Ese fue el día que lo conocí, en el sitio más posible a encontrarlo, pero a la vez, bajo circunstancias que nunca podría imaginar.
Hace más o menos dos semanas, había notado que se comportaba de forma algo extraña, siempre buscaba lugares altos o que fueran difíciles de ingresar, pensé que seguramente estaría pensando en huir de casa y buscaba algún refugio desde donde pudiera tener una buena visión o, tal vez pensaba suicidarse, aun que en realidad me daba igual, era su vida y podía hacer lo que quisiera con ella, pero entonces, comencé a darme cuenta de que tan pendiente estaba de él, aunque no era nada realmente significativo, me parecía muy anormal que llegara darle relevancia a cualquier cosa que me rodease, sin embargo, el logró hacerlo.
A la semana siguiente, parecía haber perdido movilidad, ya no buscaba lugares peligrosos, lo que me formular dos respuestas, la primera era que habría desistido de lo que fuese que iba a intentar y la segunda, que ya tenía todo planeado y no hacía falta más inspecciones minuciosas. Luego de eso, dejé de observarlo, pero aún así, por alguna razón que no podía comprender algo me inquietaba.
Ahí es cuando llegamos a “ese día”, por algún motivo esa mañana había despertado más temprano de lo usual, así que decidí irme más temprano a la escuela, y por una vez en mi vida no tener que soportar las estupideces de Itachi y Sai, que en verdad son un dolor de cabeza, por un lado Itachi con mil y una indicaciones y terminando siempre la frase “ordenes del médico”, no me da ni frio ni calor lo que diga ese señor, y por el otro lado Sai con “Itachi no puede vigilarte siempre, pero yo sí” o “¿te duele algo?, ¿seguro que no tienes fiebre o algo?”, y no es que no aprecie el hecho de que se preocupen por mí, pero hay un límite para tanto acoso, porque en realidad me siento acosado.
Aprovechando la tranquilidad de la mañana, y luego de haberme bañado y vestido, tomé mi desayuno con total normalidad, luego me puse la mochila al hombro abrí la puerta, caminé unos pasos y la cerré, todo sin hacer ruido para no estropear mi “buena fortuna”, así me fui tranquilamente, y pudo haber sido mi imaginación, pero juraría que al llegar a la esquina, a ya tres cuadras de mi casa, pude escuchar como el parcito gritaba histéricamente “SASUKEEE!!!!” , en cierta forma se me hacía cómico, pero sentí pena por los vecinos.
Tras una no muy larga caminata, llegue a la escuela, el grandioso instituto “Saint Graund Vex”, no tengo idea y tampoco quiero saber a quién se le ocurrió el nombre, caminé tranquilamente hasta mi salón, no tenía intención de andarme paseando por llegar temprano.
Cuando llegué al aula, deslicé lentamente la puerta corredera, ni ruido hizo, pero al entrar realmente no esperaba encontrarme con tal escena, el chico que había estado observando durante las anteriores semanas, por fin había decidido poner en marcha su desquiciado experimento, pero al parecer no se había percatado de que ahora tenía público, hubiera optado por irme y dejarlo llevar a cabo su tan esperado “último acto”, pero aún no me explico por qué no lo hice, en cambio, me dirigí al pizarrón en la muralla había una pequeña saliente o repisa donde se dejaba el borrador al terminar las clases, inconscientemente lo tomé y levemente patee el basurero para que el ruido pudiese llamar su atención, cosa que funcionó bastante bien, como si de una película se tratase, con lentitud giró su cabeza y un poco tu torso para identificar a su espectador, pero no hubo mayo reacción luego de eso, de alguna forma al cruzar nuestras miradas sentí una sensación de similitud entre ambos, sus ojos eran como los míos, desprovistos de luz, dos zafiros que parecían opacados por emociones que quizá nunca tuvo y una vida que desearía fuese diferente o simplemente terminase de una vez, fue entonces cuando realmente me percaté del cuchillo cartonero que tenía en su mano derecha, con la mayor parte de la hoja afuera a escasos centímetros de su garganta, sin siquiera pensarlo arrojé el borrador directamente a su mano y al estar algo distraído con el impacto soltó el “arma mortal” que con el impulso terminó cayendo por la ventana, desde el segundo piso, para su suerte nadie pasaría por ahí, solo había plantas abajo, si una gran jardinera que el director mandó a hacer el año anterior.
Luego de eso con toda normalidad tomé mi mochila y me dirigí a mi lugar, mientras él se volvía hacia mi siguiéndome con la mirada, cuando me senté comencé a pensar en porque hice todo eso, nunca he hablado con él, no sé nada sobre él, ¿cuál era su nombre?, pensé en ese momento, para que tras unos minutos el “casi suicida” tomara la silla del puesto de adelante y la diera vuelta, para sentarse en ella, cruzarse de brazos y mirarme como niño que es privado de un juguete, ¿eso era un berrinche mudo?, yo simplemente le miré desinteresado, fue entonces cuando comenzamos un lindo diálogo.
-¿Por qué hiciste eso? – me preguntó, lo normal sería que yo le dijera ¿y para que querías hacerlo? pero no…
-no sé, simplemente ya fue – le respondí sin gana alguna, a lo que él solo arqueó un ceja como no entendiendo y estuvo a punto de decir algo cuando la puerta se abrió de golpe.
-¡¡¡sasuke, estás vivo!!! – aparecieron gritando Itachi y Sai completamente alterados, para luego dirigirse a donde yo estaba y examinarme hasta la etiqueta de la ropa, luego me abrazó uno por cada lado simulando una escena conmovedora, mientras decían – ¡¡sasuke, no le vuelvas a hacer esto a tus hermanos, no sabríamos que hacer si algo te pasara!!
Realmente eran un fastidio, en un intento de ignorarlos desvié la mirada, fue cuando vi a naruto sentado en el piso tratando de contener la risa, no lo culpaba seguramente era la escena más ridícula que habría visto en su vida, entonces fue cuando se escucharon risas que prevenían de la entrada del salón, exacto, mis otros compañeros se partían a carcajadas, lo que no les duro mucho, ya que, tanto Sai como Itachi son tan sobre protectores que pueden cambiar su carácter tan drásticamente que asustarían a cualquiera, y eso fue lo que hicieron, de idiotas sentimentales pasaron a idiotas con complejo de asesinos desquiciados y salieron persiguiendo a todos, los que antes se reían a muerte y luego corrían para salvar sus vidas, vaya par de payasos que tengo por hermanos
-eres afortunado – me dijo tranquilamente con cierto deje de tristeza. No me atreví a preguntar sobre ello, pero de alguna forma me hizo sentir que teníamos algo en común.
-puede verse desde dos puntos diferentes – cuando estaba cerca actuaba sin pensar, era muy extraño.
-aún si tratas de verle el lado malo, no puedes negar que te gusta tenerlos cerca – volvió a incorporase, pero esta vez se mantuvo arrodillado mientras se apoyaba en el borde de la mesa, con los brazos cruzados y me miraba como esperando que no pudiera contradecirlo.
-puede que tangas razón – movió sus labios mostrando una sonrisa de satisfacción. Era raro, me costaba encontrar las palabras para responderle, no podía engañarlo… no podía engañarme a mí mismo. Pasaron unos minutos antes que los demás regresaran al aula, y durante ese tiempo ninguno pronunció palabra alguna, aún así el silencio no era incomodo ni molesto, era como algo completamente natural y a la vez como si ambos esperáramos a que alguno lo hiciera desaparecer.
Ya terminada la jornada, que no pienso detallar, otro evento extraño volvió a ocurrir. Cuando bajaba las escaleras para llegar a la primera planta, me lo encontré, o mejor dicho él me estaba esperando, apoyado en la muralla con los brazos cruzados, pero no fue hasta que bajé el último escalón que me dirigió la palabra. Y yo que pensaba que todo había vuelto a la normalidad, después de todo no me había hablado desde lo ocurrido antes de la primera clase, ¿por qué ahora?
Fue cuando oí a Sai llamándome desde la salida del edificio, sin embargo, él permanecía inmóvil, mirándome fijamente a los ojos, algo que debo aceptar me provocaba algo de intriga. Decidí ignorarlo y continuar con mi camino, o Sai se pondría a gritar histéricamente como lo hacía cuando no le prestaba atención, entonces emprendí mi camino nuevamente, habré dado al menos tres pasos cuando se digna a hablarme.
-me debes una Uchiha – dijo firme y demandante junto con una amplia sonrisa, para luego irse en dirección contraria a la mía. Simplemente no pude responder a eso, no entendía por qué me sentía de esa manera, y qué trataba de decir con que le debía una, ¿no sería al revés?
Ni en ese momento, ni ahora puedo entender a que se refería con eso, y tampoco comprendo lo que está ocurriendo, algo está cambiando solo de eso puedo estar seguro.