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Dulcemente ardiente por Risa-chan

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Notas del capitulo:

pues, creo que finalmente, por fin, después de muuucho tiempo (y tanto jaja) publico al fin este One-shot.

Lemon de una de las parejas de "Por un viaje a la playa" aunque, al ser solo un lemon...no tiene por qué leerse con el resto. =)

espero que os guste, y que  no me matéis después de esto =P

Casi riéndonos, entramos de nuevo al monovolumen y nos quitamos las capuchas, por fin viendo las caras de satisfacción de los demás. Si existía gente sádica, era por el placer que los tres habíamos sentido en esos…¿10 minutos? Había sido la mejor paliza que había dado en toda mi vida.


Encendí el coche y empecé a conducir, soltando un aullido de gusto y pisando el acelerador a tope mientras los otros dos se echaban a reír casi desquiciados. Encendí la radio casi por inercia, y aún recuerdo como después de nuestro acto glorioso, sonaba “I’m a Believer” de Smash Mouth. Pensé, que el remordimiento haría mella en mí, como debería pasar si le haces eso a una persona, pero dios mío…


Cómo había disfrutado de ese momento, de verle pidiendo clemencia, de verle en el suelo… ensangrentado. Debo decir, que el chico que iba sentado a mi derecha era generoso, no porque fuera clemente con él, sino porque amablemente nos cedió sus Puños Americanos cuando ya se había cebado él.


Y, hombre, es que, después de que ese asqueroso mocoso con cara de niño hubiera sodomizado, sin permiso, al novio de mi mejor amigo…tenía su pecado ¿no? Aunque no era muy común que el novio, primo y amigo le dieran una paliza…normalmente solo hubiera ido el novio, Jake, pero Fer y yo no nos pensábamos perder la juerga.


-       ¿Os arrepentís de algo? –pregunté,  con una sonrisa estúpida en la cara. Fer soltó una sonora carcajada y volví la vista hacia él.


-       Volvería –admitió, y sonreí casi lujuriosamente la ver la chispa de excitación en su cara.


En realidad, Fer era un chico de lo más sexy, con esos ojos verdes tan parecidos a los de su primo….


-       Bueno, tus “papis” –dije haciendo énfasis en la palabra- te estarán esperando, ¿verdad señor “no-he-roto-un-plato-en-toda-mi-vida”?-reí.


-       Seguramente –me coreó él, lejos de molestarse.


-       Pues le llevamos a él antes a su casa –contestó Jake, tumbado en los asientos traseros.


-       Creo que no debí decirte que Alex se quedaba en mi casa a dormir –bromeó y acto seguido, como tontos, nos echamos a reír.


Me dijo su dirección rápidamente, la que no perdí tiempo en memorizar y guardar bajo llave en mi cerebro y conduje rápido por las desiertas calles de la ciudad. Aparqué delante da la casa, ya que al ser una zona residencial, no había demasiados coches por allí aparcados, además de la hora, que al ser bastante tarde no había nadie por la calle.


Fer volvió la cabeza, tal vez para despedirse pero extrañamente, ambos nos quedamos sin palabras, solamente devorándonos con la mirada. Jake soltó un suspiro y abrió la puerta de atrás del coche, sacando su precioso culo de mi auto.


-       Voy a hacerle una visita a alguien –dijo con suavidad- tardaré un rato, no os preocupéis por mí –soltó juguetón.


-       La ventana es la de atrás –acotó Fer, indicándole la ventana por la que podía entrar a la habitación donde le esperaba el pequeño Alex, sin dejar de mirarme y él soltó una carcajada antes de cerrar la puerta.


Dibujé una gran sonrisa juguetona.


-       Pensé que serías tan buen niño como tu primo –apunté, divertido y él soltó una carcajada.


-       Puedo ser bueno cuando quiera –dijo, sonando más juguetón que yo y sonrió ampliamente- pero prefiero ser malo.


Se me instauró una sonrisa lujuriosa en la cara. Ese mocoso me estaba intentando calentar, y por dios, sabía muy bien cómo hacerlo. Se notaba que tenía la misma sangre que el pequeño niño que Jake seguramente pudiese disfrutar si lograba alcanzar la habitación.


-       ¿Debería darte las gracias por haberme avisado? –dijo, con una sonrisa parecida a la mía en la cara.


-       Sería grosero no hacerlo –apunté.


Soltó una carcajada de suficiencia y me cogió del cuello de la chaqueta, tirando de mí para acercarme a él. Pegó sus labios con los míos, en un beso rabioso, excitado y apasionado en el que ambos sonreímos antes de que nuestras lenguas se enzarzaran en una batalla campal, en la que no me daba ni un momento de tregua.


Sentí, cómo el “no tan niño cómo había pensado” apretaba mi sexo, por encima de la ropa y solté un gruñido de placer, sin dejar de mover mi lengua dentro de su cavidad. Me sobó, por encima del pantalón con ansias mientras yo sonreía dentro del beso.


Pero de repente, cesó. Se apartó bruscamente de mí, casi dejándome sin aliento y quitó la mano de mi entrepierna, dibujando una enorme sonrisa burlona, divertida y lujuriosa mientras llevaba la mano al tirador de la puerta y la abría lentamente, dispuesto a irse a casa.


-       Ah no –dije, lujurioso y me incliné para cerrarla de nuevo, me miró divertido- tú no me calientas para dejarme a medias, mocoso.


Le cogí del cuello y tiré de él para acercarlo de nuevo a mí. No me sorprendió que no protestase o intentase llevarme la contraria, ya que estaba muy seguro de que estaba casi tan caliente como yo, pero sí que me dio una sorpresa, cuando, al momento de volver a besarnos, él se detuvo y aprovechó para trasladarse, en un rápido movimiento y medianamente torpe, hasta encima de mí, colocando una rodilla a cada lado de mis muslos y sonriendo ladinamente.


Cogió mis manos, sin permitirme volver a besarle, y me las colocó a ambos lados de su cintura, y ladeé una sonrisa apretando su piel aún por encima de la gruesa chaqueta negra que llevaba puesta.


Traté de mover mis manos para acariciarle, pero mis acciones se veían entorpecidas por sus movimientos, que lograron dejar su boca a la altura de mi cuello y yo ladeé la cabeza, para permitirle un mejor acceso y facilitarle un poco la posición, mientras yo buscaba la cremallera de la prenda para despojarle de ella.


Su piel, aterciopelada, suave y tibia, bajo mis dedos, me estaba arrebatando la poca cordura que tenía en condiciones normales, y la excitación que ese niño estaba formando en mis pantalones me impedía pensar con normalidad.


Le saqué la chaqueta, dejándole con una camiseta blanca de manga larga, que irremediablemente odié, por no permitirme alcanzar su piel aún.


Él sonreía contra mi cuello, viendo mis fútiles esfuerzos por arrancarle la prenda, que me arrancaron un par de jadeos frustrados y después de darme un contundente, pero excitante mordisco en la zona más cercana a la oreja izquierda, se separó de mí, estirándose todo lo que le permitía el bajo capó del deportivo, para quitarse la prenda el mismo.


Quiso volver a la posición inicial, pero no se lo permití, y coloqué ambas manos en su pecho, consiguiendo una expresión de sorpresa por su parte.


-       ¿Diego? –preguntó confuso, cuando mi vista quedó clavada durante un rato en su blanquecino pecho, y abdomen plano.


Alcé la vista desde mi posición, para encontrarme con sus ojos verdes observándome con algo más que curiosidad y deseo y torcí una sonrisa lujuriosa antes de inclinarme hacia él y morderle el pezón que me quedó más a mano.


Soltó un gemido de sorpresa y se encogió un poco sobre sí mismo, tal vez por el dolor, por lo que pasé mi lengua por el contorno, dejándolo completamente excitado.


El otro, al contrario que el primero no recibió un trato tan agresivo, pero más lento y que le hizo gemir con fluidez, y yo, extasiado con sus reacciones y con la sensación de sus dedos enredándose con mi pelo, llegué un poco más allá.


Apreté su trasero, más bien pequeño, entre mis manos, arrancándole un nuevo gemido que me daba pista libre para continuar haciendo lo que quisiera con su cuerpo.


Una mano se quedó en esa posición, acariciando sus anchos vaqueros oscuros, que le quedaban bien ajustaditos a las sutiles formas que podía intuir por debajo de la ropa, mientras la otra desabrochaba el botón y la bragueta de un tirón. Soltó un gemido de sorpresa, y acto seguido, una risa divertida.


-       ¿Tienes prisa, Diego? –cuestionó, maliciosamente y yo le miré por el rabillo del ojo mientras deslizaba un poco hacia abajo sus pantalones y le sonreía libidinosamente.


-        No, pero me gustan los juegos a piel descubierta –apunté, y él soltó una risa de nuevo.


Me incliné un poco, para lamer la pequeña línea que había entre el final de su bóxer a rayas de Calvin Klein y su ombligo, produciéndole un escalofrío, a mi parecer y, acto seguido, me empujó para que mi espalda quedase completamente contra el asiento.


Me miró profundamente a los ojos, con algo, que me pareció que era un titubeo, pero antes de que le pudiera preguntar, bueno, más bien, creo que lo hizo para que no le preguntara, me besó casi con rabia, friccionando con fuerza sus labios contra los míos.


Traté de pasarlo por alto y cerré los ojos para disfrutar de su perversión y su ardor, notando sus manos moverse intranquilas por mi pecho, desabrochándome la chaqueta nerviosamente y casi arrancando los botones de mi camisa.


Pero no sé de qué le sirvió, si acto seguido, colocando las manos en mi pecho, las arrastró, lentamente y provocando una deliciosa fricción (cosa que sabía muy bien cómo hacer) hacia la línea de mi pantalón.


Tentó con un dedo los alrededores, palpando solo con la yema la erección que estaba provocando, por encima de mis gruesos vaqueros.


Yo deslicé un poco más sus jeans, para solo encontrarme con sus bóxers al palpar por encima su tersa y no muy hidratada piel, y deslicé una mano dentro de ellos, acariciando la fría piel, y dándome cuenta de un pequeño detalle.


Sentía el frío sobre mi pecho, pero aún así, no era demasiado porque apenas tenía la ropa desabrochada (además de porque me estaba caldeando demasiado ese rubito) pero él, ni siquiera tenía camiseta.


Deslicé la mano que no tenía dentro de sus bóxers por su espalda, notándola por primera vez fría, pero sudorosa.


-       Espera –susurré contra sus labios y él se separó un poco de mí, extrañado por mi petición y aún más, cuando mi mano seguía dentro de sus bóxers.


Estiré la mano que no tenía ocupada y giré un poco la llave del coche, pero no lo suficiente para que el motor gruñese, y así, prender la calefacción antes de que el niño se me congelara allí mismo.


-       Ya –susurré y él me miró con algo parecido a la ternura, detalle no muy presente en mis ligues y polvos de una noche.


Le besé de nuevo, con más hambre que antes y enternecido por sus dulces facciones, tan parecidas pero tan diferentes a las de su primo.


Las manos que toqueteaban la rigidez que había dentro de mis pantalones, y que se habían detenido cuando pedí un momento, se deslizaron para quitarme lentamente los tres botones que lo cerraban y así, poder palpar más de cerca el bulto.


Yo deslicé el índice entre sus nalgas, consiguiendo que en un movimiento que consideré “involuntario” se tensara y las apretara con fuerza, dando un respingo y apartándose brevemente de mis labios, para, después de dibujar una mueca decepcionada en la cara, volvió a besarme, tratando de hacer cómo que no había pasado nada.


Pero no pensaba pasar algo así por alto.


-       ¿Qué pasa? –pregunté, no sin denotar una pequeña nota de preocupación y él negó con la cabeza, tratando de restarle importancia, y me dio un beso en la comisura de los labios, tratando de tentarme y hacerme olvidar lo que acababa de pasar – Fer –exclamé, separándome todo lo que pude de él y mirándole seriamente a los ojos.


Desvió un momento la mirada, algo intimidado y frunció levemente sus finísimas cejas en una mueca de molestia en la cara, negando levemente con la cabeza.


-       No pasa nada –negó, demandante y trató de volver a besarme pero no se lo permití.


Saqué la mano de sus bóxers y le agarré por la cintura, a la altura de esos dos huesos que se marcaban tanto sobre su piel, y clavé mis ojos en los suyos.


-       ¿Qué? –cuestioné de nuevo.


No me sentía con ánimos de detener eso, pero tampoco pensaba hacerlo sabiendo que pasaba algo malo con él. Me miró desconfiado y algo cohibido, pero yo no dije nada más, hasta que soltó un prolongado suspiro resignado, desviando la vista y agachando un poco la cabeza.


-       Que soy virgen –acotó y yo le miré incrédulo.


-       Y una mierda –protesté y él negó con la cabeza, tomando aire por la nariz.


-       Vale, no soy virgen –admitió- pero sí la primera vez que lo hago con un tío –apuntó, torciendo los labios.


Le seguí mirando incrédulo, aunque era bastante confiable si lo decía así, y mientras sus ojos mostrasen esa vergüenza y se hubiera ruborizado tanto.


-       No sé si creérmelo –dije sinceramente y él soltó un suspiro.


-       No eres el primer tío con el que “juego” –apuntó, con una pequeña sonrisa traviesa asomando en sus labios- pero sí el que… -torció los labios, indispuesto a seguir la frase.


-       ¿Primero te la va a meter? –tanteé y él, ruborizándose un poco más y desviando la vista hacia un punto más lejano, asintió con la cabeza.


Sonreí ampliamente por ello, sintiéndome, en cierta manera importante. Desvirgar a alguien era una tarea que requería una gran responsabilidad, siempre había que dejarle un buen “Sabor de boca” no hablando literalmente…


Me incliné de nuevo hacia él, besándole con suavidad el cuello, sacándole del ensimismamiento en el que se había sumido, y volví a tratar de reanimar su cuerpo, ahora con un par de grados más dentro del coche y con una situación más cómoda, al ser conocida por ambos.


Busqué sus labios de nuevo y le besé profundamente, ya que a eso si que parecía estar acostumbrado, y volví a deslizar mis manos por su espalda, acariciándola con más ardor que antes si era posible.


Sí, lo sé, no tengo remedio: el simple hecho de saber que era virgen me ponía a mil.


Él, en pocos segundos que se le pasaron esa pequeña duda, volvió a la carga, poniendo sus manos en el mismo sitio que las había dejado antes, tanteando para introducir las manos dentro de mis bóxers.


Y yo, sin poder evitarlo, le imité, pero para volver a hacer lo que trataba de hacer antes, en este caso con más cuidado y tranquilidad, para que no se alterase mucho.


-       Relájate –le dije con suavidad, contra sus labios, en un ínfimo momento que nos separamos- no haré nada que no te guste –indiqué con toda la dulzura que me salió y él con un suspiro, hizo lo que le pedí.


Y volviendo a besarme, algo más lentamente que antes, introdujo la dubitativa mano dentro de mis bóxers, para acariciar toda mi extensión con manos hábiles, entorpecidas por la tela del pantalón y del bóxer, aún presionados contra mi piel.


Deslicé el índice entre sus nalgas, como antes, en esta ocasión, solo obteniendo un pequeño estremecimiento que no me preocupó y tanteé la zona, buscando su entrada con lentitud.


Me detuve cuando la encontré, y la acaricié en pequeños círculos sin atreverme a hacer nada más, mientras mi cabeza pensaba en la posibilidad de tener algún tipo de lubricante o crema que evitaran hacer de eso una situación peor.


No tenía la mínima intención de hacerle daño, y mucho menos, si era su primera vez así. Pero que me masturbase no ayudaba a pensar con claridad y mucho menos a hacer que tomase las cosas con tranquilidad.


-       Fer –susurré, apartándome un poco de él –para…un momento –pedí, no muy conforme con lo que pedía y él detuvo su mano, pero no soltó mi longitud.


Me miraba curioso mientras me incorporaba para alcanzar con la mano la guantera y abrirla, en busca del algo que me pudiese servir. Di mil gracias al cielo que ese fuera el coche que en ocasiones usaba Ange, porque si no, no habría encontrado un pequeño frasquito de Crema de Aloe que usaba para las manos, pero que iba que ni pintada para esa ocasión.


Le vi, de reojo, torcer un momento los labios y tragar saliva.


-       ¿Me va a doler? –preguntó algo incómodo y yo tomé abundante aire por la nariz, con una sonrisa tonta en la cara.


-       No te voy a mentir… -dije, dándole a entender que sí, lo que le hizo arrugar un poco más las facciones.


-       ¿Mucho? –cuestionó de nuevo, algo preocupado.


-       ¿Quieres dejarlo? –pregunté no muy convencido, deseando una respuesta negativa, pero aún así, dispuesto a acatar un sí, por mucho que me doliese.


Él se quedó un momento pensativo y yo apreté la mandíbula, expectante, pero finalmente suspiré cuando negó con la cabeza, convencido.


-       Pórtate bien –ordenó demandante y sonreí asintiendo.


-       No te preocupes… te encantará –apunté, divertido y él torció una sonrisa antes de besarme de nuevo.


Y, con su permiso y un nuevo ritmo que impuso con su mano en mi erección, terminé casi perdiendo la razón y apenas pensé nada antes de introducir la otra mano, la que tenía el bote de aloe, en sus bóxers, junto a la otra que no había perdido la posición.


Eché un considerable chorro, haciendo que se tensara un poco, pero no lo suficiente para provocar un movimiento incómodo, y saqué la mano, dejando no muy lejos el improvisado “lubricante” y extendiendo lo que había echado entro por su entrada, tanteando para prepararle ante la inminencia.


-       No te tenses –le indiqué separándome un momento de él- trata de relajar los músculos –ronroneé, notando como mi miembro cada vez palpitaba más fuerte entre sus dedos, que iban aminorando la marcha progresivamente, seguramente, sin darse cuenta.


Pero no pudo evitar hacer lo que le pedí que no hiciera cuando empecé a introducir el índice con cuidado, deteniéndome casi al instante.


-       ¿Duele mucho? –pregunté algo preocupado y él soltó un suspiro nervioso.


-       No demasiado…pero es muy raro –protestó, hundiendo la cabeza en mi cuello y presionándome con fuerza contra él, cuando rodeó mi cuello con el brazo que no estaba ocupado.


Solté un suspiro, y seguí haciendo lo mío lentamente, notando como sus paredes apretaban mi dedo como si quisieran estrangularlo y sin poder evitarlo, pensé en lo muchísimo que me gustaría a mí…y lo que le dolería a él.


Cerré los ojos, tratando de tranquilizarme para no precipitar las cosas e introduje toda la longitud de mi dígito en su entrada, dejándolo quieto hasta que él empezó a destensar los músculos y quedó completamente relajado, que fue cuando probé a moverlo un poco, en pequeños movimientos circulares, obteniendo un pequeño gruñido de placentero dolor, lo que me dio pie para seguir adelante.


Busqué sus labios antes de seguir adelante, ladeando la cabeza para hacer que se alejara un poco de mí, y presionando contra sus finos labios los míos, en un beso, si bien tranquilo, intenso y cuidadoso.


Saqué el primer dígito, solamente para volver a introducirlo esta vez en compañía del corazón, en un movimiento rápido, consiguiendo un gruñido por su parte, que no dejé que escapase de sus labios.


Moviéndolo en su interior, excitándome solo de imaginarme sustituir mi miembro por esos dedos, el calor dentro del vehículo aumentó a niveles insospechados, y él, aparentemente más cómodo que antes, volvió a implantar un acompasado vaivén con su mano sobre mi sexo, que cada vez estaba más caliente.


El ronroneaba, y de vez en cuando, se quejaba contra mis labios, cuando abría y cerraba los dedos dentro de él, los movía en círculos o lo sacaba, para volver a entrar dentro de él, todo lo profundo que me permitía la longitud de mis dígitos.


-       Diego…-jadeó, dentro de un beso que yo no estaba de acuerdo con acabar- ya…Diego…-susurraba, contra mis labios, en pequeños lapsus de tiempo que lograba apartarse de mi boca.


Eso fue el escopetazo de salida para que las pocas neuronas que quedaban en mi cabeza, dejasen su residencia y terminasen acumulándose en mi sexo. Le aparté de mí de golpe, sin consideración y sin pensarlo, haciéndole apoyarse contra el volante y, con ello, presionar el claxon que nos asustó a ambos.


Le miré con lujuria y diversión mientras él volvía a recolocarse de tal manera que no hiciéramos “tanto ruido” y se reía.


Fue complicado volver a colocarlo sobre mi cadera y que además, sus pantalones quedasen a la altura justa para no molestar nuestros movimientos ni impedir que le penetrara.


Se asustó, o eso me pareció a mí, o al menos, estaba lo suficientemente nervioso como para que sus manos, las que se aferraron a mis hombros con fuerza, temblaron en pequeñas sacudidas, como calambres.


Pero aún así, seguí adelante. Porque seguramente, sería peor si me preocupase de más.


Le cogí de la cintura, para empalarle en mi sexo, anhelante de su cuerpo, que tanto me estaba provocando.


Me gustaba todo él, su sonrisa lasciva, sus ojos verdes, su perfecto cuerpo, sus manos suaves, que se clavaban en mis hombros, mientras descendía por mi miembro.


Cada vez respiraba más deprisa, con una mueca de dolor instaurada en la cara, mientras yo solamente sentía un inmenso placer. Quité una mano de su cintura y se la rodeé con el brazo, y con la mano que había quedado libre, le acaricié la cara y la espalda, para que se relajara un poco.


Detuve mi intromisión, cuando, aunque trató de evitarlo, soltó un jadeo de dolor al que siguieron muchos quejidos más. Le chiste con suavidad, pegando mi frente a la suya, contemplando su rostro dolorido y sus ojos cerrados con fuerza.


-       Tranquilo –le susurré, con todo el cariño que fui capaz de profesar. Él negó con la cabeza energéticamente mientras sus manos temblaban cada vez más.


-       Duele demasiado –sollozó, y sé que si no estuviera apretando tan fuertemente los ojos, estaría llorando.


Me temblaron los brazos y tuve que hacer acopio de todo mi autocontrol para sacarle lentamente de mí. No pude evitar soltar un jadeo ante ello, por el profundo placer que me había proporcionado esos ínfimos momentos, pero lo último que pretendía era hacerle daño.


Soltó un suspiro, como si le hubiera quitado el mayor pesar del mundo de encima y yo tragué saliva, tratando de controlarme un poco más de lo que podía.


Como pude, le giré con el movimiento más rápido que pude, para sentarle a él encima del asiento y ponerme yo a horcajadas sobre él, para volver a besarle profunda, pero lentamente, buscando que se relajara un poco.


Mientras seguía así, busqué con la mano derecha la palanca que dejaba reclinar el asiento hacia atrás y una vez presionada, empujé con fuerza el respaldo, para dejarlo lo más horizontalmente que diera el coche.


Soltó un jadeo de sorpresa, y aunque trató de separarse de mí, no se lo permití. No quería que me dijera que no, egoístamente, pero no quería.


Volví a acariciar todo su cuerpo, mientras me ponía en una posición más cómoda.


Era la primera vez que tenía tanta consideración con alguien, ni siquiera con Alex, al que consideré virgen la primera vez que lo vi, le di tanto juego. Bueno, en realidad, con él tenía una amiguita inseparable, que no le dejó sentir el dolor.


Me pregunto si, en el caso de que la hubiera tenido conmigo le habría usado con Fer.


Se quejaba dentro del beso, y yo no era capaz de parar.


Sus manos se habían colocado en mis hombros y me trataban de apartar de él, y yo lo único que hacía era morderle los labios para no alejarme de él.


Pero, cuando sentí como se removía con más ímpetu, nerviosamente, me acordé de la cara de Alex la primera vez que le vi entrar por la puerta después de que el gran hijo de puta le hiciera eso, y me separé abruptamente de él, poniendo la mayor distancia posible entre ambos cuerpos y llevándome una mano a la cara para taparme los ojos, apartar esa imagen que me había golpeado y además evitar mirarle a él.


-       Lo siento –gruñí, demasiado excitado y con los hombros temblándome.


-       No –murmuró- no, no, no –repitió mientras se removía debajo de mí y se incorporaba todo lo que podía para ponerse todo lo cerca de mí que le permitía la postura- no es por ti –me susurró, besando con suavidad mi cuello y pecho, logrando que temiera por mí, por mi autocontrol y por él- Diego –me llamó, pero no me atreví a quitar la mano de delante de mis ojos.


¿Había estado a punto de hacerle lo mismo que le habían hecho a Alex?


-       Diego, mírame –me pidió, cogiendo mi brazo con fuerza y tratando de alejarlo de mis ojos.


Me apartó, cuando dejé de oponer resistencia, la mano de los ojos, y lentamente abrí los ojos para hacer lo que me había pedido. Sus ojos, encendidos por la pasión, pero con un leve destello de preocupación, no denotaban nada de miedo. Y me hubiera gustado ver los míos.


-       No pares –me pidió, clavando sus enormes ojos verdes en los míos, seguro de sus palabras.


-       No pidas eso –gruñí entre dientes, reprochándole sus palabras. Negó con la cabeza y tomó abundante aire por la nariz.


-       Quiero hacerlo –murmuró, casi demasiado bajo- quiero hacerlo contigo –murmuró más bajo antes.


Busqué en sus ojos la misma incertidumbre que debía haber en los míos, un destello de miedo, que me hiciera retractarme, y que contrastase con sus palabras, pero no lo encontré.


Una de sus manos pasó a mi nuca, para acercarme a él y besarme dulcemente, como pocos besos que compartía.


Jadeé sintiéndome frustrado por no poder controlarme, por no poder tener una voluntad que me permitiese pararme y por obedecerle tan ciegamente, y le acosté sobre el respaldo de nuevo, mientras, en esta ocasión, ambas manos acariciaban mi nuca lentamente.


Para mejorar la posición y como fugaz idea de que así le dolería menos, le arranqué los pantalones, dejándole completamente desnudo delante de mí.


No tembló, no hizo ningún jesto de preocupación o miedo, y seguí adelante.


Alcé un poco sus piernas, colocándolas alrededor de mi cintura, y colocando mi anhelante miembro cerca de su entrada, mientras trataba de poner la mejor postura para que no le doliese. Sin dejar de besarle nunca, apoyé las manos debajo de sus hombros, acariciando con las muñecas la piel de sus costados y acariciando su pecho con la piel del mío.


Se separó un poco de mí, y manejando mi cabeza con sus manos que rodeaban mi cuello, pegó mi frente contra la suya, haciendo que nuestras desacompasadas respiraciones chocasen y se mezclasen.


-       Hazlo –me pidió en un susurro, yo cerré con fuerza los ojos.


-       ¿Seguro? –pregunté a su vez y soltó una dulce risa.


No me respondió, simplemente me volvió a besar, al principio superficialmente, solamente rozando sus labios contra los míos, como si yo fuera a quién debieran tranquilizar. Aunque razón no le faltaba, estaba peor que la primera vez que lo hice…que dicho sea de paso, menuda noche fue aquella…con Jake…en el gimnasio del instituto…después de clases….cuando nos castigaron….


¡Diego concéntrate!


Afianzando mi posición empecé a entrar dentro de él, más lentamente que antes. Soltó un jadeo, que no denotaba el mismo dolor que antes, pero sí gran incomodidad.


Sus piernas, más abiertas que con la primera posición, permitían una mejor penetración y sus manos, sobre mi cuello, no estaban tan tensas como la primera vez que lo intenté.


No me lo pidió, no hizo falta, porque yo, cada vez que veía su rostro arrugarse más de lo normal, me detenía.


¿De dónde sacaba tanto temple?


Ni idea, pero tuve que aplaudirme a mí mismo por ello.


Una sensación de infinito placer me inundó cuando nuestras caderas chocaron, y perdiendo momentáneamente la cabeza, traté de moverme dentro de él, pero descendiendo rápidamente una mano por mi espalda, me detuvo, negando lentamente con la cabeza.


-       Aún no –me pidió, con la voz cargada de incomodidad y podría decir que algo de dolor.


-       Lo siento –gruñí de nuevo, apretando los puños alrededor del cuero del asiento, tratando de inspirar y espirar lentamente, para controlarme.


 Después de unos segundos, o minutos o lo que fueran, que se me hicieron eternos, movió su cadera contra la mía, incitándome a moverme, y no me hice de rogar.


Los movimientos, lentos, demasiado lentos, hicieron que él gimiera y no sintiera demasiado dolor, y poco a poco fui aumentando la velocidad.


Lo hice mío como quise, al menos, cuando él ya estuvo cómodo, y le hice gemir de mil tonos diferentes, todos para mí, todos por su primera vez. Tiene gracia, desvirgar nunca a sido un problema para mí, pero aquel chico me estaba haciendo sentir…extraño.


Su orgasmo fue rápido, aunque no le toqué, ni él tampoco, y yo, aumentando la velocidad de mis estocadas, me corrí un poco después.


Nos quedamos allí, recuperando nuestras respiraciones y nuestros ritmos cardiacos habituales, y él, se echó a reir contra mis labios.


Nunca me contó el por qué, nunca supe por qué yo también me eché a reír, pero cuando me despedí de él, sus ojos denotaron más sentimientos de los que había visto jamás en los ojos de nadie.


¿Mis ojos denotarían lo mismo?


El caso es que, fuera como fuere, ese tipo de polvos, tan intensos pero cuidadosos, si bien eran buenos una vez al año, no los pensaba repetir con ningún tío o tía más.


Porque, ese tipo de tratos, se los reservaría especialmente a él, para todas las veces siguientes en las que le tuviese dulcemente entre mis brazos.


 


 


FIN

Notas finales:

bueno, lo dicho. Lo sé, lo sé, no fué como pensabais.

yo también me lo había imaginado como algo más "Fuerte" pero al final quedó así. Mi mente tergiversa demasiado los lemon.

sé que perdió sustancia, porque en un principio era todo ardiente, hot, fuego, pasión...pero espero que no me matéis por ello.

gracias por leer =)


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