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Do I need a reason to help someone? (FFIX) por ParadiseNowhere

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Notas del capitulo:

  que poquito he tardado en escribir el segundo capi... generalmente tardo mas...

Capítulo 2: Cicatrices.


 


Hace 6 años...


 


 


 


Todo aquel lío empezó en una callejuela del distrito comercial, a las puertas de una licorería. Era noche cerrada, y Yitán y yo decidimos quedarnos por allí en vez de volver a la guarida. El jefe y los demás no estaban delante, así que robamos unas cuantas botellas de bebida e íbamos un poquito tomados (éramos pequeños, tendríamos 13 y 14 años respectivamente, y el alcohol nos afectaba mucho más que ahora).


El caso es que estábamos tirados por ahí cuando se nos acercó una panda de gente algo extraña. Eran un grupito de pandilleros, algo mayores que nosotros; ya los conocíamos, eran algunos de los chicos de otra banda de ladrones que rondaba por Lindblum... creo que se hacían llamar Barock o algo por el estilo. A pesar de todo, aquellos eran los más jóvenes de la banda. Nos vieron y se acercaron a nosotros.


-Vaya, vaya. Mirad qué nos hemos ido a encontrar, los niños de Bakú.


-¿Qué hacen unos críos como vosotros aquí de noche?


-Mira, eso que tienen ahí es ginebra de la buena.


-¿De dónde la habéis sacado, pipiolos?


-¿Por qué no os vais a dar por saco a otra parte, capullos?- dije de malas maneras.


-¿Qué son esos humos, renacuajo? ¿Acaso buscas pelea?


-¿A quién llamas tú renacuajo, imbécil?- dije levantándome.


Yitán me cogió de la manga.


-Blank, déjalos. ¿No ves que no nos durarían ni medio asalto? No merecen la pena.


-Tienes razón, vámonos.


Yitán se levantó un poquito tambaleante y echamos a andar.


-¿Adónde creéis que vais, gallinas?


-¿Por qué no os quedáis un ratito y os divertís con nosotros?


Uno de ellos, el  más grandote y el que tenía más pinta de estúpido, cogió a Yitán del brazo. No recuerdo su nombre. Ese tipo no tenía buena fama. Tenía fama de pervertido.


-Vamos, muñequito rubio, ¿Por qué no te quedas un ratito conmigo? Tienes un rostro muy lindo, y esa colita tuya me pone a cie...


Lo reconozco, yo di el primer puñetazo. Le dejé un bonito ojo morado. No soportaba la cara de baboso que tenía aquel tipo para con Yitán.


-Escúchame bien, bastardo. Cómo le vuelvas a poner un dedo encima te corto la mano, ¿Entendido?


-Oye, yo no te he pedido ayuda.


-Me da igual.


-De hecho no necesito tu ayuda. Yo solo puedo con estos panolis.


-¿Tu solo? No creo. Sin mi no eres nadie.


-¡Eres un engreído y un debilucho! ¡No te necesito!


-¡Yo a ti tampoco!


-¡¡Eh enanos de mierda!!- gritó el tipo.


-¡¿Qué coño quieres tú?!- gritamos al unísono.


Ambos olvidamos nuestra tonta disputa al momento. Diez tíos armados con puños americanos, bates y dagas nos miraban con cara de pocos amigos.


Realmente, fueron duros de pelar. Nos superaban en número y había un mago entre ellos. Ese fue el más jodido, aparte de parecer el único con cerebro de toda aquella panda.


Aún así, Yitán y yo juntos somos imparables. A pesar de estar extenuados ( y algo tambaleantes por la bebida, todo hay que decirlo) les dimos bastante guerra. La verdad, no sé quienes hubieran salido victoriosos de aquella pelea. El caso es que nos pilló la guardia nocturna de Lindblum. Estábamos tan absortos que no los oímos llegar hasta tenerlos encima. Detuvieron a dos de los pandilleros y el resto nos escabullimos como ratas.


Decidimos volver a la guarida.


Cuando Bakú nos vio, casi nos mata; habíamos vuelto tomados y heridos, aparte de que entramos en la guarida armando un escándalo tremendo. Nos gritó durante mucho tiempo, no recuerdo cuanto. No nos apalizó de milagro.


 


Dos días después apareció el jefe de la otra banda. Un tipo grandote, no tanto como Bakú, pero casi, barbudo y con cara de malas pulgas. Venía hecho una furia.


-¡Bakú, por culpa de tus niños han encarcelado a dos de mis muchachos!


-¡No fue culpa nuestra, ellos empezaron!- grité.


-Blank, calla. A ver, Asthor- así se llamaba aquel hombre-, ¿Y por qué le echas la culpa a mis chicos? Los tuyos también tendrían que ver, ¿No? Si los pillaron será porque corren más lento que el resto. Sabes como funcionan las cosas aquí.


Con Asthor venían todos los que habíamos visto el otro día (menos los que estaban detenidos), entre ellos el que había agarrado a Yitán, que no le quitaba ojo de encima, y algunos más, Todos nosotros también estábamos allí, en guardia. Venir hasta la guarida era una provocación en toda regla.


-No me gusta que dejes sueltos a tus perros por ahí, Bakú.


-A mi tampoco me gustan tus alimañas, así que estamos en paz. Mira, Asthor, no nos hemos llevado bien hasta ahora y no creo que nos llevemos bien nunca. Esto no ha sido más que una disputa entre los chicos, ¿Por qué has venido a replicarme a las puertas de mi casa?


-Porque dos de mis chicos están en la cárcel.


-Pobres. También los míos podrían estarlo, pero tienen los pies muy ligeros. ¿Qué es lo que buscas en realidad?


-Que les pongas una correa o que los vigiles con cien ojos. La próxima vez, no podrían salir tan bien parados.


Y se fueron. El grandote del ojo morado nos echó una última mirada e hizo algo raro... le lanzó un beso a Yitán.


 


Pasaron un par de semanas desde aquello. El jefe se olvidó del tema y nosotros, tras un par de días de comentarios divertidos también nos olvidamos de aquellos pandilleros de medio pelo. Pero ellos no nos olvidaron a nosotros. Habíamos herido lo único que tenían más grande que su idiotez, su orgullo; y no iban a dejarlo estar.


Aquel día, Yitán salió algo tarde de la guarida.


-Ten cuidado y vuelve pronto- le dije- hoy hará tormenta...


Él simplemente sonrió, como hace siempre y me contestó.


-No te preocupes, volveré antes de que empiece a llover.


-Más te vale. Hasta luego.


Pero aquel hasta luego se hizo muy largo. Había empezado a llover y estaba seguro de que Yitán no había llevado paraguas. Todos los demás se fueron a la cama, pero yo me quedé esperando. Al final, decidí salir a buscarle.


 


Lo que yo no supe hasta un tiempo después, fue que Yitán se había retrasado en una tienda porque se había encontrado con una vieja amiga (un ligue antiguo, vamos) y que no se acordó de la tormenta hasta que no empezó a llover a cántaros.


Debe ser que los habitantes de Lindblum no son water resist; cuando llueve un poco se meten en cualquier agujero y desaparecen de las calles. No había ni un alma, y Yitán corría por las callejuelas, con una bolsa en brazos. Entonces cayó un rayo. Yitán, aterrado, se metió en un túnel y se acurrucó en el centro de una de las paredes, cerrando los ojos y tapándose los oídos con fuerza, para ver y oír lo menos posible los truenos y lo rayos. Así, encogido como estaba, no pudo oírlos llegar...


 


Cuando buscas a alguien, una ciudad se hace demasiado grande. De pronto me acordé que había dicho de ir a buscar un remedio para mi catarro y me encaminé por donde supuse que podría haber ido.


Entonces, a lo lejos, vi a un grupo de gente bajo un puente. Eran cuatro personas arrodilladas, sujetando a una quinta en el suelo, y una sexta persona estaba... se me quiso caer la cara de vergüenza, al ver lo que estaba haciendo. Pero fue peor cuando me di cuenta de quién estaba en el suelo... se me cayó el alma a los pies.


El resto está todo borroso. Sé que me acerqué corriendo, espada en mano, y ensarté al primero de aquellos bastardos. Cayó fulminado al suelo; era el tipo del ojo morado. Era la primera vez que mataba a una persona, pero no me dio pena en absoluto. El resto se abalanzó sobre mí. Maté a otros dos de una estocada, a ambos les abrí la garganta de un tajo. Quedaban otro tipo con una katana y el mago. El de la katana no tardó en caer. Pero el mago... la primera vez que nos encontramos debió contenerse bastante, porque en aquel momento, furioso por haber presenciado la muerte de sus amigos, parecía el triple de poderoso. Conjuró un hechizo de fuego increíble para alguien tan joven. Me alcanzó la cara, el pecho, los brazos y una pierna. Creyó haber acabado conmigo y bajó la guardia. Craso error. Eso significó su muerte.


Era la primera vez que mataba. Aún así, no había quedado satisfecho. Yitán estaba en el suelo, encogido. Sangre. Estaba desnudo. Triste belleza. Sus ropas desgarradas y el contendido de una bolsa desparramado por el suelo.


Me agaché a su lado. Me daba la espalda. Posé una mano sobre su hombro, que apartó de una cachetada. Lloré de rabia. ¿Cómo se habían atrevido? ¿A él? Ya no importaba. Estaban todos muertos.


Uno de ellos llevaba capa. Se la quité y envolví a Yitán en ella con sumo cuidado, como si fuese de cristal. Lo cogí en colo y eché a andar, suponía que hacia la guarida. Me dolía todo el cuerpo, era consciente de que perdía sangre a raudales y no veía nada por el ojo izquierdo.


 


No sé si llegué a la guarida o me quedé por el camino. No lo recuerdo. Sé que desperté una mañana en una cama de la guarida. Apenas podía moverme. Tenía mucha sed. Giré la cabeza y lo vi a él, dormido hecho un ovillo, en una cama contigua. Debe de tener un sexto sentido o algo, porque se despertó en ese preciso instante.


Me miró extrañado al principio, cuando le sonreí creo que se dio real cuenta de que estaba despierto. Se levantó y se acercó a mí. Vi cómo una lágrima caía por su mejilla, muriendo en la comisura de su triste sonrisa.


-Al fin despiertas, dormilón.


 


Mientras estuve encamado, él no se separó de mi lado. Y fue bastante tiempo. Hablamos de muchas cosas.


Mis heridas eran profundas. Me tenían un poco preocupado, tenía miedo de quedar desfigurado y de no poder ver con el ojo izquierdo. Yitán a veces me miraba, como con culpabilidad. Yo fingía que en realidad no me importaba.


-Las cicatrices son un imán para las chicas. No veas lo que voy a ligar a partir de ahora- le decía riendo.


Él me sonreía de forma triste y decía algún comentario.


A veces se ponía triste sin venir a cuento, pero por suerte seguía siendo el de siempre. De hecho, parecía más afectado por mí que por él mismo.


Un día me dijo:


-Lo que me pasó... solo lo sabe Bakú. Preferiría que los demás no...


-Tranqui, me hago cargo.


-Los mataste. A todos. ¿Por qué?


-¿Tú que crees? No merecían seguir viviendo.


-... ¿No te sientes ni un poco mal?


-Para nada. Y tú tampoco deberías darle más vueltas. Los bastardos de su calaña solo merecen desaparecer...


No volvió a hablar sobre aquel tema. No sabía por qué sentía lástima por aquellos tipos después de lo que le habían hecho. Él es así. Es demasiado noble.


Me recuperaba poco a poco, pero iba bien. Llegó un momento en el que ya pude levantarme y andar renqueante por ahí, con Yitán convertido en mi sombra. Me sentía muy entumecido por estar tanto tiempo sin hacer nada... estar tanto tiempo quieto no va conmigo, necesito moverme, hacer algo.


Y llegó el día que ya no necesité más los vendajes. La primera vez que me vi al espejo me quedé bastante sorprendido. Aquellos lugares en los que la magia me había quemado eran de un tono más oscuro que el de mi propia piel. Era algo muy raro. Por lo menos, no había quedado desfigurado. Bakú había hecho un buen trabajo. Era yo, pero a dos colores. Sé que es una metáfora un poco idiota, pero... La verdad es mi aspecto me sorprendió bastante. Parecía un muñeco de trapo remendado.


Yitán me recorría una y otra vez con la mirada. Me hacía sentir un poco incómodo que observara mi cuerpo con tanto detenimiento. Luego se acercó y acarició la cicatriz del lado izquierdo de mi cara.


-Lo siento.


-¿Por qué?


-Por mi culpa... estas cicatrices...


-No es tu culpa. No me arrepiento de ninguna de ellas.


Entonces me abrazó y empezó a llorar.


-... Gracias... de no ser por ti... yo...no se...


-Hey, cálmate. No eres tú quien dice ¿Acaso necesito una razón para ayudar a alguien?


-Gracias. Gracias por salvarme.


-Lo volvería a hacer una y mil veces.


 


****


 


Me despierto en mi habitación con los primeros rayos del sol. He vuelto a soñar con aquella vez... aunque más que un sueño es una pesadilla. Y, la verdad, es que no me gusta demasiado. Preferiría olvidarlo. Me pregunto si Yitán también soñará con ello.


Desde que sucedió aquello han ocurrido dos cosas. La primera es que el miedo a las tormentas de Yitán se ha acentuado. La segunda, que ahora me tiene mucho más aprecio que antes... o eso creo yo. Desde entonces me mira como de otro modo, discute menos conmigo y siempre se preocupa mucho por mí.


A veces me pregunto por qué me tiene tanta confianza...


 

Notas finales:

 Siguente capi en construcción.


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