Las decisiones de los cobardes
Muy temprano en la mañana, sentí como Kurama se levantaba de la cama, también sentí el innecesario pero agradable beso que deposito en mi frente, creyéndome dormido. Murmuro algo que por mi somnolencia no escuche bien, pero sonó como "es demasiado" o "ya fue demasiado", por ultimo comenzó a pasar su mano suavemente por mi cabello, rezongue ante eso, porque sabía que si seguía acariciándome terminaría sonrojado y mas despierto que dormido. Pude escuchar una risita, y luego la puerta dl cuarto abrirse, me dormí después de eso.
Cuando los rayos de sol que se colaban por la ventana me irritaron los ojos, tuve que despertarme. Estúpido zorro por dejar las cortinas abiertas. Tantee por reflejo, el espacio vacío a mi lado, el lugar de Kurama estaba frio, seguramente se había ibo a su estúpida universidad.
Rodé sobre las sabanas blancas, y aspire el aroma a manzanas y rosas de su champú que impregnaba las almohadas, e inmediatamente el recuerdo de la noche anterior vino a mi mente.
Primero todos los besos, las caricias, y "eso", me sonroje solo de recordarlo. Pero luego, recordé lo ultimo...
"Hiei, creo que no deberíamos volver a hacer esto" esta no era la mejor parte de las cosas que pasaron ayer ¿Tal vez había sido un sueño? Aunque eso era imposible, porque yo no soñaba.
Este ultimo pensamiento, me estrujo el pecho y un mal presentimiento se arraigo en mí, como si el final estuviera cerca. Quizás solo eran los celos masoquistas que me estaban volviendo paranoico.
Decidí a duras penas levantarme, igual no había mucho que hacer en un departamento vacio. Además necesitaba pensar un poco, y estar en un lugar donde todo me recuerda al Kitsune no era el mejor para hacerlo, necesitaba despejarme y tomar aire fresco.
Desde que estoy con el zorro me he acostumbrado a este mundo, se por donde deambular si tengo ganas, o donde no ir para no cruzarme con gente conocida. A pesar de no tener ánimos, dar una vuelta no me mataría. Emprendí mi camino hacia el templo, por sobre los tejados de la ciudad. Sentir el visnto rompiendo contra mi piel era liberador, hacia tanto que no hacia las cosas que naturalmente eran mis costumbres.
Y allí fue cuando pude vislumbrar en medio de la multitud del centro, una brillante y rojiza cabellera, podría reconocerla a kilómetros de distancia. Mi primera intención hoy, era alejarme un poco de él, pero en cuanto lo vi, sentí mi pulso acelerarse, y lo sabía, estaba emocionado de haberlo encontrado sin siquiera buscarlo.
Pero lo que vi a continuación, me causo nuevamente esa presión en el pecho, y el mal presentimiento se hacía realidad. Al lado de Kurama estaba ella.
En un estúpido impulso decidí seguirlos. Sin saber que luego me arrepentiría de eso.
En todo el tiempo que caminaron hasta un tranquilo bar de las afueras del centro no dijeron una solo palabra. Pero yo tenía ganas de gritarles con todas mis fuerzas, incluso de volar el maldito local.
Pero en cambio me ubique en el tejado, de manera que ellos no pudieran verme, pero de forma que yo si.
- ¿Sabes que se llamara Yuki? - Hablo Kitajima con un canturreo inocente - Yuki Minamino, suena bien ¿Verdad?...lo decidimos ayer cuando no pudiste ir...
- Necesitamos hablar Maya - el tono de voz de Kurama era sumamente sobrio, como si ella fuera un youkai asesino o algo así.
Ella rebusco en su bolso y coloco una especie de papel sobre la mesa, desde donde me encontraba no distinguí bien.
- Acaso no me escuchaste, esta es la ecografía - le replico algo molesta mientras le mostraba el dichoso papel. El bufó por lo bajo, realmente estaba extraño el Kitsune - será una niña, me lo confirmaron ayer.
Eso me sorprendió hasta a mí, y la cara de Kurama palideció, su expresión era indescifrable hasta para mí, se quedo mirando la nada unos segundos, como perdido en sus propios pensamientos. Cuando volvió en sí, su mirada se entristeció, y oculto el rostro bajo su cabello, lo que iba a decir le costaba demasiado.
- Lo siento Maya, pero no puedo casarme contigo. Pensé que podía, pero quiero a alguien más que a mí mismo - ¿Casarse? ¿De eso se trataba todo esto?, ¿como el ladrón mas reconocido del makai, podía estar sometido así ante una simple humana? ¿Quizás esto de tener un hijo realmente te cambiaba? Esas fueron preguntas de las cuales nunca tendría una respuesta... volvió su vista al frente, y allí estaba nuevamente ese aire sombrío y frívolo - Lo que sí puedo jurarte Kitajima, es que si le haces algo a mi bebe, yo voy a...
-¿Qué Shuuichi? ¿Qué harás? ¡Vamos no seas ingenuo! Sabes, que si no es contigo no quiero un hijo - todo el canturreo inocente fue reemplazado por una mirada despreocupada y una sonrisa de suficiencia, me dieron ganas de matarla - Yo lo único por lo que sigo con esto es por ti, puedes pensar que soy horrible, pero te guste o no, es la verdad.
Cuando mire a mi Kitsune, sentí como si algo dentro de mí se rompiera en pedazos, el aire se me hizo pesado. Vi a través de los ojos de Kurama el dolor insoportable que las amenazas de esa imbécil le producían. Y el dolor de la culpa se clavo en mí como un cuchillo. Ya que sabía que él la rechazaba solo por mí.
Yo y mi maldito egoísmo.
-Te lo hare simple, Minamino - su expresión era casi maliciosa, no podía creer que esa fuera la madre del cachorro del zorro - ¿O te quedas conmigo y somos felices? ¿O sigues jugando a ser el enamorado valiente y destruyo al ser que tanto defiendes y que solo depende de mí y mis decisiones?
Ese momento todo fue claro para mí, no necesitaba seguir escuchando para saber qué hacer. La felicidad de Kurama dependía de mi decisión, y lo dejaría ser feliz.
Con la fuerza que no tenia regrese al apartamento, busque todo lo mío que alguna vez había dejado allí, no debía torturarlo con mi recuerdo.
Escribí una carta de despedida, y le pedí por favor que nunca volviera a buscarme así como yo también jamás regresaría.
Casi podía imaginar el rostro de Kurama cuando viera todo lo que faltaba, después encontrara y leyera la carta, se quebraría en dolor, se que también lloraría con lo sensible que es. Es probable, que llamara a todos nuestros amigos para saber si estoy con ellos. Y sé que el dolor y decepción de la perdida le dolerá casi tanto como a mí, pero es fuerte y sé que sobrevivirá, además tendrá a su hijo para darle aliento.
Le deje la carta la carta sobre la cama, que tantas veces testigos de nuestros secretos. Y me fui.