Jiraiya era un hombre libertino que tuvo un hijo al que llamaron Naruto. La madre del niño lo había dejado con su padre a la edad de doce años. Yéndose para no regresar jamás. Debido a esto, el rubio había desarrollado una dependencia patológica hacía su padre, quien lo cuidaba como si fuera los más preciado sobre la faz de la tierra, brindándole todo su amor, dándole todo lo que quisiese y criándolo lo mejor que podía.
Pronto Jiraiya encontró una nueva pareja. Una bella mujer de nombre Tsunade. Muy bella y con un cuerpo de infarto, satisfaciendo así, sus pervertidos gustos.
- ¿Por qué te vistes así? ¿Adonde vas? ¿Saldrás con esa mujer? – El ojiazul interceptaba a su padre momentos antes de salir.
- Naruto. Ya te he dicho antes que en los asuntos de los adultos, los niños no deben meterse – Jiraiya terminaba de alistarse.
- Yo no soy un niño.
- Claro que eres un niño. Eres mi niño – Revolvió la dorada cabellera.
Naruto se mostraba molesto, por alguna razón detestaba que su padre tuviera una cita. No era que quisiese que él y su madre biológica estuvieran juntos, simplemente detestaba a cualquiera que le quitase el cariño de Jiraiya, ya que según él, era sólo para su persona.
Cabe mencionar, que un día, su tío Deidara le había comentado en broma que parecía estar enamorado de su padre, ante aquel comentario Naruto hizo un escándalo, el mayor no esperaba que se lo tomara tan en serio.
Cada vez que Jiraiya regresaba a casa, a la hora que fuese, su hijo siempre se encontraba despierto, con semblante serio y no emitiendo palabra alguna.
El hombre peliblanco en aquella ocasión, encontró a Naruto durmiendo en el sofá del living. Cargó al niño para llevarlo a su respectiva habitación, provocando que el ojiazul se despertara en el acto, y luego de abrazarse al cuerpo del mayor, emitió en un leve susurro:
- Déjame dormir contigo papá – Ocultando su rostro en el amplio pecho.
- Pero ¿Qué dices Naruto? Ya eres lo suficientemente grande como para dormir solo – Acariciaba el rubio cabello – No hay nada que temer ¿Aún tienes pesadillas?
- Por favor – Suplicó con un tono de voz lastimero.
- Está bien. Pero sólo ésta noche ¿Vale?
El menor asintió, aún sin mostrar su rostro.
Fue llevado así, hasta la habitación de su padre, depositado con cuidado en la cama. El rubio lo miraba con ternura, le gustaba estar entre sus brazos. El peliblanco le acarició el rostro sin ninguna mala intención, amaba a su pequeño hijo por sobre todas la cosas y lo que más quería, era conseguirle una madre, una buena y amorosa madre.
- Eres realmente lindo Naruto. Igual que tu mamá – Recordando a la bella mujer.
- No sigas – El ojiazul desvió la mirada – Yo no soy como ella. Yo nunca te dejaré.
Ante lo emitido, el hombre quedó afectado, tanto que sus ojos se llenaron de gruesas lágrimas, más las contuvo, lo menos que quería era mostrarse abatido ante su niño.
- Naruto. Mi Naruto. Igualmente, yo nunca…
No pudo continuar, el ojiazul se había levantado lo suficiente para plantarle un beso en los labios.
La sorpresa era en si enorme, darse cuenta de que su hijo lo estaba besando era realmente difícil de creer, por más que estuviera pasando.
Jiraiya con sumo cuidado apartó al infante de su boca. Había sido un beso inocente, pero a pesar de ello, sintió un cosquilleo en todo su rostro y en la parte baja de su vientre.
- Naruto…
- Papá, quédate conmigo – Ligeras lágrimas brotaban de su azulados ojos – Yo te amo…
- Oh… yo también te amo hijo mío…
- No, pero no de ese modo – Naruto se mostró totalmente serio – Yo te quiero como amante y esposo.
El hombre quedó impactado ante la confesión ¡Eso era imposible! El ojiazul se mantenía en silencio, al parecer no había reaccionado como esperaba.
- Estas equivocado Naruto. Te dejaré solo para que pienses en lo que has dicho – El mayor lo miró severo, para luego buscar de irse a la siguiente habitación.
- ¡Papá! – Naruto se aferró a su cintura - ¡Yo te amo! ¡No miento! ¡Te amo! ¿Por qué no me crees?
Jiraiya estaba paralizado, escuchando como su hijo sollozaba y suplicaba… como pudo se soltó de su enlace y se marchó, dejándolo completamente solo.
Toda la noche, el hombre de cabello blanco se la pasó pensando en las palabras del niño, inclusive soñó con él.
A la mañana siguiente, le preparó el desayuno. Comieron, pero no se mencionó nada de lo ocurrido, de hecho evitaron intercambiar palabras.
Mientras trabajaba, Jiraiya recibió una noticia alarmante desde el colegio de Naruto:
Su hijo había intentado suicidarse.
Con toda la rapidez que tuvo, el peliblanco llegó hasta el hospital en donde habían internado al rubio. Lo halló en una camilla con sus muñecas vendadas.
- ¡Naruto!
El aludido lo miró tiernamente, como lo había hecho la noche anterior. Su padre se veía asustado, al parecer había corrido para llegar hasta allí.
- Perdón por haberte preocupado. Al parecer no soy más que una fuente de pesares para ti – Mostró una sonrisa que intentaba mantener a pesar de lo triste que realmente estaba.
- ¿Por qué lo hiciste? – Jiraiya se acercó hasta que pudo abrazarlo - ¿Por qué ibas a dejarme solo Naruto? Prometiste que no me abandonarías…
Naruto abrió los ojos de golpe, escuchaba como su padre sollozaba en su hombro.
- No sé que haría sin ti… eres lo único que tengo… - Sintió como su hijo comenzaba a acariciar su larga y extensa cabellera blanca – Naruto, quiero que te quedes conmigo por siempre…
Naruto lloró, pero ésta vez de felicidad, había conocido a su padre tan sólo unos meses atrás, enamorándose de él a primera vista. Deseaba permanecer a su lado y brindarle todo el amor que ninguna de sus otras parejas le había dado. Quería ser el único habitante en el corazón de su padre, y aunque se tratara de un pensamiento egoísta, estaba dispuesto a convertirse en el “hijito mimado de papá”, así tuviera que aceptar que nunca sería suyo como hombre, porque a ellos algo más fuerte que los lazos de la sangre los unía… y era el lazo irrompible y eterno del amor…
* Fin