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"Entre la Cocina y el Espacio Estelar" por Ddai

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Notas del capitulo:

Hey, ya se que es tarde pero pronto  volveré para quedarme

“Entre la cocina y el Espacio estelar”
 
Capítulo X
“Las Dos Caras de la Moneda”
ULQUIORRA

Ulquiorra era un chico de trece años muy solitario, con un tremendo gusto por los ovnis, en la escuela nadie se acercaba a él porque les producía hasta miedo a sus compañeros, tenía excelentes notas y pro eso es que ninguno de sus maestros se imaginaba lo que pasaba con su vida. Siendo aún un niño su vida era un infierno…
Sus padres, Chikara Sakuya y Cifer Genshi se habían casado apenas a unos meses de conocerse, siendo ella lesbiana y el gay su matrimonio fue para guardar las apariencias. Las parejas de ambos estaban molestas, pero el Clan familiar de ella no le perdonaría nunca si se enteraban de la verdad y la familia de él era muy tradicionalista, llevaban tres generaciones en Japón y él tenía como “misión” perpetrar el apellido de la familia… Todo estaba “bien” hasta que una noche de estrés, presión y alcohol sus padres compartieron la cama, naciendo él  nueve meses después…
Su nombre fue puesto por sus abuelos paternos, ya que tenía los ojos verdes del bisabuelo Ulquiorra Cifer, su madre no tuvo objeción… Su vida fue “feliz” hasta que cumplió ocho años, cuando su padre fue promovido a un puesto mejor en donde trabajaba y también los negocios de su madre habían prosperado, ellos decidieron divorciarse y anunciar, finalmente, su orientación sexual… Ese fue el inicio del verdadero infierno…
Ya nadie lo quiso cerca, sus abuelos tenían más nietos y ya no tenían tiempo para el hijo de unos perdidos, tenía que vivir un tiempo con su padre y luego otro con su madre, peleándose siempre por quien tendría que cuidarlo, por ver cuál de los dos tendría que cargar con el “estorbo”… No había tiempo para él, no le prestaban atención, ni siquiera en sus cumpleaños.
Poco a poco se fue alejando de los demás, de todos, manteniendo sus notas altas porque en verdad no tenía nada mejor que hacer que estudiar, aun cuando a sus padres no les importaba tener a un niño ejemplar del cual enorgullecerse.
De ahí que necesitara buscar algo en que creer y un día sucedió, vio un documental sobre extraterrestres por televisión de paga y pensó que sería genial ser diferente a los demás, ser algún tipo de extraterrestre y que algún día su verdadera familia iría por él… Sentía que sería maravilloso ver que su vida era una mentira, una prueba, un error. Había oído, a escondidas, que era imposible que sus padres lo hubieran engendrado, aunque él no sabía porque lo decían y tampoco le importaba, hubiera deseado incluso ser adoptado pero conforme fue madurando se dio cuenta que sus fantasías eran eso mismo y que no se harían realidad.
Nadie lo amaba, era la verdad. En ese tiempo se dio cuenta, también, que le gustaban los chicos, en especial uno que pasaba todos los días frente a su casa, Aizen Sousuke, quien era mayor que él por ocho años y quien le daba asesorías de vez en cuando durante sus recesos en el instituto…
Muchas veces lloró en la soledad, deseando morirse, tentado a cortarse las venas o a tomarse todas esas pastillas que tenía, escondidas por supuesto, pero aún quería respuestas, todavía quería saber porqué…
No pasó mucho tiempo, sin embargo, para que supiera la verdad…
Tenía quince años, había salido temprano del instituto porque iba a haber una convención de lo paranormal ese día y se había escapado del plantel para ir a verla, se dirigió a casa de su padre, que es en donde se estaba quedando ese mes, se cambiaría de ropa para ir a la plaza, estaba ligeramente entusiasmado, había ahorrado lo suficiente como para poder comprarse un par de cosas que esperaba encontrar ahí; al llegar al recinto vio que estaban los dos coches de sus padres ahí, no pudo evitar pensar que seguramente estarían pelando a causa suya, dentro de poco sería año nuevo y sabía que ninguno de ellos lo quería cerca y ya era lo suficientemente grande como para necesitar niñera pero si se los decía seguramente le iban a gritar.
Para evitarlos  entró muy sigilosamente, subió las escaleras en silencio hasta llegar a su cuarto y se encerró con mucho cuidado de no ser oído, no quería que ninguno se enterara que ya estaba ahí. Escuchó los gritos de varias personas ¿Acaso las parejas de sus padres también estaban ahí? Eso sí que era extraño, ellos cuatro jamás se juntaban porque, justamente, acababan peleando…
Quería saber que estaba pasando, tenía cierto temor de averiguarlo, pero su deseo de saber la razón de semejante pleito pudo más en él. Podría tratarse de algo serio que estuviera pasando en la familia de alguno, lo cual de alguna manera lo podía perjudicar indirectamente, o podría tratarse de algo que tuviera algo que ver con sus abuelos, a quienes él amaba aún si ellos no lo quisieran ver tan seguido.
Salió despacio, todos estaban en la sala, gritándose unos a otros, escuchó su nombre entre los gritos y fue cuando decidió que no le importaba seguir oyéndolos, la discusión era su “culpa”, para variar, pero justo cuando pretendía subir a su cuarto oyó un grito que lo había paralizado…
—Si ese día no te hubieras emborrachado no te habrías revolcado con ella y “ese” muchacho no estaría aquí ahora—había sido la pareja de su padre, reprochándole su “error”.
—¡Cállate!—dijo su madre—¡Es culpa tuya también!—
—¡Yo no los obligué a revolcarse!—
—¡A mi Sakuya la respetas, maricón!—la defendió la pareja de su madre…
Los gritos siguieron y quizás llegaron a los golpes, pero él ya no los oyó, se quedó ahí, quieto, no era ningún idiota, ahora sabía porque, ahora porque todos cuchicheaban a sus espaldas cuando creían que no los oía, el porqué lo llamaban “Mala sangre”, había sido un error de copas de sus padres…
No pudo evitar las lagrimas, dolía tanto ¿Porqué lo tuvieron si no lo amaban? ¿Por qué mejor no lo dejaron en un orfanato? ¿Por qué no lo mataron antes de condenarlo a todo eso? ¡Mejor lo hubiesen abortado! Pero claro, la reputación de sus nombres estaba primero ¿No?...
Le costaba trabajo respirar, le causaba tanto dolor que deseó que su corazón dejara de latir para poder escapar…
Se encerró en su cuarto y lloró todo el resto del día y toda la noche, su padre no fue a verlo, ni siquiera se percato que no había llegado a la hora que debía, en verdad no lo amaban. Su madre seguramente no llamaría en más de dos semanas, ni siquiera por accidente,
Cuando despertó se sentía mejor, físicamente, pero no anímicamente ¿Qué caso tenía llorar por ellos? No lo querían y estarían mejor sin él, ¿No? Bien, entonces iba a darles gusto, iba a matarse para que ya no tuvieran que seguir pelando por su causa. Pero no era tan simple, lo había planeado toda la noche mientras lloraba, los arrastraría con él, sus padres iban a sentir el infierno en el que lo habían encadenado en carne propia…
A ellos no les dolería su perdida, es más estaba seguro de que lo verían como una ganancia, por eso mismo iba a asegurarse de que su muerte se convirtiera en un escándalo para perjudicarlos, el mejor lugar para ellos sería, sin duda, la casa de su madre.
Esperó unos días, cuando su padre tuviera que llevarlo, todo iba perfecto, apenas llegar su madre se mostró “amable” y él se fue a su cuarto, dando tiempo para que las piezas encajaran, por eso le había dicho a su padre varias veces que no quería ir, pero él había insistido en llevarlo. Ambos adultos comenzaron a discutir, justo como esperaba…
Bajo despacio, dejando disimuladamente una pequeña navaja en una mesita que tenía un lindo florero azul, se movió unos pasos hacía donde ellos discutían y encendió un cigarro, miraba discutir a sus padres mientras fumaban con toda calma. Sus reacciones ante el olor del tabaco no se hicieron esperar, ambos odiaban a los fumadores, era una de esas pocas cosas en las que estaban de acuerdo.
—¡Apaga eso, Ulquiorra!—le gritó su madre, interrumpiendo la discusión con su padre—¡Tienes prohibido fumar!—los dos lo miraron incriminatoriamente, a pesar de que el chico no había crecido mucho la mirada de desdén que tenía  y ese porte tan altivo lo hacían parecer más alto y distante de lo que de por sí era y ellos no estaban para soportar esos desplantes…
—Oblígame…—contestó él, desafiante, buscando provocarlos lo cual no sería nada difícil considerando las situación.
—¡No me contestes de esa manera! ¿Quién te crees que eres? ¡Apágalo!—ella le volvió a gritar, amenazándolo con la mirada ¿Desde cuándo su hijo era tan rebelde? Eso no había pasado antes, el chico no solía ser desobediente…
—¡Apágalo, Ulquiorra—su padre fue quien se lo ordenó esta vez completamente exasperado, ese muchacho se estaba poniendo muy difícil
—¿Qué quien me creo? Tu hijo no, eso te lo aseguro…—los miró a los ojos, desfeándolos, demostrándoles que no les temía—Ven y apágalo tú si tanto te molesta—exhaló el humo frente a ellos solo para hacerlo enojar más.
Antes de que su padre le pudiera decir algo su madre se acercó un paso y le asentó una fuerte bofetada…
—¿Qué te está pasando? ¿Crees que porque tus “amiguitos” se mandan solos tú también?—le gritó de nuevo, dispuesta a volverle a dar si él se atrevía contestarle algo—¡Somos tus padres asique te jodes! ¡Tienes que obedecer te guste o no!—al no tener ninguna respuesta del chico se giró hacia el padre—¡Cada vez que te lo llevas se vuelve más malcriado! ¿Es así como lo “educas”?—
—¡Es tu culpa por dejar que se vaya a donde le dé la gana!—genial, ahora se peleaban por ver quién lo educaba peor, si no hacía algo pronto perdería su oportunidad.
—¡A ninguno de los dos les importa!—les gritó él—¿Qué esperaban tener? ¡Un hijo perfecto? ¡Sólo son una marimacho y un maricón! ¿Qué…?—antes de poder terminar su padre lo había golpeado, tirándolo al piso, su madre solo se tapó la cara en ademan de desesperación, ella no sabía qué hacer con esos dos, no quería que él le pegara a su hijo pero el muchacho se estaba poniendo muy rebelde, si no lo corregían ahora después sería casi imposible.
—¡Cállate! ¡Cállate, Ulquiorra!—le gritó su padre, señalándolo con su índice derecho—¡No sabes lo que dices! ¡Lárgate a tu cuarto o te las vas a ver! ¡Lárgate!—a él le estaba costando más trabajo contenerse, tenía muchas presiones encima, como para que, además, si hijo le gritara esas cosas.
—¿Qué? ¿Te duele?—el chico se levantó, aguantándose el dolor—¿Te duele oír la verdad? Eso es lo que eres, un maricón—Genji soltó un bufido, estaba punto de lanzarse encima de su hijo.
—¡Lárgate Ulquiorra!—esta vez fue su madre la que le gritó, evitando así que su padre lo atacara esa vez.
—Tú no me ordenas nada, piruja alcohólica—ella levantó la mano para abofetearlo una vez más pero él le dio un manotazo evitando así el golpe—¿Qué te crees? Los dos son un par de buenos para nada que no pueden mantener el culo quieto, ma…—
—¡Respeta a tu madre!—su padre lo agarró por el cuello de la camisa, sacudiéndolo iracundo—¡Respétala!—todo estaba saliendo como quería…
—¿Porqué?—contestó con todo el desprecio que fue capaz—¿Crees que tienes derecho sobre mí solo porque le metiste la verga cuando estabas borracho?—
—¡Cállate! ¡Cállate!—lo sacudió con más fuerza, apretando los dientes con toda rabia—¡Cállate o te mato, Ulquiorra!—
—Hazlo si crees que tienes lo huevos, maricón—lo que siguió después fueron los golpes de su padre sobre su cuerpo, mezclado con gritos de ira, su madre también gritaba, le gritaba a Genji para que lo soltara…
—¡Lo vas a matar!  ¡Suéltalo que lo vas a matar!—ella estaba llorando angustiada—¡Suéltalo, Genji!—su pareja, Soifon, bajó al oír los gritos y golpeó al padre en la cabeza con un florero, dejándolo semiconsciente—¡Llama a una ambulancia!—corrió hacia su hijo, desesperada—¡Ulquiorra! ¡Ulquiorra no te muevas!—su hijo estaba sangrando mucho, ese bastardo de Genji se las iba a pagar—¡Vas a estar bien!—
—¡Déjame!—él se soltó de su intento de abrazo, limpiando la sangre de su cara inútilmente, el dolor lo estaba matando, no podía enfocar su vista y su plan se había arruinado, todo por culpa de esa mujer…
Fractura en la nariz, tres costillas, muchos hematomas y su frente iba a requerir algunos puntos, estaría un largo tiempo en el hospital y se sentía mal porque su plan había fallado. Estaba llorando de nuevo, odiaba esa vida… No se suponía que terminaría así.
En ese momento entró su madre, se veía muy afligida, las marcas de sus lágrimas aún se veían en su rostro…
—Ulquiorra—ella habló suavemente—Yo…—no sabía cómo decirle lo de su padre—Es posible que tengas que declarar ante una corte—él seguía en silencio—No quisiera que esto…—
—¿Porqué lo detuviste?—preguntó él de repente, interrumpiéndola—¿Porqué no lo dejaste seguir?—
—¿Cómo preguntas eso? ¡Pudo haberte matado!—ella estaba tratando de no llorar de nuevo.
—Eso era lo que yo quería—oír eso de él le dolió a ella profundamente—Ahora por tu culpa sigo con vida, no te lo voy a perdonar nunca—la miró con desprecio—Porque no me mataron yo los mataré a ustedes…—
—¿Cómo puedes…?—ella lloró aún más sin poder pronunciar otra palabra—¿Porqué…?—
—Porque los odio, yo nunca les pedí nacer—después de decir eso llamó a la enfermera a gritos, diciendo que su madre lo estaba lastimando…
Ella simplemente no lo podía creer, su hijo, su único hijo, la odiaba, los odiaba… Ella retiró los cargos contra Genji, si su hijo declaraba los dos se verían afectados, de seguir habría una investigación y el chico internado ene le hospital tenía las de ganar. Genji estaba profundamente arrepentido de lo ocurrido, le pidió perdón a su hijo, tratando de no llorar sin lograrlo, sin embargo no tuvo efecto, la respuesta de Ulquiorra había sido la misma y eso lo hirió mucho más que los insultos que el chico hubiera podido decirle.
“El día que me mates te perdonaré el haberme procreado…” fue la respuesta que le dio, sonó tan frío y venenoso que hasta su madre lloró al oírlo de la boca del su padre poco después, demasiado tarde se habían dado cuenta de sus errores y ambos temían por lo que su hijo sería capaz de hacer en el futuro, no solo a ellos sino a sí mismo…
Recurrir a un psiquiatra había sido inútil, su hijo se negaba a cooperar en las terapias, también se negaba a quedarse con su madre durante los siguientes meses hasta que pasó casi un año de ese incidente…. Apenas cumplió veinte años pidió tener un departamento propio, sus padres no estaban de acuerdo con dárselo pero si no lo hacían él se las arreglaría para tenerlo, ellos estaban seguros de ello, el joven necesitaba su propio espacio además de que a ninguno de sus padres les gustaba ver el desfile de hombres y mujeres que desfilaba por la casa en la que se quedara, entre los dos le compraron el departamento que tenía y le pagaban la escuela, mas gastos adicionales, con la vaga ilusión de que algún día los perdonaría, por eso le cumplían sus caprichos, tal vez algún día él volvería a mirarlos con cariño…
El gusto de Ulquiorra por los ovnis había disminuido un poco y como no le alcanzaba con el dinero que sus padres le daban se había conseguido un empleo de medio tiempo, se ejercitaba y tomaba clases de defensa personal. Lo primero que se había comprado con su dinero había sido aquel cinturón…
Un año después su senpai se mudó a vivir  a ese edificio, convirtiéndose en su vecino, lástima que ya tenía pareja. Pasaron los meses y fue de trabajo en trabajo hasta que los del piso de abajo le habían comentado lo del trabajo en aquel restaurante, aún en esos momentos no podo evitar pensar en su vida, que sus padres lo mataran a golpes habría sido una buena venganza, hubiera sido su ruina… No se le había cumplido, pero ahora tenía una venganza mejor, forjaría su vida dejándolos fuera de ésta, los haría arrepentirse de salvarlo y disfrutaría cada segundo de torturarlos cada segundo de sus miserables vidas… O también podría pasar que un día cualquiera fuese abducido por extraterrestres y jamás volvería a saber de ellos…
Eso es lo que había pensado hasta que cierto peliazul se había cruzado en su camino…

GRIMMJOW
Tousen Hanako era una mujer de veintisiete años cuando se casó con Bryan Jagerjaques quien tenía treinta años, él la conoció en Japón cuando estuvo en ese país por su trabajo, se enamoraron y casaron, él tenía que volver a USA por su mismo trabajo y ambos se mudaron al país americano…
Estuvieron casados durante dos años sin la bendición de tener hijos aún cuando ambos lo deseaban. El tenía que viajar constantemente debido a su trabajo y ella conoció a un joven chef con quien pronto entabló una amistad especial, Wilberth Stevenson, era de cabellos castaños y ojos azules. Unos meses después los esposos celebraban la futura llegada de su primer hijo, una niña de nombre Tía Jagerjaques, mulata de cabello rubio claro, toda la familia celebró, para ese entonces Wilberth se había hecho amigo cercano del matrimonio y para Bryan no representaba ningún peligro porque pensaba que solo se trataba de un “mandilón”.
La niña era tranquila e inteligente, linda y encantadora. Cuando cumplió tres años sus padres decidieron que necesitaba un hermano, unos meses después su familia estallaba en júbilo nuevamente, luego nació su segundo hijo, un niño de tez clara y de cabello intenso que llamaron Isaac, pero el pequeño era demasiado despierto y enérgico y fue cuando su padre decidió ponerle Grimmjow, como un antiguo rockero de carácter fuerte y salvaje. Aun cuando no se parecía a su padre nadie dijo nada, todo era felicidad…
Conforme él fue creciendo su cabello se fue aclarando hasta tener aquel tono neón que lo caracterizaba, su padre seguía viajando mucho y su madre los cuidaba con esmero, otro puesto de trabajo llevó a su familia a mudarse a Japón de nuevo, sus vidas mejoraron notablemente, su pare ganaba más y ya no tenía que pasar tanto tiempo lejos de su familia, los primero años de su vida ahí fueron casi de fiesta hasta que su padre comenzó a sospechar de él…
Nadie en la familia de ninguno de sus padres tenía un color de cabello como ese pero Wilberth tenía un hermano cuyo tono cabello era del azul del cuelo, además esa nariz tan afilada y ese tono tan azul en sus ojos eran muy parecidos a los de Will, incluso en la forma… Si ponía una foto del chef junto a una de su hijo podía hallar cierta semejanza, pero ese niño era rudo, fuerte y salvaje y Wilberth era un afeminado y delicado tipo, tenía sus dudas pero no las pronunciaba en voz alta, aunque comenzó a portarse hostil con su hijo, no más abrazos ni mimos, además de que no quería que su hijo fuera otro maricón, como esa “·cocinara” de Will…
Tía era demasiado brillante en la escuela, tenía notas impecables además de premios de varios concursos mientras que Grimmjow acumulaba citatorios para la dirección, llamadas de atención y problemas, el distanciamiento de sus padres era evidente aunque ellos, como hijos, no lo entendían; El interrogó a su madre varias veces y ella siempre negó que el niño fuera hijo de otro.
A sus diez años Grimmjow era un pequeño maleante, siempre listo para defenderse y armar una revuelta, siempre pendiente de que nadie se metiera con su hermana. Por ese entonces fue que conoció a Edorad y Nakiim, el primero tres años mayor que él y el segundo solo un año mayor `pero aún así ellos lo obedecían casi al instante de que el ordenara algo, por miedo a sus arrebatos de furia, el pequeño peliazul era bastante fuerte, tomaba clases de Kickboxing desde los seis años porque, según su padre, eso lo haría todo un hombre con lo que no contó fue que eso lo haría indudablemente un pendenciero sin igual.
Los dos hijos se la pasaban todo el día fuera de casa, todo porque sus padres, sumidos en sus propios problemas, los ignoraban todo el tiempo, su padre se volvió aún más hostil hacia él, más Grimmjow no hizo preguntas, como él entendía esa era la manera en que su padre le enseñaba a ser un Hombre.
Desde luego que alguien se dio cuenta de lo que pasaba y ese alguien fue su hermana, quien había oído accidentalmente una discusión de sus padres en donde se mencionaba la “supuesta” infidelidad de su madre. Eso dio como resultado que la chica iniciara su propia investigación, revisando las cosas viejas de su madre, entre ellas halló algunas fotos en la que Wilberth aparecía y su sorpersa fue abrumadora al notar que su hermanito era casi idéntico a él… A sus dieciocho años ella era prudente y decidió callar para no destruir el frágil equilibrio que quedaba en su familia…
Pero los problemas solo siguieron incrementando, cada día que pasaba su casa era más parecida a un campo minado que a un hogar, su padre desaparecía por días enteros y su madre solo bebía. Aprovechó un día que su hermano no estaba y que halló borracha a su madre hasta no más para averiguar la verdad, ella le platicó que alguna vez conoció al más perfecto de los hombres y que se habían enamorado, aunque ella ya estaba casada, había tenido una aventura con él, incluso estuvo a punto de fugarse con ´él, pero eso era imposible, él propio Wilberth Stevenson se lo había prohibido…
Tía sintió una estaca clavarse en su corazón, su propia madre la habría abandonado para irse con otro. Horas después, cuando su madre despertó de la borrachera, Madre e Hija tuvieron una larga plática, La rubia decidió que se iría de casa, le dijo a su madre que no la odiaba, pero no podía entenderla y que si amaba tanto a Wilberth debió tomar a Grimmjow para irse con él, su madre solo lloró amargamente, diciéndole que eso hubiera sido imposible, Will había muerto, estaba enfermo de cáncer, además de revelarle que tanto ella como Grimmjow eran hijos de ese hombre perfecto… Tía se encerró en su cuarto por tres días sin hablar con nadie… Pensó y pensó en todo llegando a una única conclusión, su hermano jamás, ¡JAMÁS!, debía de saber la verdad…
A sus quince años Grimmjow era el jefe de una banda llamada “Las Bestias”, quienes infundían terror en varios barrios de Tokyo, a esas fechas Shawlong había abandonado al banda para sentar cabeza, Edorad se vio forzado a dejarla y solo Nakiim, yylfort y Diroy se habían quedado con el peliazul,  quien se había hecho un tatuaje en la espalda de una pantera de ojos azules…
Y las cosas empeoraron aún más, su padre se hizo unos exámenes, descubriendo que siempre había sido estéril, enterándose que ninguno de los niños era su hijo…
Ese día sus padres discutieron como nunca antes, Tía sacó a su hermanito de la casa antes de que notaran que estaba ahí, ella sabía la razón de la pelea y él no debía de enterarse nunca, lo arrastró sin rumbo por toda la ciudad, teniendo la “brillante” idea de asaltar una tienda solo por diversión… Solo por distraerse de esa terrible presión que era el mantener ese secreto. Los arrestaron a los dos y ninguno de sus padres contestó el teléfono, no fue hasta que los llevaron en patrulla a su casa que ellos se enteraron, su madre se había ido con su hermano menor, Kaname, y su padre habló con los oficiales, cuando estos se fueron él se giró, quitándose el cinturón para irse sobre el menor. Siempre sospechó de él, siempre le tuvo rencor y ahora desquitaría todo su odio contra él…
Los gritos de su hermanito la hicieron correr, ella había estado en la cocina, tratando de calmarse, cuando llegó a la sala su golpeaba a su hermano con la hebilla del cinturón, le aventó el vaso que tenía en la mano y él, entonces, tiró el golpe contra ella.
Bryan jamás espero que la rubia agarrara el cinturón, esa voz, esa fuerza… Siempre creyó que ella era su hija, sangre de su sangre, por ello la mimaba, la consentía anquen ella mantenía esa actitud reservada y distante…
—Si quieres desquitarte de alguien ve con los responsables ¡No toques a mi hermano!—ella estaba tratando de controlarse, por su hermanito quien seguramente estaba tratando de no llorar de dolor.
—¡TÚ NO TE METAS!—por mucho que quiso odiarla a ella también no pudo, Tía era su mayor alegría y ahora se ponía en su contra, era seguro que ella no pensaba soltar el cinturón aún si él la lastimaba.
—¡No te le acerques!—ella le tiró el cinturón de vuelta, corriendo hacia su hermanito para cubrirlo, no iba a permitir que su padre lo siguiera golpeando; a diferencia de lo que ella creyó el peliazul no estaba llorando, solo respiraba con dificultad porque se estaba aguantando las ganas de gritar más, su orgullo y su fuerza eran mayores de lo que ella podía imaginar.
Bryan se fue, azotando la puerta, ella levantó a su hermano para curar las heridas que tuviera y ponerle algún ungüento para el dolor… Desde ese día, durante los dos meces siguientes, su madre solo iba a verlos por ratos, comían lo que ella les llevara y trataron por ellos mismos de sobre llevar esa fractura, de su padre no supieron nada.
Un día sin más sus padres hablaron con ellos, haciéndoles saber que se habían reconciliado, que todo quedaría en el pasado y que las cosas volverían ser como antes, cuando eran felices, Tía sabía que eso era mentira, las heridas que sus padres habían abierto, así como sus errores, no podían ser arreglados. Las cosas parecieron mejorar, sus padres convivían felices y no hubo más pleitos ni disgustos, por lo que ella se concentró en sus estudios, enfilándose en la carrera de contaduría y Grimmjow entraría a la preparatoria con notas más o menso decentes, todo parecía estar bien aunque su padre seguía siento un tanto hostil hacia él…
Durante sus años en la preparatoria Grimmjow conoció a Kurosaki Ichigo, ambos compitiendo siempre por todo, desde lo más insignificante hasta por saber quién sería el más “valiente” y se tiraba de un piso de tres metros de altura.
Desde siempre él había sido bueno para cocinar, aunque nunca lo había demostrado en su casa debido a que su padre siempre decía que eso era “Cosa de viejas”, barrer a Ichigo en ello y levantamiento de pesas, su última afición deportiva de esos años, fue lo más divertido y agradable que tuvo del instituto, primero porque era el único lo suficientemente loco como para intentarlo y segunda porque le tenía rencor.
Había visto a muchas familias que se llevaban bien, padres que salían a jugar beisbol o americano con sus hijos, de los que iban al cine en familia, los niños que disfrutaban de ir a una feria… El no tenía nada de eso, incluso sentía que sus padres lo rechazaban, no aislaban, ellos parecían solo mirar a su hermana, para ellos solo existía ella, más él no la odiaba por eso, ella siempre pensaba en él, ella siempre le dejaba lo mejor, cada cosa que él necesitaba sabía que podía tenerla porque ella se preocupaba de conseguirlo para él, incluso le prestaba dinero sin cobrárselo nunca, cuando sus padres no querían darle algún permiso ella siempre abogaba por él y lo cubría cuando se escapaba aún cuando sabía que lo hacía para hacer alguna idiotez…
Cuando conoció a Kurosaki pensó que venía de una muy buena familia, aunque parecía serio en todo él lo había visto más relajado y suave en presencia de sus hermanitas, también lo había visto “jugar” con su padre, cuando se enteró que la madre del pelinaranja había muerto años atrás pensó que Ichigo quizás se sentiría solo a veces sin embargo aun cuando la madre había muerto la familia de él seguía unida…
 ¿Por qué? ¿Por qué era así? ¿Por qué la familia de él era tan feliz si faltaba uno? ¿Por qué su propia familia estaba tan mal si estaban todos? ¿Qué era lo que estaba mal con ellos? Jamás preguntó en voz alta, algo en su interior le decía que no removiera nada, incluso él, ignorante de todas las verdades, sabía que su “hogar” era solo un espejismo frágil que podía colapsar en cualquier momento con una sola palabra…
Terminó la preparatoria y su hermana aún seguía en la carrera, él no estaba seguro de que estudiar, pero como tenía una imaginación fructífera pensó que estaría bien si tomaba una carrera en publicidad, su padre lo aprobó sin importarle, pero antes que nada tendría que aprender francés, ya que iban a mudarse de nuevo… Fue un año perdido de clases, cosa que no le importó…
Llegado el momento se despidió de todos sus amigos, quedó en mandarles mensajes o mails. Un día antes había asistido a una fiesta, en su honor, en la que se había “convertido en hombre” al “meterse” con unas gemelas, claro que nadie sabía que ese encuentro no contaba porque ya había estado con algunas chicas antes de eso, pero ninguna había podido encender en él nada más que una tibia pasión…
Pensó que tal vez su hermana tenía razón y las mujeres no eran lo suyo aunque tampoco se había sentido atraído por un hombre.
Justo antes de irse de Japón su hermana abandonó la familia, despidiéndose de su madre y de él, de su padre lo hizo por teléfono, ella no iba a renunciar a su vida ni a su carrera por el trabajo de su padre.
Apenas llegar a Francia las cosas se fueron a pique, sus padres discutían todo el tiempo y Brian, su padre, se iba y no volvía, su madre tomaba sin parar y cuando estaba completamente borracha llamaba en su delirio a un tal “Wilbert”, pero el peliazul ya había decidido que no se metería en esos problemas… Al año de estar viviendo ahí, y de estar estudiando publicidad, estaba aburrido,  él no quería esa carrera, no quería esa vida…
En una de las llamadas que su hermana le hacía le dijo a ella cómo se sentía y ella le aconsejó perseguir sus propios sueños… Así fue como él dejó la carrera y se metió a la escuela Internacional de Gastronomía, a escondidas de su padre, porque si se enteraba lo mataría…
Cuando su madre lo descubrió se puso feliz, a partir de ese momento ella comenzó a mimarlo, a ser su tapadera con su padre, pagando la escuela y los materiales a escondidas de su esposo.
Todo parecía marchar bien y así fue por casi un año, hasta que Brian se enteró de todo…
Ese día, cuando llegó a su casa, sus padres estaban discutiendo por lo que él mejor siguió de largo hacia su cuarto, descansaría un rato y luego repasaría lo que tenía pendiente. Cuando su padre entró él casi se había dormido, fue despertado por los gritos y los golpes del mayor, pero él ya no tenía quince años, tenía veintidós, era más alto y construido que su viejo padre de cincuenta y ocho años…
Brian le había gritado que era un bastardo, hijo de su perra madre y su maricón padre, que era producto de una infidelidad. Le gritó que lo odiaba y que siempre lo odió por ello… Quiso golpearlo de nuevo pero esta vez el peliazul detuvo el golpe de su padre ¿Le estaba echando la culpa de algo que él ni siquiera sabía? Bueno, eso explicaba la actitud de sus padres, de las diferencias…
En ese momento estaba dolido y furioso, un solo golpe bastó para noquearlo, sacó ropa, las pocas cosas que podía llevar consigo y el dinero que venía ahorrando desde hacía tiempo. Su madre seguía llorando, en el piso, lamentándose por todo, se paró frente a ella antes de irse, quería unas respuestas antes de salir de ahí…
Ese tal Wilbert… — le costó mucho poder pronunciar esas pocas palabras — ¿Cocinaba? —
Era un chef en América — contestó ella, entre llanto, sin saber que esas palabras marcarían a su hijo por el resto de su vida — Tenía renombre y murió antes de poder llegar más lejos… —
Por eso lo hacías… Porque soy “como” él… — la miró con rencor y desprecio, nada de eso era justo…
Sí, él hubiera estado muy fe… — los fuertes pasos del peliazul la asustó, se acercó a ella y después se alejó, ya había cruzado el umbral de su cuarto — ¿A dónde vas, Grimmjow? —
Al infierno… — ella quedó sorprendida con esa respuesta y él finalmente abandonó ese lugar…
Qué fue de sus padres después de eso él no lo supo, se gastó la pila de su celular y no pudo hablar con su hermana de nuevo. Vagó por el país durante varios meses, viviendo de lo poco que el dejaban los trabajos eventuales. Ya que a nadie le importaba él tampoco iba a preocuparse de su persona, fumaba, tomada e incluso llegó a probar algunas drogas.
Su atractivo servía para pescar mujeres que le dieran comida, techo y hasta dinero por algunos días, después se dio cuenta que era lo mismo con los hombres, e incluso era más fácil manipular a un hombre que a una mujer, así fue como descubrió que en definitiva las féminas no eran lo suyo…
Un día, de la nada, se sintió terriblemente solo y decidió que no quería seguir en ese país, en dónde ni siquiera podía hablar con alguien su lengua natal… Junto dinero suficiente para pagar su pasaje y regresar a Japón, sería su oportunidad para iniciar de nuevo, hablar con Shawlong lo había tranquilizado bastante y le dio confianza para seguir aún cuando no pudiera volver a cocinar en su vida…


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