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-{Legacy}- por Reiko-chan

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Notas del fanfic:

Como siempre digo, los personajes de Naruto no me pertenecen, son de su autor. Yo únicamente los tomo prestados para mis historias y perversiones. =^-^=

Notas del capitulo:

Si situamos los personajes de Naruto en algo parecido a la Tierra Media de El Señor de los Anillos y le añadimos algo de imaginación y enredos... no sale algo parecido a lo que vais a leer. Espero que os guste!! ^^

Dedicado a mi queridísima Neko-chan, que no para de hacerme dibujos de mis fics según se los cuento. Muchas gracias, chiqui!! =^-^=

Capítulo 1: memories.

 

 

 

-          ¡Padreeeeeeeeeeeee! ¡Socorrrooooo, padreeeee! ¡PAAAAADREEEE!

 

Los gritos del pequeño Sasuke Uchiha resonaban en las profundidades del bosque. Estaba desesperado, aterrorizado. Estaba anocheciendo y se había perdido. Corría sin rumbo fijo, buscando a su padre, del que se había separado hace unas horas cuando éste se fue a perseguir una presa dejándolo atrás. Y ahora  tenía miedo. Mucho miedo.

 

No tenía nada más que cuatro años de edad y su padre le había dicho que le acompañara a cazar… y se había extraviado. Intentó buscar el camino de vuelta y se perdió aún más… y entonces escuchó un crujido de ramas tras él y el pánico se adueñó de su mente por completo. Salió corriendo en dirección contraria al ruido.

 

No sabía qué hacer, corría y corría a través de la espesura en busca de algún indicio del camino de vuelta. Sus ojos oscuros estaban contraídos en terror, abiertos todo lo posible. Sus pupilas se movían sin cesar en todas direcciones. Su corazón no daba a basto para bombear su sangre, congelada del miedo que sentía. Sus cortas piernas le dolían de tanto correr… pero le daba igual. Tenía que volver a la aldea… y pronto. Las puertas se cerraban a la puesta de sol… y si para entonces no estaba dentro se quedaría en ese bosque toda la noche.

 

-          ¡Paaaaaaaaaadreeeeeeee!-gritaba el pequeño, lo más alto que podía, y quedándose sin aire.

 

Recuperando la cordura un momento se paró en seco para respirar y miró a su alrededor. “¡oh….no…! no me lo puedo creer…¡¡¡ me he metido más adentro todavía!!! ¿Y ahora qué hago? ¡No voy a poder salir de aquí nunca! Me he alejado de padre demasiado, no me va a encontrar… ¡estoy perdido! ¡Cerraran las puertas y me congelaré de frío! ¡Eso si no me atrapan los demonios!... padre… padre,¿¿ qué hago, qué hago, qué hago??... tengo que volver…. Tengo volver como sea o moriré… ¿pero cómo? ¿Cómo? ¡¿Cómooooo?!”

 

Sasuke miró a su alrededor. Apenas llegaba luz hasta donde estaba. Los arboles eran tan altos y densos que enredaban las ramas entre sí. Había matorrales y zarzas por doquier, el suelo estaba resbaladizo y el aire estaba tan cargado de humedad que costaba respirar. Además, la temperatura disminuía por momentos. Se le acababa el tiempo. El sol estaba bajando. En menos de una hora sonaría el toque de queda… y las campanas tañerían para advertir al pueblo de su desaparición. Al la mañana siguiente saldrían en busca de su cadáver o lo que quedara de él, ya que era imposible que sobreviviera.

 

Y entonces… escuchó algo tras él. Su cuerpo se tensó. Giró la cabeza despacio… y sus ojos se abrieron cuanto pudieron. Una sombra gigantesca le estaba acechando. Sus ojos brillaban en la oscuridad, inyectados en sangre. Sasuke se quedó petrificado en el sitio. Estaba aterrorizado. Si se abalanzaba sobre él estaba perdido. No tenía forma de defenderse, le descuartizaría entero. Empezó a temblar. Se quedó quieto, intentando que sus piernas no flaquearan justo en ese momento. Y de repente… un crujido. Esa fue la señal.

 

Echó a correr por instinto, como impulsado por un resorte, hacia la espesura. Todo lo rápido que podía. Escuchaba las patas de la bestia resonar en el suelo al perseguirle, le escuchaba resollar al respirar… le iba a pillar, estaba acercándose a pasos agigantados... Le atraparía. No saldría de esa con vida. Aceleró todo lo que pudo, saltando riachuelos, cambiando de rumbo para despistarlo… y lo logró.  Pero no se detuvo, estaba histérico, al borde de la locura, no sabía qué hacer, dónde ir, en su cabecita todavía estaba huyendo, luchando por su vida.

 

A su paso un búho se le cruzó y se cayó al suelo. Se había desgarrado las rodillas contra las piedras, pero no le importó. Se levantó y siguió corriendo, enganchándose con las zarzas que le arañaron brazos y cara, pero siguió corriendo. Sus piernas no daban para más pero seguían moviéndose. Se estaba ahogando, no podía respirar, tosía y buscaba oxígeno entre la humedad… pero no se detuvo… el bosque cada vez era más denso, parecía que las ramas se movían para atraparlo… miles de ruidos aterradores resonaban a su alrededor.

 

Y entonces un rayo de sol le dio en la cara de lleno, obligándole a detenerse y taparse los ojos… “¿he… salido?” y ya no pudo más. Cayó rendido, boca abajo, sobre una manta de suave y verde hierba. Estaba agotado. Su cuerpo entero temblaba por el esfuerzo realizado. Su respiración se volvió entrecortada al disminuir los latidos de su corazón… no escuchaba al monstruo. Estaba a salvo por el momento. Jadeando y sudando a chorros se giró, quedando boca arriba.

 

-          Ah… ¿dónde… estoy…?

 

Sus ojos se fueron acostumbrando a la luz. El cielo… raso, sin una sola nube… teñido de escarlata… la puesta de sol. Cerró los ojos. Ya le daba igual… al menos había salido del bosque. Según fue recuperando la respiración se incorporó y probó a caminar. Estaba tan cansado… el subidón de adrenalina le estaba pasando factura. Si se quedaba quieto…se dormiría, así que se esforzó un poco más…

 

Cuando por fin pudo mantenerse en pie… se quedó maravillado. No había salido del bosque… había llegado a su corazón. Delante suyo se extendía un enorme claro. Una gran colina de verde hierba cruzada por varios riachuelos de agua cristalina que reflejaban los tonos rosados y anaranjados que cubrían el cielo. Tenía tanta sed… inconscientemente echó a andar hacia el riachuelo más cercano alejándose de la pared de árboles y ramas de la que acababa de salir.

 

Al llegar al riachuelo se agachó y vio su reflejo. Estaba hecho unos zorros… su pelo negro se había desmarañado y llenado de hojas secas… tenía un arañazo en la mejilla izquierda que esperaba que no le dejara cicatriz… su blanca piel… llena de moretones, rozaduras… la ropa, desgarrada por todos lados, sucia y embarrada… los pantalones se le habían roto por las rodillas; el chaleco, medio desatado; la camisa, en un principio blanca… ya no era del mismo color…

 

-          Madre mía… si me vieran así… ni siquiera parezco yo…

 

Bebió agua e intentó arreglarse los pelos un poco. Ir así… era molesto. Ya entendía el por qué los caballos se ponían de tal mal humor cuando se enredaban las crines con esas bolitas puntiagudas. También tenía alguna, por cierto. Cuando logró arreglarse un poco se volvió a mirar. Bien. Dos mechones de pelo negro bordeando su carita… y el resto, por detrás, levantado con las puntas hacia afuera. Luego se limpió las heridas para que no se le infectaran… y se levantó, dispuesto a explorar ese lugar tan bonito que había alejado el miedo de su corazón para llamar a la curiosidad.

 

-          Vayaaaaa… padre nunca me ha hablado de que existiera un lugar así en el Bosque Sombrío…

 

El Bosque sombrío era el hogar de las bestias y los demonios, y hacía frontera con su aldea, de ahí que tuvieran que levantar murallas a su alrededor… e instaurar ese molesto toque de queda. Sin embargo, ese lugar… transmitía paz, serenidad… una calma… Y entonces, sin darse cuenta… tropezó con algo y cayó al suelo de bruces. Aunque más que tropezar… fue más bien que sus pies no encontraban el suelo. Era una hondonada enorme, un boquete.  Era muy profundo, casi tuvo que escalar para salir. Fue cuando salió y lo bordeó que se fijó en que no era un simple hundimiento del terreno: era una huella. Una huella gigantesca.

 

Sasuke miró el suelo a su alrededor… estaba todo plagado. Por allí había una bestia gigante. El pequeño pelinegro se tensó. Corría peligro. Echó a andar con cuidado de no hacer ruido… y de no caerse en otra huella… hasta que sus ojos se posaron en una gota enorme de color rojo en la hierba, tan grande como él. Sangre. Un poco más adelante había más… Si el bicho estaba herido… estaría aún más agresivo.

 

Despacio, subió a la colina… y por instinto se agazapó contra el suelo. Al otro lado, en el otro extremo del claro… había una enorme bestia naranja tumbada contra los árboles y doblándolos por el peso, que no podían soportar. Levantó la cabeza al ver que no se movía y esperó. Nada. Ni se inmutó. Se atrevió a acercarse, lentamente…

 

No fue hasta que estuvo bien cerca que averiguó qué era: era un enorme zorro… pero no un zorro cualquiera, el zorro de nueve colas, la bestia que había acosado a su pueblo por generaciones. Corría peligro. Muchísimo. Pero no le importó, algo le empujaba a acercarse. Y de repente… sus pies chapotearon el algo. Miró al suelo… rojo. Sangre. Mucha. Delante de él y rodeando a la bestia había un gigantesco charco de sangre que perecía un lago…

 

-          ¿Es… está… muerto?

 

El pequeño se acercó con cautela. No respiraba. Parecía estar muerto, sí. Se aproximó hasta él y lo examinó, como le había enseñado su padre. Su pelo era tan suave… y tan espeso que podrían hacer abrigos para toda las aldea e incluso para el castillo y sobraría. Desde luego… era una bestia admirable. Solamente su pata era más ancha que la altura de su padre. Estaba encogido… le dio la vuelta entera, con cuidado de no pisar ninguna de las largas colas que se extendían a su alrededor y se enredaban entre sí. Tenía una enorme herida en el pecho… ya ni siquiera sangraba, debía llevar tiempo así. Aunque no sabía qué podía habérsela hecho…

 

En ese momento, cuando estaba trepando para examinar la herida… escuchó un gruñido. Se quedó quieto, alerta. Aguzó el oído y otra vez, un gemido extraño… ¿un gato? Imposible en ese lugar. Bajó del cuerpo y se acercó a las patas delanteras. Otra vez.

 

-          Ay… y si resulta…

 

Miró extrañado el cadáver un instante, como esperando a que le respondiera… y volvió a escuchar ese gruñido raro y casi insonoro. Sasuke asintió. Tenía que ser eso. Trepó a las patas delanteras y empujó el cabezón del gigantesco zorro hacia atrás con todas sus fuerzas. Se desplazó lo suficiente como para poder asomarse a lo que cubrían las patas. Y ahí estaba. Un cachorro de zorro, tamaño normal, como si de un gatito en miniatura se tratase. Tenía una sola cola, y estaba arrebujado contra el cadáver, hecho un ovillo y temblando. Los gemidos… eran suyos.

 

-          no me digas que… era tu mamá…-susurró Sasuke, apenado. Tal y como estaba la situación… parecía que hubiera muerto por defenderle.

 

El cachorrito levantó el cabezón y clavó en él unos grandísimos ojos azules. Sasuke se quedó petrificado. Esos ojos… le transmitían una ingente cantidad de sentimiento. El pequeño estaba triste, aterrorizado… y esperanzado. Miraba a Sasuke como pidiéndole ayuda… para su madre. El corazón del pelinegro se encogió de dolor.

 

-          Lo siento… pero ya no se puede hacer nada…

 

El zorrito levantó unas larguísimas orejas con la puntita negra casi tan grandes como su cabeza entera. Sus pupilas se contrajeron… y sus ojos se llenaron de lágrimas. Entonces comenzó a hacer ese sonido raro y se volvió a arrebujar contra el pecho de su madre. Sasuke se fijó que el pequeño tenía un color naranja más llamativo que el de su madre… y que la punta de sus patas era blanca, en vez de negra, como las suyas. “pero bueno… ¿el pobre pasándolo así de mal y yo fijándome en sus colores?” pensó.

 

De repente, el cachorrito dejó de llorar y se tensó. Irguió las orejas y miró a Sasuke con ojos aterrorizados.

 

-          ¿Qué pasa, pequeñín?-preguntó Sasuke, agudizando el oído. Voces. Alguien se acercaba.

 

-          ¡Sasukeeeeeeeeeee!-llamaba una voz lejana que reconocía.

 

Sasuke miró por encima del hombro y vio, en lo alto de la colina, a su padre.  “¡oh no!” pensó el pequeño, girándose de nuevo y mirando al pobre zorrito que le clavaba los ojos y temblaba de miedo. “si le encuentra… ¡lo matará! ¡¡Aunque sea una cría… le dará igual!!”

 

-          ¡Sasukeee! ¡Al fin te encuentro…!-escuchó a su padre, más cerca.

 

El chiquillo miró a su padre de nuevo. Se acercaba corriendo. Entonces escuchó al zorrito decir algo parecido a “¡nyaaa!” y lo miró. Esos ojos azul cielo… le pedían ayuda. “tengo que hacer algo…” pensó Sasuke, alargando el brazo intentando agarrar al cachorrillo… que le miraba con curiosidad sin entender qué estaba haciendo.

 

-          Nyaa… nya…

 

-          Vamos… ¡¡ven….!!-refunfuñaba el pequeño luchando por alcanzar el zorrito que no se movía.

 

-          Sasuke… ¿qué haces ahí?… ¡Sasuke…!-escuchó la voz de su padre tras él.

 

Entonces… notó la mano de su padre en su espalda, agarrarle del chaleco  y tirar de él hacia atrás... “ay… por favor…”

 

-          ¡Sasuke! ¿Qué hay ahí…? ¡Sasukeeeee! ¡SASUKE!

 

-          ¡¡NOOOOO!!-gritó el pelinegro, abriendo los ojos. Era… un sueño. Según fue volviendo a la realidad escuchó resonar en sus tímpanos una voz femenina tremendamente familiar.

 

-          ¿¿Cómo que no, Sasuke?? ¡¡Despierta de una vez y ábreme la puerta!! ¡O la echo abajo, tú verás…!

 

-          Nnnnnn….-era Sakura. ¿Cómo no?

 

El pelinegro pasó de sus insistentes gritos y se giró en la cama, tapándose con la manta hasta las orejas en un intento de dejar de oírla… pero fue una mala elección. La amenaza de la chica… iba en serio. Escuchó el sonido de la puerta al abrirse de golpe y chocar con la pared. Después, unos fuertes pasos dirigiéndose a su habitación…. ¡Pum! Otra puerta abierta a lo bestia. Más pasos hacia su cama…

 

-          ¡¡SASUUUKEEEE!!-la chica estaba furiosa. Al llegar a la cama tiró de las mantas y destapó al muchacho… que menos mal que llevaba pantalones puestos. Agarró al chico por los hombros, lo incorporó y comenzó a zarandearle.- ¡¿¡¿se puede saber qué haces todavía en la cama?!?! ¡¡¡Tienes que ir a cazar!!! ¡¡¡ya tienes 19 años, ya deberías ser suficientemente responsable para hacerte cargo de tus tareas!!! ¡¡Arrrrrrrrrriba!!

 

-          ¡¡¡Yaaaaa… vaaa…leeee!!!-se esforzó en decir Sasuke entre los zarandeos consiguiendo que la chica se detuviera y le soltara dejándole medio mareado.

 

-          ¡Venga! ¡Espabila!-sentenció la muchacha, cruzándose de brazos.

 

Sakura era una chica de la misma edad que Sasuke, delgada, alta, con el pelo corto y rosa, y con unos grandes y expresivos ojos verdes. Iba vestida con una falda roja aterciopelada que le llegaba por los tobillos, con una camisa blanca de mangas por el codo y con un corsé beige atado a la espalda bien ajustado. En la cabeza, recogiéndole la media melena, llevaba un pañuelo rojo con rayas blancas anudado en la nuca. Sakura era buena chica… pero tenía un carácter… un tanto especial.

 

-          Esto… Sakura… ¿puede saberse de qué tareas me estás hablando?-le preguntó Sasuke a la muchacha, bastante enfadado, mientras se levantaba y buscaba su ropa.

 

-          ¿¿Cómo que qué tareas?? ¡Tienes que ir a cazar para que yo pueda comprarte las piezas y ponerle la comida al Señor! Si llegara con retraso… ¡nos azotarán!

 

-          Error. TE azotarán. TÚ eres la sirvienta del Señor del castillo y la responsable de alimentarle. Pero YO no trabajo para él. Yo soy sólo uno de los tantos cazadores que moran en la aldea.

 

-          ¡Pero tus piezas son las mejores! ¡Eres el mejor cazador de la región!

 

-          Por supuesto, eso ya lo sé. Pero eso no quita TUS deberes como sirvienta en el castillo. Si yo no he salido de caza… pues se la compras a otros y arreglado, que seamos amigos de la infancia no te da derecho a despertarme a gritos por la mañana.

 

-          ¿Y entonces a qué tengo derecho?

 

-          A darte la vuelta en lo que me visto…-le rechistó el pelinegro escondiéndose tras un biombo en lo que se cambiaba de ropa. Sakura por su parte le hizo caso y se giró, disgustada.

 

-          Desde luego… mira que ser así… ¡¡Sasuke, necesitas una novia!! ¡Tienes que desahogarte! En todos estos años nadie te ha visto con nadie… y viviendo solo…

 

-          No vivo solo, está mi hermano.-dijo Sasuke desde detrás del biombo, molesto por el rumbo que estaba tomando la conversación.

 

-          No… tu hermano va y viene a su libre albedrío. Tú vives prácticamente solo. Necesitas a alguien especial…-continuaba Sakura, soñando y sin enterarse de que el chico había terminado de cambiarse.

 

En lo que Sakura hablaba y hablaba el chico se miró en el espejo para terminar de arreglarse. Llevaba unos pantalones de cuero negro que se ajustaban perfectamente a él, una camisa de manga larga en un tono verde oscuro remangada hasta los codos y encima, un chaleco escarlata que se ataba con unos cordones por el pecho. Se acercó al espejo un poco más y se llevó la mano a una finísima y casi imperceptible cicatriz en su mejilla… “al final me quedó marca… suerte que mi piel es tan clara…” pensó, colocándose los mechones de pelo. Luego se puso las botas, de cuero, y se levantó, dirigiéndose a Sakura, que seguía hablando de lo suyo… así que Sasuke decidió librarse de ella de una vez.

 

-          … por eso no es bueno que andes viviendo solo… ¿Sasuke?

 

-          ¿Y puede saberse en quién has pensado para desempeñar tan ardua tarea…?-le preguntó Sasuke, acercándose a su rostro y clavándole los ojos. La chica enrojeció y calló. Sasuke la sujetó del mentón y se acercó a su oído para susurrarle.- Sakura… hoy no cazo para el señor del castillo. Así que… márchate. Además… ya hay alguien en mi vida, así que déjame tranquilo…

 

Con eso, se separó de ella y empezó a rebuscar por los cajones de la habitación: ¿dónde había metido sus guantes? La chica se había quedado paralizada. Estaba colada por Sasuke desde hacía años… y él no hacía más que aprovecharse de ello. Y encima va y le dice eso… De repente, enfureció… y se fue refunfuñando y echando humo por las orejas. “Por fin… algo de tranquilidad…” pensó el chico.

 

Diez minutos más tarde había localizado los guantes especiales que tenía para tirar con arco y se los ponía con habilidad. El izquierdo era un guante normal… pero el derecho era de lo más peculiar: para no hacerse heridas en los dedos al soltar la cuerda el guante cubría únicamente los dedos índice, corazón y anular, enganchándose al pulgar, que no lo cubría, y pasando por el dorso de la mano se ataba con una hebilla a la muñeca. Una vez arreglado, se colocó el carcaj lleno de flechas a la espalda, cogió el arco, escondió un cuchillo en la bota por si acaso y se marchó.

 

Al salir de su casa el sol le dio de lleno en la cara. Estaba ya alto… sería mediodía por lo menos. Las calles estaban repletas de gente que iban a hacer las compras diarias, sus trabajos o lo que fuera… no le interesaba mucho. Pensó en coger el caballo… pero decidió ir andando.  Con ese día… en pleno invierno… por mucho sol que hiciera nada le quitaría que los caminos estuvieran helados.

 

Echó a andar hacia la puerta oeste, la más cercana a su casa… y en lo que atravesaba la plaza, hasta arriba de tenderos ambulantes y compradores compulsivos que se entendían a voces, su mente se quedó en blanco y se sorprendió a sí mismo pensando en el sueño que había tenido. Hacía años de aquello. Muchos. Era la primera vez que fue de caza con su padre… y la última. No sabía por qué había recordado aquello… pero había algo que le preocupaba. Y así, sin darse cuenta… sus pies se movieron solos y su mente… vagó lejos de allí.

 

-          ¡Sasuke! ¿Qué hay ahí?-escuchó a su padre decir mientras tiraba de él hacia atrás.- ¡¡Sasuke!!

 

-          ¡Nooo!-gritó el pequeño al caer al suelo de espaldas.

 

-          Pero hijo…-dijo su padre al asomarse a las patas del zorro muerto.- si aquí no hay nada… anda vámonos… ya he advertido de que llegaríamos pasado el toque de queda…

 

-          ¡En seguida voy, padre! Que me he hecho daño en un tobillo…-le respondió el pelinegro, sentado en el suelo, mientras su padre le señalaba con la mano para que se diera prisa.

 

Cuando Sasuke vio que su padre desaparecía tras la colina se levantó la camisa y sacó un pequeño bulto naranja de su interior: era el zorrito. Justo cuando su padre tiró de él le había dado tiempo a agarrarlo y metérselo por el cuello de la camisa para esconderlo. Como le quedaba grande… no se notaría. Así, su padre no lo había visto.

 

Al sentir el contacto con el aire la bolita de pelo se estiró en las manos del joven Sasuke, que lo dejó en el suelo. El zorrito levantó la cabeza y extendió sus orejotas. Miró alrededor y luego le clavó una mirada de desconcierto a Sasuke que le provocó un vuelco en el corazón. Sin embargo, aunque era joven, era listo… y comprendió enseguida que Sasuke le había salvado la vida. Entonces se acercó a él a trompicones, pues aún no sabía andar… y le lamió los dedos al pelinegro provocando que éste enrojeciera. Después, levantó la vista  y le lanzó una mirada de agradecimiento y alegría.

 

Pero Sasuke no pudo responderle con el mismo entusiasmo. Ese chiquitín… estaba solo… moriría si lo dejaba allí. El zorrito por su parte parecía haberle cogido cariño y se le sobaba contra la pierna como un gato… intentando llamar su atención. Entonces el muchacho tomó la decisión más importante de su corta vida. Agarró al zorrito, se lo guardó en la camisa igual que antes y echó a correr detrás de su padre. Se lo llevaría a casa.

 

Una patada a una piedra le sacó de su mundo y le trajo de vuelta a la realidad. Eso había dolido… sin darse cuenta de cómo, había llegado al límite con el Bosque Sombrío. Sin inmutarse, empezó a caminar por la espesura. La caza mayor estaba bien adentro… tendría que subir bien arriba de la montaña si quería conseguir algo esa vez. Al ser invierno las presas escaseaban y cada vez se escondían más adentro. Era necesario pelear por ellas… además, el bosque había crecido muchísimos esos últimos años y prácticamente cubría ya la mitad de la Montaña Jadeante y se extendía por la Cordillera Carbonada, que separaba la pequeña península donde vivían del continente. Ya desconocía cuál era su alcance…

 

-          Ju… con el miedo que le tenía yo a este sitio… desde luego… ahora es como mi segunda casa…

 

Con toda la tranquilidad del mundo buscó una senda entre los matorrales que sólo él conocía y echó a andar. No hacía ni un solo ruido. Sabía caminar por esos extraños parajes, su instinto de cazador le había llevado a curtir sus habilidades de sigilo y a aprovechar todo a su alrededor para poder acercarse a su presa todo lo posible sin que esta se percatara de su presencia. Se movía con rapidez, esquivando zarzales y sin resbalarse en las húmedas rocas que cubrían el suelo.

 

Al rato, había llegado a su escondrijo. Un hueco entre varios matorrales enormes en el que se podía cubrir a esperar a que pasara algún ciervo o algún jabalí por allí. Aunque eso llevaba su tiempo… y era aburridísimo.

 

Se metió dentro y se agachó. Clavó una rodilla en el suelo, agarró el arco con la mano izquierda y sacó un par de flechas del carcaj con la derecha. Clavó una en el suelo frente a él, por si la necesitaba, y colocó la otra en el arco, sin tensarlo. Ya lo tenía todo preparado para según viera a su presa… dispararla. Pero para eso tenía que aparecer primero… y ese día era de esos en los que todo tarda en llegar. Pasaba el tiempo… y nada. Ni un solo ciervo. Ni siquiera un jabalí. El aburrimiento de apoderó de él. Su mente se nubló de nuevo… y sus ojos se empañaron en recuerdos llevándolo de nuevo a su infancia...

 

Sasuke subió las escaleras al ático lo más deprisa que pudo. Saludó a su madre por el camino dejándola con la palabra en la boca y cerró la puerta tras su paso. Cogió una cerilla y encendió un par de velas para iluminar la habitación. Miró bien a su alrededor… nada, era perfecto. En ese lugar no había más que polvo. Era como una habitación para invitados mezclada con almacén. Si venía alguna visita tenía donde quedarse… pero como nunca venía nadie se usaba de trastero.

 

El pequeño se dirigió a la cama y se sentó, hundiéndose en el viejo colchón. Entonces metió la mano bajo la camisa… y sacó la pequeña bola de pelo naranja y blanca que llevaba escondida debajo. La puso en la cama… y no se movió. No se desplegó, seguía siendo un ovillo.

 

-          Ya está bien… ya estás a salvo…-murmuró Sasuke bajito y acariciando al zorrito con ternura.

 

El cachorrito reaccionó al contacto y sacó el cabezón de entre la patas. Levantó las orejas y miró a todos lados con sus enormes ojos azules. Cuando terminó de escanear la habitación clavó su mirada de nuevo en Sasuke, que dio un respingo. El zorrito se levantó y se estiró, bostezando y mostrando una hilera de pequeños dientes como agujas que le estaban creciendo. Luego se las apañó para llegar hasta Sasuke y subirse a sus piernas, donde se sentó, levantando la cabeza para mirarle y sonreírle, orgulloso de sí mismo por la gran hazaña que acababa de llevar a cabo. El joven azabache se le quedó mirando, obnubilado. Después sonrió y le acarició el cuello con los dedos.

 

-          Muy bien… lo has logrado. Para ti, subirte encima de mí debe de ser como para mí subirme al tejado… muy bien hecho…

 

-          ¡¡Nyaaaa!!...-respondió el zorrito, cerrando los ojos y disfrutando de las caricias.

 

-          Ahora que lo pienso… no tienes nombre.

 

-          ¿Nya?-dijo el bicho, echando la cabeza para un lado, sin comprende y abriendo los ojos con incredulidad.

 

-          ¿Eh? ¿No sabes lo que es un nombre? Es una palabra que se refiere a ti mismo y por la que te llaman los demás. Seguro que tienes uno… yo por ejemplo, me llamo Sasuke.

 

-          Nyaaaa… nya.

 

-          Hum… pues si no tienes… te pondré uno.-dijo Sasuke, agarrando al zorrito y elevándole hasta la altura de su rostro para mirarle bien.- está bien… por ahora… y en lo que descubrimos tu verdadero nombre… te llamaré Kitsune. ¿Te gusta?

 

-          ¡¡Nyaaa!!-respondió el zorrito sonriendo y moviendo las patitas.

 

-          ¡Muy bien! Pues entonces… Kitsune.-dijo el azabache abrazando al zorrito con delicadeza y cariño.

 

Entonces, un crujido de hojas secas cerca de su escondite le llamó la atención y le trajo de vuelta a la realidad. Sasuke abrió los ojos como platos. No se lo podía creer. Justo delante de él a una distancia de no más de tres metros, había un enorme ciervo de gran cornamenta rebuscando entre las hojas secas del suelo algo de comer. “Desde luego… menudo día que llevo hoy de abstraerme… un poco más y pierdo la comida…”

 

Sasuke tensó el arco y apuntó. Era imposible que no le diera a esa distancia… Eso sí: al estar oculto entre unos arbustos no le veía de cuerpo entero… tendría que aguantar hasta que avanzara un par de pasos para poder ver su pecho por el hueco y hacer un disparo certero en el corazón. Con el tiempo que llevaba ahí encogido… si el ciervo no moría del disparo y huía no sería capaz de perseguirlo, estaba aterido.

 

El ciervo iba con calma, no tenía ninguna prisa... A Sasuke comenzaba a dolerle el brazo… no podría aguantar así mucho más tiempo, pronto empezaría a temblarle el pulso y fallaría el disparo. “me pregunto…” pensó, en lo que hacía esfuerzos por aguantar la respiración y no moverse. “… ¿qué habrá sido del Kitsune…?”

 

Y justo en ese momento lo vio. El pecho. Sin pensárselo dos veces disparó. Sin embargo, algo ocurrió que la flecha no se clavó en el ciervo. Algo sucedió… que espantó al ciervo y le hizo huir despavorido justo en el momento que soltaba la flecha… que sí que encontró dónde clavarse.

 

-          ¡¡AAAAARRG!!

 

Era un auténtico grito de dolor. ¿Pero de qué? Sasuke se quedó quieto donde estaba, esperando ver algo. No veía más que una sombra negra revolverse en el hueco donde hace un instante estaba su preciado ciervo… fuera lo que fuera… le había dado, y si era comestible… lo remataría.

 

El azabache se levantó cuidadosamente de no hacer ruido. Recogió la flecha que había clavado previamente en el suelo y la colocó en el arco. Despacio, preparado para disparar en cualquier momento, fue avanzando hacia la sombra. Pero seguía sin ver nada… siguió avanzando, y alcanzó a escuchar una especie de sonidos raros… como si fueran quejidos… gruñidos…

 

Y entonces, cuando por fin iba a alcanzar a verlo… pisó una rama y crujió. Pero no le importó, estaba alucinando. Delante de él, agazapado en el suelo como si fuera una pantera, había un chico rubio, desnudo, con orejas y cola de zorro. En la pierna tenía clavada la flecha que había disparado, y sangraba a chorros. Tenía las uñas largas como garras, y afiladas. El pelo, corto y casi dorado, estaba despeinado y parecía erizado. Pero lo que más le impactó fue su rostro. Le enseñaba los colmillos y le gruñía… como una verdadera fiera. Y en cada mejilla tenía tres rayitas que se asemejaban a los bigotes de un gato y le daban un aspecto felino. Pero sobretodo… le miraba con fiereza y terror. Sus ojos, azules y con las pupilas rasgadas… le transmitían el dolor que sentía… y se le clavaban hasta atravesarle el alma.

 

“Esos ojos…” Sasuke levantó la mano derecha hacia él, para calmarlo, pero sólo consiguió que el chico aplanara las orejas hacia atrás en señal de advertencia y le gruñera más fuerte. Entonces, el rubio bajó la mirada un momento y abrió los ojos como platos al ver sus manos. Como si no se creyera que estuvieran ahí. Se tensó aún más y se giró para mirarse el cuerpo.

 

En ese momento algo le pasó por la mente que miró a Sasuke se miró a sí mismo… y se asustó. Pegó un salto que llegó a las primeras ramas del árbol tras él… y se quedó arriba, agarrado como podía. Luego, al no tener garras… se fue resbalando… y cayó al suelo con un sonoro quejido de dolor. Y ya no se movió. Se quedó ahí, tumbado de lado, con la flecha partida en dos del impacto.

 

Sasuke se acercó, despacio. Después de semejante espectáculo le faltaba poco para partirse de risa… pero algo le decía que el muchacho no estaba bien. Según se fue acercando le sorprendió que las orejas de zorro estaban descendiendo y  convirtiéndose en orejas humanas. Asimismo, la cola… acabó desapareciendo. Asombrado, el azabache se arrodilló a su lado y le miró fijamente. Estaba inconsciente. “no es de extrañar… entre el flechazo y el golpe…”

 

Con cuidado, giró al rubio hasta dejarlo boca arriba. Se sorprendió del tatuaje en forma de espiral que tenía en la barriga… pero no se distrajo mucho, el chico se estaba desangrando. Se acercó a la pierna y se dispuso a sacarle lo que quedaba de la flecha. La extrajo de un solo tirón y, rápidamente, tiró de la manga izquierda de su camisa, arrancando un cacho de tela con el que tapó la herida para que dejara de sangrar. Después se quitó el chaleco y la camisa y se los echó por encima para taparlo… no fuera que ahora se muriera de frío.

 

De rodillas, se acercó a él. Había algo extraño… algo en ese muchacho que le resultaba familiar… le acarició en pelo. Era suave… muy suave… como el pelaje de los zorros. En ese momento, el rubio reaccionó y se abrazó a Sasuke, sobando el rostro contra la pierna con un sonrisa zorruna y murmurando algo parecido a “nyaaa…” entonces Sasuke se quedó petrificado. Por delante de sus ojos pasaron, a velocidad del rayo, todos los recuerdos que llevaba todo el día rememorando… Despacio, le acarició el rostro y lo giró delicadamente para poder fijarse mejor en sus facciones… parecía tan relajado ahora… “¡nyaaa!...” “muy bien… pues entonces, Kitsune…” escuchó resonar en su cabeza el azabache…

 

-          No puede ser… eres… eres…

 

 

 

To be continued…

Notas finales:

Este el primer fic por capítulos que hago sobre Naruto... espero que quede como tengo pensado. Llevo mucho tiempo con él en mente, así que, aprovechando el subidón de inspiración que tengo... voy a intentar actualizar lo más pronto posible!!

ya sé que aquí no hay escenas lemon... pero os prometo que las habrá... no ha dado tiempo todavía!

Espero que os haya gustado, lo escribí muy deprisa... espero que no haya muchos errores... Dejen reviews, por favor!!! Me animan mucho!! ^^ Arigatô por leer!!


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