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Saranghae por Etsuko Sohma

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Notas del fanfic:

¡Hola!

Bueno es mi primer Fanfic (oneshot) que publico, sólo espero que sea de su agrado.

De antemano Gracias si has decido leerlo, o tan sólo por molestarte en abrirlo.

Notas del capitulo:

 

La narración no es la acostumbrada, es la primera vez que escribo con este tipo de narración, pero que me gusto y decidí probar.

La historia es corta y rápida, al menos así la siento yo, pero de igual forma me gusto.

 

 

~Saranghae.

 

 

El sol sale bañando con sus rayos la ciudad de Seúl en Corea del Sur.

 

Amanece.

 

El viento se pasea por las copas de los arboles.

 

Te despiertas a las siete de la mañana, lo primero que haces al levantarte es dirigirte al baño, te aseas, sales y te colocas el uniforme de instituto.

 

Bajas a desayunar, terminas, tomas tus libros y sales rumbo al colegio.

 

Hasta aquí has hecho lo que todas las mañanas, siguiendo la misma rutina. Piensas que nada puede cambiar la monotonía de tu vida. Y tienes razón.

 

Llegas al colegio, varios de los alumnos te saludan, eres admirado por ellos, al pasar por un grupito de chicas, miras de reojo como aquellas suspiran ilusionadas y dicen un sinfín de halagos hacia tu persona.

 

Todo esto es igual a tus demás días.

 

Entras a tu salón de clases y sin miramientos te sientas en tu puesto de siempre. Y mientras esperas a que empiece la primera hora, por lo tanto toque el timbre que la anuncie, haces un análisis mental de tu vida.

 

Tus padres decidieron nombrarte Shim Changmin, en ocasiones te llaman Max. Tienes 17 años, eres el primero de tu clase, de hecho de todo el colegio mismo. Con una mentalidad más madura, pero en el fondo sigues siendo un niño, que tuvo que madurar desde muy temprana edad. Eres serio y aunque muchos han querido ser tus amigos tu los rechazas o los alejas de ti, prefieres mantenerte solo. Disfrutas de aquella soledad a la que te viste sumergido desde pequeño, no por decisión propia, por aquellos seres que te dieron la vida a los cuales llamas padres. Te das cuenta de que ellos nunca han estado contigo, sólo viajando sin recordar que tienen un hijo al que cuidar y querer. Porque ni se dan el tiempo para dedicarte palabras de aliento, de amor, de orgullo, un te quiero siquiera, y la verdad eso ya no te importa a ti.

 

Después de unos minutos oyes que al fin el timbre suena. El maestro entra y la clase comienza. Prestas atención a la clase, escuchando atentamente lo que el maestro explica, te das cuenta que es algo que ya sabes, porque lo repasaste hace algunas noches. Sin más el tiempo se va, la salida llega y con ella el fin de semana.

 

Es viernes, escuchas los planes que tienen tus compañeros para esos días de descanso tan esperados por todos después de una semana llena de estudio y deberes. Tú no tienes alguno. Has rechazado las invitaciones que tus compañeros de clase te han hecho, viendo la decepción en sus rostros, los cuales antes estaban animados. Pero no importa.

 

Sin más, tomas tu mochila al hombro y caminas imponente hacia la salida.

 

Rumbo a tu casa. Sigues el mismo camino de siempre, tu mirada puesta al frente, sabes los pasos necesarios que necesitas para llegar a tu destino.

 

El sol está en lo alto, son las tres con quince y has llegado a tu casa, afanado a que estas a seguir tus mismas rutinas, dejas tu mochila un momento en las entrada de la cocina para así tomar un vaso con agua. Bebes todo de un trago, aun sabiendo que es malo, vienes de estar bajo el candente sol de la tarde, pero no te importa siempre lo has hecho desde que entraste al instituto, esta vez has tomado muy aprisa, el agua helada calo en tu garganta provocándote un dolor, una punzada, tanto en la garganta como en el pecho, cierras los ojos y después de unos momentos cuando el dolor cesa, los vuelves a abrir, tomas la jarra de vidrio que contiene el agua y viertes más en aquel vaso. Sales con el en la mano, recoges tu mochila desde el suelo y subes hacia tu habitación.

 

Cuando dejas la mochila al lado del escritorio, te sientas enfrente de la pantalla del computador, mientras que esperas a que inicie la configuración, tomas un sorbo de agua y colocas de nuevo el vaso a un lado del mouse.

 

Duras apenas unas horas en la computadora, sólo tenías que checar algunos correos y algunas páginas de internet, cuando la apagas, tomas tus libros y comienzas a hacer los deberes.

 

El sol ya se ha ocultado y tú al fin terminas la tarea. Tienes hambre, bajas a comer algo, comida instantánea como llevas haciendo desde hace algún tiempo, pero sabes cocinar sólo que nunca tienes ganas de hacerlo. Terminas lavas lo poco que ensuciaste y antes de subir de nuevo a tu cuarto miras la hora, percatándote, de que aun es muy temprano para irte a dormir a esas horas un viernes, las ocho y media. Decides ir a leer un libro. De la pequeña biblioteca que tienes en casa tomas de tu estante favorito uno de tus preferidos. Te retiras a tu cuarto con el en tus manos, no te apetece leer allí. Subes a tu habitación y te sientas en tu cama con la espalda en el respaldo, abres el libro en la página donde tu separador indica la última en que te quedaste, comienzas a leer.

 

Al fin pudiste terminar aquel libro que te llevo más que los anteriores, una semana entera, pero piensas que es una lastimas haber terminado tan buen libro. Sin más lo dejas a un lado, en tu mesita de noche, tomas tus ropas de dormir y te vas a dar un baño. Otra rutina más que tienes antes de acostarte a dormir.

 

El baño fue relajante, sales con una toalla atada a tu cintura, te miras al espejo de cuerpo completo, que tienes en un extremo de tu cuarto.

 

Cuando terminas de analizar aquella atractiva figura masculina que te reflejo el espejo, de mirada distante y facciones delicadas y serias, prosigues a vestirte.

 

Tu día acaba apenas te acuestas y cierras tus oscuros ojos.

 

El fin de semana paso rápido, lento, no lo sabes, sólo que con el transcurso normal en tu vida sin ningún factor que lo alterara.

 

Te levantas y sigues la misma rutina de días posteriores.

 

Cuando llegas a la escuela sin más miramientos te diriges a tu salón y te sientas en tu lugar. Escuchas el alboroto de tus compañeros, hablando de su fin de semana, lo que hicieron o recordando lo que vivieron, también escuchas un grupito de chicas hablar tan emocionadas de un alumno nuevo. Piensas que son patéticas por la forma tan... de expresarse. Pero coincides con una al decir, lo poco común que es que se cambien a mitad de año y que el colegio al que pertenecen lo acepte. Fuerzas mayores debe de haber por medio.

 

Sueltas un suspiro, te das cuenta que el día se viene muy ruidoso, por decirlo de alguna manera. Sacas de tu mochila ese nuevo libro que adquiriste ese fin de semana. "La vida de Nefertiti". Comienza a leer y cuando vas por la pagina cinco el asesor de tu clase y maestro de la primera hora, entra. Anuncia la llegada de un nuevo alumno a la clase, de ese nuevo alumno que ha traído alborotadas a tus compañeras, mismas que prestan toda su atención en estos momentos. Buenas deberían de ser para poner atención a las clases, piensas.

 

Miras cansinamente hacia el frente.

 

Cuando lo vez entrar, el mundo a tu alrededor se detiene, algo nuevo nace en tu interior, un sentimiento desconocido. Desde ese momento, aquel pelinegro te removió algo en tu interior, lo sabes, pero no sabes qué.

 

Pero piensas... ¿Cómo es posible si acabas apenas de verlo? Dejas aquel cuestionamiento de lado y miras aquella hermosa sonrisa que le regala a toda la clase. Sientes la necesidad de corresponderla cuando su mirada se posa en ti, pero no lo haces y desvías la mirada. Tu respiración cambio su ritmo normal.

 

Se presenta ante todos, deseando que se lleven bien, que sean amigos, sin borrar nunca esa dulce sonrisa de su perfecto y delicado rostro.

 

Ahora sabes que se llama Jaejoong, Kim Jaejoong. De donde viene, su fecha de nacimiento, que tiene nueve hermanas y que él es el menor. Guardas toda esa información sin omitir palabra alguna. Sorprendiéndote a ti mismo al percatarte de ese detalle.

 

Lo sigues con la mirada cuando el profesor le indica el que será su lugar de hoy en adelante. Y no dejas de verlo, aun cuando este se sienta en el, mirando así su espalda.

 

A quedado en la fila de al lado un asiento adelante por sobre el tuyo.

 

Ha tocado el timbre que anuncia el término de clases, piensas que ha sido muy rápido. Y durante las clases, no pusiste atención como debidamente es.

 

Desde ese día y desde entonces no has podido dejar de pensar en él. Mucho menos desde que se acerco a ti, el día siguiente a la hora del descanso cuando apenas ibas a salir del salón. Presentándose personal y formalmente ante ti, regalándote sólo a ti una de sus lindas sonrisas.

 

Entonces, sabes que el va a cambiar tu vida y lo afirmas cuando a la hora de la salida va contigo a tu casa. El profesor te ha puesto como su asesor, mientras se acostumbra y pone al corriente.

Entonces tu vida deja de ser monótona, las rutinas pasan a segundo plano estando él contigo. Desde aquel segundo día.

 

Han pasado ya las semanas, él ha cambiado tu vida completamente.

 

Sientes la necesidad de tenerlo siempre contigo. Disfrutando de su presencia y de sus sonrisas, sus palabras, ocurrencias y carcajadas.

 

Él, qué llego a cambiar tu vida en un solo instante, entrando y formando parte esencial en ella. Junto a él ya no hay más soledad, frialdad ni seriedad.

 

Él que llego para convertirse en tu primer amigo, a quien al intentarlo no alejaste como a los demás ¿Por qué? Te cuestionas. Simple. Porque desde que lo viste supiste que lo necesitabas, era lo que faltaba, quien faltaba, para sentirte completo, querido.

 

Entonces te das cuenta que no sólo se convirtió en la primera persona que dejas entrar y saber todo sobre ti, tus sentimientos, miedos, deseos, metas y objetivos. Tampoco se convirtió, sólo, en tu primer amigo. Sino que se ha convertido también en tu primer amor.

 

Te has enamorado.

 

Lo sabes.

 

Y por primera vez sientes miedo. Miedo a perderlo. Porque sabes que no puedes ocultarlo más.

 

Y si al confesarte, decide alejarse de ti.

 

Indecisión. Nervios. Inseguridad.

 

Experimentas todo aquello que hace tiempo dejaste de sentir.

 

Después de todo ambos son hombres. Pero eso a ti no te importa. Están en el siglo XXI, ideas más liberales. Ya no hay tantos perjuicios como antes. Y para muchos no está visto con malos ojos.

 

Y si no fuera el caso. ¿Qué te importa que piensen los demás? Después de todo es tu vida, tus sentimientos y tu futuro. Aquellos que no lo acepten son de mentes cerradas.

 

Ser feliz, es algo que has deseado desde hace tiempo, sabes que junto a él aquella felicidad podrá llegar a ser.

 

Lo has aceptado, después de meditarlo noches anteriores de insomnio, noches en las que lo añorabas entre tus brazos.

 

Así que lo has decidido. ¡Ya!

 

Una de las decisiones que más tiempo te ha tomado.

 

Hoy cuando valla a tu casa, te confesaras.

 

Con esa decisión firme. Te preparas tanto física como mentalmente.

 

Son las cinco de la tarde cuando escuchas el timbre de tu casa.

 

Es él.

 

Lo sabes.

 

Y el nerviosismo te empieza a invadir.

 

Con pasos apresurados te diriges a la entrada.

 

Al abrir la puerta.

 

Los pensamientos se van de tu cabeza. Como siempre ocurre cada que lo ves.

 

Está tan hermoso como siempre, con su inigualable sonrisa y mirada pura.

 

Sonríes tan sinceramente como llevas haciendo desde que le conociste y solo a él. Solo él ha logrado aquellas sonrisas en ti.

 

Entonces el tiempo pasa lento, rápido, no sabes decidirte.

 

Esta por decirle tus sentimientos, después de terminar de ver aquella película que trajo para ver juntos.

 

Pero te arrepiente, cambias el tema.

 

...Cobarde, te llamas mentalmente.

 

Y entonces sucede...

 

Él se ha acercado a ti. Te abraza. Y da las gracias.

 

El contacto con su cuerpo, su suave piel, el aspirar su suave aroma. Te ínsita.

 

Sin más, cegado por las nuevas sensaciones que experimentas. Lo tomas del rostro y lo besas.

 

Un beso tranquilo y dulce. Apenas un roce de labios.

 

Te separas y lo miras a la cara.

 

Sus ojos permanecen cerrados y un tenue rubor cumbre sus mejillas.

 

Te sumerges en sus oscuros ojos cuando los abre.

 

Y entonces, le dices todo lo que sientes por él, lo que ha provocado en ti desde la primera vez, lo que provoca en ti.

 

Te sientes feliz cuando el confiesa que siente lo mismo.

 

Se besan nuevamente, esta vez un beso necesitado. Voraz. De completo reconocimiento.

 

Y sabes que eres el hombre más feliz, cuando al término de aquel beso, te dirige aquellas hermosas palabras de, te amo.

 

Y ahora sí, estas completamente seguro de que tu vida a partir de ese momento ha cambiado. Que será llena de aquella felicidad y amor que de niño tus padres no supieron darte, que te negaron. Y que estás seguro, Jaejoong, te brindara incondicionalmente. De hoy en adelante.

 

Fin...

Notas finales:

Bueno, tengo una duda y pues era lo que me había impedido antes subir el fic (sólo una parte, la otra era mi indecisión) acerca de Jaejoong, sobre sus hermanas, no sé si son siete, ocho o nueve, como ven yo le puse nueve pero no estoy segura, quien sepa por favor, le pido que me ilustre y saque de la duda.

 En fin...

Agradezco a mi amiga Yukiko (Zey_Neko), por animarme y ayudarme a subirlo, también a mi amiga Yuko. En serio gracias.

Y también para las (os) que leyeron, gracias por hacerlo.

Adiós.


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