Shun de Andrómeda y Mu de Aries podían tener muchas cosas en común: la calidez humana, la sonrisa sincera y franca, la valentía de enfrentar el día a día con buen humor y optimismo y también ese brillo particular de dos pares de ojos verdes con ciertas similitudes pero también diferentes.
Pero por sobre todo, los dos eran seres bondadosos por naturaleza. Seres acostumbrados a desprenderse de lo más preciado si con eso lograban arrancar una sonrisa de alguien triste, que no dudaban en ofrecerse a cumplir las más terribles y peligrosas aventuras si con eso podían impedir poner en riesgo a otro ser humano por más que no lo conocieran.
Quizás por eso no resultó extraño que las vueltas del destino los hicieran unirse en algún momento y que los hizo dejar de transitar dos caminos individuales para compartir uno sólo, por momentos espinoso y triste pero siempre iluminado por la felicidad y la alegría que brinda el amor sincero y fiel.
Nadie se enteró nunca del hecho que terminó por unirlos como pareja y que los hizo revelar al Santuario, una clara mañana de primavera cual era el secreto que se escondía tras la amistad que todos veían. Fue sorpresivo para todos el anuncio, especialmente para el terrible hermano mayor de Shun, el poderoso Ikki de Fénix.
Sorpresiva la noticia porque todos habían presupuesto otras parejas para ambos jóvenes. Era un secreto a voces, que terminó resultando falso el hecho de que Shun sentía más que un cariño de amigo por su compañero de peleas Shiryu de Dragón. También fue un rumor falso los comentarios que aseguraban que Mu y Shaka sostenían una relación desde antes de iniciarse la batalla contra Hades.
Esa mañana de primavera, Shun y Mu habían anunciado la buena nueva en medio del entrenamiento de los caballeros, siendo acompañados por un más que feliz Kiki que no paraba de decir lo alegre que se sentía.
Kiki era sin lugar a dudas, un reflejo de la enorme bondad que anidaba el corazón de Mu. No era un aprendiz para el ariano, era mucho más que eso, era un hijo para él y el cariño y la devoción entre ambos era mutuo.
Hyoga, era a su vez el reflejo de la bondad de Shun. Durante aquella primera batalla, Shun se había sacrificado a sí mismo hasta el extremo de quedar moribundo con tal de salvar la vida de su mejor amigo y compañero de batalla. La vida, el don más preciado que una persona puede poseer, él no había dudado en arriesgarla por otro ser humano.
También reflejaba la bondad de Shun el hecho de haber sido el cuerpo utilizado por Hades durante su reencarnación, por ser el ser más puro y bondadoso sobre el planeta. Era tanta su bondad que había sido capaz de ofrecerse nuevamente como sacrificio, suplicando a su hermano que lo matara con tal de detener el terrible poder del señor del Averno y su amenaza de destruir el planeta a través de un gran eclipse que llenaría de oscuridad el mundo.
Pero, volviendo al punto más importante del asunto el hecho de Ikki de Fénix sufriera prácticamente una apoplejía y cayera redondo al piso de la impresión causo una hilaridad y un momento de alegría que alegró aún más el ambiente.
Ikki se había aprontado durante mucho tiempo para espantar todos los moscones posibles que querrían conquistar a su lindo hermanito. La lista de sus enemigos potenciales estaba formado por unos cuantos caballeros e incluso por una chica rubia de nombre June que en algún momento había querido evitar la partida de su hermano rumbo a las doce casas. Había charlado “amistosamente” con un par de caballeros de bronce: Hyoga y Jabú que habían terminado aterrorizados por la amenaza de Ikki de hacer pato a la naranja y quebrar el “cuerno” del unicornio.
También había conversado con Saga de Géminis, Aioria de Leo, Shaka de Virgo y principalmente con Milo de Escorpio, conocido en el Santuario como el “asalta cunas” y al que Ikki había advertido con un tono llamativamente dulce que mantuviera sus manos y sus ojos lejos de Shun.
Pero nunca, jamás, nunca pero nunca había incluido en su lista a Mu de Aries. El ariano se le representaba como una persona parecida a Shun, honesto, bondadoso, sincero y valiente, como un buen amigo de su hermano con el que solía compartir películas y libros, entrenamientos e incluso un par de escapadas al pueblo que había pasado por alto por ser Mu de su entera confianza.
Por eso, cuando recuperado de su apoplejía al rayo del sol, las únicas palabras que retumbaban en su mente eran las que había escuchado un par de minutos antes: ¡Hey, oigan todos! Shun y yo queremos compartir con ustedes una noticia que nos llena de felicidad, ambos estamos saliendo juntos desde hace un par de meses y queremos hacerlo oficial.
Ikki se había puesto de pie, furioso como era habitual en él, cuando alguien amenazaba apartarlo de su hermano y había dejado su cara a centímetros de la de Mu.
-¿Qué rayos fue lo que dijiste hace un momento?
-Pues que Shun y yo estamos saliendo desde hace un tiempo.
-¡Genial! ¿Y con permiso de quién si puede saberse?
-Shun no necesita permiso. Es mayor de edad y es lo suficientemente inteligente como para decidir por sí mismo.
-Ya sé que mi hermano es inteligente. ¿Y por qué comenzaron a salir juntos?
-Pues porque nos queremos mucho.
-¡Ah! ¿Estás seguro de eso?
-Claro que estoy seguro.
-¿Y cómo piensas mantenerlo?
-Comenzaré a cobrar por cada armadura que reparo – el tono de burla en la voz de Mu fue apenas disimulado – y si mal no recuerdo tu eres uno de mis mejores clientes… ¿recuerdas hace un mes? ¿O hace tres meses? ¿Y aquella vez hace como cinco meses?
Los caballeros que escuchaban la interesante y por no decir cómica conversación sabían que en cualquier momento Ikki explotaría y saldría con una de las suyas… con uno de sus arranques coléricos que lo hacían tan terrible.
Por eso, ellos tampoco podían creer las palabras finales del Fénix, dichas después de analizar en silencio los rostros felices de Mu y Shun que no dejaban de mirarse de soslayo expectantes.
-¡Rayos! Yo protegiendo a Shun de esta sarta de degenerados y vienes a ser tú el que se lo lleve… ¡eres demasiado bueno! ¡Rayos! No puedo criticarte nada, maldito carnero. Pero ya te encontraré algo… pierde cuidado de que te encontraré algo…
Con una sonrisa que causó impresión a todo mundo, Ikki le tendió la mano a Mu que la aceptó y la apretó con firmeza.
Porque dos personas buenas, cuando sus almas se encuentran logran hasta lo imposible.