Cap. 10 Verdades
Miles de recuerdos empezaron a invadir su mente como alienígenas hambrientos de conquista. Cada uno diferente y al mismo tiempo parecido al otro, lleno de sangre, odio, terror y aquello que tanto le encantaba; Era como si cada tejido de aquel diván tuviera la imperiosa labor de incrustarse en su mente tan profundamente logrando divagar en ella buscando lo que se le había perdido, buscando lo que le faltaba.
Pero todo era en vano, porque eso sólo se encontraba ahí y no podía proyectarlo para hacerlo realidad. Se desanimó un poco, pero no le importó; Abrió sus ojos y lo que vio le produjo monotonía. Eran ellos dos, ya se estaba cansando, ya no era divertido estar con ellos. Eran como sus juguetes favoritos, los que siempre usaba hasta el punto de exprimirlos al máximo y aburrirse de ellos. Tal vez era eso, o tal vez sólo era locura; Tal vez lo que le hacía falta lo había obsesionado llevándolo a un lugar en el que nada más le parecía interesante, eso lo enfadó mucho, rasgando la tela del sillón.
Ante la ruptura, dos pares de ojos lo miraron como esperando una explicación, más esta nunca surgió y se quedó en un aire helado que mezclado junto a las gotas de lluvia construían el ambiente tenso y glacial de la negligencia.
De verdad le importaba, le preocupaba y le alteraba lo que a ellos les estuviera pasando; Tal vez algo en el aire, el cambio de horario, de clima o algún extraño suceso estaba provocando esos extraños comportamientos por parte de su adorado vampiro y su pequeño Ruki. Parecía una madre que no quería dejar a sus hijos salir a la lluvia por miedo a resfriarse, y eso era enfermizo, totalmente enfermizo para él.
Últimamente se había dado cuenta de que Takanori no se acercaba a Yuu, y si lo hacía, era para molestarlo. Tal vez había algo que no sabía, algo que le hicieron que no se le comentó; él era el más humano de ese trío diabólico y le constaba eso, sólo que no lo demostraba. Por ende, los sentimientos hacia esas dos personas levantaban sospechas en su conciencia.
…O sólo era demasiado ciego como para no ver lo que sucedía.
La relación que mantenía con Yuu era traviesa pero seria a la vez, con Ruki las cosas eran más complicadas porque al principio el desprecio era grande, y eso implicaba un rencor guardado. También estaba aquello de que ambos amaban a Yuu, pero también se amaban el uno al otro.
-Ni que fuéramos poliamorosos- Se refugiaba en ironía para tapar su dolor.
Y al aceptar el destello de humanidad en su ser le hacía querer cada vez más cosas, entre ellas, dejar claro lo que sentía y lo que ellos sentían.
Algo saldría muy, pero que muy mal.
Y no le cabía duda de que el Vampiro lo empeoraría todo.
Mientras limpiaba una que otra cosa en aquella gran casona, se encontró una pequeña cajita de madera con detalles brillantes y perlados, con acabados delicados y detallados cubiertos por el polvo de la vejez; Instintivamente abrió la cajita y se encontró con una bailarina de ballet. Palpando el exterior de la caja halló una llave para girarla, suponiendo que sería una caja de música; Los engranajes oxidados encajaron para hacer sonar una música que por instinto hizo volar a la bailarina en su eje, presa de libertad y de movimiento independiente a su señora, la caja.
Él era una muñeca.
Y no sólo era su piel blanca y pulcra de mármol, tampoco su cabello rubio y sedoso que volaba en el aire como sus sueños, ni sus ojos avellana pequeños y perfectos complementando el rosáceo natural de sus labios y sus mejillas congeladas por el frío de la muerte haciendo juego con su cuerpo aparentemente vulnerable; El era una muñeca porque lo era, porque alguien más jugaba con él y lo dirigía.
De uno u otro modo no pudo evitar sentirse como esa bailarina, presa de su destino. Ella había nacido como muñeca y como muñeca se quedaría. Él había nacido como inmortal y como inmortal se quedaría a menos que decida darse muerte; Siendo la marioneta no sólo de un vampiro, sino de su destino, de su naturaleza que intentaba evadir como adolescente rebelde a su madre, sabiendo que eso le iba a traer consecuencias. Pero él había decido dejar de refugiarse y romper las cadenas que lo unían a su tristeza, permitiendo así, ser algo más que sólo un juguete.
Sólo había un problema con ello:
Marioneta sin su marionetista es nada
Muñeca sin su niñita es olvidada.
Temía que ya no fuera el centro de atención, temía que dejaran de adorarlo…sin embargo, en un momento donde la cordura dejó de hacer presencia y la locura le invadió los sesos apoderándose de cada neurona, elaboró un macabro plan en caso de emergencia.
El sueño muerto de un niño, mientras la caja de música se abre… llena los pensamientos de sangre.
No le dieron ganas de parpadear, no tenía saliva para pronunciar algo. Lo que había visto le había pellizcado cada nervio y le había dado 1000 cacheteadas por segundo; El repugnante olor se filtraba por sus fosas nasales interviniendo y haciendo un daño en su cerebro. Todo se le pasó por la mente dando una posible explicación a aquella escena terriblemente traumatizante: sadomasoquismo, un experimento, un ritual satánico llegando hasta lo más descabellado que se le ocurrió.
Un vampiro.
Eso podría explicar sus salidas en las noches, sus apariciones espontaneas, su extraño actuar, su piel blanca y fría. Pero se negó, y prefirió creer que era una especie de juego sexual que los excitaba…un muy asqueroso juego sexual; Logró creerse su propio cuento sobre el sadomasoquismo y maldijo su perfecta visión, ya que todo iba normal hasta que volvió a mirar con más detalle…vio un par de ojos rojos perdidos y desolados, y unas marcas profundas en el cuello de su amigo.
Desde ahí, no puedo soportar más y corrió hacia donde sea, escondiéndose del horror.
Escapó, atemorizado, sin saber a dónde ir, ni que pensar.
Hace tiempo no probaba su sangre. Desde el día en que se enteró de su secreto por andar de zoófilo tuvo que ceder ante el trato propuesto por Naoyuki; Ese hombre tenía una mente sucia, y no quería tomar su pacto como manipulación, sino por algo que los beneficiaba a ambos y al mismo tiempo no lastimaba a nadie…o eso le hacía creer.
En ese rincón oscuro se alimentaba de ese cuello conocido, sin embargo lo sentía tan ajeno. Lo hacía por mera necesidad, porque su cuerpo no podía aguantar más sin comer; Los quejidos que poco a poco se iban incrementando le estaban dando a conocer que ya era suficiente, que la sangre que desbordaba ya dejaba de ser suya y volvía a ser de él.
Cerro sus ojos separando sus colmillos de la yugular del mortal, lamiendo los restos de la esencia roja concentrada en toda su cavidad, un éxtasis infinito que hace mucho no sentía; Una corriente de sensaciones hicieron que se sintiera vivo, y sin pensar en el remordimiento que luego le daría acaricio la mejilla del cómplice y victima de su crimen no tan crimen, el cual le sonreía vagamente, nublado por el placer y el dolor de su cuerpo.
Escuchó un suspiro ahogado y luego unos pasos golpeando el asfalto; Separando el olor a hierro y tratando de controlar su cuerpo revitalizándose, logró captar el perfume de esa persona. Rogó para que todo fuera un sueño, o tal vez una alucinación producida por su mente debido a que lo extrañaba…pero recordó que nada era tan fácil y que no valía la pena soñar si luego la realidad te pateaba el culo.
Sus ojos rojos hambrientos anunciaron lo que más temía: Los recuerdos de él destruyéndose, olvidando todo sobre ellos.