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Promesa por NyappyKanda

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Notas del capitulo:

 

 

Promesa

 

 Eran ya las tres de la mañana y afuera la lluvia caía con fuerza. Habían pasado tres días desde que la lluvia y el viento se adueñaran de la enorme ciudad. A pesar de ello seguía lloviendo con la misma intensidad que el ppromesarimer día.

Unas tras otras, unas tras otras, las gotas de lluvia iban cayendo y golpeando la ventana de su apartamento. Haciendo que cualquiera que lo escuchara fuera llevado a la tierra de los sueños al ser arrullado por el sonido de la lluvia. A todos les pasaría eso, todos menos a él. Eran las cuatro de la mañana y aun no lograba conciliar el sueño. En cambio estaba tendido en su cama, mirando el techo, sumergido en sus pensamientos, haciendo caso omiso al precioso sonido que invadía la habitación ¿Hacia cuanto estaba en ese estado? Más o menos ya habían pasado tres horas desde que se había tendido en su cama intentando conciliar el sueño, aunque sabía que no lo lograra. Hacía ya seis días en los que prácticamente no dormía, también eran seis días en los que llevaba guardando luto.

Lentamente se sentó en el borde de su cama y estiro su mano hacia la mesa de luz en busca de aquella pequeña caja llena de nicotina. Al encontrarla bacía la tiro con fuerza al piso donde se perdió entre todas las cajas y botellas vacías. Se paró de su cama y se dirigió a la mesa del living. Arriba de esta una bolsa repleta de cajas de cigarrillos, casi todas vacías .Pero ente todas pudo encontrar alguna que aun tenía esos adictivos cigarrillos. Se llevo uno a la boca y se dejo caer sobre una de las sillas, en la mañana tendría que ir a comprar más.

Con el correr de los minutos el aire se comenzó a cargar del típico olor a tabaco y aquel cigarrillo estaba por consumirse en su totalidad, pero antes de que lo hiciera lo tiro al piso y casi automáticamente encendió otro. Últimamente, mejor dicho en esos seis días eso se le había hecho costumbre. Se podría decir que era su nueva rutina de las noches, fumar y beber hasta que caer dormido en algún lugar de la casa.

Se quedó mirando la nada, llevando su mente hacia algún lugar desconocido, desconectándose del mundo. Inconscientemente una lagrima rodo por su mejilla, la cual secó tan pronto como se dio cuenta que esta existía. No, no iba a llorar, no se lo permitía.

Nuevamente se fue hacia su cuarto con la cajilla de cigarrillos apretada en una mano, como pudo se abrió paso entre las botellas y cajillas que se encontrabas diseminadas por todo el piso, hasta que llego a la cama y se tiro en esta para dedicarse a mirar el techo.

Todo era demasiado silencioso, tanto que era incomodo. Se había acostumbrado al sonido suave y pausado de su respiración al dormir, a sentir los brazos del en su espalda cuando tenía algún tipo de pesadilla, a despertarse con un beso y un “te amo” de su parte, a su calidez, a sus gestos y sus locuras, a su amor, a su presencia.

Solo seis días, el tiempo que llevaban separados y ya sentía que aquella soledad lo iba a matar. Y lo estaba logrando, lo estaba matando muy lentamente.

Necesitaba descansar  y su cuerpo se lo pedía a gritos, no bastaba con quedarse dormido a causa de la bebida para luego despertar por culpa de las pesadillas. Su alma necesitaba desahogo, necesitaba llorar. Pero él se negaba, le había prometido que no lloraría.

 

// Las promesas son únicamente palabras  que en ocasiones nos atan  y nos hacen mal, por momentos es bueno desahogarse y romper aquellas cadenas que nos aprisionan.//

 

Ese era uno de esos momentos. Pero para él esa promesa era más importante, no lloraría, y así lo hizo. Esas lágrimas fueron las últimas que derramó, alargando de aquella forma su constante sufrimiento.

Tiro al suelo el cigarrillo que a esa altura estaba totalmente consumito para comenzar uno nuevo.

El estar en aquel lugar encerrado lo enfermaba, le hacía mal. Lo llenaba de recuerdos, cada rincón, cada objeto, traía una anécdota, traía una carga, traía dolor. A pesar de que en aquel departamento vivieron juntos por pocos meces, se había llenado de recuerdos que en ese momento parecían dolorosos. Pero el seguía sin querer liberar aquella pesada carga, aquel constante dolor.

Su cuerpo y su alma le rogaban un descanso, por más mínimo que fuera. Los pocos momentos de sueño, si es que los tenía, no bastaban para que él pudiera vivir. El dolor de su pecho cada vez iba aumentando más, aunque pareciera imposible lo iba haciendo, con cada minuto que pasaba encerrado, con cada recuerdo que era llevado a su mente. Y a pesar de todo se negaba a derramar lagrimas.

Nuevos recuerdos aparecían en la mente del chico, menos podía dormir y más crecía su dolor. Así fueron las últimas seis noches en las cuales pasaba en vela, fumando y bebiendo para calmar su dolor. Pero ni la nicotina ni el alcohol lo lograban calmar, no ahora ¿En algún momento lo calmaron? Podía ser, ya no lo recordaba.

Con el correr de las horas el día llegó. El sol intentan taba colarse entre las espesas nubes de tormenta que ahora por cuarto día consecutivos se negaban a desaparecer. Aun seguía lloviendo.

Como todas las mañanas el chico despertó, con la respiración agitada, bañado en una fina capa de sudor frio, en aquel lugar al que llamaba “estudio”. Un simple cuarto con una computadora, un escritorio y algunas guitarras. Se llevo las manos a sus a la cabeza, la botella de alcohol estaba causando sus segundos efectos, resaca, una muy fuerte resaca.

El teléfono comenzó a sonar de forma insistente, terminaba una llamada y antes que se activara la contestadora para inmediatamente comenzar a sonar. Pero esta vez no cortaron la llamada y la contestadora se activo, dejando escuchar aquella voz, esa voz, su voz. La voz de alguien que se había ido y ya no regresaría. Para colmo cuando termino la reproducción la llamada había terminado. El tono de marcado  se apodero de la casa. Suspiro pesada mente y fue hacia donde estaba la grabadora para desconectarla. Ya no quería saber nada más del “mundo exterior”.

La mañana y la tarde la paso bebiendo y alimentándose de esos palitos de nicotina. Ya no comía, con suerte tomaba agua suficiente como para no morir deshidratado.

Sabía que lo que hacía no era lo mejor, que el alcohol no lo llevaría a ningún lado, pero aun así lo hacía. Era bastante consiente del efecto que esta causaba sobre su cuerpo y era eso lo que buscaba. A veces cuando se encontraba en esa fina barrera entre el mundo de los sueños y la realidad, él podía verlo, escuchar su voz, oler su aroma. Como si nada hubiese pasado. En esos momentos no se sentía solo, en esos momentos podía estar por pocos segundos con una sonrisa en su rostro, hasta que caía presa del cansancio y como todo sueño, tenía una pesadilla donde estaba él.

 En esos siete días había bajado más de ocho quilos, dejándolo casi al borde de la desnutrición. Efectivamente la soledad lo estaba matando.

Cuando callo la noche ya no quedaban más cajas de cigarrillos o botellas de alcohol, no quedaba nada que le pudiera calmar. Tendría que salir. Se dirigió a su cuarto y tomo algo de ropa limpia para después tomar un baño que logro despejar un poco su mente. Al mirarse en el espejo se pudo dar cuenta de su estado, nada que ver a como era siete días antes. Su cara estaba mucho más pálida, las ojeras eran marcadas y profundas, el brillo de sus ojos había desaparecido completamente. No se parecía en nada al Miku de antes.

Se arreglo como pudo fue hasta la puerta de su apartamento, a pesar de todo se notaban las ojeras y los otros pequeños detalles. Cuando salió del edificio se dio cuenta que no tenia las llaves de su auto y nuevamente se fue a su departamento. Las pequeñas llaves se encontraban en la cómoda, pasmado la cama. Tomo las llaves, y cuando estaba dejando el cuarto se resbalo con una de las botellas que se encontraban en el piso, para su fortuna calló sobre la cama evitando lastimarse. Su cuerpo ya no podía más, necesitaba ese descanso. Pero él no pensaba dárselo.

Al salir del edificio se dio cuenta que estaba lloviendo, no sabía si había comenzado a llover hacia pocas horas o era la misma que había visto hacia ya algunos días. Se subió a si auto y condujo a toda velocidad hacia uno de sus bares preferidos. Eventual mente paso lo que tenía que pasar.

Un ruido, una sacudida y todo se comenzó a tornar negro. Llevo su mano frente a sus ojos, y lo último que vio fue su mano ensangrentada. Todo se tornaba negro y rojo sangre.

La sangre comenzaba a brotaba rápidamente de su cabeza, tiñendo todo lo que se encontraba a su paso incluyendo partes del auto. Poco a poco el también comenzó a adoptar ese color que simbolizaba la muerte. Su piel, pelo y ropas se fueron tiñendo del color de la sangre

Poco después un dolor hizo que abriera los ojos, el dolor de su cabeza era terrible. Cuando reacciono, inmediatamente se acordó del accidente miro su camisa y pudo ver como esta estaba empapada en sangre, sangre fresca que aun se encontraba tibia ¿Qué tan profundo había sido el corte? ¿Morirá?

Lentamente comenzó a recobrar de nuevo control sobre su cuerpo, comenzó a oír la lluvia que pegaba contra el techo del auto, a oler el olor a tierra mojada y pudo ver, no muy bien pero pudo reconocer lo que en aquel momento era una mancha borrosa. Pero de igual forma sus ojos se vidriaron, no hacía falta ver para saber quién era.

Poco después su vista volvió a la normalidad y ya no le quedaron dudas, era él, la persona que más quería y extrañaba en el mundo. Las lágrimas que habían sido celosamente guardadas comenzaron a brotar de sus ojos y timidamente pronuncio su nombre. ¿De verdad estaba con él o era una simple alucinación más?

-..¿Ta-Takuya?

-¿Si Miku?-Pregunto con ese tono sereno que tanto lo caracterizaba, para luego regalarle una sonrisa.

-¿Estoy soñando?- Pregunto muy temeroso de saber la respuesta, odiaría si se tratase de un sueño, en ese caso sería un sueño del cual nunca quisiera despertar.

-No lo sé…También podrías estar en coma…O muerto…Fuiste muy imprudente ¿Sabes?- Dijo en un tono de reproche.

El mayor no se lo tomo muy bien, estaba desperdiciando sus escasos minutos de sueño o una hermosa alucinación o el re encuentro con la persona que más amaba, en lo que parecía ser el comienzo de una larga lista de reproches. Por fuerte él lo noto y en su cara apareció una hermosa sonrisa y le estiro su mano- ¿Vamos?-

-¿A donde?- pregunto indeciso

-Eso… ¿Eso realmente importa Miku?

-No, ya no importa- contesto con una sonrisa en su rostro.

Y con eso tomo su mano, alcanzó a aquella persona que tanto amaba, esperando irse con aquel ángel a algún lado del cielo o el infierno. Pero ya no importaba

No importaba,

No importaba porque nada era real, nada era lo que parecía.

 En el momento en que estaba alcanzando du mano el chico despertó, despertó del mejor sueño que hubiera tenido.

Estaba atónito y muy confundido, eso había sido muy real, demasiado. Miro a su alrededor y se encontró tirado en su cama, con una botella de sake debajo de su pie y las llaves de su auto en una mano. Nunca había salido de su habitación. Se incorporo rápidamente en su cama y esta vez no pudo contener las lágrimas. Y con un llanto melancólico y desesperado comenzó a liberar todo aquel sufrimiento que tenía guardado.

 

// El subconsciente es ágil y sagaz. Él sabe que es lo que nos conviene. Muchas veces nos hace malas jugadas para lograr sus objetivos. Muchas veces es nuestro peor enemigo. //

 

Fin

Notas finales:

espero les gustara ^^

el final va dedicado a tatii xq dic q 100pre mato al protagonista ja toma (?) x3

gracias x leer

sayo ^^


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