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"Entre la Cocina y el Espacio Estelar" por Ddai

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Notas del capitulo:

Actualmente trabajo en terminar este fic.

Este es el verdadero capítulo 16.

Espero tener los faltantes pronto.

Saludos = )

"Entre la cocina y el Espacio estelar"

 

Capítulo XVI

 

Estar en la cárcel apenas duró un par de horas, cuando mucho, se dijo que fue un error ya que los policías confundieron los ingredientes de cocina con drogas, por lo que luego de una sentida disculpa y el borrado de su arresto en los expedientes todos fueron libres de irse, todos volvieron al restaurante.

 

Byakuya no estaba feliz por eso, no podía creerlo, la única vez que había utilizado su influencia para deshacerse de alguien y había salido realmente muy mal, suponía que eso debía ser una indicación o algo así, después de todo le habían enseñado que sus acciones definían el hombre que era y en el que se estaba convirtiendo, por eso debía de vivir siguiendo la senda de la rectitud. Muy aparte, Rukia le hizo un escándalo cuando se enteró, lo cual fue realmente algo accidental, estaba jodido por todas partes y la peor de ellas era su reunión con el capitán de la policía que ordenó el arresto, ya que al parecer Hallibel quería una muy buen a explicación de lo ocurrido y del por qué se llevaron a su esposa sin ninguna prueba real, eso del mal entendido no se lo iba a tragar ni a golpes.

 

Tia estaba en el restaurante, sentada en el mismo lugar que estaba ocupando justo antes de ser arrestada, mirando a los oficiales limpiar todo el desastre que habían causado, ellos trabajaban en silencio y eficientemente, más les valía o podrían perder sus empleos o inclusive su vida, todo dependía de que tan complacida estuviera ella con su trabajo.

 

Grimmjow estaba detrás de ella, de pie, mirando hacia la puerta. Ellos habían hablado, como en una conversación real y no un intercambio de gritos, sobre su ida a Nueva York, sobre sus resultados y lo que ella quería, lo que él quería. Convencerla nunca iba a ser fácil, él nunca esperó que lo fuera. Ahora estaba ante una perspectiva peor, al menos de cierta forma era peor, porque ella no pretendía llevarlo a América ahora, lo había criticado duramente y decidió que lo mejor para él era regresarlo a Francia, de todos los malditos lugares tenía que ser a Francia. Y no, esta vez lo que él dijera no iba a importar, después de todo ella tenía razón. Todo lo que él le pidió fue un poco de tiempo, un mes cuando mucho, para que pudiera despedirse de sus amigos y sencillamente terminar cualquiera de sus pendientes ahí. Lo más importante, no quería que ella le dijera a nadie que, después de todo, sí iba a irse de Japón.

 

Una semana después las cosas estaban como si nunca hubiera pasado nada y todo había mejorado inesperadamente.

 

Todo inició de forma accidental, a causa de Rukia y Renji, desde que esa fotografía saliera en las redes sociales las personas que se dedicaban a cotillear sobre la vida de otros habían ido a conocer el restaurante. Lo de la "confusión" de la policía sólo había incrementado el morbo en la gente. Al tercer día ya había más del doble de sus comensales habituales y la revelación fue que Grimmjow estaba recuperando ese toque "mágico". No podía explicarlo, ese día sencillamente se levantó de buen humor y, de todas las cosas que pudo haber preparado, se le ocurrió que era un día excelente para intentar un platillo brasileño, algo hecho con camarones, cangrejos y plantas típicas del país, las cuales no fueron fáciles de conseguir.

 

—Maldita sea— él gruñó por lo bajo, aunque no tenía nada que ver con la comida, le había mandado mensajes a Ulquiorra para que se presentara al local y probara su comida pero el chico había dicho que no podía, tenía que llevar al conejo al veterinario para su chequeo de rutina y después tenía que ir al centro a verificar algo de una convención que sería en poco tiempo —¿A quién le importa una puta convención de Sci-Fi? ¿Especialmente una de Star Trek?— nada menos, estaba "saliendo" con un fenómeno que alucinaba a unos tíos en uniformes cutres, porque de ninguna manera iba a creerse que unidades militares usaran ropas como aquellas, por muy futuro que fuera y no, no importaba que Ulquiorra le hubiese dicho que la Starfleet no era una organización militar, con un carajo, a él eso le venía valiendo un puto carajo.

 

Por supuesto, no era correcto decir que Ulquiorra y él estuvieran saliendo ni nada parecido, solo estaban durmiendo juntos un día sí y otro no, o algo por el estilo, es difícil definirlo en solo unos días, pero a él le gustaba el pelinegro y lo quería para él solo. De eso a que lo quisiera para algo más duradero era una cuestión diferente en la que no iba a pensar ahora y posiblemente nunca.

 

Su alarma sonó, ya era hora de verificar si la comida estaba lista y en su punto. Destapó la olla y dejó que el vapor saliera, junto con ese aroma que estaba delicioso, no era una opinión sesgada ya que de verdad pensaba que olía increíble. Tomó su cucharón y sirvió un poco del caldo en su platito para probar.

 

Dejó el platito y el cucharón en la meseta y cubrió su rostro con ambas manos mientras respiraba profundamente, así lo encontraron los meseros del turno en ese momento que se estaban asomando por la puerta de la cocina. Estaba de vuelta y no podía creerlo, casi había llorado cuando probó la comida y se tapó el rostro con ambas manos. ¡Estaba de vuelta!

 

El aroma de la comida había hecho que todos se asomaran, Di Roy estaba incluso babeando. Grimmjow estaba haciendo apenas una ración para cuatro personas, muy temprano, sólo para ver como salía… Todos ellos se pelearon por tener el último bocado.

 

Tía iba a alucinar cuando se lo demostrara. Tenía que hacer tantas cosas y todo lo que quería era gritar y reír como maniático, algo que ya estaba haciendo en realidad; tenía que ir a comprar más cosas, preparar algo que justo se le estaba ocurriendo y apenas tenía tiempo para poner a remojar algunos ingredientes y la salsa que quería hacer requería de horas, literalmente horas, para estar perfecta.

 

Ese día él se convirtió, oficialmente, en el cocinero del restaurante, como había sido planeado desde el principio. Ahora, a una semana de que volviera el restaurante estaba prácticamente lleno, había hecho más de diez platillos diferentes ese día y no sabía cuál es el que más se había pedido ya que no se fijó en ese detalle. Al terminar de atender y de limpiar todo, Shawlong, ya estaba listo para llevar a los chicos que estaban saliendo a sus casas; todos salieron, con excepción de Ulquiorra, el cual se quedó en la cocina, tal como Grimmjow se lo había pedido.

 

—Me parece una pérdida de tiempo— Ulquiorra había dicho sin siquiera sentirse culpable por estar rechazando la "cita" que el más alto le estaba pidiendo, o algo como eso.

 

—No te pedí tu parecer— Grimmjow gruñó mientras hablaba, algo que había perfeccionado con los años —Vendrás en la mañana— no podía ser tan difícil, de verdad, lo único que quería era que probara algo que prepararía específicamente para él y que había mantenido en secreto de todos los demás.

 

—Lo pensaré, si decides ir a la convención— ellos habían "hablado" de eso, Ulquiorra pretendía ir, disfrazado porque sí, a la convención que sería dentro de dos semanas, cuando ya no tuviera que cuidar del conejo maldito —Con algún traje relacionado con Star Trek—

 

—Ce n'est pas juste, Blanche— una cosa y la otra no estaban relacionadas en lo absoluto, Ulquiorra lo sabía, lo único que ese enano quería era molestarlo, lo sabía, por desgracia estaba funcionando.

 

—No tiene nada que ver con la justicia— él comentó mientras parecía mortalmente aburrido, es decir, más de lo usual y la única cosa que había entendido ahí era "justo", dedujo lo demás por añadidura —La justicia como tal no existe, es solo la percepción individual de lo que cada persona cree que es justo—comentó a la ligera, ya había tenido esa discusión con sus progenitores y compañeros de la escuela —Es un intercambio, haces lo que solicito y yo haré lo que solicitas—

 

—¿Qué estas estudiando? ¿Política?— ahora que lo pensaba un poco, no le había preguntado que cursaba en la universidad, tampoco sabía mucho sobre él o su familia, en realidad todo lo que sabía sobre él era su nombre, donde vivía y unas pequeñas manías de su rutina.

 

—Licenciatura en historia— contestó sin mover ningún músculo adicional de su rostro, a lo que el peliazul comenzó a reírse, realmente reírse, como si le hubiese contado el chiste del siglo.

 

—Espera… ¿En serio?— miró al pelinegro rodar los ojos ligeramente y salir de la cocina. ¡Demonios! Componer eso iba a ser difícil, o tal vez no, dependería de si el pálido chico estuviera dispuesto a ser sobornado como disculpa.

 

Ulquiorra salió del lugar no porque se sintiera ofendido, ese idiota no lo valía, más bien fue porque llevaban esperándolo casi quince minutos y todos tenían que descansar, claro que si Grimmjow pensaba que fue por culpa de su actitud era problema suyo.

 

Un par de días después parecía que todo estaba perdonado, al menos el pelinegro se comportaba como si nunca se hubiera ofendido por ese comentario de un par de noches atrás, el más alto estuvo sospechando que, tal vez, nunca se sintió ofendido en realidad, pero eso querría decir que se dejó manipular para cocinarle lo que ese chico quería, lo que significaría que había sido un idiota, no, no quería ponerse en esa situación.

 

Lo que sea… estaban en el departamento de Ulquiorra, ni siquiera había comenzado a amanecer cuando el ruido de alguien andando en la sala lo despertó, Grimmjow siempre había sido de tener un sueño ligero pero habría sido imposible no perderse la maldición altisonante que el invasor había soltado, posiblemente la chocar con la maldita mesita de centro que Ulquiorra colocaba en la cercanía de la entraba principal, en la parte más oscurecida, como trampa mortal. Había que admitir que sí funcionaba.

 

—Ya me encargo— el más bajo se levantó, porque ya sabía de quien se trataba, a decir verdad estaba esperando su visita desde hacía unos días, lo que no esperaba era que justo decidiera ir a verlo a esa hora, miró su celular y, de verdad no podía creerlo, eran apenas las cuatro con diecisiete de la mañana.

 

Él salió y se encontró con una mujer madura aunque se veía joven. Ella estaba sentada en el piso, sobándose la pantorrilla por encima del pantalón, llevaba puesto un elegante traje ejecutivo, de tonos grises, el dueño del departamento lo sabía porque la conocía y porque ya había encendido la luz.

 

—¿Cuántas veces tengo que decirte que…?—ella comenzó a quejarse, pero se interrumpió a media oración al ver el rostro del pelinegro —Ulquiorra, buenos días— ella sonrió, poniéndose de pie —Me alegra mucho verte, no quería venir en una hora tan impropia pero quería verte antes de partir— ella tenía que ir a junta de negocios, volvería hasta el día siguiente —También te traje la invitación de la que te había hablado antes— ella sacó un sobre blanco de bordes dorados, extendiéndosela a él.

 

—Si ya terminaste puedes irte— Ulquiorra le dio la espalda, sin tomar el sobre, para irse a la cocina, no tenía un motivo particular, él solo la estaba ignorando.

 

—Ulquiorra, por favor— ella intentó una vez más, sin resultados favorables.

 

—¿Qué diablos estás haciendo? ¿Sabes qué hora maldita es ahora?— Grimmjow apareció repentinamente, llevando puesto sólo su ropa interior, dejando a la mujer, literalmente, sin palabras —¿Quién es?— le preguntó a Ulquiorra, mirando a la mujer. Ella era bonita, como una muñeca de porcelana, los ojos ovalados y el cabello perfecto, si ella hubiera estado usando un kimono sin duda hubiera parecido una muñeca viviente. Se parecían, ella y Ulquiorra, pero apenas en algunos rasgos.

 

—No importa, ella ya se va— dicho eso, el pelinegro, regresó a su cuarto, pretendiendo que esos minutos nunca sucedieron.

 

Ella se giró hacia el peliazul, ignorando las palabras del pelinegro y también el estado poco apropiado del otro hombre, la mujer pareció no darle importancia y se inclinó suavemente, hablando despacio.

 

—Soy la madre de Ulquiorra, Chikara Sakuya, es un placer conocerlo— se ella se enderezó, esperando una respuesta que nunca llegó, porque Ulquiorra salió de su cuarto y jaló al peliazul para que se quedara adentro, con él, ignorando por completo a su madre.

 

Grimmjow no se quejó ni se le ocurrió decir nada en ese justo momento, estaba estupefacto ¿Cómo una mujer tan fina y delicada como esa pudo lograr que Ulquiorra fuera la clase de "monstruo" que era? Tal vez sea cosa del padre, como en su caso. Pero por lo poco que Ulquiorra le había dicho sobre sus padres era culpa de los dos. Era solo que no podía imaginárselo.

 

Pasaron unos pocos días más y finalmente Ichimaru Gin y Aizen Sousuke habían vuelto de sus "vacaciones". El hombre de cabello blanco había subido a toda prisa para saludar a su adorable conejo, monstruo destructor de electrodomésticos. El tocó la puerta de Ulquiorra, con esa acostumbrada, molesta y completamente adrede, forma nerviosa, lo hacía únicamente porque sabía que a su joven vecino le molestaba por completo.

 

Ulquiorra abrió la puerta y al ver a Ichimaru la cerró de inmediato, no fue apropósito, honestamente, era un acto reflejo al verlo con esa espeluznante sonrisa. ¿Alguna vez has abierto la puerta de algún lado y lo primero que vez es a un tipo perverso y malintencionado? Bueno, eso es lo que miras cuando le abres la puerta a Ichimaru Gin. Palabras de Cirucci, Yami y otros conocidos de ambos, en su mayoría los que vivían en el mismo edificio.

 

—¡Te extrañé!— él abrazó a su conejo, sin dejar de sonreír de esa forma tan inquietante —¿No te dio ninguna molestia verdad? ¡Qué bueno! ¡Qué buen chico!— obviamente le seguía hablando a su conejo.

 

—Destruyó los cables de mi ventilador, de mi reproductor mp3 y de un par más de electrodomésticos— No es que Ulquiorra se estuviera quejando, solo quería dejarlo como historial, esa bola peluda era un monstruo come cables y debería ser detenido o asesinado ¿Dónde estaba Neliel cuando se le necesitaba?

 

—No le levantes falsos a mi bebé— pero antes de que pudiera decir más Aizen le tapó la boca.

 

—Muchas gracias por cuidarlo, Ulquiorra Kun— el mayor sonrió, estaba muy consciente de la amenaza que esa empalagosa y despreciable bola de pelo era —Disculpa las molestias y si hay que devolverte algo, por favor, házmelo saber. Acabamos de llegar y estamos algo cansados, pero lo podemos hablar más tarde ¿De acuerdo?— Gin ya estaba frunciendo el ceño pero el castaño no lo soltó.

 

—Por supuesto, Aizen senpai— a pesar de que ya habían pasado varios años Ulquiorra se seguía refiriendo a él de esa manera —Que descansen—dicho eso él cerró su puerta, aún faltaba más de un par de horas para que tuviera que salir a trabajar pero, él conocía a sus vecinos, era seguro que Aizen senpai estuviera ya desvistiendo a Ichimaru y pronto habría bastante escándalo con los gritos del tipo espeluznante.

 

No, Ulquiorra no quería estar en el rango auditivo de eso. Tomó su bloqueador, su uniforme y por supuesto que no olvidaría su cartera. Ya le diría a Grimmjow que le diera algo para almorzar. Se detuvo justo enfrente de su puerta, sujetándola por la manija; era una sensación extraña, no la había sentido es muchos años, al menos eso es lo que estaba pensando.

 

¿Por qué la idea de recibir alimento de alguien era tan extraña y nostálgica de pronto? No tendría nada de raro, es decir, trabajaba en un restaurante y comer ahí no estaba fuera de la norma pero… La idea de que Grimmjow cocinara para él, únicamente para él, era distinto, se sentía como si…

 

Un fuerte gemido de Ichimaru interrumpió sus pensamientos, apurándolo a dejar esa planta, no, el edificio entero. Cuando iba bajando se topó con una pequeña multitud, aunque no había ninguna razón para que esas personas estuvieran ahí. Estaba Matsumoto, con ese chico, Hitsugaya, y con ellos iba la hermanita de Kurosaki, de la que no recordaba su nombre.

 

Ahora que lo pensaba ¿Qué no era Kurosaki ese chef con el que Grimmjow había tenido esa "competencia" antes? Él no tenía idea de que Kurosaki fuera chef, lo había conocido por otras circunstancias. Lo que sea, no era problema suyo.

 

En el restaurante, Grimmjow, había dejado la preparación de los platillos de la tarde momentáneamente suspendidos, él no había esperado ser interrumpido y mucho menos por esas personas.

 

—Por favor, no se lo estaría pidiendo si tuviera otra opción— Sakuya, la madre de Ulquiorra estaba frente al peliazul, tratando de convencerlo de ayudarla. De tras de ella estaba su pareja de todos esos años.

 

—¿Por qué lo haría?— él se cruzó de brazos, intrigado por esa mujer, realmente no entendía cómo ella era responsable de que Ulquiorra fuera como era ¿Cómo? Parecía tan amable y dulce…

 

—Haría cualquier cosa con tal de tenerlo ahí, solo por unos minutos aunque sea— ella cerró los ojos para después abrirlos lentamente, parecía tan triste —No se trata del evento realmente, todo lo que queremos es estar con él un poco, durante unos pocos minutos, sin estar discutiendo, sólo unos momentos de su tiempo— ella respiró profundamente, sintiendo el fuerte agarre de su pareja, apoyándola en todo momento —Sé que no nos perdonará pronto, pero tenemos la esperanza de que algún día nuestro hijo pueda mirarnos sin rencor—.

 

—No creo que Ulquiorra les guarde rencor— el peliazul comentó, recordando lo que Ulquiorra le había dicho, no le parecía que hubiese odio o rencor en sus palabras —Él simplemente no parece el tipo que pueda sentir nada particularmente intenso— y en ese momento no sabía si eso sería una maldición o no, porque en el fondo de su corazón esperaba que estuviera equivocado.

 

—No lo conoce lo suficiente, Grimmjow. Puede que Ulquiorra no sea una persona demostrativa, incluso puede parecer una persona vacía, pero cuanto menos demuestre que siente más fuerte se acumula ese rencor en su interior— ella no lo estaba mirando, parecía atrapada en algún recuerdo —Y es culpa nuestra, lo sé, pero aun así, quiero creer que algún día nos perdonará—.

 

—Bien— le dijo más que nada porque no quería seguir escuchándola— No puedo obligarlo a ir al evento, pero si te ayudo a que estén con él un rato ¿Qué me darás a cambio?— no, él no era una buena persona, no quería que la madre de Ulquiorra se equivocara pensando en que lo era.

 

—¿Qué es lo que quieres?— ella lo miró, con el ceño fruncido, eso arruinaba su bonita rostro.

 

Sakuya abrió los ojos hasta que casi se le salieron de las cuencas, ese tipo no podía estar hablando en serio, pero su sonrisa depredadora definitivamente afirmaba que no era una broma. Algo como eso era muy caro, incluso era excesivo, pero ella había dicho que haría lo que sea ¿Verdad? Él le había tomado la palabra y ahora era decisión de ella, con eso el peliazul sabría qué tan en serio eran ellos sobre querer el perdón de su hijo.

 

Para cuando Ulquiorra llegó al restaurante su madre ya se había ido, nadie le mencionó que ella había estado por ahí y nunca se imaginó lo que pasaría después.

Notas finales:

nosvemos pronto.


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