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"Entre la Cocina y el Espacio Estelar" por Ddai

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Notas del capitulo:

lo siento por el título, pero llevo algo de prisa.

No pude subirlo antes debido a un proyecto, que por fortuna está concluido, y si por casualidad son fans de comic -DC/Batman- verán pronto.

Nos vemos dentro de una semana.

“Entre la cocina y el Espacio estelar”


 


Capítulo XV


 


Ulquiorra estaba en el autobús, casi estaba por llegar al trabajo, le tocaría el turno de mañana y no estaba precisamente de humor para presentarse, algo que no se podía cambiar para su desgracia. Iba a negar hasta el día de su muerte que tenía algo que ver con Grimmjow, nunca jamás en la vida iba a reconocer que le inquietaba no saber en dónde estaba o qué estaba haciendo; suponía que estaba bien, después de todo estaba con su hermana, o supuesta hermana, y dudaba que ella lo quisiera muerto o algo así, aunque por la forma en la que le dio de golpes sin duda no podía estar muy seguro al respecto.


Como fuera, era algo que no le incumbía y punto.


Saberlo no cambiaba el hecho de que estaba inquieto. Debería de preocuparse más por el hecho de que normalmente él no experimentaba apego hacia las personas, no le gustaban las personas para todo caso, tener esos sentimientos por alguien con quien había dormido y a quien en realidad no conocía era estúpido, poco apropiado y completamente fuera de sus normas. ¿Por qué se estaba sintiendo de esa manera? Él lo sabía pero no se pondría a pensar en eso ahora, ya estaba en su parada y tenía pendiente ir a comprar más bloqueador solar, no le parecía quemarse y tener que andar con la piel ardiendo a todas partes con el maldito calor que había.


Al llegar al restaurante notó que las cosas estaban un poco agitadas. Di Roy estaba acomodando las mesas en una fila, no importando que las mesas fueran redondas y no cuadradas, por lo que no podría simular que era una larga mesa, pero el tipo estaba medio demente y corregirlo no venía al caso, al menos eso es lo que Yylfort estaba diciendo por lo bajo mientras llevaba los manteles blancos, es decir, los más blancos y elegantes que habían. Edorad estaba trapeando el piso de tal forma que parecía que quería sacarle brillo como si su majestad, el emperador del sol naciente, estuviera planeando darles una vivista, Ulquiorra nunca había visto las losetas más relucientes en todo el tiempo que llevaba trabajando ahí.


Lo más sorprendente de todo eso era que todo ellos habían llegado antes que él, y Ulquiorra era el más puntual, definitivamente algo estaba pasando.


En ese momento Renji venía llegando también, ya con el uniforme y cargando varias bolsas, al parecer lo habían mandado a comprar platos y vasos, cubiertos ¿Qué estaba pasando? El pelirrojo estaba de mal humor, lo que no era de extrañar, pero al verlo sonrió de lado, justo como cuando estaba pensando en jugarle una broma o decir alguna estupidez y no, no estaba equivocado.


—Oh vaya, al fin apareces, he escuchado un par de cosas interesantes— Renji comentó lo suficientemente bajo como para que nadie más entendiera lo que decía, pero no tuvo más tiempo para pronunciar sus siguientes palabras.


—¡Chérie¡  ¡No esperaba que vinieras tan pronto ¿Ya me extrañabas?— él iba saliendo de la cocina, vestido con ese apretado traje de chef —¡Voir vous étreindre un peu ici!*—


—Pensé que ya habíamos pasado de los estúpidos apodos— Ulquiorra comentó con su tono monocorde, ni siquiera se había molestado en elevar una ceja o sonreír, pero al menos ya sabía en dónde estaba y, aparte de los moretones y algunas marcas en la cara, después de tantos golpes que la rubia le proporción el día anterior, el tipo parecía estar bien, incluso parecía de buen humor.


— Il n'a pas passé une journée et comment vous comportez comme si vous étiez des étrangers, vous êtes si cruel, blanche*— ahora estaba sonriendo de aquella forma en la que sus dientes parecían puntiagudos, debía ser cosa dela iluminación. Él no estaba particularmente alegre, pero debía de fingirlo si quería que los demás le creyeran —Ven, tú vas a ser mi asistente hoy—


—¿Qué?— No solo Ulquiorra, todos los demás hicieron la misma pregunta.


Grimmjow lo arrastró hasta la cocina únicamente porque sí, la verdad era que no tenía ni idea de lo que estaba haciendo. Le había dicho a su hermana que podía hacerlo, había estado seguro de que podía hacerlo, el día anterior había escuchado lo que Ulquiorra le ha dicho y había tratado, con todas sus fuerzas, de recordar por qué le gustaba cocinar, lo que significaba para él, pero justo ahora estaba en blanco; no esperaba que la presencia del pelinegro fuera de ayuda, de hecho lo más seguro era que acabara perjudicándolo, pero si esas iban a ser las últimas horas que lo viera entonces lo disfrutaría, ya que estaba seguro de que su hermana era capaz de secuestrarlo si hacía falta para cumplir su palabra.


Estando los dos en la cocina cerró la puerta para que ninguno de los otros pudiera entrar, ignoró sus gritos y reclamos olímpicamente, centrándose en mirar al pálido chico dejando su sonrisa de lado. Ulquiorra se quedó de pie ahí, en silencio, esperando a que le dijera algo o que hiciera algo; después de diez minutos ya se había hecho a la idea de lo que estaba pasando.


—¿Qué es lo que quieres?— al final Ulquiorra tuvo que preguntar, después de todo estaba ahí para cumplir con su trabajo y encerrado en la cocina no había nada que adelantar, él realmente no era un buen asistente.


—Dime que puedo hacerlo— Grimmjow se recargó en la puerta, evitando que la abrieran y al mismo tiempo tratando de hacerse a la idea de que todo eso estaba pasando; se desconocía en ese momento, nunca había dudado de su capacidad, nunca había necesitado que alguien le reafirmara algo para que pudiera creerlo.


—¿Hacer qué?— no, nunca confirmaría algo así sin saber de qué estaban hablando, especialmente estando encerrado en un lugar con un tipo volátil y salvaje, por mucho que lo atrajera sexualmente, la prudencia debía de estar en alguien y por lo general él era ese alguien.


—Cocinar— lo miró a los ojos, era tan difícil, odiaba sentirse vulnerable y dependiente pero en ese momento realmente lo necesitaba, o sabía por qué pero lo necesitaba, no conocía esa emoción que lo estaba abrumando.


—No puedes hacerlo, eres un idiota— Ulquiorra lo estaba mirando como si fuera un insecto, reconocía esa mirada, ese tono inseguro, el peliazul estaba por entrar en pánico ¿Tanto miedo le tenía a su hermana?


—Tú un imbécil— gritó de vuelta. Y sí, él sabía que estaba entrando en pánico, tenía miedo de fracasar, de no poder superar todos esos problemas, por eso había corrido la última vez, pero lo que más lo enfurecía era que él no era así, nunca había corrido de nada en toda su vida sin importar que la perspectiva fuera acabar en un charco de sangre.


—No voy a ser tu asistente— Ulquiorra se giró para ir al baño, se pondría el uniforme y saldría a hacer el trabajo por el cual le pagaban.


Grimmjow no dijo le dijo nada, cuando el pelinegro entró al baño cerró los ojos y respiró profundamente, no tenía tiempo para perder, Shawlong no tardaría en volver con los ingredientes y tendría que ponerse a prepararlo todo desde ya si quería terminar a tiempo.


¿Cómo lo hacía antes? ¿Por qué le gustaba cocinar? Había muchas razones, pero ninguna era lo suficientemente “profunda” o “verdadera” como para considerarla la solución de sus problemas. Cocina era un don, algo especial que no cualquiera era capaz de hacer y para él fue fácil desde el principio, nunca tuvo que cuestionarse al respecto. Esa estúpida película del ratón que cocinaba desde la cabeza de un muchacho le pareció una burla para su situación en ese momento y tampoco tenía tiempo para pensar en eso.


Bueno, tenía ahí los ingredientes para hacer algo sencillo, algo para practicar y que no le llevaría mucho, un omelette especial, solo tendría que ponerlo todo junto y esperar que las cosas llegaran a él.


Ichigo estaba enojado, él y Uryu no habían hablado desde el día anterior y ahora su novio se estaba yendo de nuevo, porque tenía una operación a las tres de la tarde a la cual no podía faltar, lo llevó al aeropuerto y se despidió de él, le hizo prometer que cuando volviera hablarían de lo que pasó, de todo lo que pasó. Él esperaba no estar más de tres días ahí.


Después de que Uryu se fuera se dirigió al restaurante en donde estaba el peliazul, tenía que aclarar todo ese asunto de que lo quería retar de nuevo, además de golpearlo por salir corriendo de esa manera y dejar a todos preocupados, así fue como llegó al local poco antes de media mañana y mejor que nadie le peguntara que hora se supone que es a media mañana porque iba a comenzar a repartir golpes sin preguntar. Entró al restaurante, saludó a todos y pasó directo a la cocina, ignorando las advertencias de los demás, apenas entrar a la cocina se fijó en el peliazul y no pudo evitar gritarle.


—¿Qué diablos le pasó a tu cara?— ¿Lo abrían asaltado? ¿Se había metido en una pelea callejera? Porque no lo dudaba, el tipo tenía muy mal temperamento y en su época de estudiante era el jefe de una banda, pero por supuesto que se había metido en una pelea callejera, de eso no había duda.


—Mi hermana— contestó secamente, no sorprendido de verlo ahí, ya que el pelinaranja era así, saltando sobre las cosas antes de mirar o de preguntar.


—…Ok— él la conocía, sabía que era una mujer peligrosa y se refería a la chica que recordaba, no se imaginaba lo aterradora que era en la actualidad, en especial luego de saber que era la esposa de un tipo importante o algo así —¿Y qué es eso de que me estas retando de nuevo? ¿Por qué diablos te fuiste así la última vez? ¿En qué demonios estabas pensado?— ahora estaba gritando, esperaba que cuando menos le contestara una pregunta, sabía que no le respondería todas por lo que se conformaba con una.


—Deja de portarte como mi madre— ahora, eso fue extraño, ellos no eran ese tipo de amigos pero, diablos, se sentía muy bien poder discutir con alguien en ese nivel —¡Y nunca dije que iba a retarte de nuevo? ¿De dónde carajo sacaste eso?— sí, pelear con Ichigo lo hacía sentir bien, como años atrás, cuando no tenía que preocuparse de nada, ni siquiera pro llegar muy tarde a casa o porque lo acuchillaran en un callejón, a decir verdad eso nunc ale preocupó.


Los gritos siguieron aproximadamente cinco minutos, después de eso ellos dos sostuvieron una conversación como personas civilizadas, lo cual dejó a todos asombrados, incluso a Shawlong, que para esas alturas ya estaba llegando de hacer las compras.


Ichigo salió de la cocina pero se quedó en el restaurante, más calmado que cuando llegó, gritarle a tu “archienemigo” de la escuela era muy terapéutico. Él estaba sonriendo relajadamente mientras se quedó sentado en una esquina, solo observado a los empleados y hablando con ellos de vez en vez, especialmente con Renji, iba a quedarse a comer lo que preparara Grimmjow, solo para estar seguro de que todo estaba bien. Por otro lado, había escuchado sobre Ulquiorra y que era “cercano” al peliazul, eso le intrigaba un poco,  el mesero pálido de ojos verdes no parecía para el tipo de su “archienemigo”. El chico no solo era muy atractivo, por supuesto que Ichigo tenía ojos era lo suficientemente hombre como  para reconocer que estaba mirando la pelinegro, el cual parecía muy calmado y su rostro parecía una máscara, pero había algo en él no le acababa de gustar, verlo era como ver una pared, o algo así. Vaya gustos que tenía ese idiota, de cualquier forma eso no era asunto suyo.


Los omelettes estuvieron listos y a cada mesero le tocó el suyo, incluso al pelinaranja le dieron, estaba muy bueno, ellos lo sabían, pero no sabían de la forma en la que esperaban. Shawlong deseaba que, pasara lo que pasara, fuera suficiente para convencer a Tia Hallibel de dejar a Grimmjow en Japón.


A las cinco de la tarde todo estuvo listo, Tia entró al restaurante, el cual permaneció cerrado ese día, vestida de blanco, dejando que sus atributos femeninos se marcaran de la forma más provocativa. Ella saludó cortésmente y tomó asiento en la mesa central, esperando a que le sirvieran.


Grimmjow  sabía que si quería ganar tenía que usar lo que tuviera a su favor, en este caso la debilidad de su hermana por la comida italiana, le sirvió una lasaña, acompañada de salsa de arándanos, lo que era un horror pero ella tenía gustos muy extraños y aberrantes de lo contrario no se hubiera casado con su marido, para tomar había preparado un ponche especial de cítricos, nuevamente con lo extraño, y como postre él había escogido algo a lo que ella no podría decir que no, empanadas dulces rellenas de duraznos y servidas con queso cottage. No sabía porque ella disfrutaría de comer algo así, pero él no iba a quejarse de las ventajas que pudiera tomar. El rostro de su hermana al ver la lasaña fue de “lo sabía”, el que hizo al probar su bebida decía claramente “¿En serio?”, aunque su favorito fue cuando ella vio el postre, porque sin duda eso sí que no se lo esperaba.


Y no solo ella, el resto de sus compañeros también estaban desconcertados al probar la comida, especialmente el postre.


Kuchiki Byakuya era un hombre muy ocupado, rara vez se daba tiempo para descansar y ni hablar de tomar vacaciones. Lo que Rukia llevaba haciendo con su trato de silencio era algo que podía tolerar, no sería la primera vez, pero desobedecerlo por un muerto de hambre no era algo que pudiera pasar tan fácilmente. Ella debería de estar en su residencia, estudiando, pintándose las uñas o cualquier otra cosa que hiciera, como construir un altar para algún conejo famoso de televisión por ejemplo, sim embargo él no estaba seguro de que ella estuviera en casa y por eso estaba volviendo sin avisar, dejando todo su trabajo de lado. Más le valía a ella y a ese imbécil pelirrojo que su hermanita estuviera en casa.


Una media hora atrás había recibido un mensaje de uno de sus empleados, notificándole que cierto periódico online de noticias había publicado una fotografía de la señorita Rukia, en un restaurante de quinta, en compañía de un tipo pelirrojo del cual nadie parecía saber nada. Eso había bastado para que acabara su día laboral. Por supuesto que él sabía quién era ese tipejo, lo había investigado. No era nadie, podía aplastarlo a él y a su tío, Urahara Kisuke, con solo hacer un par de llamadas. No quería recurrir a ello porque sería exagerar, pero la rebeldía de su hermana estaba cruzando los bordes de su paciencia.


Al llegar a su casa lo primero que hizo fue preguntar por ella y el servicio le dijo que la señorita Rukia no había regresado de clases, cuando se suponía que debía de haber llegado hacía dos horas. Byakuya salió de su casa en calma aparente, le marcó a la morena pero ella al contestar le había dicho un “Estoy en el teatro” y le colgó, cuando él volvió a marcare, dos veces más, ella no había contestado. Esa fue la gota que derramó el vaso de su paciencia, ahora era momento de tomar el asunto en sus manos; llamó a uno de sus conocidos y le pasó la información que tenía.


En honor a la verdad él un hubiera ido tan lejos en otros momentos, pero estaba estresado, no había dormido prácticamente nada y su abuelo lo estaba presionando para que tomara por esposa a una de las candidatas que había seleccionado para él. No podía seguir soltero y sin herederos a su edad, se lo debía a su familia, a su apellido. Por desgracia para Rukia y para Renji Byakuya había decidido usar eso como excusa para librarse del pelirrojo y del constante acoso por parte de su abuelo.


Tia estaba comiendo despacio, sin dejar de mirar a su hermano a cada bocado de su postre, no había comentado nada de la comida únicamente para dejarlo en suspenso, ella no iba ser fácil de convencer por mucho que sus compañeros insistieran en que eso estaba delicioso, más que nada porque ella sabía que ninguno de ellos quería que se llevara al peliazul. Ella estaba comiendo su tercera empanada d postre cuando irrumpieron en el lugar, una veintena de hombres ingresó rápidamente, armados, lo cual era extraño para ella, ordenándoles a todos que se quedaran quietos y no se atrevieran a moverse.


Eran policías, tratándolos como si fueran criminales y lo peor de todo no era eso, no, lo peor era que los estaban acusando de ser traficantes de drogas. Ellos habían entrado y registrado todo el lugar, rompiendo estantes y trastes, diciendo que habían hallado al menos cien kilos en polvo y hierva. Además de otras sustancias “recreativas”.


Shawlong estaba alterado, él nunca había tocado nada de eso, su restaurante no era una tapadera, era un error, una trampa. Pero a los policías no les importaba, los arrestaron a todos, incluyendo a Tia Hallibel, a sus seis guardaespaldas que iban armados y que serían acusados por portación ilegal de armas además del cargo de contrabando.


Se los llevaron a todos en patrullas separadas. Ichigo no se lo podía creer, nunca esperó que lo fueran a arrestar por semejantes cargos, al menos Uryu no estaba con él en ese momento y cuando se enterara lo iba a matar únicamente pro estar en el peor lugar en el peor momento.


Grimmjow estuvo gritando mientras lo arrastraban a la patrulla, amenazando a los policías con que si se atrevían a hacerle algo a su hermana o  a Ulquiorra, o a cualquiera de ellos en realidad, iba a matarlos con sus propias manos.


Ulquiorra se dejó arrestar pacíficamente, los cargos por  contrabando eran asunto serio, se preguntaba que tanto iban a hacer sus padres cuando se enteraran, aunque no fuera cierto y estuviera siendo injustamente arrestado por ello.


Renji se dejó arrestar también, no tenía caso resistirse si iban a golpearlo. Además de que no quería causar más problemas que pudieran arrastrar a su tío y estaba muy agradecido de que no hubiese ido Rukia a pasar el rato ese día, porque eso hubiera sido horrible para ella.


En nueva York un hombre alto y de rostro serio estaba contestando una llamada urgente aunque ni siquiera había amanecido. Era uno de sus empleados, hablando rápidamente y con nerviosismo.


—Muy bien— él contestó, mientras fruncía el ceño —Dile a mi mujer que llego en pocas horas— él colgó el teléfono y le indicó a su asistente personal que prepara un vuelo directo a Japón, ya que al parecer un idiota había cometido el error de arrestar a su esposa e iba a ir a arreglarlo, al parecer los japoneses habían olvidado que no debían de meterse con Hallibel.


 


 


* Voir vous étreindre un peu ici* Ven te abrazo un poco aquí, literal, usando google translator, por lo que si alguien quiere asesorar acepto con gusto


*Il n'a pas passé une journée et comment vous vous comportez comme si vous étiez des étrangers, vous êtes si cruel* No ha pasado ni un día y ya te comportas cómo si fueras desconocidos, eres tan cruel.


 


 


 

Notas finales:

Nos vemos pronto.


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