde resaltaban como bases firmes y tersas las redondeadas nalgas del pelirrojo, ni sus piernas, era inevitable para él no pensar siquiera en aquel momento, cuando aquellas extremidades estaban en torno a sus caderas, gime entonces cuando lo ve cercano a él, con aquellas mejillas rojas, con los labios húmedos y entreabiertos, con la respiración agitada, nada le hubiera costado mandar todo al demonio, arrinconarle contra la pared y devorar esos labios tentadores, en cambio solo desvió la mirada, el tiempo suficiente para que el pelirrojo se escabullera.
Conocedor de cada espacio del pequeño piso, se dirigió directamente a la habitación, le encontró inclinado, espaldas a él, aquella posición le resultó más que hilarante, demasiado provocadora, con una sonrisa a medias avanzó hacia él y tomándole de las caderas le atrajo hacia él, notando el gemido ahogado escapar del pelirrojo y como de entre sus manos escapaba un extraño envoltorio.
-¡¡Me has asustado!!..- exclama ya frente a él, golpeando con los puños cerrados el fuerte pecho del oji-azul, su tono distaba de la molestia, en realidad parecía divertido.
-y tú me has desconcertado..- reprocha tomando las manos del pelirrojo, las posa sobre su cabeza y relega su cuerpo contra la pared, la sorpresa en los ojos de hanamichi no muestra un solo resquicio de duda, en realidad parece desear lo que él esta dispuesto a hacer, inclina el rostro hacia el pelirrojo, y uniendo sus labios a los de su monito inicia un beso lento, torturador, necesitado, su cuerpo se amolda perfectamente al del mas bajo, el cual abre un poco las piernas, para el buen acomodo del oji-azul.
Sus manos ya libres se enlazan tras la nuca de kaede, profundizando el beso es que abre los labios dando espacio a la lengua de kaede que se coló entre sus dientes, masajeándola con sensualidad, el gemido provoca en hanamichi la natural necesidad, se aferra más a él, cuando esas manos se introducen por su playera, delineando cada músculo, cada centímetro de una piel que al contacto se estremece.
…l sabe que las palabras sobran, sus gemidos son lo suficientemente comprensibles, la necesidad es acuciante, soportó 8 semanas, deseando fervientemente que kaede se dejara llevar y lo arrinconara justo como lo hacía en ese momento, aunque no negaba que la paciencia le hizo amarle más, pues era consciente que kaede se esforzaba por no tocarlo, por no besarle.
Cuando incluso él, sentía su sangre hervir cuando sentía la mirada posesiva de kaede, cuando él mismo creía que no podía verlo, aunque era imposible no sentirlo, y malditamente injusto no poder ser él quien olvidara sus palabras.
Pero hoy era el día correcto, por ello se dejó llevar, permitió que le despojara de su ropa, lo tumbara en la cama y gruñó cuando le vio de pie frente al lecho.
-por favor..- suplica con los ojos llenos de deseo, mientras con la yema de sus dedos acaricia su pecho, bajando por su vientre, justo cuando estaba a punto de tomar su erecta masculinidad es que kaede lo detiene, colocándose a horcajadas lleva sus manos a su propia boca, lamiéndolos y provocando en hanamichi un delicioso estremecimiento.
Verlo ahí, con aquellos ojos velados por el deseo lo estremeció completamente, comenzó a gemir incontrolable cuando sintió la excitación de kaede cercana a la suya, palpitante, necesitada de una atención que no podía negarse a darle.
Ofreció a él sus labios, kaede los tomó lentamente, disfrutando de cada espacio ganado, los chupó y mordisqueó, mientras hanamichi jugaba con sus cabellos.
Sus labios no solo se guiaron a su boca, acariciaron, besaron y lamieron sus pómulos, su nariz, su mentón, succionó en su cuello, dejándole una marca, bajó por su pecho, deteniéndose irrevocable ante el sexo palpitante del pelirrojo.
La visión de ese cuerpo perfecto retorciéndose, con aquellos ojos humedecidos, sus labios rojos, su respiración entrecortada envió a su propia erección una corriente eléctrica que lo estremeció, comprendió entonces que la espera valió cada segundo, cada minuto, cada hora y cada día si hoy comprendía cuanto amaba a ese hombre.
El gruñido de hanamichi murió en su garganta cuando kaede tras lamerse los labios tragara su palpitante erección, los gemidos y el mete-saca del pelirrojo lo excitaron mucho más, su saliva resbaló por toda su extensión, era innegable el pacer oculto tras sus pestañas espesas, la ternura vulnerable circuncidando su corazón, su entrega era mutua, deber y tener que aceptar la prueba mas fehaciente de un amor inalcanzable era la que él había hecho, el camino largo y engorroso que había transitado.
Porque para merecer estar a su lado, debía, quería, tenia que ser digno de estar a su altura, dicha de una manera socarrona y estúpida, debía amarlo tanto o más de lo que aquellos ojos castaños con tintes mieles ponderaba.
Entonces fue justo para él vivir un infierno agridulce, en compañía del ser más perfectamente imperfecto sobre la tierra, sakuragi era mucho más que cualquier ser humano que conociera, una persona de valores inconcebibles y poco comprendidos.
La necesidad apremiante del cuerpo bajo el suyo le subyugó, perder la noción del tiempo le arrancó a hanamichi un gemido insatisfecho, él ponderó su autoridad sobre él al sujetarle las manos sobre su cabeza, inclinarse y sellar con los suyos aquellos labios deliciosos.
En ese momento su razón se diluía significativamente, quería tomarlo, hundirse en esa carne apretada, palpitante y lacerante, pero ante todo quería hacerle el amor, lograr que esos dedos rasgaran la tela del nirvana, hundirlo hasta lo más profundo del cielo, llevarlo y traerlo de la mano, que su corazón estallara en nuevas y desconocidas sensaciones, quería hacerle experimentar el placer más obsceno, el más impúdico y sucio que un ángel como su pelirrojo pudiera experimentar, estaba dispuesto a hundir en una acuciante oscuridad a esa luz tibia, a ese calido rocío de vida que se cernía sobre su oscura existencia.
Quería que suplicara, que a la vez aquellos ojos, vidriosos por el placer y el deseo reflejaran el amor propio e impúdico, quería poder verse en aquellos espejos claros e ingenuos, dilucidar una vida, un presente y un futuro prometedor, no quería volver sobre sus pasos y reconocer que el error más grave que pudiera cometer seria el alejarle nuevamente con su actitud sobradamente indiferente y soez.
Ahora lo tenia a su merced, con las piernas abiertas en torno a su cadera, el rostro deliciosamente sofocado, las mejillas rojas, su piel adornada por una película fina de sudor, con la respiración agitada y la voz ronca no cesaba en restregar su excitación contra su pecho, sonrió entonces cuando uno de sus dedos encontró la entrada y se hundió en ella con facilidad.
Poco a poco 2 y 3 dedos estuvieron preparándolo, sin dejar un solo instante de lamer, chupar y morder esas tetillas que se alzaban orgullosas, mucho menos de acariciar con la erección propia la del pelirrojo palpitante, húmeda y necesitada.
Dios mismo era testigo del amor que profesaba, tan o más que el pelirrojo, que en medio de la pasión desbordante se mordía los labios, conteniéndose, intentando que el clímax no llegase con proximidad, él hubiera estado dispuesto a bajar, trepando nuevamente los caminos recorridos y engullir ese pene tiernamente endurecido, tragar su semilla hasta su ultima gota.
Pero su intención jamás fue dar como finalizada la dulce tortura y sabia, por el brillo seductor en aquellos ojos que hanamichi jamás se lo perdonaría, en cambio le besó, larga, dura y apasionadamente, mordiendo esos labios rojos y palpitantes, lamiéndolos, chupando con deleite el inferior, tragando así sus gemidos, las lamentaciones ahogadas, la pasión que desbordaba por cada una de sus células, de esa epidermis maravillosa y tostada, suave, firme, tersa, sin macula alguna.
Solo entonces, cuando se vio en la inclemente necesidad se apartó de él, mientras sus manos temblorosas comenzaban la ardua tarea de despojarse de su propia ropa.
Las palmas del pelirrojo, calidas, hilarantes se posaron en su pecho, que subía y bajaba producto de la excitación, estas se colaron por su camisa, acariciándole directamente, arrancando gemidos contenidos y roncos de su garganta.
Cuan difícil era para él tragarse las ganas de cogerlo y romperle tal y como lo había hecho, pero se había prometido ser paciente, entregado y comprensivo y dios sabia cuan difícil era soportar, diluir y comprender que bajo él se encontraba la representación más fiel de la lujuria, retorciéndose, tiritando, necesitado por ser llenado, colmado y follado.
Pero el amor estaba en primera instancia, sobrecogiéndole, sujetando y arrastrando la pesada necesidad, aquel sentimiento primitivo y basto que durante demasiado tiempo se incluyera en una vida metódica y sin sentido.
Cuando sus pantalones yacían olvidados en un rincón junto a sus slips es que se posicionó nuevamente entre sus piernas, y mientras sujetaba su palpitante y doloroso pene le miró fijamente, intentando encontrar en sus ojos un poco de recelo.
-por favor..- suplica entonces, con la voz envarada, con las caderas cimbreantes, ondulantes y necesitadas, se apega un poco más a él, eleva sus manos, alza el rostro y sus mejillas terriblemente rojas le dan un aspecto desolado, sus labios temblorosos envían mudas suplicas, no quería tener que hacerlo, no podía siquiera pensar en algo tan incoherente, pero la determinación y el vacilo de kaede le sobresaltó..-te quiero dentro..- agrega entonces, contenido bajo su lengua un gemido tibio, que elevó a kaede al cielo mismo.
Solo entonces, seguro que las necesidades era más que carnales, se hundió en él, sintiendo esa estrecha entrada recibirle con gozo, pues su pene se vio aprisionado, los primeros embates fueron leves, moderados, cuando los gemidos deliciosos y necesitados se volvieron feroces exclamaciones es que las embestidas fueron cobrando fuerza.
Lo sujetó con ambas manos a las caderas, mientras se hundía profundamente en él, hundiéndose de ser posible en su corazón, sus labios se unieron en muchas ocasiones, húmedos, necesitados, hambrientos por las atenciones y demandas.
Cuando tocaron ambos el clímax cayeron desfallecidos, fue hanamichi quien le acogió tembloroso, con lagrimas desbordando gruesas y calidas por sus sienes, con el corazón acelerado y la respiración rota.
Kaede entonces alzó el rostro, contemplando y grabando cada gesto, cada rasgo y cada peca que se resguardaba en su rostro y piel, besó esos labios tierna y delicadamente y alzando la mano retiró las lagrimas de su koi.
-ai shiteru..- comprende que quizás la situación ameritaba esa confesión textual y los ojos grandes y rebosantes de hanamichi se lo confirmaron, cuando se impulsó un poco, enlazando tras su nuca sus brazos es que escondió su rostro turbado en el hueco que su propio rostro dejaba al descubierto.
Aquella vez, las lagrimas tibias eran por la felicidad infinita, lo apretó un poco más, mientras depositaba besos minúsculos en esa piel ardiente, hasta que vencidos por el cansancio durmieron uno en brazos del otro.
Un par de horas después, lo despertaron una serie de improperios poco dignos de la boca más deliciosa, abrió lentamente los ojos y dio con la imagen más impúdica , mas erótica, hanamichi, aún desnudo, con los brazos tras la espalda y una mueca de culpabilidad que le fascinó.
-ven aquí..- pide con la voz ronca, hanamichi accede obediente, gateando hacia él, sin olvidar ocultar muy bien aquel extraño envoltura, kaede alza una ceja, confuso, no comprende la sonrisa a medias, ni el temblor de sus extremidades, se incorpora un poco, y sujetándole del brazo le jala hacia él, abrazándole de las caderas desnudas es que le besa los labios suavemente, deleitándose con el tembloroso labio inferior que su caprichoso chico le ofrece, se aferra más a él, rodeando con su otro brazo la cintura estrecha, sintiendo bajo su palma la redondez de aquellas nalgas al descubierto.
El gemido en boca de hanamichi promete demasiado, como para tomar en cuenta lo que resguarda con tanto recelo, aún así su actitud se muestra interesada, dispuesto a “castigarlo” con besos salivantes y húmedos en torno a sus labios, mejillas, cuello y pecho se entretiene jugando, mientras sus manos acarician su excitación.
-yamete kae..- suplica con la voz envarada por el deseo, sin siquiera dejar de restregarse contra él, aquel amanecer había suscitado la situación engorrosa que vivía, su desnudez plena, sobre la intermedia de su kitsune eran demasiado, aún así debía detenerlo..-la escuela..- gimió entrecortadamente, ofreciendo a kaede su cuello largo y estilizado, este con una media sonrisa dejó un reguero de besos tiernos, apasionados.
Cuando pudo le recostó a su lado, entreteniéndose en cada recoveco expuesto, es sabedor de la necesidad tanto de su cuerpo como el de sakuragi, pero decide atormentarlo un poco más, cuando estaba a punto de guiar su palma abierta sobre su pene semi erecto el timbre estridente de la puerta les sobresaltó.
Molesto maldijo a aquel que se atrevía a interrumpirles, se colocó apenas el apretado boxer y se dirigió hacia la puerta, no estaba dispuesto a permitir que alguien más gozara de la belleza que tenia en su lecho, malhumorado dio contra el culpable, un chico tan o más alto que él, acompañado de otro más bajo de ojos profundos y negros.
-akira..- siseó con desagrado cada una de sus silabas, aún así permitió que entrara, este sonriente avanzó por el piso, buscando pruebas , actitudes, la preocupación nunca se apoderaba de su semblante, a excepción de ese momento, por más familia que fuera kaede no le perdonaría que dañara aún más al pelirrojo.
Se detuvo frente a su habitación, cuando estuvo a punto de abrir la puerta kaede se interpuso, empujándole.
Los celos fueron evidentes en su mirada, akira sonrió y desvió su mirada hacia kosh quien se acercaba hacia ambos.
La puerta entonces se abrió, dejando ver la amelada mirada del pelirrojo posarse de hito en hito en el rostro de sus amigos y amante, su rostro enrojeció y en un acto natural para él, se abrazó a la espalda de kaede, escondiendo tras él la turbación y la semi erección que resultó difícil de esconder.
-como verán..- inicia kaede con voz potente y distante..-hoy no es necesaria su presencia..-
-vamos akira..- interviene entonces hiroaki, con apabullante seguridad, deteniendo quizás las palabras del chico..-no hagas mas difícil la situación para Hana..- agrega entonces con cierto retintín de burla.
-claro..- responde a su vez, guiñando un ojo con picardía..-hay que dar espacio a una nueva y plena relación..-
-akira!!..- exclama entonces hanamichi mortalmente sonrojado, sin apartarse un ápice de kaede, el cual avanzó hacia los dos y tras unas nada amables palabras les invitara a marcharse.
-kae… tengo algo que darte..- murmura y regresa sobre sus pasos, directo a su habitación, sale entonces con un paquete en sus brazos que el entrega a kaede.
-no es mi cumpleaños..- murmura gratamente sorprendido.
-lo sé..- responde entonces con nerviosismo..- es solo que hoy es 14 de marzo y… quería que tú supieras que yo…- entonces alzó el rostro, donde el rubor lejos de disminuir aumentó, su mirada brillante, ligeramente entrecerrada dejaba contemplar con arrobo aquellas pestañas espesas y rojas cubrir sus irises..-quería que supieras cuanto te amaba..- confiesa entonces, con nerviosismo.
-es tu manera de declararte?..- pregunta cuando estuvo a su lado, mientras uno de sus dedos alzaban su rostro, y sus ojos se posaban en él, reflejando una calidez que dejó sin palabras al pelirrojo, sus labios entonces sellaron los propios, gimió suavemente y se entregó al apasionado embate, enlazando tras su nuca sus brazos.
.ai shiteru mo… sakuragi hanamichi..- exclama finalizado el beso, con su mirar fijo en aquellas orbes castañas, mientras el preciado regalo, queda relegado a un segundo plano, su felicidad la tenia enfrente y mientras le abrazaba agradeció a esa ridícula representación y/o continuación del día de san Valentín por traer a su vida a la persona más maravillosa, que pudiera haber conocido.


OWARI

Como la mayoría sabrá el día blanco es una tradición en Japón, por mi mente jamás pasó el adelantarla al día del amor y la amistad, pero mientras investigaba al respecto de esa fecha es que se me ha ocurrido este relato fuera de tiempo, espero y las musas me iluminaran lo suficiente para que ustedes disfruten de esta nueva historia, saludos y espero ansiosa sus opiniones.

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