Como desearía que éste fuese un día normal, común como todos los otros; pero esta miérda de fecha no es evitable y mucho menos es recordar el pasado para mí.
¿Por qué todos tienen que alterarse a tal grado sólo por San Valentin? Quisiera no saber la respuesta, pero la sé por culpa de…
Joder, no es la culpa de nadie, qué tendría él que ver en todo este embrollo.
Hoy día, catorce de febrero; llegué al colegio con las peores de mis caras, intentando de esta manera alejar a mis estúpidas fans que al verme corren hacía mí con sus regalos. La sangre me hierve, quiero gritarles que se metan sus putos obsequios en dónde ya saben, aún así algo me lo impide.
Ese recuerdo de aquella vez, del año anterior cuando no estaba en soledad…
Rememoró esa tarde en la cual al finalizar la practica de tenis, el buchou… quiero decir Yukimura-san impacientemente nos dio la orden de marcharnos, yo no sabía cuál era su prisa, pero luego al verlo marchar coquetamente con Sanada-san ideé una suposición. Todos se alejaban en pareja y yo me quedaba allí sin compañía, todavía con la raqueta en mano. Una fija mirada sobre mi hombro me quitó mis pensamientos. Yanagi-san sonreía amablemente tras mío.
—Akaya…— susurró—, es nuestro primer San Valentín como pareja, deberíamos realizar algo especial ¿no crees?— como usualmente fue directo y conciso con sus palabras.
—Se-sempai— titubeé frágilmente—. ¿No cree usted que debió sorprenderme con un regalo o algo semejante?— y como siempre yo tan estúpido, él se rió de mí y me ruborice.
—No soy tan gay. ¿Acaso parezco un romántico que le compra bombones a su novia y demás cursilerías?
—No, claro que no. Sólo decía. Y bien… ¿a dónde iremos?— pregunté acercándome a él en busca de sus brazos.
Aquella vez había sido una de las mejores salidas con Yanagi-sempai, me invitó, como todo un caballero a tomar un helado y después me llevó a un club de videojuegos, pero la sorpresa vendría luego cuando nos dirigimos a su casa, cenamos juntos y bajo la luz de unas velas él me había robado cuidadosamente mi virginidad. Puta madre, quiero llorar de sólo acordarme de esa noche.
Mi primer San Valentín había sido cerrado con broche de oro, pero ahora, es todo lo contrario. Intentando dejar penas atrás escapó corriendo del instituto para retomar mi camino a casa, mis padres y mi hermana no están, podré pasar este tedioso día allí encerrado.
Como bien dije, subí a mi habitación y boté los pocos regalos que esas locas habían logrado meter en mi mochila. Siento tanta pena por mí mismo al caer en cuenta de que no quiero ningún presente que no sea de él, de Yanagi-sempai.
Me preguntó que estará haciendo en este momento—, seguramente estudiando en esa prestigiosa universidad junto a sus malditos amigos nerds—, me respondí en voz alta apretando mis puños hasta blanquear mis nudillos.
Me senté en un rincón y junte mis piernas para así poder apoyar mi mentón en mis rodillas y permitirle a mi rostro descansar; mis ojos se cerraron otorgándole permiso a las lágrimas para brotar de ellos. Intenté buscar protección en mí, más fue imposible.
Lo noche cayó y yo me mantuve llorando como marica en mi habitación, me sentía abandonado. A fin de cuentas me habían dejado; pero lo peor es que no había sido ignorado por otra persona sino por estúpidos sueños y estudios. Yanagi-sempai se había ido para continuar con su vida, mientras yo no lo había superado, aunque supongo que él tampoco, tan sólo sabe fingir.
Hasta este momento yo no sabía lo que era estar solo.