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La reina de Bitinia. por nezalxuchitl

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Notas del fanfic:

Es un hecho historico que Julio César (si, el narizon que sale con los irreductibles galos ;) era bisexual. El historiador romano Suetonio, poco mas de dos siglos despues, lo hace constar, y despues de el, muchos.

Entre las "lindezas" que se decian del dictador era que era la mujer de todos los maridos y el marido de todas las mujeres. En uno de sus triunfos sus legionarios cantaron los versos con los que empieza este oneshot. Cicerón le dijo un dia en el Senado que demasiado sabido era lo que Nicomedes habia recibido y lo que le habia dado.

Julio César era muy joven cuando fue como embajador al reino de Bitinia, y, segun se dice, se entrego a todo tipo de licencias con el rey del lugar: desde servirle como copero hasta que los soldados lo llevaran a un lecho damasquino.

Este oneshot relata mi visión de como se conocieron.

 

Notas del capitulo:

Segunda entrega de mis oneshots sobre personajes historicos reputados como homosexuales. (La primera, Noche Cordobesa, disponible en esta misma pagina)

Pareja: NicomedesXCésar

Advertencias: Lemon, orgias, chan, voyerismo.

Enjoy it!

 

La reina de Bitinia.

 

Gallias Caesar subegit; Nicomedes Caesarum.

(César sometió las Galias; Nicomedes a César.)

Ecce Caesar nunc triumphat, qui subegit Gallias:

(Y he aquí que ahora triunfa César, que sometió las Galias:)

Nicomedes non trimphant, qui subegit Caesarum.

(Y no Nicomedes, que sometió a César.)

 

      La ciudad parecía bailar al son de los tambores y los flautines, como si de una serpiente encantada se tratase. Las murallas se movían con voluptuosidad, invitando a tocar su arenosa superficie terracota.

El calor del sol, intenso en el desierto que estaban por atravesar enrarecía el aire de aquel modo, generando la ilusión óptica de movimiento en el horizonte.

El joven patricio romano yacía sofocado en su litera, la tela blanca de las cortinas caía lisa, sin un soplo de brisa que la moviera. Las espaldas de los cuatro esclavos nubios brillaban de sudor, renegridas. Iba a negociar a Bitinia con el rey, por apoyo, por bienes, por navíos, por armas. Nicomedes no se podía negar: Roma lo había sentado en su trono.

La exótica capital de oriente abrió sus puertas y un romerío colorido salió a recibirlo, algunos agitando hojas de palmera en lo alto. Aquel soplo, por leve que fuera, de brisa, lo reconfortó. Atravesar el dédalo de callejuelas, dar vuelta atrás en las que no tenían salida, atravesar la urbe bullente de vida entre dromedarios y mujeres veladas que compraban en tendidos jugosas frutas...

El joven patricio romano, adolescente aún, admiraba maravillado aquel mundo desconocido por entre las cortinas de su litera, abriéndolas mas con dos dedos al presenciar algo que superase en lo exótico a cuanto veía. Un tragador de fuego y la cabeza putrefacta de un enemigo colgada en una jaula afuera de la casa del rey fueron dos de esas cosas.

Si Cayo Julio César esperaba encontrar un espléndido palacio se llevó un desencanto. La casa del rey era mas grande, si, pero igual a tantas otras, dos pisos, terracota, ventanitas altas y delgadas como troneras.

Las puertas se abrieron de par en par, paso al lado de la jaula con la cabeza y penetró en un oasis, se frotó los ojos para asegurarse de que no veía visiones. Un edén, un vergel, una fuente artificial de la que manaba agua. El rey, investido con las prendas de su autoridad le dio la bienvenida rodeado por su séquito, entre los que había no pocos enormes nubios armados con lanzas y de aspecto feroz.

Los que portaban su litera, domesticados a latigazos, la bajaron suavemente, sin que ninguna pata se apoyase en el suelo antes que la otra. Dos miembros de su propio sequito abrieron las cortinas y Cayo Julio César apareció.

Un noble romano, un habitante del Latio, un extranjero aburrido y conspirador era lo que Nicomedes Filopátor, rey de Bitinia, esperaba. Nunca un efebo de aquellas proporciones, provocativamente envuelto en esa sabana arrugada que se llamaba toga y que al le hacia pensar en el joven arrebatado presurosamente del lecho.

El rey de Bitinia tampoco correspondía a la idea de un rey (Sila) que César poseía. Moreno, barbudo, de rizados cabellos negros que asomaban bajo la abombada toca, ataviado con prendas abigarradas a pesar del calor, calzado con babuchas de punta retorcida. Solo los inteligentes ojos, verdes y claros como las charcas, se correspondían a su ideal de nobleza.

El rey de Bitinia se adelantó y le dio la bienvenida. El joven latino se postró de acuerdo a la costumbre oriental. Su piel clara y sus miembros cincelados por la educación física del gimnasio encantaron a Nicomedes por igual. La nariz aguileña dotaba de atractivo al rostro todavía no arreciado del varón. Los cabellos, de color castaño oscuro, se acomodaban en caprichosas ondas.

Los sirvientes de su corte se quedaron con los siervos del rey. Los acompañantes de César lo siguieron hacia la sala principal del palacio de Nicomedes. Jóvenes muchachos, algunos casi niños los refrescaron con paños húmedos y bebidas servidas en sólidos vasos de oro. Esclavos jóvenes y armoniosos, sin ningún defecto físico, abanicaban con grandes plumas de ave generando una fiesta de color y frescura.

Tomaron asiento sobre cojines dispuestos en hilera. Enfrente, sobre bloques de madera o lienzos adornados, las viandas se ofrecían. Cóncavos recipientes de bronce, o de plata, contenían dátiles, higos, uvas y limones, cítricos carminos de la lejana Hispania.

El rey sentó a su derecha al embajador y le inquirió por las peripecias de su viaje. Se rehusó a hablar de negocios en atención al cansancio de su huésped. Exóticos platillos, vino con mirra, incienso perfumando y haciendo pesado el ya de por si pesado clima del atardecer. Garrotes impregnados de brea, trípodes con brasas al rojo vivo proveyeron la luz que el Febo Apolo dejaba de dar para dar paso a la caprichosa Selene.

El entretenimiento siguió al banquete. Timbales  y flautas, extraños instrumentos de bronce tañidos por músicos ciegos surtieron la música que los bailarines debían ejecutar. Detrás de unas largas, brillantes cortinas se ocultaban tocando desde que el banquete comenzara. Al tirón de sendas cuerdas se abrieron, teatrales, ondeando y lanzando mil destellos.

Salieron innumerables figuras menudas envueltas en mil mantos tenues y de colores, orlados por medallitas o cascabeles; ondulando su cuerpo, exponiendo poco a poco su vientre teñido con alheña, tatuajes destinados a hacer las veces del sello de garantía de las ánforas de vino fino, pues, en tocándolos, se desvanecían.

La voluptuosidad que invadía a los latinos se trocó en algunos por estupor cuando la música se volvió mas salvaje y los bailarines se despojaron de sus velos. Pechos planos dibujados con alheña, miembros viriles adornados con argollas de oro... ni uno solo de los ejecutantes pertenecía al sexo débil.

Cayo Julio César miró asombrado a su anfitrión: así que ese era el motivo por el que Roma confiaba en heredar el reino del rey sin herederos.  Los ojos turbios, más verdes, como charcas podridas, de Nicomedes acariciaron con lascivia la curva de su cuello, perdiéndose en las profundidades veladas por la toga. El rey había bebido mucho vino y comido muchos manjares: despojado de su grueso abrigo su cuerpo fornido se apreciaba mejor, la tela, brillante como líquido, se moldeaba con sus miembros, en especial el viril, que podía apreciarse bien erguido.

Nicomedes hacia suyo a César con la mirada cuando dos bailarines, ya desnudos, brincaron a sus lados, ansiosos por ganar sus atenciones. Nicomedes se dejó peinar y refrescar, incluso recibir uvas peladas en la boca, ofrecidas en con la boca misma por los bailarines.

"Cuídate de la pompa de Oriente, y de su libertinaje" había sido el consejo de su pretor Marco Thermo al enviarlo a esa embajada. Pero el incienso embriagaba tanto o más que el vino y los nobles del sequito de Nicomedes no mostraban empacho alguno en ayuntarse con el bailarín de su preferencia ante la lujuriosa mirada de sus iguales. Una pasta verde, dulzona, circulaba en extraños recipientes y luego de fumarla o tragarla los cortesanos se convulsionaban en danzas o en actos sexuales. César vio como practicaban el coito griego, la felación, la introducción de objetos raros en el ano y como al tirar de las argollitas de oro en las puntas de sus miembros los jóvenes eyaculaban.

Dos de los más adultos y respetables acompañantes de César, con el ceño fruncido le pidieron permiso para retirarse de aquel espectáculo pagano y le instaron a hacer lo mismo. El joven se negó pero con un displicente ademan les autorizó a retirarse.

Nicomedes despidió a los dos bailarines que lamían su cuerpo sobre la seda y se aproximó a César. Soltó el broche que detenía la tela sobre su hombro, tomó su rostro y lo giro para que viera como uno de los desnudos muchachos subía las faldas a uno de sus acompañantes, untaba su miembro con miel y luego se montaba, separando sus nalgas y empalándose mientras gesticulaba.

-¿Qué te parecen, noble latio, las fiestas de mi palacio? En honor a ti las he celebrado. - sus dedos acariciaban su mejilla y sus ojos sus labios.

César, tembloroso, probó de una pipa un poco de la miel verde. Las parejas de copulantes, los tranquilos músicos ciegos, todo giró y danzó como las murallas bajo la ilusión óptica. Pero... ¿Qué clase de ilusión era ésta?

El deseo por su magister, las costumbres de los griegos se fundieron en una espiral de sonidos y de color. El muchacho que montaba a su acompañante gritaba, Annio trocaba los intrincados dibujos en manchas negras al acariciar los miembros del muchacho, morenos y esbeltos... La lengua de Nicomedes cruzaba sobre su pecho, su toga se detenía en su cintura. César se tumbó sobre los cojines y se abrió de piernas.

Y se convirtió en la reina de Bitinia.

 

 

Notas finales:

Asi comenzó la leyenda. Ojala haya sido de su agrado.

¿Se quedaron con ganas de saber mas sobre Bitinia, Nicomedes, César y todo lo demas? Les dejo dos buenos enlaces para empezar:

Nicomedes http://es.wikipedia.org/wiki/Nicomedes_IV_de_Bitinia

Romance http://www.islaternura.com/ACORAZON/AmoresLeyenda/AmoresdeLeyenda/AmoresCésarNicomedes.htm

Cualquier duda, comentario, etc., via review.

Besitos y nos leemos!!!

pd: el proximo oneshot probablemente sea de Petronio.


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