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Draco Malfoy y la audiencia ante el Wizengamont por Tim William

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Notas del capitulo:

ADVERTENCIA: Este fic no contiene slash, es simplemente una amarga contraposición entre dos visiones de la guerra: la del héroe Harry Potter y la del renegado Draco Malfoy.

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Draco no protestó cuando los dos aurores que debían llevarle ante el Wizengamont pidieron no tener que hacerlo. Tampoco dijo nada cuando aceptaron a regañadientes y se pasaron todo el camino haciendo comentarios insolentes sobre su padre. Pudo mantener la boca cerrada mientras esos dos sinvergüenza hablaban de él como si no estuviese allí, asegurando que, si fuese por ellos, ya se podía pudrir en Azkaban. Pero eso ya no podía callárselo, era demasiado humillante.

Potter le miraba esperando una respuesta, y seguramente esperaba que dicha respuesta fuese de lo más agradecida. Menudo imbécil.

-Malfoy, ¿me has oído? –dijo, resoplando.

Sí, definitivamente eso no podía callárselo. ¿Potter testificando a favor suyo ante el Wizengamont? ¿Harry Potter? Antes prefería el beso del dementor.

-Te he oído, Potter –intentó escupir su apellido, como siempre había sido su costumbre, pero ya ni siquiera podía reconocerse en su propia voz-. Y gracias, pero no te molestes.

Harry le miró entre sorprendido y molesto.

-Oye, mira, te estoy prestando mi ayuda, no es para ponerse así de borde, ¿sabes?

-No quiero tu puta ayuda, Potter.

Harry puso los ojos en blanco y se despidió de los dos aurores, dispuesto a irse.

-Tú verás Malfoy, pero no veo que el orgullo te haya llevado por demasiado buen camino… -dicho esto se encogió de hombros y se dio la vuelta.

-¿Orgullo? Se trata de principios –Draco también resopló por la nariz en cuanto uno de los aurores le apretó el brazo más de lo necesario-. Bah, paso de discutir contigo. ¿Vamos?

Los dos aurores le miraron estupefactos, y luego observaron a Harry, que se había detenido en su marcha, y se giraba hacia ellos, para encarar a Malfoy. La ira era visible en sus ojos, y sus mejillas estaban más rojas y encendidas de lo habitual.

-¿Principios? No me hagas reír.

Draco no tenía las menores ganas de discutir. Todos esos temas le daban asco, y cuando pensaba en la patética actuación de Potter tras la guerra le entraban ganas de vomitar. El héroe. Así que se limitó a encogerse de hombros e intentar seguir andando, ya le parecía suficiente humillación que le hubiesen obligado a acudir al Ministerio tres horas antes de su vista, con la clara intención de que esas fuesen las tres peores horas de su vida, como, para encima, tener que aguantar al insufrible de Potter.

-Ya te he dicho que no quiero discutir contigo.

A pesar de las patentes ganas de Malfoy de desaparecer de allí, ambos aurores se quedaron mirando a Harry, esperando su reacción.

-Entonces no discutiremos, pero no te atrevas a hablar de principios, Malfoy. No te atrevas a insultarme.

La cara de Draco pareció descomponerse por la sorpresa.

-¿Insultarte? ¿Te da la sensación de que intento insultarte cuando hablo de principios, Potter? –soltó una risilla histérica-. Eres patético, más incluso de lo que me había supuesto, y salta a la vista de que no tienes ni la menor idea de que está pasando aquí. Y ahora, si nos disculpas…

-No, Malfoy, no te disculpo. ¿Qué coño estás diciendo? –hizo una breve pausa y tomó aire-. No fui yo quien, con todos sus grandes principios, lleva la Marca Tenebrosa en el brazo.

Draco río, y Harry pensó que esa era la primera vez que lo veía reírse de verdad. Des de luego la situación no podía ser más sarcástica.

-Perdón, niño-que-vivió, siento muchísimo haberte ofendido con mis tonterías–se le dilató la nariz de rabia, y sus ojos expresaban puro aborrecimiento-. Pero hazme un favor e intenta dejar de hacer el ridículo juzgando a la gente sin saber de qué coño hablas.

-¿Sin saber de qué coño hablo? Hablo de la guerra, hablo de las discriminaciones por las que luchasteis tú y los tuyos. Hablo de que tu puto orgullo de mierda te impide reconocer que lo hiciste mal, la cagaste Malfoy, y sinceramente espero que pagues las consecuencias.

Harry inclinó la cabeza ante los aurores y volvió a girarse para irse de allí. Draco seguía quieto, completamente tieso, y temblando de pies a cabeza de asco y de odio.

-¿Hablas de la guerra? –Harry volvió a detenerse, pero no se volteó para mirarle-. No tienes ni puta idea de lo que es una guerra, Potter, así que no me hagas reír –hizo una pausa y consiguió soltarse de los aurores, luego rodeó a Harry y le encaró, a pocos centímetros de su cara-. Tu guerra y la mía son muy diferente, subnormal –Draco no podía estar ni más enfadado ni más indignado-. Tu guerra son instrucciones de un estúpido viejo manipulador, ¡oh!, no me mires así Potter, hasta a ti te haría gracia ver el nivel al que te manipulaba. Tu guerra son amigos que luchan a tu lado recordándote lo mucho que te quieren. Tu guerra es sentirte indignado con el mundo mágico por no hacerle caso al gran salvador cuando anunciaste que el Señor Tenebroso había vuelto. Tu guerra es ir por ahí con Dumbledore, o con la sangresucia y el patético de Weasley buscando los putos horrocruxes del maldito enfermo ese. Tu guerra es ganar y tu sufrimiento se reduce a las personas que has perdido. Sólo a eso, ¿me equivoco?

-No me digas que---

-¿Sabes cuál es mi guerra, maldito subnormal? ¿Lo sabes? –Draco parecía estar hablando consigo mismo, ya no le prestaba la mínima intención a Harry, y su presencia ahí parecía darle igual-. ¡¿Quieres saber cómo fue mi guerra?! Mi guerra fueron amenazas y presión. Des de un primer momento no tenía un plan B, ¿sabes? ¡Nunca tuve un puto plan B! Era eso o nada, Potter. Mi padre se encargó personalmente de no dejarme ninguna otra puerta abierta que no fuese la del puto loco de quien-tú-ya-sabes, y no me humilles pensando que no le odio por eso. Mi guerra fue patética. Era un adolescente, un niñato de dieciséis años asustado, pensando que o mataba al viejo de Dumbledore o me matarían a mí, y a mis padres, y creo que ambos coincidimos en que era imposible que yo matase a Dumbledore. Mi guerra fue soledad, nunca, ¡nunca! tuve amigos a mi lado que me apoyasen, y nunca tuve a nadie que intentase que hiciese las cosas bien, que no la cagase. Mi guerra fue saber que todo eso eran chorradas, tonterías de un puto mestizo traumatizado y con aires de poder. Mi guerra fueron torturas y, para tu lamentable información, la mayor parte de las torturas que recibí fueron por fallar en las putas misiones de ese loco macabro. Pero no, des de luego tu sabes que es la guerra, y me hablas de la guerra y de las discriminaciones. Las discriminaciones, bah –Draco soltó una risilla sarcástica-. ¿Me ves como a un discriminador, Potter? ¿Es eso? Por supuesto tu nunca has discriminado a nadie, ¡oh no! Por supuesto tus queridos gryffindors subnormales nunca han discriminado a la Casa de Slytherin des de el puto primer día. Y desde luego el típico argumento de tenemos razones para hacerlo, Malfoy está rogando por salir de tu boca, ¿verdad? ¿Tú tienes razones para discriminar a toda una casa? ¿De verdad? Pues escúchame bien, maldito capullo, tus razones son una mierda. Y si por razones es, te diré que yo también tengo las mías para cagarme en la puta madre que trajo a los muggles a este mundo. Muggles… -Draco hizo una mueca de asco con la cara-. ¿Sabes qué? A ti tal vez te enseñaron cosas buenas de esa gente, pero a mí no. A mí sólo me enseñaron a odiarles; me decían que eran racistas, sexistas, homófogos y se estaban cargando no sé qué puta capa de ozono. Me decían que nos intentaban quemar en hogueras en la Edad Media. Así que no me juzgues por nada de esto Potter, no te atrevas porque no tienes ni el más mínimo motivo para hacerlo. Porque hice todo lo que pude por hacerlo bien.

Harry tenía la cara blanca y los ojos muy abiertos. Estaba estupefacto. En cambio, Draco se echó a reír de nuevo.

-¿Me criticas a mí, me odias, y luego hablas de Severus como de un héroe? Pues permíteme presentarte al Severus real, porque fue un hijo de la gran puta. Él era la única persona en la que yo confiaba en Hogwarts, en la que todos confiábamos. Y fue un puto traidor de mierda que decidió luchar en el lado bueno, en el bando ganador. Pero ¿sabes qué? ¿Sabes que no hizo tu querido Severus? Ayudarme, ni a mí ni a nadie. Nunca se preocupó por mostrarme que había otro camino, aunque él lo sabía bien. Siempre nos empujó hacía el Señor Tenebroso, a mí y a todos los slytherin de entonces. Nos convenció para unirnos a él, y te aseguro que su palabra fue determinante en muchos casos. Nos arrastró a la perdición, al horror, al dolor y a la puta guerra. Nos arruinó la vida y luego nos traicionó. ¿Y vosotros le honoráis con una puta medalla de Merlín de Primera Clase? Venga Potter, ¡no me hagas reír! Podríais honorar también al capullo de Lovegood, el padre de esa extravagante amiga tuya. ¿Te intentó entregar a él, verdad? Pero, a ver, -Draco puso una mueca pensativa-, déjame pensar algún comentario sarcástico… ¡Ah, sí! ¡Ya sé! Yo soy malo y él es bueno. Ambos actuamos bajo la misma presión y por el mismo objetivo, que aunque no te lo creas, era proteger a las personas que queremos. Pero él es bueno, porque simplemente cometió un error humano, y yo soy un hijo de la gran puta porque soy un Malfoy. Estoy harto de cargar también con los errores de mis padres, ¡no son mi culpa! Pero bueno, está claro que, a pesar de todo, el que tiene prejuicios soy yo –Draco dejó de hablar, el pecho le subía y le bajaba rápidamente y estaba casi sudando-. Me das asco. Puto asco, Potter. Así que no te sorprendas si prefiero pudrirme en Azkaban antes que perder mi poca dignidad bajo tu patético papel de héroe por defenderme ante el puto Wizengamont. No te sorprendas.

Draco escupió en el suelo, al lado de los pies de Harry, lo miró una última vez con un odio incontenible y se puso a la altura de los aurores, quienes empezaron a guiarle apresuradamente hacia el ascensor que les llevaría a la planta donde se celebraría su vista.

Cinco minutos después Harry todavía seguía allí, de pie. Nunca había visto las cosas de esa manera, lo reconocía. Tenía los ojos rojos e hinchados de tanto llorar, y las lágrimas no cesaban de bajar por sus mejillas e ir a morir en su barbilla, o mojarle la camiseta en un lado o en otro. Tampoco hizo ninguna clase de esfuerzo por evitar que sus rodillas le fallasen y caer al suelo, desplomado y completamente abatido y derrotado. La guerra había hecho muchísimo daño, demasiado, incluso más del que él creía, y des de luego no se consideraba ningún héroe. De ninguna de las maneras. Tal vez –y sólo tal vez y muy bañado en paradojismo- Malfoy era más héroe que él.


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